Artificios

La historia del Demon Core

Por Juan Parinelli
03 de mayo de 2023

Es casi natural para los seres humanos relacionar lo radioactivo con lo inmediatamente dañino. El símbolo que se utiliza para advertir que algo emite radiación ionizante genera en nosotros una respuesta instantánea de escape, de querer alejarnos de ese peligro lo antes posible. Está a la par con el símbolo de peligro biológico, y es muchísimo más influyente que el símbolo que indica fuertes corrientes eléctricas. Podemos hacer este diagnóstico en el occidente del siglo XXI luego de la catástrofe de Chernobyl. Propongo, sin embargo, ir más atrás y narrar los hechos de otros accidentes que, aún siendo de menor escala, deberían darnos pistas acerca de la naturaleza de la radioactividad y ayudarnos a responder una cierta pregunta, a saber: ¿es la materia radioactiva peligrosa por su propia naturaleza, o es otra la causa de los accidentes que la involucran?

Foto: La esfera de plutonio rodeada de ladrillos de carburo de tungsteno. Recreación del experimento realizada en 1946 (Laboratorio Nacional de los Álamos).

Estamos en Estados Unidos, en el Laboratorio Nacional de Los Álamos, Nuevo México. El año es 1945, 21 de agosto. Harry Daghlian, un físico de 24 años que formaba parte del Proyecto Manhattan, se encuentra experimentando sobre una masa subcrítica de plutonio cuando un error que parece pequeño convierte un avance científico en una sentencia de muerte para el joven. Este es el comienzo de la historia del Demon Core.

Un año atrás, el Laboratorio de Los Álamos había formado el grupo de “Critical Assemblies”, científicos dedicados a investigar las condiciones bajo las cuales una masa irradiante se vuelve crítica. Estaba liderado por Otto Fisch, el científico austríaco que acuñó el término “fisión”, la principal tecnología que a día de hoy se utiliza para generar energía nuclear. ¿Pero a qué nos referimos cuando hablamos de “masa crítica”? Sencillamente, a todo material lo suficientemente radioactivo y abundante como para entrar en una reacción nuclear autosustentada y liberar una enorme cantidad de energía. Masas críticas eran las que se encontraban en Little Boy y Fat Man, las bombas que fueron arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki.

El Demon Core que se hallaba frente a Harry Daghlian era una masa de plutonio similar en composición y tamaño al núcleo de la Fat Man que había explotado el 9 de agosto. De hecho, se suponía que debía caer sobre Japón una semana después que ella, pero la rendición de los nipones el 15 de agosto la hizo quedarse en Los Álamos.

Daghlian estaba interesado en el método reflexivo para alcanzar la criticalidad. En vez de utilizar explosivos para comprimir los átomos de plutonio entre sí y hacerlos reaccionar, los científicos del Critical Assemblies habían descubierto que determinados materiales reflejaban la radiación emitida por la masa. Redirigiendo esa radiación hacia el núcleo, éste era capaz de entrar en reacción sostenida. Los experimentos de Fisch se habían ganado una reflexión de parte de Richard Feynman, uno de los físicos más importantes de la historia, quien consideraba que lo que estaban haciendo en Los Álamos era como “cosquillear la cola de un dragón dormido”. Efectivamente, todos los físicos en el laboratorio sabían que estaban muy cerca de morir quemados por la radiación en cualquier momento, o en el peor de los casos, de causar una explosión in situ. Nada de eso los detuvo.

Acompañado únicamente por un dispositivo parecido a un contador Geiger, Daghlian se encontraba poniendo ladrillos de carburo de tungsteno alrededor del Demon Core, con sus propias manos, en busca del punto de casi-criticalidad. Sabía que variando la cantidad y la orientación de los ladrillos era posible alcanzarla, y lo logró. Esa tarde frenó el experimento, que debería haber sido suficiente para sentarse a investigar con lápiz y papel. Pero no estaba satisfecho. Regresó al laboratorio por la noche, saludó al guardia de seguridad, único presente en el sitio además de él, y se dispuso a repetir el experimento, a ir más lejos. Realizó el mismo procedimiento: tomó los ladrillos y los dispuso en ángulos específicos alrededor de la esfera demoníaca. Cuando estaba poniendo el último, el contador Geiger empezó a resonar con mayor intensidad, indicando que si terminaba de acomodar el ladrillo el núcleo entraría en criticalidad. Comenzó a retirar la pieza para acabar con el experimento, pero se le cayó dentro del ensamble. Instantáneamente el núcleo entró en estado supercrítico y liberó un intenso destello azul, el dragón despertó. Daghlian reaccionó rápido y con la mano derecha tiró el ladrillo al piso, acabando la reacción. En esa minúscula fracción de tiempo, sin embargo, el joven había recibido una dosis letal de radiación. Murió 25 días después en la cama del hospital, luego de entrar en coma por falla multiorgánica. A pesar de todo, no sería la única víctima del núcleo demoníaco.

