Deportes
El diego militante
Hace 5 años se fue Diego Armando Maradona. Esta nota recuerda una de sus facetas: el compromiso político, la defensa de nuestro país. De su compleja relación con Menem a su amistad con Fidel, este es el Diego militante.
Por Federido Mochi
25 de noviembre de 2025
No hay un Diego Armando Maradona, hay muchos. Hay un Diego futbolista y un Diego figura mediática, un Diego que marchó con las Madres y uno que se baleó con periodistas, un Diego que se entrevistó a sí mismo y uno que lanzó Fútbol Para Todos.
Yo me quiero enfocar en el Diego militante, el que fue una figura de alto impacto en la política nacional e internacional. El que se vinculó con Menem y con Juan Pablo II, con Cristina y con Putin.
Nuestra historia empieza en 1952. Ese año, el Ministro de Salud de Perón, Ramón Carrillo, inauguró el Hospital Evita en Lanús. Allí, ocho años más tarde, Diego Maradona (p) y Dalma Franco, doña Tota, tuvieron a Diego Armando: desde su nacimiento, lo unió un lazo inquebrantable con la mística peronista.
Su familia era humilde y él los describía como “peronistas silenciosos”: recibían ayuda de la Fundación Evita, apoyaban al peronismo, pero no eran militantes, no hablaban de su identidad política. Eran de ascendencia gallega, originarios de Esquina, en Corrientes, y vivían en Villa Fiorito, en el partido de Lomas de Zamora. Allí empezó a jugar al fútbol: en “Las Siete Canchitas”, un potrero de Fiorito.
Pero su primer contacto verdadero con el peronismo le llegó con los Juegos Nacionales Evita 1973-1974. Con el retorno de Perón a la Argentina y el fin de la proscripción, se volvió a realizar la competencia deportiva que convocaba a jóvenes de todo el país, y Diego participó con su equipo “Los Cebollitas”. A los 13 años, ganó su primer torneo: se impuso en los Juegos Evita y en el Campeonato de la octava división. Un año más tarde, era fichado por Argentinos Juniors.
En su adolescencia, Maradona ya empieza a ser conocido como jugador, pero todavía no por sus declaraciones públicas. Van a pasar varios años antes de que el Diego se empiece a meter en política.
El Diego rebelde
¿Cuáles fueron los primeros actos políticos de Maradona? ¿Cómo llegamos de un pibe conocido por hacerle goles al Loco Gatti a uno que participa del “No al ALCA”? Los primeros gestos de rebeldía de Maradona fueron “gremiales”: declaraciones dentro del mundo del fútbol por el que empezó a posicionarse políticamente.
Acá sirve hacer una diferencia con Pelé, que era un futbolista amigo del poder. Diego es todo lo contrario: un jugador popular, siempre enemigo de los hombres de traje y corbata que dirigen las cosas atrás de un escritorio. Su equivalente dentro del deporte brasilero era Sócrates, del Corinthians.
Su primer gesto fue en 1980, todavía muy joven: ese año, Bernardo Neustadt le quiso hacer una entrevista. Neustadt era uno de los periodistas más vinculados a la Dictadura, considerado casi un vocero del poder en ese momento oscuro de nuestra historia. Diego rechazó la invitación: dijo que los periodistas tienen derecho a elegir a quién entrevistar, pero él tiene derecho a elegir quién lo entrevista. En un tiempo de silencio y miedo, Maradona se plantó con un gesto de valentía.
Su posicionamiento gremial estuvo muy marcado en los años siguientes por su disputa con Joao Havelange, el presidente de la FIFA. En 1986, por ejemplo, le reclamó por los horarios absurdos de los partidos en el Mundial de México, que se jugaban al mediodía.
Dos frases del Diego, con su clásica poesía popular, representan esta relación. Una, muy famosa, es la que dice que “no puede ser presidente de la FIFA un tipo que jugó al waterpolo”. La otra anécdota ocurrió cuando Havelange le dijo a un periodista que para él Maradona era como un hijo. “Havelange padre mío no puede ser”, respondió el Diego, “porque yo no soy ningún hijo de mil puta”.
En 1995 recibió un Balón de Oro Honorífico, ya que no podían recibir el premio oficial jugadores no europeos. En su discurso al recibir la distinción llamó a crear un “sindicato de jugadores de fútbol”. Ese mismo año fundó la Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales”. Él era el presidente y su vice era Éric Cantona, ambos suspendidos del último Mundial: Maradona por el doping, Cantona por una patada a la tribuna. Representaban así a los rechazados y expulsados por la FIFA.
