ARTIFICIOS

QUIERO QUE ESCUCHES ESTO III: POLONIA, MI AMOR, PARTE UNO.

Por Lula Fenomenoide
23/07/2022

Hola, lector, lectriz, lectore. Espero que estos Buenos Aires de Julio te estén tratando bien. A mí el frío no solo no me gusta sino que me debilita, me desatura, me marchita. Pero cuando hace muchísimo frío, para darme ánimos hasta que llegue la primavera, pienso en lugares donde el frío aprieta más todavía y de vicio se me van los pensamientos a uno de mis países favoritos: Polonia. Por eso, este mes y el próximo te voy a estar contando cosas increíbles de musiquita que son de ahí y que –esto lo repito muchísimo y acá también voy a insistir varias veces— provocan esa sensación de trascendencia que buscamos siempre en el arte.

Porque lo que a unx le emociona de la música casi nunca es solo la música. No solamente en términos de la sonoridad en sí, de la instrumentación, las armonías, los riff, las voces, cómo se amalgaman los elementos o lo que hay más allá de la suma de sus partes. Ni de la letra, por supuesto. Lo que a unx, si es unx boludonx solemne y sensiblonx como una servidora, le emociona de la música son en gran medida las implicaciones, lo que representa.

Como cuando lloré con hipo mirando este recital porque estaba viendo desde Buenos Aires a unos tipos de Argelia tocando en París canciones en árabe con elementos españoles e incluso caribeños. Una sensación de que el mundo es grande inacabable infinito pero bien. Sin angustia. Como cuando eras chiquitx y leíste o te leyeron este cuento por primera vez.

Si esa vuelta me emocionó en el eje espacial esto que cuento ahora me emocionó en el eje temporal.

La otra tarde me puse a hacer una playlist con la pauta: versiones gotiquitas o medio darkis de canciones no gotiquitas, en principio, bien conocidas.[1] La tarea me cebó de más y más tarde me puse a buscar covers que no conociera de bandas que conociera o que no, y si bien en principio descartaba los temas cuya versión *original[2] no había escuchado nunca, eventualmente me puse a escucharlos. Uno de los links de la googleada mágica me llevó a unas playlist con un criterio casi idéntico en la plataforma 8tracks –malarda: muy difícil reproducir las cosas. No le anda el botón de ir al track anterior y como reproduce desde youtube muchos de los temas no estaban. Uno de esos era una versión de It’s no good de Depeche Mode por una banda llamada Batalion D’amour. Nada en spotify. La busqué en youtube y di con el cover – precioso. Volví a intentar en espoti y solo encontré un disco de 2016 de esta banda. Los nombres de los temas estaban todos en polaco. Pequeña prolepsis, para no decir foreshadowing: la próxima hablamos de lo que la rompen lxs polacxs siendo gotiquitxs.

[1] Parece una tarea sencilla y sin ambigüedades pero me encontré con estos tres problemas. En los dos primeros casos, entiendo que la canción en cuestión es tan insignia de la banda que versiona que en general ni recordamos que es un cover. En los tres casos en realidad el problema es que la canción ya fue parida en una sonoridad muy adyacente a la gotiquita. Rattles no eran gotiquitxs solo por la razón de que lo gotiquito todavía estaba tomando forma cuando sale este tema, en todo caso son predecesorxs. Gary Moore: hizo un tema con elementos celtas, dable inmediatamente a lo gotiquito, pero cantado con una sonoridad mucho más del hard rock. Y Rammstein no sé. ¿Rammstein es gotiquito?

[2] Otro día hablo del asterisco de versión *original

Entre los artistas relacionados aparecía una de las bandas de mi vida: Closterkeller. Esa era una línea que no había seguido: Closterkeller tenía que tener algún buen cover de un clasicazo. Busco en jusampel y encuentro que un tema que hacen es un cover de otro artista polaco. Lo busco y por la foto ya veo lo que confirmo después: es una especie de Roque Narvaja de allá. Estas equivalencias me generan ambivalencias siempre. No hace falta forzar las categorías para apreciar algo pero es real que siempre es útil tener un marco de referencia para lo que estamos por contemplar. De todos modos en ese momento la comparación me parece alucinante, lo investigo un poco. Se llama Tadeusz Woźniak (esto se lee: Tádeush Vóshñak) y parece que el tema es un clasicazo, ganó el Festival Nacional de la Canción Polaca (puede que el concepto Festival Nacional de la Canción sea lo más segunda mitad del siglo veinte de la historia de siempre en materia de música).

 

Aeropuertos 2000

Y es que es increíble como ciertas inscripciones genéricas (del género musical, quiero decir) son tan propias de una época que quedan congeladas ahí y al mismo tiempo tan transversales geográficamente que pueden aparecer en lugares tan distintos. La canción *original sonaba sin ningún lugar a dudas a los setenta, a esa sonoridad transparente, a esa severidad angustiante, a las voces claras y frontales con fuertes vibratos atrás, de riffcitos de guitarra muy simples y una sección de coros casi gospel al final. Yo pensaba que eso existía nada más en Latinoamérica y que se vinculaba únicamente con eso que me da un poco de ganas de morir que es la trova. Traté de buscar algo más de esto apoyándome en varias referencias a la música beat, pero aparecen ya algunas ambigüedades con el rock de esa época (o más bien con lo que taxonómicamente queda en el lugar del rock, por pervivencia temporal de esas obras o por sus mutaciones posteriores) y las búsquedas redirigen a eso que me aburre y que prefiero evitar que es la música en inglés.

Volviendo: el nombre de la canción es Zegarmistrz Światła (“segármish shviátua”) que en español sería algo así como El relojero de la luz y refiere a Dios, al tiempo, a la muerte. Está en un disco homónimo que escucho cuando va cayendo el sol de esa tarde y me hace muy feliz.

Como siempre: es una verdad de perogrullo, pero solo escuchando música de distintos lugares del mundo, de orígenes que unx imagina tan distintos al propio, unx se da cuenta hasta dónde calan los estilos y las tendencias de un momento. Todos los países, todas las regiones tienen historias distintas e idénticas. Todos los países tienen camadas de artistas que perteneciendo a un palo más contemporáneo y globalizante versionan un clasicazo de su propio país. Es una cuestión de respeto, de reconocerse parte de una especie de linaje, o de una tradición; de sacar a pasear a los duendes que habitan la canción vestidos con ropas diferentes a las de la última noche. Acá pasó con estos compilados buenísimos de Yolanda Discos cuyo lanzamiento me dio una alegría bárbara: vayamos más a las fuentes. Seamos parte de una tradición y pensemos en conocer otras que imaginemos distintas. Quizás encontremos que no lo son tanto.

Hoy quiero que escuches:

Zegarmistrz Swiatla – Tadeusz Wozniak (1972)

La versión del tema homónimo por una de las bandas de mi vida

Y la próxima te cuento más de esa banda y de otras que marcaron mi adolescencia desde ese país eslavo que imaginamos tan lejano. Te lo acerco, te lo traigo en bandeja; si no, ¿para qué estoy?

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