Música

Sobre escenas y amateurs

Una escena, o una movida, es una subcultura organizada alrededor de una práctica artística y se sostiene sobre 3 elementos: una forma de habitar la ciudad, un público y amateurs. Este ensayo reflexiona sobre tácticas y estrategias para enfrentar la lógica capitalista de la cultura mainstream.

Por Máximo Cantón
03 de septiembre de 2024

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Una escena, o una movida, es una subcultura organizada alrededor de una práctica artística. Se sostiene sobre tres elementos fundamentales.

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Una forma de habitar su ciudad. Tiene sus propios lugares donde hacer eventos, su forma de decorarlos, sus horarios de circulación. Tiene sus espacios para iniciarse y para llegar que son particulares a su propia lógica, y construye parte de su identidad en encontrarlos y redefinir el espacio en el que se vive. La noche, aunque no sólo la noche sino el tiempo de la escena, habilita en esa forma una recuperación simbólica de aquello que se pierde durante el día.

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Un público. Este se percibe como parte de la escena y lo hace parte de su identidad. Hay una forma de ir a y conducirse en los eventos. En un sentido, una escena se vuelve una forma de traducir una intensidad en una práctica colectiva.

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Amateurs. La escena se ordena alrededor de una práctica artística que realizan, mayormente, amateurs. Esto no quiere decir nada respecto de la calidad de su oficio o de su talento – es frecuente ver amateurs desconocidos con un oficio más pulido que un profesional – sino de la motivación y el contexto en el que trabajan. Su oficio se cultiva para y en la escena: solo ahí pudieron fracasar con la frecuencia y la contundencia necesarias. Su talento no fue trabajado, primordialmente, para llenarse de guita y de fama. La plata no espera ni sabe aburrirse.

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En Saber interdisciplinario y sociedad, Pino Solanas – cineasta documental, militante político – dice “Todo proyecto político tiene como fin estratégico realizar una utopía cultural, es decir, una concepción del hombre y la sociedad.”

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Las escenas tienen también entonces potencia política. Proponen, en su forma, un uso del tiempo y una concepción de la sociedad y las personas.

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Cuando el influencer-fitness-financiero-coach-de-vida Llados dice en un video viralizado, y ridiculizado, que “no duerme porque dormir es para perdedores”, no está haciendo más que personificar la concepción emprendedora del uso del tiempo que hoy es hegemónica: el tiempo es solo para producir.

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En ese sentido, la escena hace un uso del tiempo no-productivo. Sus eventos establecen una duración específica, una periodicidad propia y una administración particular de los estímulos.¿Qué música suena? ¿Qué drogas se consumen? ¿Cuánto show de luces se necesita para no mirar el celular durante un set? ¿Qué es necesario para no aburrirte? Cómo decide el evento esa administración dice mucho sobre cómo lee a su comunidad (pero esto también funciona al revés).

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En un refrito triste de Margaret Thatcher, el diputado José Luis Espert de La Libertad Avanza declara que “Viene una Argentina cuyo centro es el valor del individuo y no colectivos innominados como la ‘Patria'”. Esa línea política también es la síntesis de una cultura.

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La escena cultural es, aún en ese contexto, un espacio eminentemente colectivo. La experiencia primordial y la memoria sensible más importante de la escena es colectiva y no individual. El amateur puede experimentar en tanto existe esa comunidad que le reconoce ese trabajo y le permite fallar.

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La experiencia individual en la escena existe y es relevante, se construyen identidades en función de la pertenencia, pero lo fundamental de una escena sucede dentro de un espacio acústico: existe en tanto lo comparten todas las personas que están ahí escuchando, viendo, siendo parte. Es una forma específica de vivir la cultura que depende de la interdependencia entre sus miembros.

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Cada escena construye su propia visión de mundo. Es un lugar donde se define lo bello y lo terrible (todo trabajo de construcción de lo bello implica un trabajo de detección de lo terrible). Es tan política la definición que hagan como el hecho mismo de que sea posible producir nuevas definiciones. El contexto colectivo no es menor: no es una categorización que hace y comparte un individuo para construir su marca personal – una reseña en Letterboxd, el Spotify Wrapped – sino que es un espacio de experimentación colectivo que es posible en tanto es tal.

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La pregunta por el rol de Internet en todo esto está al caer. Pero antes, un poco de diagnóstico de situación: está rota la escala de expectativas del oficio del artista. La promesa de la difusión por redes – que trajo de la mano la tiranía del contenido – estableció de a poco pero con éxito la idea de que el arte se hace con la intención de sacarle el máximo jugo posible para la marca personal o no se hace. El amateur es reemplazado de a poco por un creador de contenido profesional. En la medida que el emprendedor se come al artista, las propuestas que este trae a la luz se parecen más a una especulación sobre lo que funciona que a una experimentación sobre lo que se necesita.

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La organización de eventos, a su vez, también es tomada por la mentalidad emprendedora. Son pensados en función de un individuo que es un posible difusor del evento, una persona que le va a gustar y compartirlo en sus redes, y no en función de la comunidad que ya pertenece a esa escena. Esto es particularmente notorio en el crecimiento de estímulos visuales en espacios acústicos: qué bueno que viniste, voy a darte algo para que muestres que estabas acá.

