
Artificios
UN OXÍMORON NO ES CAÍDA.
NO PARES, SIGUE, SIGUE, NO PARES, SIGUE, SIGUE.
Por Paulina Siciliani
25/10/2020

¿Seguir con qué? Quién sabe, algunos es que quieren seguir haciendo lo que hacían antes de la pandemia, quién es uno, una, une, para cuestionar. Volver a “abrir”, “poner en marcha la ciudad”, dicen en Buenos Aires. Y ahí te da ganas de gritar que somos ciborgs que llegó el momento de cambiarlo todo para que nada cambie nuevamente ¿Qué, no se dan cuenta? No sabemos qué deparará el futuro, pero mientras tanto, dicen los que dicen, hay que seguir. Y pienso que sí, sin lugar a dudas el señor que vende carcasas para celulares diez horas por día, está ansioso de volver a comparar el tamaño del dispositivo con el de la carcasa genérica porque la otra, sigue, se fue a las nubes con el tema del dólar. Pero hay que seguir vendiendo, así que tenemos estas otras.
El gobierno sigue estirando de a quincenas la esperanza de no sabemos qué, vuelva a un estado de la cuestión que no sabemos cuándo daría por terminado este período de paréntesis crítico a la crisis estructural, en la que estábamos divinamente acostumbrados antes de marzo con altos niveles de dengue, pobreza, desigualdad y violencia – a la que algunos llaman inseguridad-.
Quieren algunos que vuelvan los teatros, otros las escuelas, otros seguir tomando cerveza en la esquina y a mí no me quiten el café porque soy capaz de matar. Volvió el shopping, pero ahí no voy porque te venden café culo a precio oro. Entonces volvamos a que soy capaz de matar por un café, pero no de hacer la revolución agraria para que nadie muera por mi café. O peor aún es factible que yo ya haya matado por un café, puede ser, algunas noches dudo y sí, sí puede haber sido eh, totalmente. Sin siquiera enterarme ese día que pagué en efectivo le di el billete al del bar, me fui rápido con alcohol en gel y soledad – mis mejores amigos en la cuarentena- a tomar al sol. El pibe del bar luego de esa jornada fue a visitar a su madre, a la que no veía hace ocho meses, sin saber él tampoco, que aquel billete aguantaba días con el virus (ya sabemos que el papel moneda es el mal, no nos sorprenderemos en el siglo XXI con lo bien que paga el bitcoin o con cuanto la está rompiendo en pandemia mercadopago, rompiéndonos) cuestión que el pibe tiene rinitis alérgica y le molestó un ojo justo el segundo después de guardar el billete que había salido de mi bolsillo. Pasa que usa guantes, eso le dio una falsa sensación de seguridad, y ahí nomás se tocó el ojo, nooooo pibe, no el ojo no, la nariz no, la boca no y la cola de atrás tampoco. Entonces visitó a su madre. Su madre se enfermó y no saben cómo en pocos días, lo indecible. El resto ya lo sabemos dado que la enfermedad por coronavirus se cargó, en nuestro país, 28700 personas de marzo a la fecha. Para que no te quedes con el numeró en soledad te regalo la imagen, tres Luna Park completos, sin que quede ninguna entrada por vender, completos y a eso súmale mil personas más.

Sea como fuere no voy a hacerme cargo de las muertes que pude haber ocasionado desde la flexibilización de la cuarentena, es que no siento culpa, ni sé si esto efectivamente ocurrió, si el pibe se tocó el ojo o si es uno de los pocos que queda en el barrio sin alergia estacional. Por lo demás espero que las madres de todos los trabajadores de los cafés se encuentren muy bien. No se ha maltratado, ni experimentado con ninguna para escribir estas líneas –cruelty free-. No siento culpa porque de lo único que me responsabilizaría sería de no ser consecuente con mi deseo y mi deseo era un café. Así me lo enseñó el psicoanálisis ¿No era literal? Perdón lo vi en un meme de Instagram, se ve que no entendí bien.
Hay problemas más importantes que mi café, pienso, los que dejaron de comer por la crisis global ¿Los que volvieron a tomar? Me pregunto entonces cuando ya no cuentan las muertes ¿Cuándo ya no cuentan las muertes? ¿Contaron alguna vez? pues entonces Suecia tiene razón, era ética su respuesta, su camino. Si nunca nos importaron las muertes pues por qué ahora. Nosotros preferimos el doble estándar, importan las muertes de algunos. Pero hablando de Suecia hablemos de educación, no, no del resurgimiento del nacionalismo, no, el otro tema, el sistema educativo. Muy complejo, mejor prendo la tele.
Lo que los niños no han aprendido este año le preocupa a la Cristina del noticiero, a la que nunca le vimos preocuparse por el tema, salvo cuando critica abiertamente los paros docentes diciendo que se pierden días de clase, paros realizados en pos de mejoras en la educación pública, paros que hubieran mejorado la situación en la que hoy se atraviesa la pandemia en el sistema educativo. Esto podría resultar contrafáctico, así que sería más un pensamiento para Nelson que para Cristina. Cambio de canal Nelson es el rey de lo contrafáctico.
Pero volvamos a les niñes, se ven hermosos sin disciplinamiento escolar, los miro y casi parece que están habitando la niñez. Con sus xadres en casa dejando de dar máximas porque ya no les queda ninguna en pie, que belleza, son al fin grata y sincera incertidumbre frente a sus retoños. Pero los retoños reclaman también volver a sus vidas, seguir, los compañeros son ahora un bien escaso y preciado. Aunque en el noticiero le sigan diciendo abuelos a las personas mayores. Les recomendaría a éstas que si quieren cuidar su salud no escuchen ni a Nelson ni a Cristina, se superan a sí mismos en niveles de irresponsabilidad datos contrafácticos y conclusiones sin sentido que alarman y engendran malestar. Para bien de todos, ellos mismos incluidos, lo que esos noticieros no superan hace rato son los bajos puntos de rating. Entonces, pienso, algo, poco y de a poco está cambiando. De todos modos no los juzgo, su café -o aquello que los ocupa tanto como a mi mí café- puede estar enfriándose.

