Música

Los 25 mejores discos de 2023

Por Dante Sabatto
16 de diciembre de 2023

Escucho mucha, muchísima, música. Sólo en Spotify sumé este año 91 mil minutos, unas 1500 horas. Un quinto de mi tiempo lo paso con auriculares. En los últimos años, empecé a escuchar discos recientes. En un punto, el objetivo (además del disfrute) era testear la tesis sobre el fin de la música, el agotamiento de la invención y la innovación. No sé si puedo descartarla, pero sí encuentro grandes cantidades de experimentación, novedad y, sobre todo, música de altísima calidad, tanto en el mainstream como en el indie.

Esta es una lista de 25 discos: los que más me gustaron, los que me parecieron más interesantes, más relevantes, más rupturistas, mejores. Es, específicamente, una lista enfocada en la música en inglés: dejo para otro momento mi música favorita de Argentina y Latinoamérica. Además, hay una playlist de Spotify con un tema por disco.

Antes de empezar con la lista, 25 menciones de honor: discos que quedaron excluidos por poco; estos no tienen ningún orden en particular:

    • Fountain Baby – Amaarae
    • The King – Anjimile
    • Black Rainbows – Corinne Bailey Rae
    • Blondshell – Blondshell
    • Zach Bryan – Zach Bryan
    • Crazymad, for Me – CMAT
    • Glorious Game – El Michels Affair & Black Thought
    • Perfect Picture – Hannah Diamond
    • Gaburger – Gezebelle Gaburgably
    • Why Does the Earth Give Us People to Love? – Kara Jackson
    • The Patience – Mick Jenkins
    • KNOWER FOREVER – KNOWER
    • Gigi’s Recovery – The Murder Capital
    • Failed at Math(s) – Panchiko
    • This Is Why – Paramore
    • MID AIR – Paris Texas
    • GUTS – Olivia Rodrigo
    • Crying, Laughing, Waving, Smiling – Slaughter Beach, Dog
    • Bird Machine – Sparklehorse
    • I’ve Got Me – Joanna Sternberg
    • Rat Saw God – Wednesday
    • Maps – billy woods & Kenny Segal
    • Water Made Us – Jamila Woods
    • softscars – yeule
    • Heavy Heavy – Young Fathers

Ahora sí: los mejores 25 discos de 2023.

25. I Inside The Old Year Dying – PJ Harvey

PJ es una institución del rock, desde sus orígenes punk-bluseros en los 90 hasta el momentos más mainstream de los 2000. Ahora, se lanza hacia una experimentación folklórica que recupera el dialecto de Dorset, su pueblo natal. Una búsqueda absolutamente personal, mezclando referencias históricas con relatos sobre Elvis. El resultado es un disco que da cuenta del proceso sustractivo de la memoria. I Inside The Old Year Dying pinta con tonos de blanco un relato de origen: un “ruido sin ruido”. 

Empezá escuchando: Seem An I, A Noiseless Noise

24. Solar Music – Butcher Brown

El “jazz rap” suele describir a artistas de hip hop que usan instrumentos de viento, momentos de improvisación y algún acorde raro. Butcher Brown es distinto: el quinteto jammea entre jazz modal, blues, funk, electrónica, neo-soul y más. Van construyendo loops de potencia psicodélica ilimitada, que parecen cruzar los años, poniendo en juego elementos sesentosos, ochentosos y sonidos que vienen del futuro. No tienen MC: cada track tiene su propio rapero o rapera invitada, pero gracias al inmensísimo trabajo de producción, esta música solar logra funcionar como un todo cohesionado.

Empezá escuchando: I Can Say To You, No Way Around It

23. But Here We Are – Foo Fighters

Foo Fighters envejeció mal. Ya no apreciamos las paredes de sonido, los estribillos gritables, su cruce de enojo y ennui, todas tendencias de los 90, cuando Kurt Cobain se suicidó y Dave Grohl se encerró en un estudio varias semanas. Han pasado tres décadas, y una nueva muerte, la de Taylor Hawkins, baterista de la banda. Vuelve Grohl a escribir canciones sobre duelo, y prueba, contra toda expectativa, que sabe hacerlo. Sigue siendo un disco de Foo Fighters, bastante unidimensional. Pero, nuevamente, tiene algo para decir sobre la desesperación, el encierro, la impotencia. Si no escuchás FF desde “The Pretender”, puede ser un buen momento para volver.

Empezá escuchando: Beyond Me, Rescued

22. Praise A Lord Who Chews But Which Does Not Consume; (Or Simply, Hot Between Worlds) – Yves Tumor

La experimentación electrónica tiene ya décadas, pero no decae: desde el drum and bass hasta el glitch contemporáneo, Yves hace colapsar la historia de la psicodelia sintética en un delirio surrealista de beats programados y guitarras eléctricas. Este es su disco más rockero, y a la vez es una música bailable, dinámica: las distorsiones están al servicio de túneles de sonido hipnótico cuyas velocidades te hacen latir. Es un disco que transmite obsesión y paranoia: el riff de “Ebony Eye” se me metió en el cerebro en la primera escucha y todavía no me suelta.

