Cultura

“LA EXPERIENCIA HUMANA ES MÁS RELEVANTE QUE EL CONTENIDO”

Por Federico Escribal, Fotografías: Alejandra López.
16/08/2020

Pablo Manzotti se volvió una voz familiar de la radio. Hace años se convirtió en una especie de brújula popular en el mundo de las series y las películas. A la vez, combina el periodismo con la docencia como director de un Centro de Formación Profesional en “el fondo” del Barrio Carlos Mugica. Del centro de estudiantes en la recuperación democrática al piso de la Metro, de Breaking Bad a la post pandemia y el compromiso social con la educación.

Nos gustaría pensar con vos la Ciudad a partir de las imágenes que te sean relevantes ¿Cómo es tu relación con Buenos Aires?

La primera zona que me viene a la cabeza es la de la Manzana de las Luces -el microcentro-, que pasó a ser para mi de una zona a la que prácticamente no iba a ser un lugar cotidiano, al que iba para hacer algo que me apasiona, que es dar clase. Vincularme con los negocios del barrio, aprovechar algún margen de tiempo en el ingreso y escaparme a algún museo de los que la Ciudad tiene en esa zona. Se convirtió en un escenario vinculado a una etapa feliz de mi vida, de los 35 años en adelante, cuando pude volcarme fuertemente a la docencia. También entra el cine: el Los Ángeles -en Corrientes y Callao- , que era el único del mundo que pasaba exclusivamente las películas de Disney. Amo la Ciudad de Buenos Aires, soy un tipo urbano. Nunca padecí las ciudades: llevo quince años viviendo en Capital y no me molestan los bocinazos, ni nada. Amo viajar en transporte público: se liga con recuerdos hermosos de mi infancia.

Sos un emergente periodístico de un fenómeno contemporáneo: los nuevos hábitos de consumo audiovisual, específicamente la explosión de las series. Ese periodista trendy en la Metro (ahora CNN Radio) convive con tu trabajo docente y actualmente tu responsabilidad como director de un Centro de Formación Profesional en “el fondo” del Barrio Carlos Mugica ¿Cómo se construyeron en vos esos mundos que se entienden -quizá de una manera errada- tan diferentes?

En mi infancia jamás se me ocurrió ser periodista. Fui de la primera generación que hizo el secundario en democracia, en 1984; en un colegio privado no especialmente autoritario, pero con vicios de mala autoridad, que con el tiempo fueron cambiando. Inmediatamente fui parte de las primeras experiencias de Centros de Estudiantes, como podían darse en esa época: salí elegido delegado de mi curso. Fueron mis primeras experiencias de cierto roce político, si bien ya antes para mí la política era algo presente, que siempre se discutió en casa, desde una familia con desaparecidos. Mi papá me llevó a los actos de Alfonsín en el 83, inclusive a su asunción. Salí de la escuela pensando en ser abogado, sin tener demasiado claro qué quería, salvo el hecho de que quería ser un profesional en función docente. En esa época empezaron a explotar las FM comunitarias. Un amigo me insistió muchísimo para que lo acompañe a hacer radio, y empezamos en ese año bisagra para la política a nivel internacional. Sumado a la crisis argentina, la caída del Muro. No amé tanto al periodismo, sino que me enamoré de la radio. Era una época en la que aún llevábamos los vinilos para musicalizar. Empecé en Radio Matanza, en Isidro Casanova profundo, que cuando se cortó no supimos mucho por donde seguir. Ahí empecé un período de interés en la comunicación, y de cinefilia extrema. Iba a cursar Ciencia Política, y me gustaba, pero me terminaba rajando al cine a ver una película. Me terminé convenciendo de buscar algo por el lado de la estética: pasé por Letras, y terminé finalmente recibiendome de Periodista. En el 96 me convocaron para operar la radio de San Cayetano: rápidamente estaba re armándola y dirigiéndola, aprovechando para indagar sobre el cambio tecnológico, y experimentar. Una novedad fue que empezamos una programación de rock nacional, justo un año antes del nacimiento de La Mega. Siempre compartí la radio y la docencia: la formación en comunicación para adultos me permitía trabajar por la noche y dedicarle el día al periodismo.

Y después, el salto a la radio comercial.

En 2008 me convocan de la Rock and Pop, la radio con la que me había formado en radio como oyente, y que fue la radio que marcó a mi generación, y después inesperadamente de la Metro, una radio que nunca había escuchado, cuya música no me gustaba, y de las pocas a las que no había intentado infructuosamente de entrar a trabajar. Eso fue el azar de estar en el ambiente. Un amigo me recomendó con Varsky -que me interesaba-, para un programa de media mañana, y eso terminó de reconfigurar mi perfil. Saqué fruto de un trabajo que venía haciendo desde hacía diez años: en 2012 no había otra persona hablando en un medio de tanta audiencia exclusivamente de series. Ni hay aún otro libro sobre el fenómeno de las series como el que saqué en 2014[1]. Es curioso.

