Pantallas

Sobre cómo aprendemos cine

Estudiar cine oscila en la contradicción constante de tomárselo en serio y recordar que es un ensayo. Entre la presión de “ahora es en serio” y la paciencia de aprender, este texto piensa cómo nos vinculamos con los proyectos, los otros y el tiempo mientras se aprende el oficio.

Por Julián Enriquez
22 de marzo de 2025

Actualmente me encuentro cursando el último año de la carrera de Montaje de la Enerc. Para ser más claros, cuando hablamos de montaje nos referimos a editar películas, y cuando hablamos de la Enerc nos referimos a la escuela de cine del INCAA.
Esta escuela es conocida por formar “técnicos”, o “profesionales de la industria”, personas que sepan ejercer el oficio, que sepan hacer más que teorizar. En esta línea, se trabaja siempre en grupo, cada uno cumpliendo el rol de su especialidad (cada grupo tiene su director, su sonidista, su montajista, etc.) y cada año hay que entregar uno o varios trabajos prácticos obligatorios (cortometrajes). En primer año es un corto con fotos, en segundo año un breve documental, y así va subiendo la dificultad…

“POR FIN…”

Hace un tiempo atrás edité uno de estos cortometrajes de mi grupo. Cuando estábamos terminando nos sentimos muy satisfechos y la directora me dijo una frase con la que estuve completamente de acuerdo: “Por fin esto ya no es un ejercicio”. En cierto modo sí lo era, porque se había hecho siguiendo una consigna y estaba planteado como tal. Pero creíamos que habíamos alcanzado algo que podía hacerse pasar como un cortometraje y ocultar este trasfondo de que, en cierta forma, era un trabajo práctico.
Sentí, por otro lado, que detrás de ese festejo había algo interesante sobre cómo conceptualizamos nuestras prácticas como estudiantes de cine y artistas en formación.

¿QUÉ HACEMOS EN LA ENERC?

Estando en la Enerc me crucé con todas las opiniones posibles respecto a qué es lo que hacemos. Hay quienes dicen que hay que vivir estos trabajos prácticos como si estuvieras haciendo una película en el mundo profesional, hay quienes prefieren recordar que es un ámbito de aprendizaje y estos son ejercicios, hay quienes señalan que la importancia de la carrera está en otros aspectos.
El año pasado era un acérrimo defensor de la primera postura; hoy, más tranquilo, veo que hay algo de razón en las distintas líneas de pensamiento.

EL ARTISTA NIKE: IT’S NOW OR NEVER

Existe un discurso que siempre me chocó desde chico: “Estás en la primaria, esto ya no es el jardín”… que después se convirtió en “estás en la secundaria, esto ya no es la primaria”. Ahora el discurso logró una introyección y uno se repite a sí mismo cada tanto: “ya soy adulto, no estoy en la secundaria”.

Estas frases contienen un mensaje ligado a la ansiedad, los resultados y el éxito. Hay algo de “Es ahora”, una presión extraña que uno podría encontrar en algún slogan barato de Nike. Y el mensaje aún prevalece cuando uno no tiene ningún recelo por las épocas pasadas; por ejemplo, yo no creo haber “desperdiciado” mi etapa en la secundaria ni nada por el estilo, y sin embargo está la sensación de “¡Ah, pero ahora es diferente, tiene que ser más serio, tiene que ser mejor, es tu momento!”.

Pero ese discurso tiene un problema en sí mismo que es su posible aplicación al infinito. Cuando estés dirigiendo tu primera película vas a pensar que ya no estás en la Enerc, que “ahora es en serio”, y cuando te llamen para producir una película de una compañía más grande vas a decir que ya no son las películas chicas que hacías antes, sino que “ahora es más en serio”. ¿Cuándo, entonces, es el momento serio realmente? Siempre… y nunca. Es una presión constante e inagotable.

El año pasado yo sostenía una postura bastante relacionada a esos slogans, donde sentía que cada oportunidad de filmar en la Enerc había que exprimirla al máximo y vivirla lo más que se pudiera. Esto suele ir acompañado, en mí y en otra gente que escuché que piensa de esta manera, de un planteo que se presenta como obvio: “¿Y si no para qué estoy acá? Si no lo hago al 100%, si no me desvivo por el proyecto y creo en él, ¿para qué tanto esfuerzo?”.

Esta postura es tan útil como frustrante, y puede traer sus recompensas pero hoy en día creo que no es del todo adecuada.

1. Es útil en el sentido de que creer y tener fe en el proyecto le permite a uno involucrarse y trabajar, desenvolverse plenamente.2

2. Es frustrante cuando uno mira alrededor y ve que no todos están en el mismo nivel de compromiso con el proyecto, quizás otros lo toman como un ejercicio o no se desviven tanto, y eso a uno le hace desconfiar. “¿Qué pasa que no le están poniendo tantas ganas como yo?”. Al esforzarse tanto, se suele exigir o esperar del resto del grupo un trabajo similar, y cada cual tiene su propia manera de encarar las cosas.

3. A su vez, puede traer grandes recompensas porque tanto involucramiento hace que uno se encariñe y se apasione con la obra (llamémosle obra por ahora). Tomar esta postura tan marcada hace que se lleven al extremo tanto las frustraciones y fracasos como las recompensas y las victorias.

Pero, como decía antes, creo que esta postura no es la más adecuada. Este año, un profesor que admiro mucho me dijo: “no hay que olvidar eso, que los cortos que hacen son dispositivos pedagógicos para aprender”. Y me resaltó, al igual que una amiga montajista que también admiro, que quizás llevarse bien con los compañeros de grupo es más importante que el resultado de la obra (que en este caso ya no lo llamaríamos obra sino dispositivo pedagógico).