Empezá escuchando: Ebony Eye, Operator

21. ULTRA PARADISE – Angel Electronics

El peak bizarro del año. Angel Electronics es un mundo de ruidos explosivos y voces híper procesadas. Te transportan inmediatamente al verano: el sonido es dulce y pesado, denso y sintético, kitsch y violento, cruzando bubblegum pop con metal. Cruza la frontera del absurdo para entrar llanamente en el ridículo, como en la romántica y grotesca “One Thousand And One Nights”. Está tan cubierto por capas de ironía que es imposible distinguir hasta qué punto es un chiste, pero nada te hace sentir como sus relatos infantiles y juguetones: “so far away in the city of daydreams / timeless escape from the cold winter days begone” (“WALL OF SUMMER”).

Empezá escuchando: WALL OF SUMMER, ONE THOUSAND AND ONE NIGHTS

20. Desire, I Want To Turn Into You – Caroline Polachek

Cuando todos lo daban por muerto, vuelve a aparecer en escena un pop de vanguardia, que no suelta las pistas de baile pero le suma complejidad y poesía, un art pop. Este año, el nombre de ese género fue Caroline Polachek. En la tradición de Björk pero también de Grimes, Desire I Want To Turn Into You es un disco para escuchar varias veces. Te podés perder en los momentos mágicos donde un beat cae justo donde debería. Hay lugar para angustia existencial (“I Believe”), fantasías escapistas (“Bunny Is A Rider”) y para cerrar con un triunfo catártico de liberación (“Billions”).

Empezá escuchando: I Believe, Welcome To My Island

19. Unreal Unearth – Hozier

Desde su hit de 2014, “Take Me To Church”, Hozier ha mantenido su estética de pop de cantautor con elementos de blues y soul. En este nuevo disco, se apoya directamente sobre estas tradiciones para tocar una vez más sus temas clásicos: historias de amor y muerte, bajando por los círculos del infierno. Quizás no haya estribillos más cantables que los de “Francesca”, un himno sobre volver a sufrir a cambio de un solo abrazo, o “Damage Gets Done”, sobre la juventud y sus dolores. Pero Hozier destaca en los momentos más silenciosos, como “Butchered Tongue”, una balada sobre la pérdida de la cultura irlandesa.

Empezá escuchando: De Selby Part 2, Butchered Tongue, Francesca

18. Ooh Rap I Ya – George Clanton

Volvió el vaporwave. En realidad, George Clanton parte de ese género pero  descarta su costado más reaccionario, quedándose con una base de neo-psicodelia electropop. Las texturas son nebulosas, marcadas por una drum-machine que estructura el fuzz. Es música para cerrar los ojos y flashear, pero con sustancia. Las letras construyen escenas donde las emociones estallan: “and I feel like I’m fucking up my life” (“F.U.M.L.”), “sometimes you’ve got to take your leave and start all over” (“Justify Your Life”), frases que retratan momentos de impasse, donde Clanton te invita a descansar.

Empezá escuchando: Justify Your Life, I Been Young

17. Chaos For The Fly – Grian Chatten

Quizás el post punk no despegó este año porque uno de sus mejores exponentes, el líder de Fontaines D.C., estaba ocupado haciendo folk rock de cantautor. En Chaos For The Fly, Grias Chatten se hace acompañar por un sonido acústico reducido, mínimo. No es una voz tradicionalmente bella, pero la conexión emocional es inmediata, por su inmensa capacidad para la honestidad y el relato. Las canciones funcionan como microrrelatos, con un hilo en común: un cierto malestar, como una especie de resentimiento profundo. “Kindness is a trick to turn you strange”, abre la canción “Fairlies”, iniciando un recorrido por algunos rincones oscuros del alma humana.

Empezá escuchando: Fairlies, All Of The People, The Score

16. Quaranta – Danny Brown

Danny Brown es un rapero destacado por su empleo de beats sucios de los 90 y su flow a la vez agresivo y jocoso. Pero todo cambió con “Quaranta”, que abre y da su nombre al disco. El ritmo es lento, el sonido es más grave y serio de lo que jamás habríamos esperado, y la voz es devastadora: “songs are life / but a dead dream”. El disco es una paulatina crisis existencial de Danny, con momentos en los que se pierde en los recuerdos (“Y.B.P”), o en la forma en que arruinó sus relaciones con mujeres (“Down Wit It”), pero (aun si recupera velocidad), no retorna a las heights de Atrocity Exhibition. Es un nuevo Danny Brown, introspectivo y, para usar un antónimo de “abstracto”, concreto, específico, brutalmente honesto. 

Empezá escuchando: Quaranta, Y.B.P., Down Wit It

15. Jenny from Thebes – The Mountain Goats

The Mountain Goats viene grabando discos desde los 90, y todos son buenos. John Darnielle, el cantante, compone pequeñas historias, fábulas que, con una guitarra acústica y poco más, forjan mundos. Jenny, la protagonista de este disco, ya apareció en algunas canciones del disco que hizo conocida a TMG, All Hail West Texas. A través de 12 temas de puro soft rock, nos movemos por la vida de una fugitiva que recorre las rutas estadounidenses sobre su moto: es un canto a los outsiders cruzado con los recuerdos de la propia vida de Darnielle y los años que pasó deambulando entre distintos pueblos junto a otros adictos a la heroína. Cualquier disco es bueno para entrar en el mundo Mountain Goats, y este es un eslabón más en una discografía perfecta.

