Música

Ruido criollo #3: Forello

Forello es un trío de música electrónica de Buenos Aires, enfocado en la composición en tiempo real. Sus integrantes son Rojo, Kuri y Kil.

Por Máximo Cantón
06 de abril de 2025

Ruido Criollo es una serie de entrevistas que intentan cartografiar el sonido nacional hablando con sus trabajadores. ¿Por quiénes sonamos como sonamos? ¿Tenemos una tradición sonora?

Forello es un trpio de música electrónica de Buenos Aires, enfocado en la composición en tiempo real. Sus integrantes son Rojo, Kuri y Kil.

¿Cómo se arma el proyecto, qué estaban haciendo, cómo se encontraron? 

Rojo: Arranca en 2019. Yo no tenía una formación tradicional de música, estaba estudiando economía empresarial en Di Tella, y tenía una especie de sueño frustrado con la música.

 

Había hecho clases particulares de cosas, guitarra, piano, pero me estaba dando cuenta de que podía avanzar en la dirección que me interesaba con una compu, produciendo en mi cuarto, encontrando sonidos con el Ableton. Cuando estaba en esa búsqueda, mi hermana me dijo “che, mi novio está medio en la misma que vos, también produce, le mostré lo que estabas haciendo y le gusta, ¿por qué no se juntan?”.

Ese verano fui a la casa de su novio, Tomi (“Cimarrón”) y muy rápidamente nos pusimos en común con las cosas que teníamos. Si bien eran estilos distintos nos encontramos muy bien. Como en esa época tenía tiempo, yo no trabajaba tanto, y él también nos propusimos sacar un disco. En ese verano me terminé juntando más yo con él que mi hermana.

Del cuarto de Tomi pasamos a un estudio más profesional y ahí dijimos “che, la cosa me parece que empezó a caminar y me parece que tenemos que salir a tocar”. Éramos muy tímidos y muy cagones. Muy llorones también.

Kil: Eso no lo dejamos de ser (risas).

Rojo: Todo eso lo sigo siendo. Para nuestra primera fecha aplicamos a un concurso que organizaba el municipio de San Isidro, una cosa bastante cringe, donde se presentaban las bandas, una peor que la otra, enfrente de un jurado. Se ve que nosotros éramos los peores porque perdimos. Fue una primera fecha medio anormal, jamás ahora tocaríamos frente a un jurado, es medio raro. Pero bueno, a veces las artes tienen esa cuestión de competencia, una cuestión más atlética. A veces también nos gusta entrar en eso.

¿Cómo es eso de lo atlético?

Kil: Siento que hay una perspectiva deportiva del arte en general y de la música en particular que nos dió mucha felicidad encontrar que la podíamos romper. Esa visión de ser el mejor, el que toca más rápido, el que hace los mejores arreglos y todas esas son mediciones muy de cuanto más chico empezaste a hacerlo, mejor lo vas a hacer y si arrancaste tarde en la vida, entonces no vas a llegar a ser tan buen músico, entonces ¿para qué vas a ser músico? Todo ese downward spiral de terminar no haciendo nada. 

Hay otro lado también, lo que tenemos ahora de deportivo es que somos un equipo de fútbol básicamente: tenemos la pretemporada, tenemos una parte de entrenamiento físico, mental, de proyectar cosas que buscamos. 

Pero no les interesa el virtuosismo.

Kil: Somos bastante anti.

Rojo: Me interesaría si fuera bueno pero creo que no puedo jugar ese partido (risas). Lo pierdo de antemano.

Igualmente, es curioso porque el proyecto de ustedes parece muy virtuoso desde afuera. 

Kuri: Nosotros mismos te decimos “fijate que con 5 o 10 minutos que te explico algo más o menos podés estar en un lugar similar.” 

Kil: Hay algo de apalancarse con la técnica por ahí. Es como que podría ser un virtuoso que toque notas a 200 bpm o podría prender el arpegiador y clavar una acorde y va a sonar igual de rápido y mejor clavadas las notas que si lo estuviera tocando yo. Hay algo de delegarle a la máquina hacer las cosas que nosotros no estamos con ganas de hacer o no tenemos la destreza para hacerlas que eso nos habilitó a hacer muchas más cosas: dejo este sinte que corra aquella secuencia, preparo la próxima, la lanzó, tocó ritmos que serían imposible computar en el cerebro de un ser humano. Cosas que nosotros no podríamos hacer pero al tener la máquina podemos jugar con eso y sacarle jugo. Entrenamos mucho una skill que por ahí no es tan común.