Diego en Italia
Volvamos unos años más atrás: entre 1982 y 1984 jugó en el Barcelona. Cuando en un partido de la Copa del Rey se agarró a piñas con otros jugadores, lo suspendieron por 15 meses. Así fue que Diego decidió irse al Nápoli, un club del sur de Italia al que le hizo ganar su primer Scudetto. Es importante entender lo que representa el Nápoli, un equipo que era muy chico para un jugador de la talla de Maradona, pero es el club más popular de Italia, el de los sectores populares, contra las clases altas del norte del país.
En el mundial del 90, cuando cantaban el Himno en el partido contra Italia, parte de la hinchada italiana chifló al Diego, que les respondió gritándole “hijos de puta”: eran los italianos del norte, porque en Nápoles Maradona sigue siendo un héroe.
Eduardo Valdés me contó una última anécdota que representa esa rebeldía total del Diego. Ocurrió cuando viajó al Vaticano, porque había nacido su hija Dalma y quería que la bendijera el Papa Juan Pablo II. Hay que recordar que Maradona era muy creyente: la fe se la inculcó su abuela desde muy chico. Sin embargo, cuando conoció la Santa Sede quedó muy impactado por el oro y la riqueza que se ostentaba y, cuando se entrevistó con el Papa, le dijo “si tanto te importan los pobres, ¿por qué no repartís un poco del oro que hay acá?”.
Juan Pablo II intentó relajar la conversación contándole que él había sido arquero cuando jugaba al fútbol de chico. Diego no se inmutó: “en Argentina, los que van al arco son los boludos”, le contestó. Sólo muchos años más tarde, y con un Papa argentino, Maradona pudo recomponer su vínculo con el Vaticano.
Diego y Menem
Pasemos a la relación de Maradona con algunos de los líderes políticos más importantes de su época. Porque si algo lo destaca fue su interés por conocer y relacionarse con figuras fundamentales, líderes de todos los signos políticos. Hay algo muy argentino en su capacidad para relacionarse con figuras de distintas orientaciones. Porque más que ninguna otra cosa, Diego defendía a la Argentina.
Su relación con Menem fue muy compleja. Se conocieron en uno de los partidos a beneficio de los que Diego participaba todo el tiempo. Fue en 1989, en la cancha de Vélez, y el presidente recién electo también jugó. Así es: se conocieron en la cancha, como iguales.
Desde el principio se llevaron bien: Menem fue invitado al casamiento de Maradona con Claudia Villafañe en el Luna Park, aunque no pudo ir. El año siguiente, el presidente lo nombró “embajador deportivo”, un cargo que inventaron para él… y que le quitaron menos de un año después, en 1991, cuando fue detenido por supuesta tenencia de drogas.
La relación se enfrió, pero no sólo por cuestiones personales sino directamente políticas. En 1992, Diego salía de Tribunales después de una audiencia por la causa judicial que atravesaba, y un periodista le preguntó qué opinaba de los jubilados que se estaban manifestando en la plaza. “Hay que ser muy cagón para no defender a los jubilados”, fue la famosa respuesta del Diego. La marcha era contra una decisión de Menem, que vetó una ley que buscaba destinar a las jubilaciones los fondos obtenidos de la privatización de YPF. Cualquier similitud con el presente no es ninguna coincidencia.
Claro que, como siempre con el Diego, las cosas no son tan sencillas: si bien la relación no se recompuso, tampoco se convirtieron en enemigos. En 1995, por ejemplo, apoyó la reelección de Menem. Sin embargo, se peleó con los dos sucesores del menemismo: Cavallo y Duhalde. Al creador de la Convertibilidad lo odió para siempre: dijo que “mandó al país a la primera C”. Con Duhalde su enfrentamiento fue más personal, vinculado a la detención de Coppola. Le dedicó una de sus mejores frases: “si lo veo en el desierto, la tiro una anchoa”.
Diego y Fidel
¿Qué otra persona podría tener una relación de amistad con Carlos Saúl Menem y Fidel Castro Ruz? Sólo Diego Armando Maradona.
Al revolucionario cubano lo conoció en 1987. Ese año, Prensa Latina, la agencia de noticias de Cuba, eligió a Maradona como “deportista del año” y lo invitó a recibir el premio en la isla. Diego dudó: no quería que lo usaran políticamente, pero terminó aceptando. Todo cambió cuando se encontró con Fidel.