Empezá escuchando: Clean Slate, Fresh Tattoo, Murder at the 18th St. Garage

14. UGLY – slowthai

El mejor post punk del año lo hizo un rapero. Slowthai se viene acercando paulatinamente a la escena “post Brexit”, como llaman los británicos al rock experimental y político actual. UGLY es fácil de describir: es feo. Usa una estética de lo desagradable, lo ruidoso, el griterío, lo “grimy”. Desde “Yum”, que abre el disco, queda claro que habrá intensidades, crescendos de emoción que se resuelven en espasmos, y los mismos beats que acompañan la música serán enfermizos, espásticos. Hay sexo, no glamour; drogas, no viajes; deseos, no alegrías (“I would give everything for a smile”, canta en “HAPPY.”). Hay amor, pero no correspondido, como revela la amarga balada “Feel Good”. Pero la obra maestra del disco es “Tourniquet”, puro enojo feo y militante.

Empezá escuchando: Tourniquet, HAPPY, UGLY, Yum

13. My Back Was A Bridge For You To Cross – ANOHNI and the Johnsons

Este es el primer disco de Anohni con the Johnsons, desde ella que transicionó en 2016. También es el primero del grupo desde la muerte de Lou Reed, que se había convertido en un mentor y maestro de Anohni ( grabó con él una versión de “Candy Says”). En este disco, la cantante adopta un R&B impulsado por su voz, una de las más poderosas del género. Afinó su pluma, también, y se convirtió por primera vez en una verdadera cantautora, capaz de insinuar, de dejar que los silencios hablen. Muchas de las canciones  son dolorosas hasta las lágrimas, pero las letras tienen claroscuros, opacidades, y es el vibrato inmenso de Anohni lo que las hace brillar. No hay nada del pop de cámara de sus primeros discos: esta es una nueva banda, más cercana al soul, al jazz vocal (la referencia obvia es Nina Simone). La imagen de la militante trans Marsha P. Johnson en la portada anticipa el carácter político del disco, pero esto se deja entrever, solamente, en metáforas sobre hielos y muertes, dolores y ausencias. 

Empezá escuchando: It Must Change, Can’t, Rest, Sliver of Ice

12. the record – Boygenius

Boygenius es un supergrupo formado por las indie stars Phoebe Bridgers, Lucy Dacus y Julien Baker. La clave está en el modo en que las distintas voces se pueden unir, y es en este punto donde brilla the record. No sólo en las armonías vocales (particularmente hermosas en “We’re In Love” y “Without You Without Them”) sino en cómo los estilos se fusionan desde las mismas letras de las canciones. Hay momentos más solistas: “Emily I’m Sorry”, el tema de desamor de Bridgers; “True Blue”, la canción de amor eterno de Dacus; o las entonaciones emo de Baker en “Anti-Curse”. Pero Boygenius siempre logra sonar como un grupo, como cuando repiten “always an angel, never a god” en el mejor tema del disco, “Not Strong Enough”. O en la perfecta “Cool About It”, donde cada verso tiene una cantante separada pero en los estribillos el grupo vuelve a sonar, como dándose aliento. No ha habido mucho rock este año, pero al menos tuvimos este disco: una producción fresca, vibrante, y sobre todo cargada de promesa.

Empezá escuchando: Not Strong Enough, Cool About It, True Blue

11. never falter hero girl – Katie Dey

Katie Dey, una de las mentes más brillantes del mundo del glitch contemporáneo, es probablemente la artista menos conocida de esta lista. Compone poesías sonoras que se acercan al hyperpop, pero sin celebración: se ubica en el campo de la tragedia. Sus canciones están cargadas de imágenes corporales, violentas, pornográficas, como si en cada una necesitara vomitar un secreto, entre loops ruidosos que se ciernen sobre la voz hasta aplastarla. La distorsión no es una herramienta: es el fundamento mismo de la realidad que se hace canción. Y never falter hero girl es su obra maestra: un verdadero poema épico, con cuerdas y sintetizadores potenciándose hasta alturas impensadas (“upstream”) para luego caer (“hoarder” y su estribillo brutal: “i’m unlivable, inhospitable”). El tema inicial, “swallower”, habla de un mundo por venir que alimenta a la Tierra, donde la materia misma parece estar haciéndose pedazos. Y ese cosmos caótico tiene un lugar para la esperanza: “all the mystery is embedded in you / never falter hero girl”. No titubees, no tiembles, unleash yourself.

Empezá escuchando: hoarder, never falter hero girl, swallower

10. Did you know that there’s a tunnel under Ocean Blvd – Lana Del Rey

No sé cómo ocurrió, pero Lana Del Rey sacó su mejor disco este año. Lana es, probablemente, la artista de pop más original del siglo XXI. Una canción suya es inmediatamente reconocible: la voz que es apenas un murmullo, las letras nostálgicas y eróticas, y la personalidad de la cantante, siempre en un registro cuasi-ficcional. Y sin embargo, hay modulaciones: pop de cámara majestuoso, trap beats minimalistas, electropop, rock clásico de los sesenta…

Todas esas influencias cuajan en Did you know…, y dejan de ser meramente influencias dispares para forjar un sonido unificado. Durante 75 minutos, Lana nos lleva a recorrer una obra de pop brillante, con espacios para que su voz se alce por encima del clásico susurro, para que se asiente en momentos casi traperos como el “hands on my knees, Angelina Jolie” de “Peppers”, o tome una cadencia hipnótica como en “Grandfather please stand on the shoulders of my father while he’s deep-sea fishing”.

