Internacional
Colonialismo arcoiris
Este artículo aborda de qué forma Israel está haciendo uso de una retórica a favor de los derechos LGBTIQ+ para legitimar sus avances colonialistas sobre Palestina, analizando la práctica conocida como “PinkWashing”.
Por Josefina Casablanca
15 de noviembre de 2025
En el presente artículo buscaremos evidenciar de qué forma Israel está haciendo uso de una retórica a favor de los derechos LGBTIQ+ para legitimar sus avances colonialistas sobre Palestina. En resumen, nos encargaremos de analizar la práctica conocida como “PinkWashing”, esta se entiende como la utilización, por parte del Estado, de los derechos LGBTIQ+ para desviar la atención internacional de las violaciones realizadas contra los derechos humanos.
En medio del avance colonialista sobre Palestina, Israel busca mostrarse, para el resto del mundo, como un oasis de los derechos LGBTIQ+ en medio oriente. Este acento sobre los derechos de las diversidades sexuales no es casual, sino que responde a los nuevos requisitos de Occidente para determinar cuáles sociedades son civilizadas y cuáles no. Desde la instauración del sistema colonial, es decir desde el mismo momento en que Europa se convierte en Occidente, dos estrategias epistémicas (es decir, estrategias vinculadas a desde donde se construye y se justifica el saber) fueron claves al momento de garantizar su lugar como el centro del nuevo sistema-mundo. Estas estrategias fueron la negación de la coetaneidad en el tiempo- tomando las definiciones de los investigadores Santiago Castro Gómez y Ramón Grosfoguel- y el establecimiento de jerarquías del conocimiento. De esta forma Occidente logró instaurar que las sociedades pueden coincidir en espacio pero no en tiempo y que existen diferencias de jerarquía en el conocimiento de cada una. A través de estas estrategias nace la oposición entre cultura y tradición, que nos compete especialmente para el tema que buscamos desarrollar en este caso. Al igual que hizo Europa al avanzar con la conquista de América, Israel hoy busca mostrarse por encima en la jerarquía de conocimientos en comparación con Palestina. El objetivo es el mismo, justificar su avance colonialista demostrando al resto del mundo que es “más avanzado”, “más civilizado” que aquel a quien busca destruir. La diferencia recae en que, en esta nueva modernidad, el lugar e importancia de los derechos LGBTIQ+ se convirtieron en un nuevo parámetro de modernidad y civilización. Según la Investigadora Karina Bidaseca, la progresiva inclusión de los derechos lgbt dentro del aparato legal y normativo de los denominados países desarrollado ha permitido el establecimiento de una jerarquía geopolítica que marca el nivel de modernidad y madurez de un país con base en la aceptación de los derechos lgbt, creando así fuertes efectos racistas.
A través del llamado internacionalmente “Pinkwashing” Israel busca “lavar de rosa” sus crímenes de guerra. En una época en la que cualquier evento internacional es presenciado en tiempo real por todo el mundo a través de las redes sociales, la necesidad de utilizar estas herramientas justificativas se vuelve crucial. Es por ello que hoy podemos encontrarnos con publicaciones como esta:
En esta publicación, realizada por la cuenta oficial del Estado de Israel, enuncian: “la primera bandera del orgullo izada en Gaza” y sostienen que se hizo con la intención de generar un “mensaje de esperanza para la gente de Gaza”. El mensaje posee una retórica salvacionista que busca justificar la ocupación colonialista. En otra cuenta de twitter, destinada a difundir propaganda pro-Israel y viralizar comunicados e interpretaciones favorables al Estado y al IDF podemos encontrar publicaciones de este estilo:
Este discurso no solo busca generar una retórica salvacionista y justificar el avance colonial, sino que también borra la existencia de las personas palestinas LGBTIQ+ que están sufriendo, igual que el resto del pueblo palestino, la ocupación israelí. La apropiación de los símbolos deja a muchos palestinos queer bajo una doble opresión. La experiencia de un veterano activista queer palestino llama la atención sobre este punto; “Cuando Daoud, pasó recientemente frente a las banderas arcoíris colgadas por el mes del Orgullo en la antigua ciudad portuaria de Jaffa, un centro histórico de la cultura palestina, lo invadió una oleada de repulsión.(…) El símbolo más famoso de la liberación LGBTIQ+ ha sido tan cooptado por el Estado israelí que, para un palestino gay como él, ahora solo sirve como recordatorio del horror que se desarrolla a apenas 60 millas al sur.” Y no es el único caso, frente al fuerte énfasis publicitario sobre el Orgullo de Tel Aviv activistas queer palestinos lanzaron una campaña de boicot en la que sostuvieron: “el orgullo de Tel Aviv de israel dice celebrar la diversidad, pero bajo el arcoiris de israel se esconde más de 70 años de ocupación, colonialismo y apartheid”
