Economía
Diario de un inversor fracasado
Convertirse en un verdadero operador bursátil. Motivado en igual medida por la curiosidad y la necesidad, el resultado es un completo manual de anti-ayuda financiera para principiantes. Diez días en la bolsa desde la perspectiva de un novato total.
Por Nicolás Fava
16 de julio de 2024
En algún momento de enero, el autor de estas notas decidió explorar el mundo de las finanzas. Sin mayor información, formación ni teoría, sucumbió al boom de las trading apps. Pura empiria: bajar una aplicación, comprar acciones, bonos. Convertirse en un verdadero operador bursátil. Motivado en igual medida por la curiosidad y la necesidad, el resultado es un completo manual de anti-ayuda financiera para principiantes. Diez días en la bolsa desde la perspectiva de un novato total.
Día 1
Una vez registrado en la app, no podía esperar. Hay acciones, hay CEDEARS, que son certificados de participación en acciones de empresas extranjeras, hay bonos, y todo tipo de títulos, paquetes de inversiones y muchas otras cosas etéreas para comprar. Mi entusiasmo de principiante apuntaba específicamente a la experiencia de poseer parte de una gran empresa, lograr autopercibirme propietario de un gran negocio.
Lo primero que hice fue adquirir un par de cedears de Intel, Coca Cola y Alibabá, a los que para simplificar les voy a decir acciones, aunque es importante en la práctica su distinción.
No me pregunten por qué compré lo que compré. Sabía que la primera es la marca de procesadores por excelencia (casi todas las computadoras que tuve tenían un procesador Intel) y Coca Cola, bueno, todos sabemos que tiene el monopolio de la Coca Cola. Ojo con los monopolios, decía un profesor de economía, porque podés tener el monopolio de las medias para mosquitos y que nadie te compre. Alibabá, en cambio, no sé de dónde se me ocurrió. En ese rubro, Amazon es más conocida de este lado del mundo. La decisión podría atribuirse a alguna inclinación anti occidentalista de mi temperamento. Era más barato también.
En verdad, hubiera querido AMD o NVIDIA en vez de Intel, pero era mucha plata. Lo de caro y barato es difícil definir en estas cuestiones, porque implica tener en cuenta demasiada información. Lo de Coca fue sencillo. Mi razonamiento: vamos con una industria tecnológica, una del mundo de la alimentación y algo vinculado al comercio o transporte, que son dos kioscos que siempre (ponele) van a crecer. Después escuché que Coca es la empresa nodriza del portafolio de Warren Buffet, y que vendría a ser como una opción hiper conservadora. Nada raro, nada osado.
Durante las siguientes horas, a partir de chusmear un poco, más algún consejo recibido, diversifiqué mis inversiones. No parecía razonable recostarme en tres activos, pero no me quedaba mucha guita. Tenía que guardar algo para hacer las compras. Así que sumé empresas con la acción barata, un par argentinas por puro patriotismo y un bono, que dicen sirve para cubrirse de la inflación y sería la opción más razonable de mi combo de apuestas.
Al final del día, los únicos números en verde eran los de las primeras tres empresas, que había elegido sin mayor criterio, con el sentido común más pedorro, casi sin pensar. El saldo de la jornada fue positivo. Después de estresarme viendo números subir y bajar me sentí un cachorro de lobo de Wall Street. No importaba que me digan que en dólares y respecto de la inflación mi ganancia era insignificante. El número final estaba pintado de verde y yo ya estaba adentro.
Día 2
La panacea de la autonomía financiera no parece estar muy cerca. Mi segunda jornada bursátil cerró igual que la primera. Todas las acciones de mis empresas argentinas bajaron su precio. Las extranjeras, dan casi suma cero. ¿Dios le da sus peores negocios a sus mejores inversores? Tal vez. Sobrevivo a base de Coca Cola y un bono. Sin embargo, me siento más maduro como inversor. Miré videos de pibes notoriamente más infelices y aprendí varias cosas, por ejemplo, a leer las «velas japonesas» de esos gráficos estrambóticos. Si ayer estaba en el nivel cero, hoy estoy en el uno.