Es un disco cargado de feats, entre los que se destaca Father John Misty. Y, sin embargo, es el disco más autobiográfico y personal de Lana. El componente políticamente conservador de su obra sigue presente: su religiosidad es inherentemente tradicionalista, como lo es su estetización de la cultura estadounidense. Siempre hubo algo contradictorio en la fusión de estas características con elementos contemporáneos, y es este disco donde eso se hace más evidente. Las canciones sobre sus abuelos, que murieron recientemente, hacen que la nostalgia se vuelva más bien una historia de familia, que las referencias religiosas parezcan más bien una búsqueda espiritual abierta.

Este es el disco más serio de Lana Del Rey, el que se presta menos a jugar con imágenes reaccionarias como meras estéticas inocentes. La canción que da nombre al disco lo demuestra a la perfección con su estribillo: “don’t forget me / like a tunnel under Ocean Boulevard”, que en sucesivas repeticiones va creciendo desde una plegaria hasta un grito desesperado: “no me olvides, no me olvides”. Por primera vez, la nostalgia de Lana es algo más que un simple experimento musical: se nutre de un dolor preciso, de una serie de ausencias, y la erotización de ese dolor (“A&W”) por fin suena oscura, profunda y verdadera. Son pequeñas modulaciones de lo que ha sido el proyecto de Lana desde “Video Games”, y el resultado es un cambio crucial: un disco de una belleza tierna y desgarrada.

Empezá escuchando: Did you know that there’s a tunnel under Ocean Blvd, A&W, Peppers, Let The Light In

9. Weathervanes – Jason Isbell and the 400 Unit

El country estadounidense no tiene mucha llegada en Argentina, que tiene sus propias tradiciones folklóricas. Es una pena, porque, en su versión alternativa, nadie supera a Jason Isbell como cantautor. Sólo él puede pintar una vida entera en un par de líneas.

El disco comienza con “Death Wish”, que anuncia la energía monumental del disco y su temática central: las formas en que las personas, las parejas, las familias, buscan sobrevivir cuando todo se viene abajo (“everybody dies but you gotta find a reason to carry on”). “King of Oklahoma” explora la temática de la complejidad de las relaciones sostenidas entre angustias mutuas, a través de lo que se deja entrever como una ficcionalización del matrimonio de Isbell.

“Strawberry Woman”, una pequeña balada acústica, nos deja respirar, pero inmediatamente volvemos al ruedo: “Middle of the Morning” cuenta cómo sentimos, a veces, que nos convertimos día a día en peores personas. “Save the World” es un himno rockero inspirado por el miedo que le genera al cantante criar una hija en un país como EEUU, quizás el pico energético del disco. Lo siguen dos momentos más tranquilos: la bella y triste “If You Insist” y “Cast Iron Skillet”, el corte de difusión, una trágica exploración sobre las tradiciones y los prejuicios, de lo mejor que ha escrito Isbell: “She found love and it was simple as a weathervane / but her own family tried to kill it”.

Desde entonces, el disco se sube a un tren de guitarra eléctrica sin pausa. “When We Were Close” es despedida a Justin Townes Earle, otro músico y amigo del cantante, cuya relación se había roto cuando Isbell logró salir de su adicción al alcohol. “Volunteer” es la canción más política del disco, y es seguida por “Vestavia Hills”, un pequeño relato sobre un recuerdo terrible. “White Berreta” retorna al terreno autoconfesional, y “This Ain’t It” nos deja con el mejor country rock en décadas.

Todo cierra con “Miles”, una canción de 7 minutos donde colapsa toda la potencia sonora de The 400 Unit. Es un disco donde no hay una sola nota fuera de lugar. Esta reseña necesitó ir canción por canción porque cada una es un micromundo, una narración exacta, delicada y preciosa.

Empezá escuchando: Cast Iron Skillet, Save The World, Death Wish, Miles

8. SCARING THE HOES – JPEGMAFIA & Danny Brown

Desde que este disco salió en marzo, hay una pregunta en el aire: ¿qué se puede inventar después de SCARING THE HOES? De alguna manera, marcó una culminación de toda una vertiente del rap, que toca en su origen tanto la comedia filopunk de los Beastie Boys como el gangsta rap más brutal y descarnado.

Es la colaboración del año: JPEGMAFIA y Danny Brown (que unos meses más tarde sacó un disco completamente distinto, como para presumir de amplitud) son aquí mucho más que la suma de sus partes. Ponen en juego su hauntología noventosa, sus influencias del industrial, el glitch, de sampledelia y plunderphonics Pero, sobre todo, son graciosos. Es un disco para cagarse de risa.

No está “bien” producido: la compresión es su estética principal. Las mezclas son intencionalmente berretas y bizarras, los sonidos se apilan: un FX de algún videojuego corta una frase a la mitad, una versión acelerada de Kelis canta “my milkshake brings all the boys to the yard” violando cualquier sentido del gusto. Estallan bombas en tus oídos: es el mejor rap nasty, que se deleita en su propia asquerosidad.

