Literatura
POMPEYO: EL MUNDO CABE EN UN ACTOR
Por Alejo Bernhardt
07 de marzo de 2024
Pompeyo Audivert es el protagonista de su obra unipersonal Habitación Macbeth. Este 2024, luego de llenar las salas del Centro Cultural de la Cooperación desde el año 2021 hasta fines de 2023, se mudó al Teatro Metropolitan, que cuenta con una sala de más de 800 espectadores.
Sin muchas luces y publicidad en redes sociales, durante más de dos años logró agotar 250 localidades hasta 3 veces por fin de semana. ¿Cómo puede lograr tan sólo un actor un vínculo tan fuerte con su audiencia para que se produzca este fenómeno? Es el mismo Audivert, a través de una conversación con Revista Urbe, el que nos enseña algunas claves de época para comprender esta obra que actúa y produce.
Macbeth es una tragedia que salió a la luz por primera vez hace ya más de cuatro siglos. Desde entonces, La tragedia de Macbeth se convirtió en una de las obras más importantes de la literatura inglesa. La trama envuelve principalmente la ambición por el poder político, representada por un hombre que decide tomar control de su propio destino, y con ello, enfrentar una serie de consecuencias físicas y psicológicas.
La obra artística en sí misma es una expresión de la época en que se produce. Así como el veneno que irradia la obra de Shakespeare retrata mediados de la edad moderna, cada versión posterior estará contaminada por la subjetividad del director y los procesos culturales en los que esté inmerso. En el caso del escritor británico, reflexiona acerca de la vida de Jacobo I, legítimo sucesor al trono de Inglaterra que ascendió al mismo en el año 1603. En esta adaptación, el valor agregado radica en el deseo del propio actor y el aislamiento de 2020 a raíz del Covid-19.
El 20 de marzo de aquel año, el presidente Alberto Fernández decretó la cuarentena obligatoria en todo el territorio nacional que duraría, en principio, hasta el día 26 del mes siguiente. El mes de abril llegó a su fin y la cuarentena obligatoria terminó, no para volver a la normalidad, sino para entrar en una nueva etapa de estrictos controles donde, entre muchas otras, las actividades culturales continuaban suspendidas. Sin embargo, el aislamiento y la restricción de estas actividades resultaron ser una oportunidad para Pompeyo Audivert.
El actor y director eligió pasar esos primeros días reducido a su casa en Mar del Sud, con su familia. Las semanas pasaban y en medio del aislamiento y la introspección, se percató de la incertidumbre en la que se encontraba y concluyó que para él, el único teatro que quedaría en pie por mucho tiempo era su propio cuerpo. Lejos de desembocar en una crisis, decidió pasar a la ofensiva y dar rienda suelta a un viejo anhelo que acarreaba desde el comienzo de su formación: que en él habite una obra de teatro, con todos sus personajes, circunstancias y vicisitudes. Aquel fue el momento en el que el unipersonal comenzó a gestarse.
Producir un trabajo de este tipo implica poner en práctica un largo proceso, el cual venía curando desde hace años en su propio estudio-teatro, El Cuervo. La composición y puesta en escena de 7 personajes no es una tarea fácil, sobre todo cuando se lo ve interpretando hasta 5 de ellos simultáneamente. En medio de la soledad y el invierno pandémico, logró dar vida a cada uno de ellos en largas caminatas por el campo y la playa de Mar del Sud. Allí fue soltando la voz y el cuerpo a las distintas composiciones. En él se produjo una suerte de encarnación sensible, como si fuera un trabajo que avanza de afuera hacia adentro: primero es ese cuerpo, esa voz, esa forma de hablar, esa forma de moverse, de constituir la composición física, y luego toda una interioridad que brota de ahí.
Esta puesta en escena, llamada “Habitación Macbeth”, nace ahí. Para Pompeyo la pandemia no se trató de un asunto puramente individualista, sino de un momento de introspección colectiva e individual en el que quedamos sumidos como humanidad, y que trajo consigo la influencia de las fantasmagorías. En su perspectiva, sus fantasías pasaban por la extinción. En ese punto es donde se encuentran su subjetividad y lo sombrío de la obra de Shakespeare, un momento crítico donde convergen la ambición de poder y compulsiones narcisistas con un final de partida. A partir de ese significado es donde intentará representar desde el teatro una especie de momento bisagra en el que nos encontramos.