Se convirtieron en amigos íntimos. Fidel le regaló una gorra que él atesoró siempre y usó durante toda su vida. Siguieron en contacto, y se volvieron a encontrar en 1994: Diego estaba suspendido por el doping positivo, y pasó las fiestas en Cuba. Cada crisis de salud lo llevó de nuevo a la isla, como en el 2000 cuando tuvo un paro en Punta del Este y casi se muere, o en 2004, cuando estaba luchando contra su adicción. En esa época le devolvió a Fidel el regalo de la gorra: le entregó un inodoro que tenía impresa una cara de Bush, para que siempre que cagara lo hiciera en el rostro del presidente estadounidense.
Diego entendía con esa pasión casi personal la política. Por eso llegó a decir que, si bien no era comunista, era “fidelista hasta los huevos”. Fidel murió un 25 de noviembre, en 2016, exactamente 4 años antes que Maradona. Ese día, el Diego lo despidió diciendo esto: “Murió mi amigo, mi confidente, el que me aconsejó, el que me llamaba a cualquier hora, para hablar de política, de fútbol, de béisbol. El que me dijo que cuando se iba Clinton, el que venía era peor, Bush”.
Diego y el kirchnerismo
Una vez retirado oficialmente del fútbol, en sus últimos 20 años de vida, Maradona fue un personaje más politizado, más peronista. Esta es quizás su faceta militante más conocida, aunque no todos recuerdan algunos hechos de estos años, como su celebración del “voto no positivo” de Julio Cobos en el debate por las retenciones al campo. Aunque incluso en esas cosas algo del instinto natural de Diego tenía que ver con lo que de verdad necesitaba el país: aunque no se podía saber en ese momento, por la baja del precio de las commodities, la caída de la 125 le terminó conviniendo a la Argentina.
La relación de Maradona con este peronismo kuka viene de mucho antes. Un antecedente claro es su amistad con Hebe de Bonafini, a quien siempre acompañó, como hizo durante el menemismo con la lucha de las madres y abuelas. Pero el hecho más claro se dio en 2005, cuando participó de la Contracumbre del “No al ALCA”.
En este año, se organizó en Mar de Plata un evento para rechazar el Área de Libre Comercio de las Américas, una iniciativa del gobierno estadounidense que venía a socavar la soberanía económica de Latinoamérica. Ese mismo día, Diego estaba emitiendo La noche del 10, su programa de televisión. Sale del estudio y da una conferencia de prensa desde la estación de Constitución, donde se sube al tren con Evo Morales, Kusturica y los Ratones Paranoicos para viajar a Mar del Plata. Tiene puesta una remera que dice “STOP BUSH”, pero en lugar de una S tiene una esvástica. Ahí se conoce con Chávez, y también se hacen amigos.
Es importante recordar también su odio por Macri, con quien se llevaba muy mal desde los tiempos de Boca. Le puso el apodo del “Cartonero Báez”, en referencia al testigo que llevó a la condena de Monzón.
Pero, sobre todo, en esta etapa final de su vida Maradona volvió a hacer política desde el mismo lugar por el que había comenzado: lo gremial, lo futbolístico. En 2009, participó del evento de lanzamiento de Fútbol Para Todos, con Cristina y Julio Grondona. En el Mundial de 2014, condujo el programa De Zurda por Telesur, junto a Víctor Hugo Morales. Después se declararía “Cristinista hasta los huevos”.
Diego y las Malvinas
Quiero cerrar este recorrido por la militancia de Maradona hablando de su relación con la causa más importante de nuestra Nación: la soberanía de las Islas Malvinas. Claramente, esto está íntimamente vinculado al partido con Inglaterra en el Mundial 86. Como dijo Jorge Valdano: “Diego volvió de México arriba del caballo blanco de San Martín”.
Maradona siempre sintió que ese fue un hito que lo marcó, que le cambió para siempre su relación con su país y con los argentinos. Y no sólo con ellos: fue así que nació el amor por nuestro país de parte de Bangladesh, Pakistán y la India, todos territorios que habían sido colonias británicas.
Si bien Bilardo había declarado que “el partido no tiene nada que ver con la Guerra”, Diego lo contradijo. Para él, según dijo, era “imposible no pensar” en lo que había pasado cuatro años antes, en 1982.
Lo que esto deja claro es que si Diego Maradona era un militante, lo era de una única causa: la grandeza de la nación Argentina. Como dijo una vez: “Soy un tipo normal, que por hacerle un golazo a los ingleses que nos mataban los pibes en Malvinas, hoy todo el mundo me reconoce.”
The Jordan Rules
Por Santiago Alvarez
El fútbol se mudó a Medio Oriente
Por Alejo Bernhardt
Maradona, el anticristo
Por Santiago Alvarez


