Política

Milei, el aceleracionista

Por Dante Sabatto
26 de agosto de 2023

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Es falso que el pesimismo debe, necesariamente, inmovilizar. Durante tres décadas la izquierda se ha lamentado por la incapacidad de estructurar un discurso utópico nuevo. Hoy, los discursos políticos más movilizantes son los distópicos y apocalípticos.

Hay quiénes creen que afirmar que el colapso es inminente lleva a cruzar los brazos y entregarse. No es así. Hay opciones para la acción en el pesimismo. Una de ellas es acelerar el fin del mundo. Puede haber, incluso, razones válidas para tomar ese camino. Quizás el mundo no sea tan bueno. Quizás todxs sepamos que el mundo es un lugar terrible. ¿Por qué querríamos su continuidad? Quizás querramos ver qué hay del otro lado.

El pesimismo moviliza si funciona como la asunción de que lo malo existe y lo peor existirá, pero puede haber algo más allá. El pesimismo moviliza si es capaz de coexistir con la esperanza.

El fenómeno Milei es un pesimismo organizado.

    -1 MACHINE

    Toda instancia del capitalismo puede describirse por recurso a sus contradicciones. El capitalismo argentino en su fase peronista (46-55), por ejemplo: un modelo industrialista Estado-céntrico que comenzó cuando la acumulación de valor industrial estaba tocando un límite. La subfase siguiente, la desarrollista, triunfa en introducir el capital extranjero pero fracasa en obtener el nivel de consenso que su marco liberal reclama. Este será efectivamente sólo logrado por la etapa oligopólica autoritaria de la Revolución argentina, que a su vez es un caldo de cultivo para la guerrilla anticapitalista.

    Resulta evidente que el capitalismo argentino no está funcionando. La exigencia del voto a Milei, como consecuencia de esta comprobación, es más capitalismo, no menos. El discurso opera señalando al Estado como obstáculo de ese capitalismo, como ignorando (porque esta ignorancia ha sido legitimada) que el Estado es una instancia sólo relativamente autónoma de ese capitalismo.

    Se señalan continuamente las contradicciones de este discurso, cuya base fundamental es la que descubrió Karl Polanyi: el libre mercado es y sólo puede ser producto de una planificación previa. Es absolutamente in-natural. Continuar señalando estas contradicciones es una estrategia pedagógica absolutamente improductiva en el peor de los sentidos. Son contradicciones del orden de lo imaginario, que sólo ven la superficie del argumento.

    Esta estrategia no tiene en cuenta que lo que importa del mercado como ordenador es su carencia absoluta de rostro humano. La exigencia es de una entidad imparcial, que ordene y no responda, distante, fría, cruel sólo por su indiferencia.

    Todo lo contrario al Estado social que supimos construir. Estado que, bajo un régimen democrático cuya cuenta ontológica básica es la soberanía del pueblo, somos nosotros. Si falla el Estado (y falla), fallamos todos. Si falla el mercado, no falla nadie.

      -10 MEAT

      No alcanza con esto para un aceleracionismo. La adoración del orden inhumano del Capital es fundamental, pero un ismo no es sólo un discurso económico, sino sobre todo una praxis política. Los nuevos tiempos se montan sobre las contradicciones de los previos, pero asumiéndolas también como condiciones.

      Estas fueron décadas intensas. Una salida posible sería la calma, el orden, el silencio. Sería incluso compatible con el anarco-capitalismo y el paleo-libertarianismo. Podría ser el arma de otro Milei, un Milei paralelo. No es lo que ocurre. De la intensidad sólo saldremos con más intensidad. En eso, también, reside el aceleracionismo.

      El kirchnerismo descubrió su pulsión de intensidad con la crisis del campo, según el relato oficial, pero su pasión por la militancia de base ya existía previamente. Desde entonces la suya fue una ética del goce participante. La gente en la calle, en eventos culturales masivos, en unidades básicas, en marchas, en funerales, haciéndose presentes, estando ahí, compartiendo. Es una ética estrictamente compatible con la economía del kirchnerismo: consumo popular para que gire la rueda mientras de fondo el petróleo y la soja traen los dólares para algún día sumar valor agregado.

      Esta es una condición que el movimiento libertario asume, y por eso construye una militancia. Pero no deberíamos sobreestimar este valor. El objeto privilegiado del kirchnerismo era el cuerpo movilizado. El consumo venía después. El objeto privilegiado del libertarianismo es la guita movilizada. Invertida, ahorrada, gastada, ganada, la guita mueve a los cuerpos y no los cuerpos a la guita.

      La Convertibilidad ató temporalmente a la guita para domarla. La dolarización propuesta opera al revés: quiere atarla para siempre para liberarla. Por eso la ecuación, matemáticamente injustificable, dice que los pesos se multiplicarán como panes y peces al ser convertidos a dólares. En el pesimismo de Milei hay lugar para la abundancia.

        YPF

        -100 CHAOS

        No hay afuera, y lo único que hemos propuesto, de este lado, es organizar permanentemente la injusticia para llevarla a sus orillas, mantener a raya el caos, enfrentar al odio cósmico que acecha para devolverlo a su reino oscuro más allá de las estrellas, y de nuevo al día a día, administrar el orden frágil de una democracia sin comida y un capitalismo sin fe. No es de extrañar, entonces, que alguien proponga otro camino.

        El capitalismo es el caos reptante. Keynesianos, socialdemócratas y peronistas hemos propuesto calmarlo. Las versiones más sofisticadas del populismo proponen admitir su existencia y operar un orden sobre las olas. Pero otro camino es posible. Las escuelas del liberalismo que no están contentas con su rol de management, las escuelas neo del liberalismo, quieren abrazar el caos.