Foto: La  mano de Daghlian, después del accidente, quemada y con ampollas (Laboratorio Nacional de los Álamos).

YPF

Louis Slotin era un físico y químico canadiense que trabajaba para el Proyecto Manhattan en el Laboratorio Nacional de Los Álamos. Formaba parte del grupo de Critical Assemblies y fue el responsable del ensamblaje de Trinity, la primera bomba nuclear de la historia, el 16 de julio de 1945. Esto le ganó el título informal de “jefe de armería de los Estados Unidos”, por ser el hombre mejor capacitado para construir bombas atómicas, pero lo cierto es que era más conocido como un cowboy por su comportamiento temerario a la hora de hacer ciencia nuclear, y el hecho de que solía vestir jeans y botas de vaquero.

Slotin pasó varios de los 25 días de agonía al lado de su colega y amigo Harry Daghlian, reconfortándolo en su lecho de muerte. Terminada la guerra, su plan era abandonar el Proyecto Manhattan y volver a la Universidad de Chicago para continuar su carrera como profesor e investigador, pero su expertise en ingeniería atómica lo retuvo en Los Álamos, donde se dedicó a formar a un sucesor, Alvin C. Graves. 

El 21 de mayo de 1946, Slotin se encontraba realizando una demostración con el Demon Core frente a Graves y otros seis científicos. Al igual que antes, el experimento era de casi-criticalidad utilizando metales reflexivos, pero con un ensamble diferente. Luego del accidente de Daghlian, el núcleo reactivo había sido encapsulado en dos semiesferas huecas de berilio, un metal capaz de reflejar neutrones. Las dos semiesferas solían estar separadas por cuñas para evitar la criticalidad, pero Slotin las había removido para la demostración. Quería probar qué tan cerca de cerrarse podían estar las dos semiesferas antes de que el núcleo entrara en estado crítico. Con su mano izquierda sosteniendo la capucha metálica, el cowboy hizo palanca con el destornillador plano que tenía en su mano derecha, haciéndola descender poco a poco. Ya había cosquilleado la cola del dragón una docena de veces de manera exitosa, pero no todos los cuentos tienen un final feliz. Cuando estaba por acabar la prueba, el destornillador se le escapó, el ensamble se cerró y el núcleo entró en estado supercrítico. Todos los científicos en la sala sintieron un intenso destello azul y una onda de calor provenientes del Demon Core. Medio segundo transcurrió y Slotin torció su muñeca izquierda, arrojando la semiesfera de metal al piso y acabando la reacción. Cinco de los observadores salieron corriendo, pero Slotin les gritó para que volvieran y les ordenó que marquen con tiza su posición exacta en la habitación en el momento del accidente. Sabía que la dosis que había recibido él era letal, pero aún podía calcular las de sus compañeros y determinar qué tan peligrosas eran.

Fue internado de inmediato junto a otros tres hombres intoxicados. Le pidió disculpas a Graves, que se encontraba muy cerca de él observando la demostración, y esperó que su dosis recibida fuera menor. En efecto, Graves sufrió los efectos de intoxicación por radiación, pero logró recuperarse rápidamente sin daños serios a su organismo, salvo una marcada calvicie. Fue despachado el 25 de mayo junto con los otros dos hombres.

El destino de Louis Slotin fue absolutamente el opuesto. Falleció nueve días después del accidente, en la misma habitación en la que había muerto Harry Daghlian meses antes. “Seguí haciendo ese experimento y vas a estar muerto dentro de un año”, le había dicho el Nobel de Física Enrico Fermi a Slotin cuando se enteró del procedimiento que había inventado para el Demon Core. Algunas advertencias tienen carácter de premonición.

Toda experimentación a mano del ahora llamado Demon Core (antes era conocido como Rufus) fue prohibida y se inventaron herramientas para manejar materias radioactivas a una distancia segura. La información del accidente fue clasificada junto con la del anterior, y no sería liberada hasta la década de los 60. El núcleo de plutonio fue derretido e integrado a otras masas a lo largo y ancho del país. Lo único que quedó de él fueron algunas memorias y dos ataúdes revestidos de plomo bajo el suelo.

Foto: Diagrama del accidente de 1946 (Laboratorio Nacional de los Álamos).

Los accidentes de Harry Daghlian y Louis Slotin no son producto de una cadena causal confusa o de muchas cosas que salieron mal al mismo tiempo; son el resultado inmediato de errores evitables. La estabilidad del Demon Core estaba garantizada siempre y cuando se mantuviera almacenado de manera segura y se siguieran los protocolos de experimentación. El riesgo, de otro modo, era por lo menos tan grande como el precio que pagaron los dos científicos por su temeridad. Estas historias han de servir como moralejas acerca de cómo hacer bien la ciencia: no se le hace cosquillas al dragón durmiente.

Juan Parinelli

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