El feat de redveil en “Kingdom Hearts Key” es maravilloso. “SCARING THE HOES” expresa la filosofía entera del disco con un beat pegajoso y espectacular: “Fuck that hip-hop and that old man flow / Where the AutoTune at? Give a fuck about a trap”. El disco abre con “Lean Beef Patty” y un bardo inmediato, algo obvio pero no por eso menos efectivo: “First off, fuck Elon Musk / Eight dollars too much, bitch, that’s expensive”. 

Danny y Jpeggy se guardan lo mejor para el final. “HOE (Heaven On Earth)” logra cruzar el hardcore sucio de este disco con algunas tendencias más cercanas al soul y el jazz, en la canción más hermosa de todo el proyecto. Y “Where Ya Get ya Coke From?” es el tema más cantable, el que te gustaría gritar en un recital.

Es sorprendente que artistas que no son precisamente jóvenes hayan podido capturar tan bien el sonido de una generación. SCARING THE HOES se siente como un final, el de toda una exploración vanguardista pero jocosa, experimental hasta el punto del dadá, dentro del rap. Pero también es el disco que más expectante me deja, como lo fue Motomami en 2022. ¿Qué vendrá después?

7. The Land Is Inhospitable And So Are We – Mitski

Mitski es una de las artistas vivas que más recuerda a estas estrellas de otras eras de la música, que podían ir del pop al under y de nuevo al pop, que tenían carreras extensas con distintas fases, géneros, personalidades. Bowie, Björk, Gabriel, Springsteen quizás, más recientemente Nick Cave. Mitski es, también, una de las voces más inclasificables de la música contemporánea: sin duda es “art pop”, pero ¿qué hacemos con sus momentos de punk ruidoso? ¿Y con sus baladas de piano? ¿Y con su giro synthpop?

The Land… salió pocos meses después de Laurel Hell, y en lugar de continuar la exploración por un pop con elementos disco, es un vuelco de 180 grados: folk, americana, e incluso algunos momentos de country. 

Las guitarras acústicas y las cuerdas pueden haber reemplazado a los sintetizadores, pero el sonido sigue siendo explícitamente Mitski. Las melodías son casi nulas, hay grandes espacios vacíos donde la voz asciende por breves momentos, casi sin repetir estribillos. Y, como el título adelanta, es una exploración por momentos de cierto temor, de una oscuridad, la sospecha de que el malestar pertenece tanto a nuestros sentires como a la naturaleza misma del mundo. “Bug Like An Angel”, con la inesperada y perfecta aparición de un inmenso coro, asegura que “sometimes a drink feels like family”. En “The Deal”, se relata una mínima fábula en la que la cantante vende su alma. “The Frost”, el momento Nashville, cuenta el fin de una amistad.

Muchas son canciones de amor, y ahí Mitski brilla como nadie: ¿quién más puede ponerle palabras a ese hambre profundo, esa necesidad dolorosa de tocarnos, de sentirnos? “I’m Your Man” es quizás la canción más perfecta del disco, con su dureza impávida: “You believe me like a god / I’ll destroy you like I am”. Pero aquí el disco tiene algunas luces de esperanza. “Heaven” puede ser la canción de amor más feliz que jamás haya cantado Mitski. Mención aparte merece “My Love Mine All Mine”, que se convirtió en un pseudo-hit (gracias, Tik Tok), y habla sobre el amor como algo que inalienable, inacabable, siempre dispuesto a resurgir: “Nothing in the world belongs to me / But my love, mine all mine”.

Nadie se podría haber imaginado esta faceta de cantautora acústica para Mitski. Entre momentos casi emo, con su poesía única, su voz insuperable, vuelve a unir generaciones con una simpleza que no cede. El mejor disco para volver caminando a tu casa alguna madrugada.

Empezá escuchando: My Love Mine All Mine, I’m Your Man, The Deal, Heaven

6. Dogsbody – Model/Actriz

Este listado ya ha incluido discos que tocan lo bizarro, lo feo, lo sucio (ULTRA PARADISE, UGLY, SCARING THE HOES; por algún motivo todos con mayúsculas). Dogsbody se mueve por senderos similares, pero con una desviación propia. La producción es magnífica, lo que es esencial en un disco que se declara abiertamente hijo del metal industrial de los 90. Pero es un heredero hereje, que construye texturas electrónicas con una prolijidad inédita, que puede pasarse por alto en una primera escucha.

Y puede pasarse por alto porque en primer plano está la voz de Cole Haden y su intensísima sexualidad. La erótica de Model/Actriz no es la de una sensualidad insinuada, etérea: es un sexo hipercorporal, de ciencia ficción (mi primera referencia sería Videodrome). Es la música de miles de lenguas salivando contra un látigo, es látex y cuero, y una carcajada en medio de un orgasmo.

Hay que rehusarse a clasificar Dogsbody. La única forma de hacerlo sería pegando adjetivos con más adjetivos: industrial electrónica dance-punk noise post-no-wave. Más fácil es decir: es música para el momento en que el baile se funde con el pogo. Las letras tajan el mundo en cortes expresionistas, como sacudidas violentas: “With a body count / Higher than a mosquito” (“Mosquito”), “I remember thorns shredding my palms / And I remember scorching it all” (“Amaranth”), o el inicio tremebundo de “Maria”: “Skin barely, but it’s taut and carried / Through starless sky to blackest ground”. También hay momentos lentos, como “Divers”, que parece traer a la vida un instante de horror absoluto: “I seem to find it, but not within myself”.