Esta estrategia no solo se basa en las herramientas originales de dominación colonial, sino que forma parte de una larga tradición colonialista, especialmente contra sociedades musulmanas, de utilizar el género y la sexualidad para justificar, de forma hipócrita, niveles más altos de civilización. Los diversos trabajos de Isabel Jiménez-Lucena y Madina Tlostanova resultan muy ilustrativos sobre este punto. En su trabajo sobre la situación de las mujeres marroquíes en contraposición con las mujeres españolas Jiménez-Lucena explica que “la cuestión de la mujer” era considerada uno de los aspectos más relevantes del atraso de los países colonizados; tanto que sirvió para justificar la supuesta imposibilidad que tenían las sociedades musulmanas para aproximarse a la sociedad europea, es decir, a la modernidad. En sus trabajos explica que las mujeres y las relaciones de género marroquíes constituyeron un argumento que legitimaba la diferencia colonial y la colonialidad del poder. De hecho, va un paso más allá y sostiene que la importancia que juraban concederle al lugar de las mujeres marroquíes era contradictoria con la poca importancia y lugar que le daban a “sus” mujeres en España. De la misma forma en la que Israel utiliza los derechos LGBTIQ+, se utilizaba sobre estas mujeres marroquíes una retórica “salvacionista”, la necesidad de salvar a estas mujeres (o en la actualidad, como vemos en el caso de Israel, también a la comunidad LGBTIQ+) de una sociedad atrasada, tradicionalista (dicotomía tradición/cultura). Tlostanova redobla la apuesta y plantea que esta supuesta liberación del tradicionalismo de las mujeres de Asia central y del Cáucaso, en vez de salvarlas como pretender hacer creer los países colonialistas, solo lleva la completa pérdida de todos sus derechos elementales dentro del modelo de globalización neoliberal. Cuestiona de lleno toda la pantomima salvacionista, llevándonos incluso a cuestionarnos las raíces coloniales de la mayoría de las teorías de género, ya que plantean un ideal de liberación patriarcal basado en la modernidad y pensado exclusivamente para Occidente, al mismo tiempo que encierra epistemológicamente a todas las sociedades no-occidentales y no-cristianas en un patriarcado bárbaro e incivilizado. Y si nuestras teorías de género cuentan con bases colonialistas, las raíces de lo que discuten no se quedan atrás. Muchos estudios decoloniales sostienen que la naturaleza patriarcal de las sociedades tradicionalistas es en realidad un mito occidental y que en muchos casos las cualidades patriarcales que tanto se critican, y que sirven de excusa para catalogar a distintas sociedades como inferiores o atrasadas, fueron introducidas por y con la colonización y la modernización. Siguiendo esta línea de pensamiento, Occidente habría instalado las diferencias patriarcales que luego utilizaría como herramientas de justificación de la expansión colonial. Podemos basarnos de nuevo en los trabajos de Tlostanova, en los que explica de forma muy clara como en la historia de Asia central, al igual que en otros espacios colonizados, los terribles excesos de las prácticas patriarcales discriminatorias fueron resultado de la colonización y no de las características iniciales de la sociedad asiática o islámica. La investigadora plantea a este respecto la necesidad de llevar adelante una “descolonización mental” que nos permita ver de forma real la diversidad sexual y de género que poseen las sociedades musulmanas, diversidad que muchas veces supera la concebida en los parámetros occidentales.
Podemos encontrar incontables similitudes entre la utilización de la situación de las mujeres musulmanas como justificación de la expansión colonial en el pasado y la utilización de los derechos LGBTIQ+ para la empresa colonialista actual israelí. En ambos casos se utiliza una situación, que muchas veces es consecuencia misma de la experiencia colonial, para “demostrar” el nivel civilizatorio de una sociedad que se busca conquistar. Ambos casos cargan con una fuerte hipocresía y generan que el colectivo que supuestamente se busca proteger esté expuesto a una doble opresión: de género/sexual y colonial.
Con todo lo recién expuesto ¿Significa esto que debemos rechazar el lugar y la lucha de las comunidades queer en Israel? No lo creo, pero sí debemos intentar realizar la descolonización mental planteada por Tlostanova y comprender la lucha por los derechos de género y LGBTIQ+ como una lucha multiforme, que invariablemente debe poseer una faceta decolonial. La “carta” presentada por el colectivo queer palestino en la página de instagram “Ward gaza queer” evidencia claramente esta necesidad:
“Desde abajo de los escombros, desde las sombras rotas dejadas por los bombardeos, el genocidio y la hambruna, les enviamos estas palabras; no para pedirles su compasión, sino como una voz viva que resiste múltiples capas de opresión, luchando para no ser borrada. Somos queers en Gaza. Existimos. Amamos, tenemos miedo, resistimos y soñamos… igual que ustedes. Mientras ustedes salen a las calles bailando, gritando por el amor y la libertad, nosotrxs nos escondemos en la oscuridad. No sólo de los aviones de guerra, sino también de ojos que se niegan a vernos como seres humanos, de sistemas que nos matan con bombas y otros que nos matan con silencio, negación e indiferencia mientras morimos de hambre en esta guerra genocida. Nos negamos a ser instrumentos para blanquear el colonialismo y el apartheid. Rechazamos que nuestros derechos sean instrumentalizados para lavar la sangre de nuestras niñas y niños. Y nos negamos a ser borrados del relato. Al igual que el resto de nuestro pueblo, somos víctimas del colonialismo. ¡Amplifiquen nuestras voces! No porque no tengamos voz, sino porque nuestras voces son enterradas bajo los escombros todos los días. Llévennos en sus corazones, en sus marchas, en sus cantos. Que su lucha permanezca incompleta hasta que sea libre del colonialismo, de la complicidad y de la selectividad. No hay orgullo si no nos incluye a todxs. No existe libertad si no puede atravesar los checkpoints, las vallas y los muros.
Con amor y rabia,
Palestinxs queer de Gaza”
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