También pude delinear una especie de cartera con mis inversiones repartidas en varios frentes, que aparentemente estaría siendo ultra conservadora, porque no se mueve mucho en ningún sentido. Cada vez que hago una compra, el sistema me dice que no se adecua a mi perfil de inversor, que por el formulario que respondí sobre mi experiencia, es el de un novato total. El sistema quiere que haga otro tipo de operaciones. Me hace bien saberlo.
En la diversificación compré una acción de Boeing. El finde vi la noticia de que la puerta de emergencia de un avión voló por los aires en pleno despegue. Todas las unidades de un modelo estarían viniendo con el burlete fallado. Fui a ver la acción de la empresa: bajaba de precio, sostenidamente, durante días. Okey, me sirve. Esa fue mi primera operación basada en información. Tiburón.
Estuve pensando que una de las claves para dedicarse a esto es tener la capacidad de ver todo rojo, perder y perder, una y otra vez. Poder ver pulverizado tu capital y seguir, hasta que la curva despegue, o se erecte, como pene de viejo enviagrado, como el valor de la acción de la empresa -y seguramente el miembro-, de Eduardo Eurnekian, el dueño de Corporación América, cuando Milei ganó el balotaje. No podría afrontarlo. Eso de perder tanto, digo. No todavía.
Y me di cuenta de que es crucial el tema de los ciclos en el mercado de acciones. Ciclos largos y ciclos cortos. Los ciclos cortos son como un mercado minorista. Compro a las 11, vendo a las 14. Me hago diez dólares, o lo que sea. Y sigo. Y así sucesivamente. Hasta que la cabeza estalle. Parece que es lo que hacen los pibes. Daytrading me enteré que le dicen. Los ciclos largos, en cambio, son carreras de resistencia, para gordos, pesos pesados. Pongo una torta y me la banco hasta que la torta valga cincuenta tortas o más.
Los inversores pobres no tenemos ni el tiempo disponible para operar en ciclos cortos ni el capital para afrontar ciclos largos. Entonces la pregunta es: ¿meses o años? Según la ansiedad, podría ser la respuesta. O según la empresa y la industria. Por lo que veo, hay mercados históricos y mercados histéricos. Además, no podemos darnos el lujo de pagar comisiones por cada movimiento. Así que hay algo de sentarse a mirar. O salir a buscar señales. En internet, la calle. Nadando en los turbulentos mares de signos, como un auténtico shark. O bien sentarse en un bar con cara de pescado a reflexionar. Y pensar un rato con alguna parte del cerebro ajena a la lógica de la valorización. Como la parte que se usa para escribir.
Día 3
Ayer salió la noticia de que el mejor broker del mundo es argentino. No sé quién o qué tipo de ranking le dió el título. Parece que su técnica incluye mecanismos automatizados, que por lo poco que entiendo serían cruciales para no estar viendo la pantallita como un gil y haciendo clicks todo el tiempo. Pero primero hay que saber hacerlo uno mismo. El que no sabe hacer no sabe mandar, dijo alguna vez Aristoteles refiriéndose a la inteligencia artificial. No conozco al pibe y creo que no lo quiero conocer. Eso sí, orgullo nacional. Siempre está bueno ser parte de la tribu que tiene a los mejores en cosas, sean jugadores de fútbol, pianistas, milanesas o representantes de Dios en la tierra. El chovinismo no pega con el mundo de las finanzas, pero así somos, qué va a ser.
La cosa es que hoy decidí no darle tanta bola a los movimientos de las acciones. Soltar un poquito. Había estado medio idiotizado. ¡Qué diría mi psicóloga si escuchara por dónde rumbean mis obsesiones esta vez! De todas formas, sigo maquinando. Fui al banco y abrí una cuenta en dólares. Aunque hace rato tomé la decisión financiera de no comprar dólares para poder estar patrióticamente subsidiado en todo lo que pueda.