Es en esos momentos cuando Model/Actriz demuestra su maestría: hay tanta sutileza en las letras, con su extrañeza sensorial alienígena, como en la música: no son paredes texturales, sino sus ruinas, ladrillos que cruzan el aire, restos de una civilización cyberpunk. Conviene detenerse, dejarse conquistar por el hechizo cósmico de las voces y perderse en el laberinto de cada canción.

Y como cierre, “Sun In”, un broche de oro, que reescribe la historia del disco como la de una noche de agite infernal, hasta que de pronto sale el sol. Es, también, una canción de desamor, de la imposibilidad de retornar a un lugar o una persona. Y finalmente la voz repite “It’s / so bright with the sun on my face”, una y otra vez. Y no hay nada más que decir, que sentir, sólo resta descansar.

Empezá escuchando: Mosquito, Amaranth, Divers, Sun In

5. HELLMODE – Jeff Rosenstock

Por fin es cierto: el punk no ha muerto. Jeff Rosenstock viene trabajándolo hace años, con un proyecto independiente y DIY, donde se ocupa de producir y financiar toda su música sin intermediarios. No es sólo una política punk sino también un sonido, con algunos elementos más hardcore, otros pop, también un ska que roza el dub.

Pero HELLMODE está en otro nivel. Podemos decir, haciendo la referencia obvia, que es su Dookie: un disco donde pone al fuego todo lo que había hecho y simplemente se ocupa de hacerlo mejor. Este disco es más político y más furioso que POST-, el proyecto de la era Trump, y también más variado y complejo que Worry, y más íntimo y emotivo que NO DREAM.

Porque es punk desde el primer acorde, no hay otros términos, no hacen falta modificadores. Este fue un año de bastante enojo, decepción, de ira contenida y también de su explosión. Hasta ahora, habríamos tenido que remitirnos a los 90 para encontrar un buen sonido que se aproximara a esa emoción. No more. HELLMODE viene a redimir tu bronca.

Al mismo tiempo, no es un disco adolescente, sino claramente maduro; a fin de cuentas, Jeff Rosenstock tiene más de 40 años. Por eso se puede permitir pasar de la explosión rockera de “FUTURE IS DUMB” (“So what if you die? So what if you don’t die? / So what if bubbling haze rains ash from the sky”) al memento indie acústico de “HEALMODE” sin avergonzarse, sin forzar el cringe de “Good Riddance”. El disco abre con “WILL U”, cuya simpleza no debería engañar a nadie: es una introducción, que se va agigantando para dar lugar a la guitarra eléctrica infernal que dominará el disco.

Cualquier duda sobre la potencia hardcore debería quedar agotada con la segunda canción, “HEAD”, que viaja a velocidades imposibles: “Wag your tail and giggle at the idiot who stumbles / While he holds you captive for the speeding headlights coming on”. Y el disco concluye con “3 SUMMERS”, un estallido casi prog de 7 minutos.

Lo que hace excelente a HELLMODE, a fin de cuentas, es algo sencillo: ningún otro disco, en este año, fue capaz de captar las energías del enojo, la bronca, la tristeza, e inmediatamente canalizarlos en pura potencia de risa, de lucha, de contagio colectivo de pasiones. 

Empezá escuchando: FUTURE IS DUMB, SOFT LIVING, WILL U STILL U, LIKED U BETTER

4. 10,000 gecs – 100gecs

Whither Hyperpop? ¿Qué se hizo y qué se puede hacer todavía con ese género que, hace pocos años, prometía llevar la exploración digital de la música a territorios impensados, en un programa de distorsión total? 2020, el año de la pandemia y el encierro, fue el año de su último estertor. Pero nada volverá a ser igual, como lo demuestra el segundo disco de 100 gecs, el dúo más irreverente de la electrónica contemporánea.

10,000 gecs, mirado desde lejos, sin prestar demasiada atención, es claramente hyperpop, pero si nos aproximamos, ninguno de los componentes clásicos están ahí: los bajos ultrasaturados, el glitch vocal del autotune en primer plano, la percusión sintética casi metálica. No: es un nuevo sonido, uno que se destaca por retomar todas las tradiciones despreciadas de la música popular. Pop punk, nu metal, ska, bubblegum, plugg, todo junto en una mezcolanza hiperreal, más cerca de un hyperrock.

Lo que se mantiene es la tendencia post-glam del hyperpop: las canciones, de intensidad maximalista pero contenida, crean personajes sin profundidad, que sólo existen como avatares absurdos. Es la cultura no-identitaria de internet, donde lo anónimo y lo fluido reinan: los gecs son la banda zoomer número uno. Como en el glam, hay una reivindicación de la superficie, pero no como un barniz etéreo de perfección sino como lo contrario: una estupidez amorfa que rechaza toda profundidad posible.

“If you think I’m stupid now / you should see me when I’m high / and I’m smarter than I look / I’m the dumbest girl alive”. Así, inmediatamente “Dumbest Girl Alive” compite para tema del año. No hay nada que tomarse en serio en el universo gec, y eso funcionacia como una señal del sinsentido estúpido de la existencia humana. En “Frog On The Floor” celebramos la vida de un sapo. En “Hollywood Baby”, el estribillo más grueso y potente del año nos refriega su locura en la cara.