¿Querés seguir con el relato?

Rojo: A partir de ese vivo en el concurso nos dimos cuenta que lo que habíamos armado era una réplica de ese EP que habíamos sacado. Era bastante complejo, tenía muchos soniditos por acá, por allá, sintes ya empezaba a tener bastantes. Caímos al vivo y los dos cantábamos, los dos teníamos una guitarra, había un bajo, había dos pianitos, había una compu. Eso además de nuevo, era muy complejo para nosotros. Evidentemente había que simplificar.

En esa búsqueda de que la cosa sea más disfrutable empezamos a buscar equipo que se incorpore al proyecto, que le interese y que nos ayude con el vivo. Era un proyecto donde estaba el corazón así que incorporar a alguien externo en los papeles no era tan fácil. Apareció Kuri ahí. Subimos una historia buscando una persona que sepa de ritmos, que toque y que le gusten los sintes. Era un puesto hecho a medida para Kuri en algún punto.

¿Cómo estuvo ese primer ensayo?

Kuri: Fue muy interesante. Nos pasamos mucho tiempo armando, setupeando, sobre todo porque era esa dinámica más setlist, armado con compu y Live, y teníamos el 5% del conocimiento que teníamos ahora. Era muy frustrante laburar con esa dinámica porque todo dependía de una técnica de la que teníamos muy poco conocimiento.

La parte del ensayo en sí fue caótica y no se terminó de entender mucho, pero lo que más rescaté de ese encuentro fue la charla posterior. Estábamos los tres una etapa muy ñoña, muy síntesis, muy de gear. La parte musical pasó a un plano terciario, cuaternario, pero hubo un bonding químico y de gustos que nos terminó de enlazar. 

Rojo: Después hubo un degradé de tocar ese EP con Kuri incorporado hacía dejar de tocarlo y empezar a expresarnos de otra forma.

Kuri: Todo empezó con la llegada de más máquinas, de más hardware, de estar un poco más independientes de la compu y del armado del show de pe a pa. Eso nos sacaba un poco del trauma que había generado la computadora. Era muy cronometrada la cuestión y las máquinas permitieron que fuera más descontracturado todo.

Kil: Y en ese degradé que fueron teniendo de la estructura rígida absoluta de “vamos a tocar esto temas” a ir teniendo esa improvisación fue que empezaron a habilitar espacios de jams, zapadas en casas y patios que arrancaron en un espacio íntimo de ellos tres zapando cuando consiguieron la primera mixer de la banda. Yo ni estaba ahí pero escuché tantas veces la historia que es un core memory mío (risas).

Kuri: Para el año nuevo de 2019-2020 nos invitan a tocar en una fiesta en La Lucila, en plan setlist de banda. Como nos habíamos comprado esa primera mixer de la banda dijimos “che, ¿y si vamos ahí con todo lo que tenemos a improvisar?”. Terminamos haciendo un despliegue gigante, re divertido, y estuvimos jameando, desde las dos o tres de la mañana hasta las diez.

Rojo: En esa fiesta me acuerdo que vino una chica y me dijo: “¿no se ponen un tema de reggaeton?”, que ahora lo miro y digo “qué lástima que no le puse ese tema”, pero en ese momento algo nos pasaba. Estaba un poco hater en algún punto pero sentíamos que éramos un grupo de gente disconforme queriendo patear el tablero de alguna manera. Incluso aunque terminabamos tocando techno yo no sabía lo que era, nadie sabía. Y creo que eso nos llevó una frescura al comienzo.

Kuri: Pocos días después de esa fiesta de año nuevo empezamos a hacer jams abiertas.

Kil: Yo había hecho un curso de composición de TRRTR y una amiga de ahí me invitó a una jam con sintes. Para mí era como que me dijeran “bajaron los extraterrestres a la Tierra, vienen en son de paz, ¿querés conocer su planeta?”. Agarré mis sintetizadores y me fui de San Francisco, Solano, Quilmes Oeste, a San Isidro. Una terraza, una situación medio paradisiaca, con gente tocando con sintes, cantando, tocando la guitarra. Conectamos los sintes y tocamos cuatro horas fácil.  El mejor día de mi vida hasta ese punto. Fueron cuatro horas de éxtasis absoluto musical, tirar un bombo en negras y ser absolutamente feliz. Recién cuando terminamos de tocar nos preguntamos los nombres.