Complementariamente, encontré en la formación profesional mi lugar en la educación: cursos heterogéneos, de base práctica, hablando sobre comunicación a gente que se va a formar para salir a trabajar. La villa 31 entra reciéntemente. Acercándome a los 50 años me interesó profundizar en la Formación profesional como modalidad educativa, me formé en cuestiones dirigenciales y me interesé en el proyecto educativo. De ahí, me convocaron a un enorme desafío, que se conecta con un Pablo anterior, el de la militancia: ir a trabajar a la villa, aprender y entender códigos nuevos. Si bien no tengo dudas del valor de lo que estamos haciendo y el compromiso es mucho, el trabajo también, y cuesta tener resuelto si el aporte que uno puede hacer es el que necesita ese lugar. Somos parte -desde el Centro- de un desafío mucho más grande que conlleva el barrio.

¿Cómo logras mantenerte al día con el enorme crecimiento de la producción de series, con la ampliación de las plataformas de contenidos por demanda? Además de las columnas radiales, tenés que generar el contenido para tu portal Seriemania[2]

Primero ningún periodista vive hoy de comentar series. Obligadamente, estamos haciendo varias cosas. Ya no se puede estar al día con la cantidad de cosas que se producen. Mi técnica es la siguiente: me engancho con un número normal de series que sigo normalmente; pueden ser cuatro, o cinco. A la par, cuando tengo que comentar algo -vinculado a algún estreno puntual, por ejemplo- entro en la serie para ver el primer episodio, voy picándola para ver cómo evoluciona la trama, y uno ya tiene el ojo acostumbrado para entender a quién le habla esa serie. A partir de eso defino que quiero recortar, qué quiero recomendar, y cuales son las cosas positivas que se pueden sacar para recomendarla. Mi responsabilidad es estar al tanto de lo que se viene, de lo que se está hablando, para lo que internet ayuda mucho. Esto, para radio: para periodismo gráfico se requiere una mayor profundidad y uno solo puede escribir de aquello a lo que le dedicó más tiempo, con un análisis más profundo. La producción actual de series supera los niveles de estrenos del cine tradicional. Hay mucha oferta, por eso también hay múltiples comentaristas. En el marco de todo eso, está lo que a cada uno le interesa: a mi no me pinta actualmente consumir series a mansalva. Se que tengo un tiempo en la radio que da para recomendar dos o tres cosas. Esto se conecta con la lógica del on demand. Cambió la semántica de estreno.

En ese contexto ¿cómo operan las series en la construcción de sentido? Mucho se ha hablado y escrito sobre cómo el audiovisual es siempre una mentira, un montaje.

Tomando un corte cercano: 2001. Ya son veinte años. De ahi para acá, caida de las Torres Gemelas mediante, todas las narrativas se contaminaron con la cuestión del terrorismo islámico. Incluyendo las películas estrenadas en esa década. También hay producciones con reflexiones más interesantes, y miradas críticas de ese momento, por ejemplo sobre la seguridad global como un nuevo negocio. Mientras algunas series justificaban la tortura como método para hacerse de información (lo que es interesante, por que en las series de los 80 esto se le adjudicaba a los personajes latinos, por nuestros antecedentes de dictaduras), ahora aparecía como un elemento de un Estado moderno aceptable.

Mi momento de mayor exposición en Metro coincidió con la época de oro de las series. Fue el momento de la aparición de Breaking Bad (2014-15). Una serie que -cumpliendo con excelencia cánones clásicos de relato, construcción de personajes y otras cuestiones- es una crítica profunda al sistema político nortamericano: es un padre de familia que reacciona porque se queda sin cobertura médica para sus hijos. El sistema mismo lo lleva a su situación. Y no es una serie periférica, sino una terriblemente exitosa, que ganó todo.

Por otro lado, creo que las series son tributarias de dos procesos: por un lado la experimentación televisiva de directores provenientes del cine (el caso de los Expedientes secretos X, por ejemplo), y por el otro lado, el lenguaje del videoclip. Las series le deben mucho a MTV. Con la consolidación de los canales premium (como HBO) que a la vez se vuelven productores de una televisión de calidad termina de mutar el ecosistema audiovisual. Más allá de las discusiones de la época, en los 90 se da un proceso de expansión por el cambio tecnológico que lleva a que ahora -en esta condición más globalizada- tenés experiencias nacionales muy interesantes: las series israelíes tienen una línea, las nórdicas -que están ahora de moda-, las argentinas propiamente. Argentina no tenía series, como varios otros países. La primera fue, como se sabe, Los Simuladores; no casualmente Szifrón, su director, viene del cine.

Se habla mucho de una nueva normalidad post pandemia ¿hay algún tema que te parezca que esté ausente en la agenda pública, o que merezca prestarle más atención?

Creo que se está hablando de casi todo. La diferencia es la intensidad, y el eje. Yo -por ejemplo- no estoy tan preocupado por “la vuelta” de la educación, en ninguno de los niveles (más allá de las finalizaciones de ciclos, más desde la experiencia de sociabilidad que desde los contenidos). A mi gusto, la experiencia humana es más relevante que el contenido. Me hubiera gustado que esa dimensión se abordara más sistémicamente desde un inicio. La post pandemia se aborda en la perspectiva PYME, que está bien, en la clave de los sectores más desprotegidos, que es donde hay que poner el foco sin duda. Cualquier crisis los afecta más. Pero después va a haber una generación (los de veintipico), que estructuralmente en la Argentina les cuesta insertarse en el mundo del trabajo, ¿Cómo encuentra ese joven la identidad en un mundo post pandémico? Parece el título de un libro, pero es una cuestión compleja.


[1] “Seriemania: La guía para elegir tu próxima serie favorita”, Random House, 2014.
[2] https://seriemania.tv/