Opinión

A un año de la guerra en Ucrania

Por Santiago Mitnik
18 de marzo de 2023

El 24 de febrero de 2022, en un discurso pregrabado, Putin explicaba las razones que justificaban la Operación Militar Especial. Mientras tanto, empezaban a sonar las alertas de un masivo ataque con misiles sobre el territorio ucraniano y se vió un primer video de un guardia fronterizo huyendo ante el avance de las tropas rusas.

En las semanas previas la tensión venía incrementándose duramente. El gobierno ruso había señalado como intolerables los ataques sobre las repúblicas separatistas de Lugansk y Donetsk y había anunciado un gran ejercicio militar, con 100.000 soldados, sobre las fronteras. En muchos medios occidentales se proclamó varias veces, desde el diciembre previo, que la invasión era inminente. Irónicamente, según se sabe, las agencias de inteligencia occidentales creían lo contrario: que era una simple provocación. Los opinólogos pro-rusos, en su enorme mayoría, tampoco creían real o posible que efectivamente sucediera la invasión.

Este fenómeno, de gran desconcierto y ausencia de claridad entre los “expertos” es una clave de este conflicto, que se mantiene hasta el día de hoy. En primer lugar, hay que decirlo, acertar en predicciones solo tiene dos utilidades posibles. La primera es elevar el nivel de confianza que los propios análisis y fuentes de información tienen. Sea para subirse el ego, para que otros confíen más en la propia palabra, o como simple entrenamiento o juego. La segunda es para prepararse correctamente ante los posibles riesgos. No acertar, en cambio, puede ser un simple error, o una mentira.

En la política de alto nivel, con la guerra como altísimo exponente, la mentira y el engaño son elementos fundamentales. Si un país no puede lograr engañar a los servicios de inteligencia del enemigo, es mucho más difícil que consiga buenos resultados en el campo de batalla. En el mundo actual, con la enorme cobertura satelital que hay de cada centímetro cuadrado del planeta, es casi imposible esconder una operación militar. Para hacerlo entonces, hay que enmascararlo de otra cosa. Maskirovka, en la retórica militar rusa. Movimientos confusos, contradictorios, incompletos, señales que aparentan ir en otra dirección, etcétera. Es decir, que los expertos fallen en los análisis puede ser un señalamiento de lo no-expertos que son en realidad, sí, pero también de la habilidad de la guerra de información de uno de los bandos.

Si alguno de los lectores siguió la gran cantidad de notas que escribí relacionadas al tema se debe haber dado cuenta que nunca hablé del conflicto militar en sí. De su historia y antecedentes y de ciertas consecuencias directas e indirectas sobre el resto del mundo me animé a hablar. Del presente operativo, no, por dos razones. La primera ya debería ser clara teniendo en cuenta lo anterior: si el objetivo del ejército ruso es que la CIA no sepa cuales son sus verdaderos movimientos, sería muy raro que yo, que no soy experto ni tengo acceso a información privilegiada, lo sepa y lo pueda explicar.

En segundo lugar, no es solo por no ser engañado, sino por no ser útil a una operación psicológica o de propaganda de uno de los bandos (o de una facción de ellos). Como escribí en otra parte, “acusar” a un bando u otro de usar técnicas de propaganda es algo ridículo por lo obvio. Es como acusarlos de disparar. La moral, de propios y ajenos, de las poblaciones y elites de posibles aliados, son campos de batalla tan importantes como cualquier otro, si son bien utilizados. Por eso mismo, seguir demasiado de cerca el desarrollo del conflicto, involucrándose emocionalmente, te hace mas parte del campo de batalla que analista. Lo cual no quiere decir que esté mal, pero es algo a tener siempre en cuenta.

Hechas estas salvedades, a un poco más de un año de comenzado el conflicto militar en Ucrania ya es posible hacer un cierto análisis de los eventos generales que fueron sucediendo en el terreno y sacar algún pequeño balance. Para eso es mejor dividir el conflicto en etapas y frentes de batalla específicos.

 

El comienzo

Luego de la primera gran sorpresa de que la guerra efectivamente sucediera, la segunda sorpresa llegó pasado unas semanas del conflicto, cuando ya se empezó a ver la forma que iba a tomar. La expectativa general de lo que se pensaba que podía ser una guerra real entre Rusia y Ucrania tenía dos resultados previstos. El primero, es que las tropas rusas aplasten a Ucrania rápidamente. El segundo, que como consecuencia de la guerra las sanciones económicas occidentales hagan colapsar a Rusia. Ninguna de ambas sucedió, en lo más mínimo.

Y si ambas no sucedieron es, justamente, por lo obvio de ese desarrollo. Como expliqué en otra nota, el conflicto viene sucediendo desde el 2014. Si en ese momento Rusia hubiera movilizado 100.000 soldados, el resultado seguramente hubiera sido ese. En cambio, durante los últimos 8 años, el ejército ucraniano se modernizó, se entrenó con la última tecnología de la OTAN, construyó una enorme red de fortificaciones en la zona del Donbass y se solidificó ideológicamente. Rusia, por otro lado, blindó su economía y construyó potentes mecanismos para escapar a los intentos de sanciones occidentales.