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La cámara recorta, enfoca, registra para exportar. El micrófono es esclavo del ambiente.

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Esta prioridad que se le otorga al difusor rompe el dispositivo comunitario y del espacio acústico. Un evento pensado para la difusión es un evento pensado para quienes no están ahí. Así, le pone más valor en la mirada de los ausentes que los presentes (haciendo a los últimos sentirse observados).

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Con esa prioridad, no se puede discutir y replantear qué es lo bello, qué es lo terrible o producir nuevas definiciones de la comunidad. Porque, por sobre todas las cosas, no se puede fallar de forma segura.

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Romper el dispositivo comunitario hace que sea cada vez más difícil discutir en el plano sensible las definiciones establecidas. Para la cultura local muchas veces implica un posicionamiento forzoso dentro de una cultura global, cargada de más potencial de difusión pero alejada de lo propio. Como tener una piel que crece encima de otra.

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Crece la moda de las fiestas que son experiencias inmersivas y abren la pregunta de ¿No eran todos los eventos experiencias inmersivas? ¿No fue siempre una fiesta una experiencia inmersiva? Asistir como individuo a una fiesta y pasar a ser parte del latido que es una pista ¿no es meterse en algo y con eso es suficiente? 

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Mientras lo sonoro-colectivo del espacio acústico pasa a un segundo plano, predomina la experiencia visual-individual. Este foco inmersivo, pero también la lógica de brindar una experiencia eminentemente visual, está orientado a distinguir la marca del propio evento a partir de darle algo al individuo que puede usar para su marca personal, en detrimento de la comunidad.

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Un amateur en relación con una comunidad producen un relato con una visión de mundo. Un creador de contenido asocia su capital con un individuo para producir una experiencia.

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¿Y qué papel juega internet?

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En potencia, la promesa de la democratización de voces que traía internet implicaba la posibilidad de crear sus propias escenas. Durante un tiempo, y todavía hoy pero de forma minoritaria, esto no sólo fue posible sino verdadero.

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La diferencia radica en que el uso de internet hoy se da mayoritariamente a través de unas pocas redes sociales monopolizadas. El usuario no define cómo habitar el espacio o cómo usar el tiempo y es, siempre y en todo momento, una expresión individual. No puede disociarse de esa condición, no puede fundirse en un colectivo.

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La forma de administración de los estímulos de las redes está apuntada al extremismo y a la individualidad.

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La necesidad de mantener al usuario atento provoca que la red priorice mostrarle todo aquello que le produzca una reacción. Lo antes posible, lo más fuerte posible.

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Filtrar todo lo ajeno para construir un mundo propio en constante loop es fundamental para conservar la atención. Esto genera una burbuja de información donde todo lo que el usuario ve le reconfirma sus definiciones del mundo.

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Las definiciones son fragmentarias y adquieren fijeza, son difíciles de cuestionar.

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La hipervelocidad a la que se suceden los discursos en las redes sociales son muy útiles para mantener al usuario atento, detrás de la novedad, pero muy malas para trabajar la sutileza y la ambigüedad. El tipo de discusión que se puede dar es muy limitado.

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Podríamos decir entonces que las redes sociales, el medio abrumadoramente mayoritario por el que suceden las discusiones de internet, son muy buenas difuminando al otro, disparando reacciones, encerrando al usuario en sus propias definiciones.

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Algo de esto, no todo, explica lo bien que se llevan las redes sociales con los discursos neoliberales: su forma produce una cultura propia que tiene una visión del individuo y de mundo muy similar. Un mundo que es para explotarlo. Un individuo que internaliza la lógica del capital: se explota, compite, se asocia para producir.

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Construir escenas culturales propias dentro de la internet es trabajoso. Requiere de un esfuerzo consciente por armar el lenguaje y la infraestructura que posibiliten la comunidad. Construirlas afuera, también.

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Pero discutir la renovada hegemonía del ideario neoliberal dentro de estas redes sociales y, sobre todo, con productos pensados para impactar en ellas es dar la discusión en una cancha inclinada.

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No hay contracultura posible sin el amateurismo, sin las escenas culturales. Estas últimas no son fenómenos aislados, son herramientas para la presencialidad y para la digitalidad. Saben inventarse sus propias ficciones, saben hacerlas crecer y saben ganar terreno.

Daniel Link, escritor y docente, en su lección final: “Pensar de la noche es entregarse a una forma de bioluminiscencia. Las luciérnagas no se iluminan para iluminar un mundo que querrían ver mejor sino que delimitan con su luz el espacio en el que alguna danza amorosa podría tener lugar. Por eso hay que pensar la noche, por eso hay que pensar de noche, para poder construir esferas, es decir, imaginar comunidades, sostener lo viviente, enhebrar saberes. La luz cegadora de la auf klerus y de los saberes hegemónicos no sirve para eso porque lo quema todo, hasta la esperanza política. El poder es luminoso. El contrapoder, o la potencia, refulgen intermitentemente en la noche.”

 

Máximo Cantón

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@maxikiosc0