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Rápido y Furioso X: La alt-right se divierte

 

Esta nota analiza la fórmula que hace de Rápido y Furioso una de las sagas más taquilleras de la historia del cine: acción, irracionalidad, desmesura y la familia.

Por Luchino Sivori
06 de julio de 2023

“Donde hay énfasis, hay enfermedad”.

Jorge Luis Borges.

 

La saga de Rápido y Furioso es conocida mundialmente por su enfoque de un entretenimiento desmesurado y sin límites. Las espectaculares escenas a las que se enfrentan sus protagonistas musculados, llenas de persecuciones plagadas de desafíos físicos y técnicos inverosímiles, sobrepasan lo que conocemos como los límites del realismo… y la sensatez.

Foto: Vin Diesel en Rápido y Furioso X (2023).

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Los cuatro fantásticos

Los diez filmes protagonizados por Vin Diesel se caracterizan por ofrecer un cuarteto simbólico que cualquier fan de la saga norteamericana identificaría sin demasiada dificultad.

En primer lugar, el goce. Rápido y Furioso ofrece a los espectadores una experiencia sensorial que deleita y satisface por sobre todas las cosas. Ya sea a través de secuencias de acción exageradas o haciendo uso de escenas híper emocionantes con tintes sentimentales, el disfrute se encuentra presente como variable casi estructural de la franquicia.

El segundo elemento troncal de la franquicia estadounidense es la desmesura. La intensidad de sus carreras en coches portentosos y las acrobacias imposibles de su casi decena de personajes se dan en un registro indisimulado de desproporción desmedida, haciendo oídos sordos a las leyes de la Física y la Mecánica. Esta desvergüenza en un entretenimiento sin (casi) parangón logra, vale decir, una experiencia emocional por parte de los espectadores sin restricciones ni límites de ningún tipo, logrando desembarazar con su efecto pulsiones de todo tipo.

El siguiente elemento es una suerte de “hermano mayor” de los dos primeros: la irracionalidad. Rápido y Furioso viró dramáticamente en su trama a lo largo de las primeras películas, pasando de ser films de entretenimiento sobre carreras callejeras ilegales a una producción audiovisual en sí misma, una suerte de “micro-mundo” particular que no solo desafía las leyes de la lógica en pos de una diversión pura (goce) y desfachatada (desmesura), sino también las normativas y sus argumentaciones racionales.

Para terminar, la moral (cristiana). Casi todos los valores y temas de Rápido y Furioso pueden resonar sin demasiada dificultad con los discursos y narrativas de la corrientes católicas, especialmente la pentecostal-evangelista. El concepto de “familia”, por ejemplo, es uno de los elementos recurrentes de la historia. Los personajes principales, héroes del “lado bueno”, se consideran en todo momento a sí mismos una “familia”, dispuestos a hacer cualquier cosa por proteger y mantener unidos a sus seres queridos. Este valor puede ser relacionado con otros de menor grado pero igualmente relevantes, como la lealtad y el apoyo incondicional, por un lado, y la redención, por el otro, virtudes fundamentales para construir una polarización Bien versus Mal.

Todos estos conceptos, desde el disfrute dionisíaco hasta la hermandad fraternal, son presentados en un contexto de acción y entretenimiento a tope, lo que hace que su asimilación por nuestra parte como espectadores se dé de forma sutil y subrepticiamente.

Pero, ¿asimilación de qué?

Foto: Rápido y Furioso (2001).

Vamos de paseo

Cualquiera diría que la simplicidad de la trama de la saga norteamericana por sí sola ya podría hacer la mayor parte del trabajo. Pero no es así. Al maniqueísmo y polarización extrema hay que añadirles ingredientes extras, que sopesen el valor de un lado de la balanza en contraposición a la otra. Es aquí donde Rápido y Furioso emerge con todo su esplendor, haciendo uso de un lenguaje y cuerpo propios.

El “lado bueno de la vida”, por si no había quedado ya bastante claro, es en la película de los guionistas Justin Lin y Dan Mazeaula la unión de la familia, pero también la diversión, la fiesta, las pulsiones erógenas, la aventura. Loius Leterrier, el director, es buen aprendiz, y sabe que la sociedad actual no admitiría una lección de valores sin reparos, sin algún tipo de recompensa, estímulo o incentivo que galardone al espectador/pupilo. Así, entremedio de un inagotable océano de placeres recreativos, la audiencia va escalando posiciones en un ranking invisible de tintes conservadores sin aparente vuelta atrás, pero en un trance cómodo, alegre.

¿Magia? ¿Hipnotismo? Puede que sí, puede que algo de todo este efectismo sobredimensionado tenga algo de relación con el éxtasis de las nuevas misas evangelistas, con sus cantos apasionados y performances esperpénticas. Sin embargo, no es esto lo único que presenciamos en la pantalla de Fast X.

Para emocionar, es necesario cubrir, es decir, resguardar en un espacio seguro y confortable al gozador aprendiz. Sobre todo, si hablamos de ciudadanos fragmentados identitariamente, cuya fragilidad (y precariedad) les sume en un constante zigzagueo de crisis y demás batallas.

El otro flanco invadido por los efectos especiales de Rápido y Furioso, pues, debe ser el de la Seguridad, y nada mejor que el efecto de Poder (y su aliado contemporáneo básico: el dinero) para llevarlo a su máxima expresión. No hay una sola escena en casi toda la película en donde no se vea a los “buenos” inmersos en alguna demostración explícita (grosera, dirían algunos) de dinero, lujo, commodity, consumo al por mayor. Podríamos decir que solo en ese gesto estético, a veces algo inconexo para con la propia trama de las películas (lo que nos hace preguntarnos en un aparte: ¿es realmente la trama el motor de la historia en Rápido y Furioso, o, por el contrario, solo una excusa enrevesada para otra cosa?) un tercio de la población siente (¿cae en?) la tentación: de pertenecer, de aprobar, de sentirse representada. De desear ser así.

Así, el pensamiento mágico cede lugar al Miedo, y este al aspiracionismo rampante, todos dispositivos clave a la hora de montar “familias políticas”. 

Foto: Jason Momoa en Rápido y Furioso X.

Final del viaje

Rápido y Furioso X, pero también sus antecesoras, llevan años rompiendo récords de ventas… y presupuestos (la última entrega se ha convertido en una de las películas más caras de la Historia del Cine). Son entregas que pasan la prueba del gusto de los espectadores, azorados gratamente por sus persecuciones, efectos especiales, escenas de acción…

Rápido y Furioso, también, lleva a otros elementos e instancias, que como dispositivos satelitales pueden llegar a ser aún más intensos que sus tramas e historias. Propongo realizar una asociación rápida de todos los ítems mencionados en negrita en este artículo, y ver hacia dónde nos lleva como espectadores que además de recibir estímulos, los procesa.

Luchino Sivori

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