El primer asalto ruso incluyó un eje norte, hacia Kiev. Este ataque contó con una densidad insuficiente, y luego de varios días, esas tropas comenzaron a retirarse lentamente, llegando a abandonar definitivamente el territorio. Mucho se ha discutido sobre el “fracaso” ruso en tomar Kiev (y por ende hacer capitular a Ucrania) en los primeros días de la invasión, y es importante repasar esos debates.

La primera opción es que haya sido un error de cálculo. La idea original podría haber sido producir tal nivel de shock que el gobierno ucraniano se derrumbase. Por los motivos que sean eso no sucedió, Zelensky no se rindió ni escapó del país y la guerra continúa hasta hoy, sin que quede claro una fecha de finalización. Lo que es seguro es que rendición y huida deben haber sido posibilidades discutidas en aquellos momentos. Siempre es reconfortante, más allá del bando que las tome, ver cómo las decisiones políticas valientes individuales pueden tener un impacto real a largo plazo.

Una segunda opción es que nunca haya sido un objetivo real capturar Kiev ni remover al gobierno ucraniano en los primeros días de la guerra. Así, el eje norte sería una distracción, para alejar a las tropas ucranianas de los demás frentes más fortificados y ganar tiempo. Esto tendría sentido teniendo en cuenta la poca fuerza de la avanzada rusa hacia la capital. Kiev es una ciudad enorme de 2,8 millones de personas. Para atacar y capturar una ciudad de esas dimensiones es necesario un contingente enorme y seguramente el mando militar ruso lo sabía.

En todo caso, esto abre una gran incógnita de la guerra, sobre el número de tropas rusas en el campo de batalla. El número original, aproximadamente 100.000 soldados según diversas fuentes, es “apropiado” para una Operación Militar Especial de corta duración en un frente pequeño. El ejército ucraniano, con su herencia soviética y su refuerzo de la OTAN, era o es uno de los ejércitos más grandes y poderosos del mundo, superando a los de otros países europeos como Francia o Alemania.

Mientras que los rusos encararon un conflicto en el que movilizaron lo menos posible, los ucranianos pelearon una guerra existencial, movilizando el 100% de los recursos disponibles e incluso más, además de contar, nuevamente, con las reservas y producción de la OTAN a sus espaldas.

Las razones de por qué Rusia no movilizó más efectivos y armamento a la zona de combate pueden ser varias. En primer lugar es muy caro, desde un punto de vista logístico y productivo. En segundo lugar, es costoso desde un punto de vista social y político. En contraposición a la realidad en Ucrania, en Rusia hoy en día la vida es absolutamente normal, como si nada estuviera pasando, más allá del drama personal de las familias de los soldados movilizados. El Kremlin parece haber priorizado la estabilidad interna por sobre una mayor presteza en el combate. En caso de un conflicto prolongado pero victorioso, esto es excelente; en caso de una derrota, puede haber sido el mayor error político de la vida de Vladimir Putin.

Otros frentes

En el frente sur, en cambio, las cosas fueron distintas. Las tropas rusas se lanzaron desde Crimea, hacia Kherson y hacia Melitopol. En dirección hacia Kherson, lograron cruzar el río Dniepr y llegar hasta las afueras de Nikolaiev. En dirección a Melitopol, llegaron a ocuparla y a conectarse con otro eje desde Donetsk, rodeando la ciudad clave de Mariupol. Así, el primer gran objetivo táctico-estratégico, de conectar territorialmente Crimea con el resto de Rusia fue concretado. Mariupol se convertiría en una de las batallas más emblemáticas de esta etapa. Allí un gran contingente de la facción política-militar ucraniana neonazi “Azov” quedaría atrapada en la planta de Azovstal, donde fueron sitiados y luego de una larga resistencia fueron derrotados.

Otro elemento de este frente es la Central Nuclear de Zaporizha, capturada por los rusos, que es un importante foco de tensión, por las consecuencias realmente terribles que podría tener si es destruida en un combate (lo que no impidió a los rusos ocuparla ni a los ucranianos bombardearla un par de veces). Allí, la actuación de la IAEA (Agencia Internacional de Energía Atómica), dirigida por el argentino Rafael Grossi, fue fundamental. Aún hoy sigue siendo una de las cuestiones mas tensas de la guerra.

La dirección “central” de la guerra es la región del Donbass. Esta zona está tremendamente fortificada por Ucrania con lo cual cualquier avance allí es muy costoso, en material, en tiempo y en vidas. Hasta Septiembre el desarrollo de la guerra para Rusia continuaría de ese modo: exito en la zona sur, algunas pocas victorias importantes en el Donbass como Lyschiansk y Severodonetsk y grandes retrocesos en las zonas norte y noreste donde Ucrania logró efectivas contraofensivas (Sumy, Kharkov, Lyman).

