Artificios

EL NUEVO MATERIALISMO DE ROBERTO JUARROZ

Por Dante Sabatto
10 de febrero de 2023

Roberto Juarroz nació en 1925, y publicó su primer libro de poemas en 1958. El libro se llamaba Poesía Vertical, pero debió ser rebautizado Poesía Vertical I, porque a lo largo de tres décadas se dedicó a escribir libros con el mismo título. Hay dieciséis Poesías Verticales. Los poemas que los componen nunca tienen título, sino, nuevamente, un número. Pero la secuencia nunca es completa: hay siempre saltos, el primer texto puede ser el 5, saltar al 8, al 12, al 13, al 22. En el siguiente volumen, vuelve a empezar. Esas ausencias acechan como fantasmas sobre la lectura.

Hace unos meses, intenté pensar a otro escritor argentino en clave filosófica. Se trataba de Juan José Saer, en cuyas novelas quise encontrar rastros (predecesores) de un nuevo materialismo. Hoy quiero hacer lo mismo con Juarroz. Esta es una lectura esencialmente anti-ortodoxa, una perversión de cualquier intención autoral y, claro está, un anacronismo absoluto.

Una pregunta posible es para qué leer de esta manera. Una respuesta es la que pone a la literatura al servicio de la filosofía: la estética sería una especie de vanguardia del pensamiento, que puede adelantarse a la razón. También podríamos hacer lo contrario: buscar en las corrientes teóricas “soluciones” a los enigmas interpretativos que nos presenta la literatura. Ninguno de esos enfoques me parece muy atractivo. Creo que haríamos bien en pensar el encuentro entre filosofía y literatura, entre teoría y arte, entre pensamiento crítico y labor estético. Ese encuentro es indeterminado, pero cuando se da habilita algo hermoso: la posibilidad de pensar de muchas formas a la vez, de quebrar los límites del razonamiento lógico y de la libertad irracional al mismo tiempo.

¿Por qué Juarroz? ¿Y por qué, de nuevo, los nuevos materialismos? Este extraño movimiento contemporáneo se plantea muchas veces como una respuesta al giro lingüístico, una reafirmación del poder de la mente para acceder a la realidad y captarla en su ser verdadero. Pero este es un enfoque más bien superficial. De lo que se trata es más bien del carácter especulativo del materialismo, es decir, de la necesidad de descubrir nuevas formas en las que el pensamiento pueda vincularse con ese algo exterior. Esas formas son a veces meramente posibilidades conceptuales del razonamiento, pero también se conciben desde la política (el pensamiento aceleracionista sobre la singularidad o el decrecionista sobre el apocalipsis climático), la ciencia y la técnica (los enfoques de Haraway, De Landa o Latour) y, por qué no, la estética.

Juarroz ha sido leído muchas veces como una figura cercana al existencialismo: a Sartre, a Ortega y Gasset, a Heidegger sobre todo. No creo que se trate de posturas equivocadas, pero creo que puede sumarse algo más. Y es que los nuevos materialismos no se oponen a la perspectiva subjetivista, “correlacionista” del existencialismo, sino que más bien lo llevan a su paroxismo y se preguntan ¿qué viene después? Luego del fin de los fundamentos, cuando se encontró que en el lugar del Ser hay en verdad un vacío, ¿qué se puede hacer? ¿Se puede pensar la materialidad de esa ausencia? 

Con Juarroz podríamos decir que sí. Que la poesía puede.

I. Poesía Orientada a los Objetos

Todas las cosas huyen
hacia su presencia.
26 – Sexta Poesía Vertical

La palabra “cosas” aparece decenas de veces en la obra de Juarroz. Este es para mí el punto de partida, la primera pista, la huella a seguir, ¿cómo piensa Roberto a las cosas? ¿Por qué las piensa tanto?