Esto ya lo había escuchado y siempre lo había desestimado de entrada. Pensar que son solo ejercicios, hechos para que uno se equivoque, y que lo importante son las relaciones aparece como una idea desalentadora para el principiante que quiere estudiar cine: “yo quiero hacer la mejor película posible, eso me interesa y eso es lo que intento hacer en cada ejercicio, llevarse bien con los compañeros es necesario pero secundario”, decía yo el año pasado.

Pero ahora estas ideas calaron más hondo en mi pensamiento y las pude escuchar mejor. Tal vez uno tiene que trabajar en los ejercicios con la mentalidad de Nike, como si fueran lo más importante y lo último que uno fuera a hacer, porque es verdad que así salen las mejores cosas… pero que hay que hacerlo sabiendo que el asunto tiene más capas en su interior.

UN ÁMBITO PENSADO PARA APRENDER 

Olvidar que uno está en un entorno académico es un error. Son trabajos prácticos con consignas que alguien pensó con una finalidad. Retomando la idea de dispositivo pedagógico, están hechos para que sucedan cosas de las cuales uno pueda aprender. Las discusiones, peleas, caídas y eventuales aciertos que aparezcan en el proceso no son “porque sí”, como uno cree, sino que son parte del ejercitarse, y un objetivo de la Escuela.

Hace poco leí “Seven days in the art world” de Sarah Thornton, donde en un capítulo ella va como espectadora a algunas clases de la CalArts, una de las escuelas de arte más importantes del mundo (de donde salieron algunos cineastas como Tim Burton). Esa universidad es muy extraña: la gente va con perros a sus clases, vestida de la manera más extravagante posible y pagando fortunas para ser los mejores artistas del mundo. Visto desde acá parece muy lejano, pero me hizo reflexionar en cuanto a la postura, tanto del alumnado como de la institución.

CalArts, por lo que cuenta la autora, se basa en una idea liberal de que cada uno explore su creatividad a fondo, vaya presentando trabajos cada tanto y estos se modifiquen luego con las devoluciones de la comunidad. La institución se posiciona como una receptora de ideas, y al ser artistas plásticos y performáticos, algunas ideas van casi en contra de la institución misma, como un alumno que revoleó pintura por varios dormitorios.

En esa escuela parece estar clarísima la idea de que “todo es aprendizaje” (¿quizás llevada al extremo?). En la Enerc creo que muchos olvidamos esto, o no se nos lo recuerda con suficiente frecuencia. Sería sumamente nutritivo si se planteara el espacio educativo de esta forma: un constante receptor de ideas y proyectos que van transformándose con las devoluciones de los profesores y los compañeros. Se pondría entonces el foco en el proceso de la idea creativa y no tanto en el resultado final pensado como una obra.

LA RELACIÓN CON EL TIEMPO: EL ZEN Y LAS CAMISETAS NIKE 

Tenemos, entonces, la postura paciente de que todo es un proceso de aprendizaje, lleva tiempo y uno tiene que equivocarse para aprender. Aquí se anuda también la idea de que las relaciones personales que se van construyendo son igual o más importantes que la obra en sí, que ésta es una excusa para que haya conflictos, intercambios, crecimiento entre todos. 

Este pensamiento tiene una relación interesante con el futuro: lo importante es llevarse bien, con tu director, con tu fotógrafo, con otros colegas. Un ambiente de trabajo agradable hace que todo se potencie y que haya ganas de generar nuevos proyectos. Seguir esta línea implica una fe depositada en el largo plazo, por eso minimiza el proyecto actual. 

Por otro lado, la segunda postura encuentra motivación escapando de la supuesta tibieza, poniendo fe en que cada trabajo tiene que ser el mejor posible y que el momento es ahora

La negación del futuro que plantea esta idea la coloca en la intersección de dos formas de pensamiento muy distintas: podría ser parte de una campaña de Nike, pero al mismo tiempo es la más budista de las posturas (se concentra en vivir el ahora y en no estar esperando un futuro que todavía no llegó). Si adoptamos esta conducta, capaz tendríamos que saber si lo hacemos desde su lado capitalista de que no hay mañana y por eso hay que ser lo más productivos posibles ahora, o bien desde su lado budista de disfrutar el proyecto actual y no estar pensando todo el tiempo en el futuro.

¿Y SI FUERA UN ENSAYO?

Hace poco me crucé con un PDF que tenía descargado hace muchos años y nunca había leído: “The Age of Essay” de Paul Graham que, entre otras cosas, habla de los objetivos de escribir ensayos. Hace mucho hincapié en que este género tiene la característica de que sus obras son un ensayo, como su palabra lo indica: un intento, una prueba (en este caso, de echar luz sobre algún tema o responder ciertas preguntas).

La palabra quedó dándome vueltas en la cabeza. Tanto en teatro como en cine, pensaba, los ensayos no son el fin en sí mismo, sino que el fin es la obra o la película, que vienen posteriormente.

Solo en este género de textos sucede que el ensayo es la obra; el intento es el objetivo. Quizás, se me ocurría, aquí hay algo sabio en la relación entre tiempo y labor que podríamos tomar para los trabajos de la Enerc.

No hay por qué desestimar la ejercitación, la prueba, la experimentación y el intento. Por supuesto que hay que ponerles el cien por cien y llevarlos lo más lejos posible, pero sin olvidar que son una parte de algo más grande, un proceso que engloba lo académico, las amistades y vínculos que se forman, y el crecer como artistas.

Seguiremos festejando, con la directora de mi grupo y otra gente, cuando lo que hagamos no parezca un ejercicio y sí una obra, y quizás lo importante está en el festejo, en los amigos y en “eso” que hicimos, que engloba y es excusa para que suceda todo lo otro.