        El aceleracionismo es el nombre de ese abrazo, y es un pesimismo, o más bien nace del pesimismo cósmico, de un pesimismo sobre la posibilidad de un cosmos: de un orden, por más maleable que sea. Y sobre ese pesimismo dice: hagamos algo entonces. Si no hay nada ahí afuera, y aquí adentro solo hay dolor, atravesemos ese dolor y veamos qué viene. A diferencia del comunismo clásico, el aceleracionismo no tiene un final definido.

        En Argentina, cumplimos diez años de estancamiento y cinco de franca crisis. En esos diez años, el peronismo planteó que la respuesta era morigerar los efectos negativos de la crisis y apuntar a un reordenamiento simultáneo de lo político y lo económico. El macrismo, en su vertiente proto-aceleracionista, impulsó la crisis, aún si hubo tendencias centrípetas en él que apuntaron en dirección opuesta.

        Eso se ha agotado. El problema, hoy, no es sólo Milei. Lo que acelera es el sistema (es sistema). Nosotrxs estamos ahí, siendo aceleradxs.

          -1000 COLLAPSE

          Si Milei es una amenaza a la democracia, y es probable que lo sea, no podemos olvidar que es una amenaza de la democracia misma. En realidad, lo que comprobamos aquel domingo es que la democracia funciona. Hubo menor participación, pero no una caída dramática. El voto en blanco fue significativo, pero no llegó a valores preocupantes. El pesimismo está, efectivamente, organizado.

          El aceleracionismo es un mesianismo. Propone apurar la llegada del futuro. Hoy no existen imágenes de futuro que no hablen el vocabulario del colapso.

          El negacionismo del cambio climático que expresa Milei no se inscribe en un optimismo. Es, más bien, parte del discurso conspiranoico tan caro a esta clase de políticas. Pero la fenomenología apocalíptica cotidiana es una condición necesaria para la legitimación de este tipo de discursos. El de Milei es un aceleracionismo de derecha, por supuesto. Su hipótesis es que lo que vendrá luego de la aceleración será algo mayor que el capitalismo actual, una forma completa de la que el capitalismo actual no es más que un retazo que vislumbramos.

          Pero no vendrá sin un colapso. Afirmar que las consecuencias del programa libertario serán catastróficas, en este sentido, puede ser un punto a favor de su discurso. Hace años que estamos evitando el impacto, sienten algunxs, tal vez es hora de sufrirlo para poder seguir. La supervivencia puede ser contradictoria con la vida.

            -10000 SHIT

            El de Milei es un pesimismo organizado, entonces. Es pesimista sobre todo lo que es y ha sido. Es pesimista sobre la democracia. Es pesimista sobre el capitalismo y los capitalistas. Cree en lo peor. Cree en la preeminencia de lo malo sobre lo bueno.

            Como buen aceleracionismo, su utopismo sólo radica en futuros posibles que han sido cancelados en el pasado, y de los que quedan solo resabios, excrecencias. Eso es el capitalismo que tenemos, que para el discurso libertario es un pseudo capitalismo: es mierda del capitalismo que pudimos tener. Por eso este es un país de mierda, con un pueblo de mierda, un Estado de mierda, y por eso tiene un futuro de mierda. Pero después de la mierda, quizás nazca algo.

            El aceleracionismo tiene algo que nosotros hemos perdido: un compromiso con lo nuevo. Quiere crear algo nuevo. Algo nuevo sólo se crea con violencia. Para Patricia Bullrich, esa violencia debe ser conducida por el Estado bajo la forma de la coacción policial. Para Javier Milei, esa violencia ya existe, socialmente, y sólo debe ser liberada de sus trabas estatales. Es una violencia contenida, descentralizada.

            (Al menos en su discurso actual. La lógica policial tiene una capacidad sorprendente para sobredeterminar los potenciales distribuidos de la praxis política).

            Milei nombra a sus enemigos: casta, Estado, zurdos, etcétera. Nombra su ideología: anarco-capitalismo, paleo libertarianismo, escuela austríaca, etcétera. Nombra su programa: dolarización, ajuste, etcétera. Pero se guarda bien de nombrar lo nuevo. Lo que viene después de la mierda. Libertad, a lo sumo, pero ¿libertad para hacer qué? Por eso su discurso permanece pesimista. Las pequeñas determinaciones (el precio al que se dolarizará, por ejemplo, cuánto valdrá tu sueldo) son intrascendentes. Nadie las cree en serio. No se juega nada ahí.

              + 1 BRAKES

              ¿Cómo se lo enfrenta? Hasta ahora no le ha entrado una bala. ¿Cómo se lo vence? Tengo aún menos certezas.

              Las pistas se encontrarán, imagino, en las contradicciones materiales, no las imaginarias, del fenómeno Milei. Por ejemplo: ¿en nombre de quién se ejecuta su programa? “Ellos” son la casta, ¿quién es el “nosotrxs” del movimiento libertario? Parece haber una discrepancia entre la base de votantes y la base militante. Su correlato topológico es más que evidente: los votos vinieron mayoritariamente de las provincias, y flaquearon en las dos Buenos Aires.

              Si algo puede cambiar es ahí. Hay que convencer a un montón de gente de que acelerar sin pruritos hacia un colapso que produzca un cambio no es la mejor forma de enfrentar las cosas. Eso no es algo imposible de hacer, aún si hemos trabajado duramente para hacerlo difícil. No será fructífero hacerlo en nombre de la cordura y el orden: la gente prefiere la locura y el caos. No es imposible sostener que esas fuerzas están de nuestro lado.

              Pero es la última oportunidad. Si se logra clavar los frenos y evitar el impacto, habrá que hacer las cosas de un modo muy distinto. O habrá algo peor.

                Dante Sabatto

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