Hay una indeterminación que define la voz del poeta: en muchas ocasiones, los textos giran en torno a un “algo” que jamás aparece del todo, o de un “donde” o un “cuando”. La palabra “cosas” parece apuntar en la misma dirección, en el sentido de un vacío que no se termina de llenar. Pero las cosas en Juarroz tienen una materialidad específica: una cosa tiene algo adentro que es, a la vez, el sitio desde donde vienen.

En el poema 14 de la Cuarta PV, por ejemplo: “Las cosas nos traducen una nueva estrategia, / una técnica distinta, / que viene desde el fondo.” O en el 43 de la Undécima: “ciertas caídas a la densidad / que dormita en las cosas.” O en el 4 de la Primera: “El fondo de las cosas no es la muerte o la vida. / El fondo es otra cosa / que alguna vez sale a la orilla.”

Las cosas tienen dos modos: por un lado, un adentro secreto, inaccesible, que siempre se aleja. Por el otro, una extensión, una continua proyección hacia el afuera. Muchas veces se ha leído esto a través del lente existencialista que, sin duda, permea la mirada juarroziana: la Cosa como el encuentro con lo Externo que refleja el vacío de sentido. “Existe un hueco que hay que vaciar”, dice en el poema 53 de la Décima PV.

Pero la pregunta materialista es por las condiciones de este pensar. ¿Cuál es el mundo que tiene que crear la poesía de Juarroz para sostener estas reflexiones? ¿Por qué reglas se rige? ¿Cuál es su ontología? Este mundo cubierto de cosas que se retrotraen y se extienden, que colapsan sin llegar a tocarse, se parece al que teoriza la Ontología Orientada a los Objetos (OOO) del filósofo estadounidense Graham Harman.

La OOO es un sistema de pensamiento extremadamente coherente y simple: todo lo que hay son Objetos. Un objeto es una silla o un árbol, pero también lo es una organización política, un personaje de una novela o una idea. Es lo que se llama una ontología chata: no hay diferencias de rango o de nivel, solo hay cosas y más cosas. Los objetos de la OOO se relacionan entre sí, y nuestra relación de humanos con ellos, la percepción, no es una relación privilegiada: al fin y al cabo, somos también cosas, al igual que todo lo demás.

Y las cosas son dobles: hay, por un lado, objetos reales, los que se cierran sobre sí mismos, se retiran siempre hacia adentro y no pueden entablar una relación con nada; hay, por el otro, objetos sensuales, que solo existen en la experiencia. O, en palabras de Juarroz:

“Debemos conseguir que el texto que leemos / nos lea. / Debemos conseguir que la música que escuchamos / nos oiga. (…) Es preciso demoler la ilusión / de una realidad con un solo sentido. / Es necesario por ahora / que cada cosa tenga por lo menos dos”. (8, Octava PV)

Pero no solo tiene Juarroz una Poesía Orientada a los Objetos: Harman tiene también una filosofía sobre la poesía. Es en ella, dice Harman, donde es posible romper los límites entre objetos y cualidades, donde es posible considerar ese fondo oculto de las cosas al que no es posible acceder.

La obra juarroziana configura un mundo de pájaros, cárceles, sombras, torres, huecos, palabras, ojos, peces, dioses, manos, y otras cosas, que siempre están intentando tocarse, y fracasando en el intento. Y los poemas forman un territorio de especulación sobre esas cosas y esas relaciones, pero es siempre, al final, también el espacio de un fracaso. Lo es porque solo puede tratar de nombrar las cosas, pero nunca lograrlo, porque “el sueño suficiente de una cosa / es su único nombre verdadero” (64, Séptima PV).

II. Poesía No Lineal

Las cosas nos imitan.
Pero al final
nosotros imitaremos a las cosas.
92 – Séptima Poesía Vertical

 

Admito que esta asociación específica no es mía: la ubicó antes que yo Alejandro Galliano en un artículo titulado “Las cosas nos imitan”. Ese texto es una presentación de la teoría de los ensamblajes de Manuel DeLanda mucho mejor que la que yo podría hacer: recomiendo leerla.