La obra se ejecutó por primera vez el 27 de marzo de 2021 en el Centro Cultural de la Cooperación. En aquel escenario, los primeros espectadores vieron arder el proceso que llevó a cabo durante toda la pandemia y a partir de ahí, las salas del teatro comenzaron a llenarse sucesivamente. A pesar del carácter unipersonal de la misma, hay dos elementos que exceden las tareas que el actor puede realizar a la vez y que son fundamentales para el desarrollo: la música y la iluminación.
Audivert viste un camisón color crudo y manchado, que parece producto de la suciedad o desgaste del uso continuo de la prenda en un bajo estrato social en la edad moderna. Si bien la prenda es solo una, es suficiente para situar al público entre los siglos XVII y XVIII, tiempo en el que se escribió la obra. Además, luce una fina capa de maquillaje blanco sobre su rostro, un sutil delineado negro alrededor de sus ojos que elevaba el peso de su mirada y sus labios pintados de rojo.
Este estilo de minimalismo teatral carece, en primera instancia, de cualquier tipo de escenografía excepto por un telón negro que envuelve la escena. Esto hace que el público tenga que prestar especial atención a cada detalle de la actuación: su postura, los movimientos, los gestos faciales y corporales. Quienes se encontraban en las primeras filas pudieron presenciar con más precisión estos detalles que comenzaban a forjar un vínculo con el intérprete.
A su lado está Claudio Peña, el violonchelista que se encuentra al margen sobre el escenario. Este lo acompaña desde el momento en que posa su arco sobre el instrumento para frotar las primeras notas, inundando la sala de suspenso hasta el final de la partida. No está únicamente cuando aparece Pompeyo, sino que también es una constante en los interludios y apagones. El violonchelo es un instrumento muy especial, con un sonido a veces sombrío y muy presente, que es capaz de generar distintos tipos de climas.
Un poco más lejos, se encuentra Ana Heilpern, responsable de la iluminación. El actor interactúa con pocos elementos que son claves en distintos momentos. Ante el minimalismo que presenta la obra, la luz se convierte en un objeto más. El contraste entre luces recortadas y sombras crea senderos y lugares habitables. Lo que queda en penumbras es un espacio que no existe, que sirve para limitar y ubicar a Pompeyo en el lugar indicado.
La combinación de todas estas partes crea un ambiente único. Lo valioso de esta versión es cómo se forma el vínculo con los presentes. La máquina teatral está a la vista por simpleza y expone los valores más puros de la obra. Este escenario es un campo de realidad distinto al que se presentaría si la interpretación estuviese únicamente delimitada por el texto original y un número mayor de actores. La reducción de la escenografía permite una conexión directa con los sentimientos de los personajes y da lugar a la participación del espectador en un mundo imaginario, y ocasionalmente onírico.
De esta forma, Habitación Macbeth puede interpretarse como una expresión de época, una reflexión acerca de la pandemia en tiempos donde sus consecuencias todavía se siguen viviendo en carne propia y sus efectos son un objeto de estudio que todavía no logra ser comprendido en su totalidad. El mismo hace énfasis en esto con la siguiente frase:
“Me pareció que era muy apropiado para un contexto como el de la pandemia, una circunstancia prácticamente de extinción. El hombre está entrando en una crisis, más allá de la pandemia, de la que no se sabe cómo vamos a salir. Por lo tanto, la perspectiva es medio apocalíptica.”
Audivert toma la tragedia de Shakespeare como superficie de inscripción de este propósito. Pone a funcionar su cuerpo como habitáculo de encarnaciones, casi como un cuerpo mediúmnico, para iluminar incógnitas producto de este proceso: existenciales, vinculadas a la otredad, a la sospecha sobre quiénes somos, dónde estamos y qué estamos haciendo.
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