En Septiembre, ante la difícil situación, Putin hizo dos grandes anuncios. El primero, una nueva movilización militar, donde se incorporarían 300.000 nuevos soldados, que aunque ya fueron parte del ejército debían volver a ser entrenados con los nuevos armamentos, con lo cual su presencia en el frente se sentiría con delay. El segundo fue el anuncio de unos referendums en las cuatro provincias ocupadas, donde se votó masivamente la incorporación de estas a la Federación Rusa de forma “legal”, intentando, infructuosamente, establecer un nuevo status quo.

El último gran cambio en términos territoriales fue la retirada rusa de Kherson. La ciudad de Kherson (que no la provincia con el mismo nombre) está del lado izquierdo del río Dniepr, con una logistica muy vulnerable para las tropas Rusas. Ante esta situación, el mando mayor y el Kremlin decidieron retirarse de la ciudad, evacuando a una enorme cantidad de civiles y soldados casi sin bajas, antes de arriesgarse a un asalto ucraniano que podría haber sido catastrófico. Otro elemento en ese cálculo era el dique de Nova Kakhovka, que podría ser destruido, volviendo imposible cruzar el Dniepr y destruyendo una enorme zona, beneficiando a uno u otro bando, dependiendo la situación, pero provocando una enorme catástrofe humana y ambiental.

Las bajas totales de cada bando son en gran medida, un misterio. Se puede especular en base a distintas informaciones y testimonios esporádicos, pero es imposible establecerlo a ciencia cierta. Ciertos cálculos que me parecieron confiables decían hace unas semanas mas de 100.000 bajas militares ucranianas y 30.000 aproximadamente las rusas. Un ratio entre 2×1 y 4×1. Esto tiene sentido viendo la enorme cantidad de soldados movilizados en distintas oleadas por Ucrania y la superioridad de artillería rusa constatada en el frente. De nuevo, no soy experto y esto puede ser pura propaganda.

Otra cuestión importante es la de los emigrados. Al comienzo de la guerra Ucrania perdió una enorme parte de su población, tanto en territorios anexionados como en exiliados. Los cálculos indican que habría perdido mas de 10 millones de habitantes, entre el 25% y el 30% de su población. Números realmente enormes. Por su parte, en Rusia hubo emigración frente a la guerra, de sectores de la élite liberal o anti-putin o simplemente gente intentando escapar de la movilización. Aproximadamente 100.000 personas, mucho, pero no catastrófico frente a las 140 millones totales del país.

En términos militares ambos ejércitos están “quemando” las viejas reservas de tanques y municiones soviéticas o del Pacto de Varsovia. Rusia lentamente está mandando al frente sus armas mas nuevas, al igual que Ucrania está recibiendo de a poco los nuevos equipos de la OTAN (como los tanques Leopard). Un punto clave del apoyo de la OTAN, esta vez sí desde el comienzo de la guerra, son los sistemas de misiles de mediano-largo alcance y antiaéreos. En términos de suprimir las líneas de suministros y el apoyo aéreo ruso, estas armas son y fueron fundamentales. Así Rusia ve muy reducida su capacidad de “aplastar” a Ucrania, aunque cuente con armas mucho mas poderosas, sin grandes costos. La superioridad misilística rusa parece usarse en campañas de ataque a la infraestructura eléctrica y para agotar las baterías antiaéreas, con ayuda especial de drones kamikaze iraníes, especialmente baratos

Bakhmut y Wagner

En las últimas semanas se está peleando la batalla de Bakhmut-Artemovsk (muy usual ver en las denominaciones los nombres ucraniano y sovietico de las mismas ciudades), una de las mas masivas y mortales de la guerra. En esta ciudad las tropas ucranianas están resistiendo a un altísimo costo los asaltos de las tropas del Grupo Wagner. Wagner, dirigida por Yevgeny Prigozhin, es una empresa militar privada. Básicamente, un grupo mercenario que funciona como extensión para-legal de los intereses rusos en el extranjero (Africa subsahariana, Libia, Siria, etcétera).

Bakhmut está, al momento de escribir esta nota, casi rodeada, con una sola vía de comunicación con el resto del territorio ucraniano. La ciudad en sí no tiene ningún elemento estratégico, sino que se volvió un símbolo y además es la última gran fortaleza antes de Slaviansk y Kramatorsk, el “endgame” de la lucha en el Donbass. Luego de esas ciudades es prácticamente “vía libre” hasta el Dniepr. Sea por motivos militares o políticos, el alto mando ucraniano definió no abandonar la ciudad aún estando en gran desventaja operacional.

Esa es la situación en el frente al día de hoy. Como siempre, hay rumores de posibles grandes ofensivas de ambos bandos y el establecimiento de nuevas líneas defensivas. Mi recomendación: esperar y ver para creer.

Mientras tanto, en los grandes medios internacionales la guerra ya pasa a una segunda prioridad y en los medios nacionales directamente ya ni aparece. Sin embargo, los acontecimientos siguen en pleno desarrollo y no parece haber ninguna señal de que el conflicto termine pronto.

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Santiago Mitnik

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