Mientras hacía la cola en el banco, y gracias a esa política de desintoxicación virtual que tienen que te hacen soltar el celular, pensé en la cuestión de las referencias en todo este asunto. A quién escuchar. Si al mejor broker o a un banco o una consultora tipo de esas que miden el «riesgo país», como la de Juan Pablo Morgan. O sea, quién tiene la posta. Y qué tanta posta se puede tener. Los datos son infinitos. Nadie puede procesar todas las variables implicadas. Aunque estar al tanto de algunos trazos gruesos o tener información privilegiada (guiño, guiño), seguramente reduce riesgos. Yo solo me fío de mi hermano, él está en esto hace rato. La opinión de expertos no es tan interesante. Y en el medio hay un montón de youtubers “especializados”: ¿qué hacen haciendo videos?
Finalmente, fue el peor día de todos. Ni en pesos gané respecto al día anterior. Aunque todavía no resulta peor que haber tenido esos pesos durmiendo en el banco. El sharkmood de hoy fue la paciencia. Poder ver los números subir y bajar sin hacer nada. Mi pequeño orgullo inversionista está intacto. Aunque sé que voy a necesitar mucho más de él para el futuro. Lo tomaré como una gimnasia espiritual, para templar mi alma, para fortalecer el músculo mercantil de mi conciencia. Todavía no siento esa especie de fe que veo en la gente que se dedica a esto. Sé que en algún momento se las voy a envidiar, como esos gnósticos que dicen que desearían creer en Dios pero no pueden.
Día 4
La ciudad está llena de mosquitos y de gente psíquicamente complicada, lo cual debe ser una tendencia mundial. Ya estuve averiguando qué empresas fabrican repelentes y antidepresivos. No es joda el asunto psíquico. Los ánimos están por el piso y repercuten en todos los órdenes de la vida. Parece que el desequilibrio mental ya es el factor constitutivo de una nueva clase social: el libidotariado. Estar bien anímicamente redunda en un privilegio y divide a la población con un clivaje de nuevo tipo.
El gobierno de Milei apenas cumplió un mes y ya nos arrojó a una gran masa de argentinos a la aventura bursátil. Las conversaciones sobre el tema se multiplican. En grupos de Whatsapp, en el trabajo, en redes. Es todo un fenómeno social, del que soy parte. Los gobiernos lamentablemente hicieron que todo esto se popularice, en la depreciación de la vida frente al capital, en la paulatina uberización de todos los aspectos de la existencia. Al punto que hacerse “dueño” de una porción de Coca Cola, de Microsoft o de Tesla está más a mano que ayudar a un vecino con su micro emprendimiento.
Al fin y al cabo es comercio de cosas, algunas más reales que otras, como en todo el universo de transacciones ya conocido. No hay tanta diferencia entre operar en la bolsa y participar de la compraventa de artículos usados en el marketplace de Facebook. Ahora mismo se me hace una mera distinción estética. Pero ¿en qué momento llegamos al consenso de que las reglas del comercio ordenarán toda la vida social? Que todos deberíamos ser comerciantes. En mi mundo, esa es una tarea específica. Una actividad loable y hasta portadora de cierta mística. Pero algunos queremos ser otra cosa. No sé cómo debería funcionar la sociedad, pero tanta gente pensando en inversiones con el único afán de mantener su nivel de vida no me parece correcto. No obstante, hay que dar testimonio de lo que está pasando. Dejarlo asentado para la posteridad. ¿Alguien más estará escribiendo un diario sobre su primera experiencia en la bolsa?
El mes que viene va a subir todo más que mi sueldo, y además se actualiza el precio del alquiler. No creo que vaya a sobrar mucho para invertir. Desearía poder hacerlo, ampliar mi portafolio, tomar nuevas decisiones con más experiencia. Así que no queda otra que gastar menos. Dejar de usar Uber confort y pasarme a Didi moto, ya dejé de probar vinos del chino y me volqué al Amargo Obrero con soda y limón, tal vez mis nalgas no precisen realmente papel higiénico tan suave. ¿Estaré enloqueciendo? ¿Ya me hice adicto a las finanzas, o es la actitud más razonable que puedo tener? En el medio, gente que necesita una mano. ¿Cómo voy a permitirme especular? Tengo motivaciones científicas además de económicas, me digo para matizar el golpe de la culpa. Quiero entender, no solo salvarme. Cada día al menos dos personas en el camino de mi casa al trabajo me piden plata. Con el billete de mayor denominación ya no se compra ni un kilo de pan. Me imagino a algunas de esas personas preguntando por qué no me ayudás. No se me ocurre ninguna explicación válida.