Cada canción es un destello mágico de euforia cyborg. La corporalidad que evocan Dylan Brady y Laura Les es muy específica: conectada a la matrix hipertextual de internet, entre flujos de datos y hormonas (el dúo es intensamente trans). Y escuchar 10,000 gecs es tirar un cable directo a ese flujo y esa fuga. Sólo por un segundo dejan caer la máscara: el tema final, “mememe”, deja entrever su filosofía. “And you’ll never really know / anything about me”. La filosofía gec es que no hay filosofía, sólo una estética que llevar hasta el final, hasta el colapso del sentido, y abrir así una libertad colosal.

Empezá escuchando: Dumbest Girl Alive, Hollywood Baby, Billy Knows Jamie, mememe

3. Live At Bush Hall – Black Country, New Road

Los discos en vivo en general no clasifican para estas listas. Este es una excepción, por que es exclusivamente material original, del que no existe otra grabación, y esta es su forma definitiva. Black Country, New Road es la banda británica post Brexit, que avanzó rápidamente del post punk a un post rock experimental. El año pasado estaban en la cima del mundo: acababan de sacar su segundo disco Ants From Up There, ampliamente reconocido como una obra maestra… y dos días después, el cantante, Isaac Wood, se despidió de la banda por motivos de salud mental.

Pero BC,NR no es un grupo que gire en torno a una sola figura. Está formado por 5 multinstrumentistas virtuosos, capaces de componer y cantar en diversos registros y géneros. Se pusieron manos a la obra y produjeron este vivo, que además existe en formato recital filmado en YouTube.

Una banda como esta tiene un desafío incumplible: debe mutar en cada aparición, pero mantener algún tipo de identidad. Live At Bush Hall hace exactamente eso. Deja atrás los momentos más rockeros y sintéticos y se apoya en búsquedas en torno al pop alternativo. Cada canción funciona como un engranaje perfecto, donde es imposible decir qué hace cada parte individual, pero todas contribuyen a un todo delicado que supera sus componentes.

El disco también empieza la mitologización de la banda: “look at what we’ve done together / BC,NR friends forever”, entona el grupo en el primer tema, “Up Song”. En “Laughing Song”, Tyler Hyde (bajista) canta sobre su relación con Isaac y termina afirmando “I have accepted that no-one else will make me laugh like that / Ever again”. Y el mejor momento es “The Wrong Trousers”, con su afirmación de que “hemos hecho algo de lo que estar orgullosos”.

En otros momentos, el grupo se acerca a un folk psicodélico: “The Boy” parece una narración surrealista sobre animales que hablan, compuesta en tres partes; “I Won’t Always Love You” es la canción más simple del disco, y también la más devastadora. Y para quiénes prefieran momentos más experimentales, como los solos de batería distorsionada de proyectos anteriores, “Turbines/Pigs” no decepciona: es una de las canciones más extrañamente brillantes del año.

Ojalá haya mucho más BC,NR, la única banda de la que nunca sabés qué esperar.

Empezá escuchando: The Wrong Trousers, Turbines/Pigs, Up Song, Dancers

2. Beloved! Paradise! Jazz!? – McKinley Dixon

¿Cómo es posible que un disco de menos de media hora contenga todas las tendencias más promisorias del rap contemporáneo? Todo está aquí y en versiones perfectas, sin una sola nota fuera de lugar. El jazz, por supuesto, desde el título, pero también la abstracción, el glitch, las letras políticas y autobiográficas.

Este es un disco que mejora en cada escucha, porque está compuesto de una infinidad de detalles, y cada uno apunta en una dirección diferente. Muchas veces, durante este año, le di play a BPJ y me quedé en silencio, a oscuras, dejándome llevar por su magia. Pero su multidimensionalidad no hace que se trate de un álbum sobrecargado, incoherente: es como una novela de cien páginas donde no sobra una sola coma.

Luego de un poema que funciona como introducción, “Sun I Rise” da inicio a la obra y de inmediato el tema central, la muerte, está en escena (“To measure wings on a boy who seemed to beaten the odds / Cause perils come easy if heralds fly too far away from they gods”). El flow de Dixon es hipnótico, y su escritura es maravillosa: aunque las estructuras son complejas, no hay florituras excesivas, todo parece surgir naturalmente y sin esfuerzo. “Mezzanine Tippin’” tiene un beat de vidrios quebrados, el más pesado del disco. 

Y entonces llega “Run Run Run”, tema central del disco: una reconstrucción paralela de los juegos que McKinley y sus amigos jugaban en las calles e historias presentes sobre represión policial. Tiene el mejor estribillo de 2023: “Running from the guns / Point and shoot, we used to play up on the playground / Running from the guns / Who thought the hardest part would be for me to stay down?” Más adelante se encuentra “Tyler Forever”, dedicada a un amigo muerto, que repite como un refrán las mismas dos palabras una y otra vez. 

No se puede dejar de mencionar que es un disco recargado de colaboraciones, presentes en casi todos los temas: raperxs, pero también músicxs de soul, folk o pop que prestan sus voces para los coros o alguna estrofa. Son amigxs de McKinley Dixon, y muchxs sin carrera musical. Es esa conexión lo que se deja traslucir en cada canción. Son canciones sobre muertes, ausencias, recuerdos, pero tienen una dulzura, una tibieza que no puede fingirse. Ese es el paraíso.