El problema de la Ontología Orientada a los Objetos es su timidez: las cosas no pueden tocarse, como si no se animaran. Es difícil imaginar un proceso de creación o de cambio. Pero la poesía juarroziana está llena de verbos, de movimientos, de actos, de descubrimientos, de invenciones. Para esto podemos mirar hacia DeLanda, que escribe con trozos de teoría deleuziana una nueva filosofía (exenta de las florituras lingüísticas de los franceses) para la que solo hay ensamblajes de cosas, uniones más o menos frágiles de elementos heterogéneos.

Nuevamente, la ontología es chata: una persona se puede ensamblar con un objeto tecnológico, y este con una planta, con un Estado-nación, con un proceso químico. Y estos ensamblajes, que son siempre más que sus partes, se transforman continuamente, suman nuevos elementos y pierden otros.

Puede ser difícil entender qué es un ensamblaje, porque no es la mera suma de sus elementos. Se parece, más bien, a aquello que nombra Juarroz cuando dice que “entre los mensajes de las cosas / se van dibujando otros mensajes, / allí en el intervalo, / entre una cosa y otra, / conformados por ellas y sin ellas.” (11, Novena PV).

La teoría de DeLanda es interesante porque abre un lugar para la historia, pero bajo una forma especial, que llama “no lineal”. Lo es por dos motivos: porque piensa los procesos sociales, geológicos, biológicos o lingüísticos como procesos que no se determinan causalmente, sino que existen en un mismo nivel, como una misma sustancia (“Las jerarquías son una distracción del infinito / o quizá un accidente”, dice Juarroz en el poema 31 de la Novena PV). Pero, también, porque las relaciones entre las cosas no son solo relaciones de causa-consecuencia, sino también bucles de retroalimentación, inter-acciones y ciclos que impiden que nada llegue jamás a un equilibrio.

Y así podemos pensar también la materialidad de los poemas de Juarroz: “Los desmoronamientos del cuerpo y de las cosas / no podrán nunca sorprendernos del todo.”, dice en el poema 6 de la Décima PV. Es más: en cierto sentido, la poesía juarroziana conforma a veces una teoría del caos, que podemos descubrir si la pensamos como una estética de lo no lineal:

“La soltura con que unas cosas sobresalen de las otras
e intercambian sus perfiles en esas precedencias,
vulnera los turnos de las igualdades y las desigualdades
y revela un azar más profundo
o por lo menos una ley más profunda del azar.”
31 – Novena Poesía Vertical

¿En qué sentido es vertical la poesía de Juarroz? Es una pregunta que ha sido realizada muchas veces, y quiero ensayar esta respuesta: lo es en el mismo sentido en que la historia de DeLanda es no lineal, es decir, por su interés por ahondar hasta el fondo en los miles de relaciones posibles entre las cosas. Es una poesía vertical no por jerárquica, sino precisamente porque corta transversalmente los lazos posibles y propone un nuevo modo en que las palabras toquen las cosas y, por supuesto, en el que las cosas tocan las palabras.

YPF

III. Poesía Agencial

El mundo es el segundo término
de una metáfora incompleta.
4 – Quinta Poesía Vertical

Esta relación entre cosas y palabras es más que una referencia trillada a Foucault. De hecho, varios años antes que él, ya la encontramos en Juarroz: en el poema 13 de su primer libro, de 1958, dice que “hay palabras que no decimos / y que ponemos sin decirlas en las cosas. // Y las cosas las guardan, / y un día nos contestan con ellas / y nos salvan el mundo.”

El mundo es, en el marco juarroziano, un lugar frágil, en permanente disolución y reaparición, y esto tiene algo que ver con las palabras. Por ejemplo, los primeros versos de su primer texto: “Una red de mirada / mantiene unido al mundo / no lo deja caerse”. O el primero de la Quinta PV: “El mundo es el segundo término / de una metáfora incompleta.” O el 40 de la Sexta: “Desbautizar el mundo, / sacrificar el nombre de las cosas / para ganar su presencia.”