Día 5
Es viernes y mi cuerpo no lo sabe. Estoy cansado, jefe. Cuando tomé el subte no me sentía un lobo de Wall Street perdido entre la gente, ni me preocupé por cómo abrirían los mercados. Solo quería llegar temprano a la oficina para no irme tan tarde, alcanzar a dejar la ropa en la lavandería, comprar algo para la cena.
Me dediqué al tema solo un momento para averiguar por qué American Airlines me está haciendo perder plata. Parece que el sindicato cerró un acuerdo que baja las expectativas de ganancia de la empresa. Bien por ellos. En mis cuentas impactó mal.
Por ahora agradezco que no me haya ido bien. El éxito prematuro es de las peores circunstancias de la vida. Solo superable por el reconocimiento post mortem. Quienes la pegan muy rápido en cualquier cosa se convierten en seres horribles. Y un poco ya me aburrí.
Día 6
Tuve que decidir cómo contabilizar los días en este diario. No me había percatado. Las bolsas de Argentina y Estados Unidos funcionan más o menos entre las 11 y las 17 de cada día hábil. La nuestra abre un rato antes y la de Estados Unidos cierra un poco después, lo que puede ser engañoso. El tema es que los fines de semana y feriados los números no se mueven. Así que en esos días no hay mucho para hacer más que mirar las noticias y prepararse para la apertura de los mercados. Entonces decidí: cuando no hay bolsa, no hay diario. Por eso, este día seis del diario representa el sexto día de operación en el mercado de acciones, pero no el sexto día calendario.
El fin de semana estuve viendo algunas entrevistas a gente que se dedica al trading. Son gente simpática, pero bastante aburrida en sus conceptos. Nada de lo que dicen tiene mucha sustancia. Están fascinados con una red de conceptos técnicos, una jerga. Es bastante chocante percibir que creen que saben algo por el hecho de poder articular algunas palabras en inglés para justificar su comportamiento. Stock, bull market, forex, stop loss. Se ve que también está muy de moda hablar del factor emocional en el oficio. La euforia es muy mencionada, y hay toda una vertiente psi de metodologías para interpretar y decidir. “Toda la gracia de esto es empezar a hablar como si supieras, porque es lo único que vas a ganar”, me dijo una amiga.
Día 7
Entre los debates nacionales que surgieron con las primeras decisiones del gobierno está qué va a pasar con el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSES. Un fondo compuesto por acciones de empresas argentinas, desde Aluar hasta Clarín, pasando por bancos, empresas de energía, aeropuertos, bonos y otros tipos de títulos, algunos de los cuales vienen de la estatización de las AFJP. Busqué informes técnicos de su composición, que entiendo muy poco pero son muy interesantes. Aparentemente los jubilados son dueños de una parte importante de la industria nacional. Tienen algo de Techint, Banco Macro, Pampa Energía, Molinos Río de La Plata, Galicia. ¡Mirá los abuelitos! Me sorprendió ver que las acciones argentinas en las que había depositado intuitivamente mis escasos morlacos coinciden más o menos con lo que un equipo de consultores expertos evaluó que serviría para cuidar la plata de los jubilados. La cuestión es si durante este gobierno, de algún modo, van a provocar la baja de precios de las acciones para que el Estado pueda vender barato su participación, en una suerte de “devolución” de ese pedacito de las empresas al sector privado. Esto, que pone en riesgo el financiamiento de toda la seguridad social, por supuesto también me llena el culo de preguntas.
Día 8
Volvió el color verde a mi portfolio.