“Beloved! Paradise! Jazz!?”, la canción que da nombre al disco y también lo cierra, merece un párrafo aparte. Es la canción más bella del mundo. En la segunda estrofa McKinley rapea “What kept me on was looking up and seeing my hand in your grip, my…” y entonces la voz invitada de Ms. Jinley Brown completa el “Beloved Paradise Jazz!” del estribillo, y la hermosura consume el universo.

Empezá escuchando: Run Run Run, Tyler Forever, Sun I Rise, Beloved! Paradise! Jazz!?

1. Javelin – Sufjan Stevens

Qué más puedo decir sobre Javelin. Una breve presentación: Sufjan Stevens es un músico estadounidense que viene desarrollando una inmensa obra, desde fines de los 90, que va desde el indie folk de cantautor hasta una electrónica experimental, pasando por ballets, ambient new age, y un cover de Drake. Se hizo conocido en 2015 por su imposiblemente hermoso Carrie and Lowell, un disco minimalista dedicado a la muerte de su madre, y por las canciones de amor adolescente de la película Call Me By Your Name. Muerte, amores queer imposibles, un catolicismo en crisis y una reconstrucción cuidadosa (y políticamente activa) de la historia de los Estados Unidos son sus temas predilectos.

Este es otro disco sobre una muerte: la de la pareja de toda la vida, Evans Richardson. Este anunció funcionó también como salida oficial del closet (aunque su sexualidad era un secreto a voces). Pero a diferencia de Carrie and Lowell, donde se retrataba la compleja relación con una madre distante, enferma y loca, Javelin rememora una relación de amor pleno, certero, firme. No carente de problemas, pero recíproco (una rareza en Sufjan).

En términos musicales, es otro paso adelante: es lo más lejos que Stevens ha combinado su faceta folklórica, intimista, minimalista, con su cara electrónica, expansiva, psicodélica, proto-glitch. Las canciones suelen seguir una misma estructura: una melodía simple se anuncia en la primera mitad, y se va complejizando lentamente con la inclusión sucesiva de sintetizadores, teclados, beats. Esa simpleza, y la pluma poética más espectacular del planeta, construyen paso a paso esta obra maestra.

Javelin abre con “Goodbye Evergreen”, y podría casi cerrar allí: el inicio es una despedida, un último saludo a lo perenne; las imágenes naturales poblarán todo el disco. “Goodbye evergreen, you know I loved you / but everything heaven sent / must burn out in the end” es la primera frase que canta Sufjan, y mi inicio favorito de una canción, de ahora y para siempre.

Luego, “A Running Start”, una carta de amor a los primeros besos, los encuentros: Javelin comienza a hundirse en la melancolía y a producir el ejercicio de la rememoración. Ese arte lo guiará en las tinieblas, y a nosotrxs con él. No es un katabasis, un descenso al infierno, como el mito de Orfeo y Eurídice: el amante no puede ser recuperado. Es un viaje de la memoria. Y no sólo eso: “Will Anybody Ever Love Me?” es un canto desesperado, sí, pero abierto al futuro, donde Sufjan pide que alguien prometa lealtad a su ardiente corazón. 

Así, entre recuerdos y lamentos se va construyendo esta joya post folk, que no duda en terminar con una versión de “There’s A World” de Neil Young completamente transformada. Es en este cover donde se revela lo que el cantautor ha estado haciendo: reconstruyendo un mundo, uno donde los fantasmas no deban ponerse de rodillas sino que puedan ocupar su lugar, y permitir que quiénes quedan con vida sigan viviendo. Así lo afirma en “Everything That Rises”: todo lo que asciende debe converger.

Para eso es necesario que los recuerdos aparezcan completos, incluso los que no nos gustaría tener. Eso hace “So You Are Tired”, un extenso y punzante recorrido por las peleas y los cansancios de una pareja. Y sobre todo lo hace “Shit Talk”, pero con una luz distinta, porque allí aparece el humor, una pieza muchas veces pasada por alto del proyecto artístico de Sufjan Stevens. Durante ocho minutos y medio todos los trapos se sacan al sol, y si bien llora, podemos imaginar que el cantante, finalmente, ríe también.

Si conociste la muerte, y nadie está exento, Javelin tiene un momento para vos. Algún acorde, alguna nota, algún instante de la voz susurrada de Sufjan, su tenor precioso y vibrante, y sufriente. Hay catarsis más profundas que otras: algunas se quedan en el mero momento de la exposición sentimental, estilizada y obvia. Otros, como este, hacen un trabajo, de duelo quizás, pero un trabajo que es compartido, que es abierto a quien escucha y que, a su vez, nos permite abrirnos. Si conociste la muerte, y nadie está exento, quizás haya algo que vos y Sufjan puedan compartir a través de una canción. Mientras eso pueda funcionar, la música tendrá sentido y será algo más que un reflejo del mundo: una pista, una señal, un sendero.

Empezá escuchando: Goodbye Evergreen, Will Anybody Ever Love Me?, Shit Talk, A Running Start, So You Are Tired

Dante Sabatto

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