Lo interesante es que está relación nunca es lineal. Siempre es problemática. Porque las palabras no van de nosotrxs hacia las cosas, sino que muchas veces vienen de las cosas hacia nosotrxs. Y, lo que es igualmente problemático, las palabras también son cosas.

O quizás podríamos decir que ni las palabras ni las cosas son algo por sí mismas, sino que más bien emergen de algo anterior. Podríamos pensarlo con Karen Barad, filósofx y físicx cuya obra, por desgracia, aún no ha sido traducida al español. Para Barad, lo que hay son intra-acciones: no interacciones sino agencias que se producen a través de su encuentro. La materia, antes que una cosa, es un hacer. Los objetos (y los sujetos) surgen de estas intra-acciones, pero solo en la medida en que importan para otros objetos y sujetos. Solo en la medida en que hay agencia.

Las cosas, entonces, no existen como entidades individuales. Son materia y discurso: “Cada cosa es un mensaje, / un pulso que se muestra, / una escotilla en el vacío.” (11, Novena PV). Barad formula, mezclando física cuántica y filosofía, algo parecido a lo que hace Juarroz en su poesía: un rechazo tanto de la potencia del mundo para determinarnos como de nuestro poder por definir al mundo. Hay que encontrar un punto medio con el Universo.

Para el poeta argentino, “una invasión de palabras / (…) intenta luego arrinconar a las cosas / que habitan el silencio / pero tampoco lo consigue.” (18, Onceava PV, Parte II). Para lx teóricx estadounidense, si bien nuestras observaciones impactan sobre el mundo, no podemos ignorar el modo en que este “nos devuelve la patada”. 

Las poesías verticales de Juarroz son a veces crípticas, porque intentan nombrar un vacío existencial que tiene algo que ver con la muerte, y por lo tanto con lo indecible. Pero en el camino para pensar acerca de cosas como la muerte, o la libertad, o el dolor, Juarroz va construyendo una especulación sobre qué son las palabras, esa materia con la que escribe. Dice, por ejemplo, que “Desde todas las cosas se levantan cantos. / (…) Otros tropiezan con las otras cosas / y se pierden en ellas.” (9, Novena PV). 

No sorprende que esto funcione de un modo parecido al realismo agencial de Karen Barad, porque este busca pensar al Universo entero, pero bajo la condición de no concebirlo como una colección de cosas y sentidos que interactúan, sino como un hacer que solo produce como consecuencia esas cosas y sentidos. La teoría de Barad es una teoría del todo en el mismo sentido en que la poesía de Juarroz es una poesía del todo: primero, destruye la posibilidad de pensar ese “todo” como algo definido a priori.

En 1975, Roberto Juarroz escribió que “el oficio de la palabra / es la posibilidad de que el mundo diga al mundo” (40, Sexta PV). Quizás no haga falta decir nada más. Con Barad podemos intentar pensar estas relaciones causales invertidas, esta forma neo-materialista de considerar el Universo como algo distinto que fenómenos observados por personas o cosas-en-sí que resultan inaccesibles. Pero con Juarroz podemos sentir cómo funciona ese Mundo, y qué somos nosotrxs en él. En ese Mundo, se puede decir algo como que “hoy no hice nada / pero muchas cosas se hicieron en mí”. (52, Decimotercera PV).

Este es un abordaje bastante heterodoxo sobre Juarroz. Incluso quiénes lo leen desde la filosofía suelen aplicar más bien a Heidegger o Camus que a nombres como Harman, DeLanda y Barad. Podría decirse que intentar extraer una filosofía de una poesía es un ejercicio inútil que produce mala filosofía y arruina en el camino a los poemas. Mi intento fue hacer precisamente otra cosa: encontrar los lugares donde la literatura puede ir más lejos que la teoría, y donde los encuentros entre una y otra nos permiten encontrar un lugar distinto para el pensamiento. Creo que ese es el terreno de la estética.

Dante Sabatto

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