TODAS LAS PELÍCULAS VAN AL CIELO VOL. II: EL BLOCKBUSTER CONTRAATACA
Por Cristian Calavia
23/09/2021
Cuando una persona critica una película, la mandan a hacer películas. Cuando a un director de cine le preguntan sobre una forma de hacer películas y responde lo que le parece, es acusado de soberbio por usuarios y colegas. Todo eso pasa en twitter, donde nadie (absolutamente nadie) nos pide una opinión acerca de nada y la damos igual.
Las redes sociales son lugares extraños en los que no parece existir la posibilidad de una discusión real; un intercambio de puntos de vistas que logre llevar el debate a otro nivel. A veces, incluso, da la sensación de ser un espacio destinado a la militancia ciega de cualquier asunto en el que el cine y sus distintas formas están lejos de ser la excepción.
¿Se puede discutir constructivamente sobre algo tan subjetivo como una obra artística en las redes sociales? ¿Se puede discutir constructivamente sobre algo en las redes sociales? ¿Qué lugar ocupan los contenidos que consumimos en nuestra propia identidad? ¿Por qué a veces nos tomamos tan a pecho las críticas a nuestras películas, series, personajes o artistas favoritos?
*Alerta spoiler: puede ser que la tecnología no sea otra cosa más que lo que hacemos de ella, así como también puede que una película no sea más que el efecto que genera en quien la mire.
En la previa al postergado estreno de Duna (Dune, 2021), su director Denis Villeneuve dio una entrevista al periódico español El Mundo la semana pasada en la que, al ser consultado sobre el panorama de la industria actual, dijo que “quizá el problema es que estamos delante de demasiadas películas de Marvel, que no son más que un copiar y pegar de otras”, y agregó: “Tal vez este tipo de películas nos hayan convertido un poco en zombies”.
Por supuesto, el repudio a los dichos del director de La Llegada (Arrival, 2016), Blade Runner 2049 (2017), Sicario: Tierra de Nadie (Sicario, 2015) y La Sospecha (Prisoners, 2013) no se hizo esperar. Los fanáticos del MCU (Marvel Cinematic Universe) no se lo perdonaron pese a que, en la misma entrevista, Villeneuve se mostró entusiasmado por lo que la flamante ganadora del Oscar a Mejor Directora, Chloé Zhao, podía llegar a aportar al subgénero en la inminente Eternos (Eternals, 2021).
Tampoco se hicieron esperar los comentarios de algunos colegas que se sintieron ofendidos por estas declaraciones. “Cualquiera que critique las películas de Marvel por considerar que todas son iguales a) no las ha visto todas y, por lo tanto, no debería asumir que son todas iguales, o b) las ha visto todas porque, bueno, en realidad les gusta bastante ver películas de Marvel”, escribió en twitter Scott Derrickson, director de Doctor Strange: Hechicero Supremo (Doctor Strange, 2016) a modo de respuesta a Villeneuve.
No es la primera vez que Derrickson responde a las críticas negativas al MCU de parte de grandes nombres de la industria. En 2019, el director de clásicos como Taxi Driver (1976) y Buenos Muchachos (Goodfellas, 1990) Martin Scorsese, dijo que las películas de Marvel “no son cine” y que se parecen más a un “parque de diversiones”. En aquel momento, Derrickson se sintió tocado y salió al cruce: “Como director, no me burlo del trabajo de otros directores, incluso cuando no me gusta algo que han hecho. Este trabajo es bastante difícil para todos y nadie se propone hacer una mala película”.
Ante la gran repercusión que tuvieron sus declaraciones, Scorsese escribió una extensa nota de opinión para el New York Times titulada “A qué me refiero con que las películas de Marvel no son cine”, donde expresa que, a pesar de reconocer elementos que definen al cine en las películas de superhéroes, lo que él no encuentra en ellas es “rebeldía, misterio o peligro emocional genuino” y que no toman “ningún tipo de riesgo”.
La polémica no quedó ahí. En una entrevista para el podcast Happy Sad Confused por el estreno de El Escuadrón Suicida (The Suicide Squad, 2021), el director James Gunn dijo que le parecía “terriblemente cínico” que Scorsese siga “enfrentándose a Marvel para obtener prensa para su película”. Sin embargo, en la misma charla también admitió que “hay muchos espectáculos de cine sin corazón ni alma que no reflejan lo que debería estar sucediendo”, que ama el cine de Scorsese y que su mayor desacuerdo con él pasa por su idea de que las películas basadas en cómics “no son cine de forma innata”.
El cine es arte y entretenimiento. Eso no los exime de tener que maridar con el factor económico, por supuesto. La discusión y el intercambio de ideas al respecto no son el problema. Nunca lo fueron y nunca lo serán.
Tampoco es ninguna novedad que hace ya unos cuantos años el subgénero de superhéroes y las grandes franquicias cinematográficas vienen copando las carteleras alrededor del mundo. Hay ejemplos de sobra y están a la vista.
En medio de la irrupción de las plataformas digitales y los medios alternativos que comenzaron a emerger de las profundidades de Internet para traer los estrenos de la gran pantalla casi en simultáneo, la industria encontró en este tipo de propuestas una forma para sobrevivir a su contexto: apuntar todos los reflectores al cine evento para que el gran público revalorice la experiencia en las salas y ese mismo efecto haga eco en taquilla.
Una consecuencia directa de este modelo de negocio adoptado por Hollywood fue que todo proyecto de mediano presupuesto se volcara cada vez más al streaming, al igual que la mayoría de los productos que no tuvieran una proyección de franquicia. De repente, las plataformas de video on demand no eran escenario exclusivo para la sobrepoblación de series que se avecinaba.
Hoy en día, el negocio del cine no pasa únicamente por la recaudación de una película en venta de entradas. La propiedad intelectual y la franquicia pasaron a tener un rol destacado por las posibilidades que brindan de expandir el negocio a otros rubros y elaborar campañas de marketing desde distintos lugares.
En base a este contexto, y retomando el primer acto de esta columna, lo planteado por Villeneuve días atrás está lejos de intentar subestimar o menospreciar a las superproducciones a las que él mismo dedica su carrera. Al contrario, apunta a la originalidad y relevancia artística de la que todo blockbuster es capaz cuando los grandes estudios se lo permiten.
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