El doble estándar aplica, nos indican cuidarnos para cuidar al otro. Así y todo el culto a la personalidad, la exaltación del yo sigue a la orden del día, vendiendo fideos, computadoras, autos y también libros. Y en el país que produce contaminación y comida entonces sabemos mejor que antes del bicho este, que no importa cuántos no coman, es necesario seguir. De hecho mucho de los que comen ya casi no se alimentan, porque ultraprocesados mediante, la salud de la media viene en baja.
Me doy cuenta tristemente que las muertes ya no cuentan cuando mi café se enfría y entonces como siempre como cada mañana, en los pequeños mundos, amanecemos sabiendo que la mitad de la población argentina vive bajo la línea de pobreza, que hay otros tantos que andan necesitando comprar dólares, tomar café y volver al teatro. Pero está bien, que así sea, porque los que piden en la puerta también andan queriendo ver recuperada su actividad, no los juzgo tampoco, así que siga, siga, no pares siga, siga que igual nos caemos todos, pero guarda que algunos se caen primero, ya se cayeron hace décadas y yo tampoco me ocupo de eso porque mi café se enfría.
Lo que espero es que a la postre nos den chocolate y no “un poquito más duro”. Pero esta fiesta no termina así que “con la mano arriba” si perdés el olfato así hace efecto el plan detectar y logramos que el virus no nos siga dando un poquito más duro. Eso es útil en el plano individual, donde se delinean las consecuencias del virus, pero en el plano colectivo espacio en el cual dirimimos las causas de la crisis pandémica es necesario disputar la nueva normalidad, construirla, urge disputar la nueva era alejándonos del concepto “Nueva Normalidad”.
Es importante estar atentos, no llevar al futuro lo nefasto del pasado, mutar. Construir futuros factibles de ser vividos.
Los políticos se palmean cuando sabemos que siguen reuniéndose en medio de una crisis para repartirse la torta presente y futura, moviendo piezas pequeñas en pos de una construcción nimia que se torna absurda cuando ni si quiera sabemos si la sociedad soportará la pandemia o si se desintegrará con ella.
El punto es que las cosas existen si podemos pensarlas, yo pienso que la renta básica universal es factible aunque todos me digan que no, aunque me muestren números, sé que toda interacción social es una construcción, una lucha de poder que hay que dar. Hay que asumir el riesgo y cambiar el rumbo. El impuesto a las grandes fortunas, absurdamente acompañado del concepto “única vez” tiene que llegar para quedarse o entender que disputas más complejas y conflictivas en el mediano plazo se avizoran. En ese sinceramiento de valores, y no de precios, sin hacer juicio de valor alguno, hay que acordar cuáles son los límites porque el trabajo está mutando y ya hace tiempo no es suficiente para todos. La discusión por la renta básica tiene que dejar de pensarse como un ingreso para pobres y erigirse como lo que es, un ingreso para garantizar mínimas condiciones de existencia que nos permitan habitar una libertad sustantiva.
Hay 200 bichos como estos sólo en murciélagos, e incontables otros igualmente complejos factibles de producir pandemias si no mejoramos la relación entre animales y humanos. Que no es otra que la relación entre personas, que es la relación con uno mismo. Mejorar los vínculos parece irrealizable en una época tan crispada, pero sepan que más absurdo es presentar como políticas públicas meros proyectos de logística. Eso ya ocurre, así que creer o reventar.
No son los que gustan de la pasada normalidad, ni ellos ni sus amantes, los que resolverán los problemas estructurales de corrupción gubernamental, microcorrupción, desigualdad, violencia. Somos los que pretendemos establecer nuevos modos sociales, donde las relaciones de poder y dominación tengan que jugarse negociarse en planos de mayor igualdad e incluso deconstruirse para al fin dejar de tratar como cosas a las personas. Que idealista, dirán algunos, si resulta demasiado ideal entonces es el camino, porque lo que vemos del otro lado en esta catástrofe es lo que en todas, la muerte. Si no nos detenemos a ver las causas de la pandemia, negarlas solo para seguir en un modelo que no resiste el menor análisis, nos entregaremos más temprano que tarde a una nueva.
Si un tropezón no es caída, pues acordemos a partir de ahora que un oxímoron tampoco, negando la “nueva normalidad” y usándola de trampolín, envión para ir en busca de lo diverso, y sobre todo, de aquellas nuevas formas que no tengan nada de normal y brillen de lo nuevecitas que son. No podemos seguir pensando los futuros posibles, menos aún los deseables, con categorías pasadas, con fundamentos caídos en desuso ya antes de la pandemia. Y sobre todo no podemos volver a estructuras que no cuestionen el modo de producción de los alimentos como base de múltiples disputas, como puntapié inicial para reformular la vida cotidiana, los modos de trabajo, la desigualdad. De otro modo seguiremos replicando virus a gran escala, pandemias biológicas, sociales y una lista horrible de etc. que no son otra cosa que formas de la violencia.

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