A esta altura me parece claro que los grandes negocios surgen de información vinculada a la geopolítica (como advertir a tiempo una pandemia) y los pequeños negocios del día a día, de mirar el sube y baja todo el tiempo en una pantalla, lo que se me hace todavía más timba. El tema timba es una constante al hablar de estas cosas. Se asocia el mundo de las inversiones al de la lotería. Pero ningún dato de sorteos previos en juegos de azar sirve para anticipar. Curiosamente hay gente que igualmente juega teniéndolo en cuenta. En vez de elegir números por sueños, aniversarios o simples pálpitos (sería lo más razonable), juega un número que hace mucho no sale como si eso tuviera alguna relación estadística con que salga pronto, o al revés, apuesta a un número “salidor”. En el casino, en cambio, hay ciertos juegos como el Black Jack donde tener un criterio estadístico puede reducir pérdidas a largo plazo, así como en la ruleta hay determinados movimientos, usualmente prohibidos o limitados que pueden cumplir el mismo fin. Esto se parece más al hipódromo, donde un caballo favorito paga poco y un caballo menos favorito paga más. Se entiende que el favorito tiene más chances de ganar otra vez, porque viene ganando, pero no necesariamente sucederá. Puede que el caballo no haya dormido bien la noche anterior, que haya tenido pesadillas de caballo o que se haya estresado camino al hipódromo porque la panamericana estaba cortada por una organización de izquierda y el equino naturalmente pro capitalista haya llegado ofuscado y le vaya mal. Macrodatos, microdatos, todos en juego al mismo tiempo. Hay una información de trazos gruesos bastante popularizada a través de algunas revistas que se suelen repartir a la entrada de los grandes hipódromos y que cumplirían la misma función que internet en el mundo bursátil, pero hay mucha otra data de las carreras que no sale ahí, que no podemos saber o no tenemos recursos para procesar, como ocurre con los balances de las empresas.
Día 9
Se prendió fuego el motor de un Boeing en vuelo. Las imágenes son increíbles. Apenas al despegue empieza a disparar una llamarada para atrás como un dragón en plena crisis hemorroidal. Naturalmente, nos enfrentó a los propietarios con una decisión importante. El precio de las acciones caería nuevamente, cuando aún se estaba recuperando del accidente anterior. ¿Es momento de vender a pérdida o de comprar nuevamente en lo que podría ser el mínimo, apostando a remontar vuelo otra vez? También hubo fuertes expectativas en las acciones de Airbus, la principal competidora. Es un duopolio. Pierde una, gana otra. La acción de Airbus está en sus máximos históricos, la de Boeing todavía no se recupera de la pandemia. Los datos gruesos no se relacionan solo con la cantidad de aviones que fabrican, venden y entregan sino también con las subvenciones que reciben de sus gobiernos (Estados Unidos y la Unión Europea), sus inversiones en investigación y desarrollo, y otras industrias aledañas, como la de aviones militares, helicópteros y submarinos. Detrás de Boeing está el Departamento de Defensa de Estados Unidos, la empresa es el segundo contratista de defensa más grande del mundo pero hace varios años que Airbus viene soltando más aves metálicas. Me cansé de ver cosas y no sacar conclusiones. En el interín aprendí lo que significa el ratio en el mercado de cedears, que lo escuchaba por todas partes y me sonaba a chino, y el concepto de valor intrínseco de las acciones. También conocí la popular expresión “Cripto-Gym-Bro”. Me gustaría hacer un curso en la bolsa para terminar de entender el idioma, pero no tengo tiempo. Finalmente abrieron los mercados y no pasó nada con Boeing. Respetó su electrocardiograma habitual, moviéndose muy poco durante el día, con un cierre a la baja no muy considerable.
Día 10
Hoy no tengo ganas de escribir, ni de nada. Me punguearon el celular en el subte. Un profesional, ni me di cuenta. Toca seguir con los trámites pertinentes. No hay tiempo para las inversiones. Y creo que me voy a enfermar. Dicho en dialecto, full bearish.
Lo más interesante que pasó vinculado a este mundo es una noticia sobre las inversiones de Cristina. Salió en su declaración jurada que posee acciones de empresas de Estados Unidos y la India, el índice Nasdaq y un par de empresas argentinas, Bioceres y Mercado Libre. Coincidimos solamente en Coca Cola.
Las finanzas están llenas de metáforas aplicables a las personas. Volatilidad, riesgo, conservadurismo, expectativa, caída, recuperación. Cada dibujo de esos gráficos bien podría representar el arco narrativo de una vida. Como el mito de Sísifo con la piedra que sube y cae, sube y cae y en el algún momento de su trayectoria se funde con la eternidad.
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