Seguí yendo a sus jams, y un tiempo después la persona con la que había hecho el curso de composición me prestó su estudio de grabación. Les invité a que vengan a flashear porque la verdad que las dinámicas que estábamos teniendo me hacían muy bien y me parecía fascinante. Nos juntamos y ese es el primer disco de Forello donde aparezco. El primer y único porque no hay más discos de Forello. Aparecí y desaparecieron los discos. Tuvimos la primera fecha conmigo el 23 de febrero de 2020, fue una locura, la pasamos increíble, la gente la pasó increíble, no entendíamos qué mierda acababa de pasar.

Rojo: Esos son tiempos que cada vez van quedando más lejos y estas entrevistas son los momentos donde los recordamos. Me parece que tenemos un trabajo de ir a esos momentos en general porque sucedió algo cuando la cosa se originó, con la fuerza con la que salió. Las cosas fueron cambiando, fuimos ingresando a un circuito más oficial, por llamarlo de alguna manera, y eso nos fue planteando desafíos que fueron desarmando o tensionando lo que estábamos encontrando en ese momento.

¿Ingresar a una escena musical les requirió ajustarse a algunos parámetros?

Kil: Creo que se dió más por ósmosis: estás en el lugar, escuchas la música, incorporás células de ese lenguaje, lo que se usa, las expectativas. Veníamos de un lugar donde la expectativa era nula y todo era nuevo. Se fue generando un entendimiento más técnico de cómo ensamblar las cosas o de qué queríamos, porque también fue como “uh, esto era lo que queríamos hacer: techno”. Empezamos a hacer techno y fue como “no sé si esto era lo que queríamos hacer, volvamos a ser una banda”. Ahora estamos queriendo hacer lo que haría un DJ en un set y también esa célula originaria de algo más lúdico, más zapada, más instrumento y de escucharse dialogar con otros músicos. 

¿Cómo llega la decisión de únicamente improvisar y no grabar lo que están haciendo?

Rojo: La improvisación como término está bueno, a veces me gusta reemplazarlo por estar disponible. Tal vez tiene que ver con eso, al no tener algo prearmado, uno está disponible en el momento. Eso se volvió muy importante, al punto tal que Tomi, con quien había armado este proyecto, se terminó yendo porque quería hacer algo planeado de vuelta.

Poco a poco fuimos tendiendo a esa especie de libertad o a salir de esos traumas y demás. Nos empezaron a gustar las fiestas, el ambiente festivo, el baile, el movimiento del cuerpo.

Kil: La pandemia juega un rol no menor en todo. Fue algo que permitió que un espacio íntimo y contextualizado en una zapada, sucediera en fiestas clandestinas con toda gente manija, en un espacio de encuentro, baile y expresión corporal.

¿Su primera circulación tocando en fiestas es en las fiestas clandestinas durante la pandemia? ¿Cómo era ese público?

Kil: Mucha pulsión de vida.

Rojo: Muchos artistas de distintos ambientes encontrándose en estos ambientes.

Kuri: Había una cosa de soltura, descontractura y libertad que iba muy en sincro con como nosotros habíamos entrado en sincro: esta nueva manera de encontrar hacer música zapando con la libertad de un instrumento que no te pide que tengas mucha capacidad, mucho entendimiento sí, que es muy accesible. Algo encontramos ahí que se potenció por el lugar donde lo empezamos a hacer. Fiestas clandestinas, máquinas para hacerlas sonar, hacerlas romper, y estamos todos saltando como locos porque no sabemos si el mundo se termina mañana.

La pandemia vino a traer a una vida muy ordenada todo un misterio y en ese misterio un futuro inciertamente choto: nos vamos a morir y cada vez va a morir más gente y cada vez va a estar todo más mal. Pero cuando estamos con los chicos y con nuestra gente en una fiesta X, en un sótano X, conectando nuestras máquinas y haciendo ruido sin saber qué carajo estamos haciendo -suena un poco cheesy decirlo así, pero es muy verdad-, en ese momento todo está bien. Todo tiene sentido. Todo tiene sentido y todo está bien.

Kil: Yo no me sentí en la mayoría de mi infancia y adolescencia muy representado por la música que escuchaba a mi alrededor. No por hater, sino que sentía que no terminaba de conectar. Con el tiempo me fui dando cuenta que en la electrónica encontraba ese espacio donde sentía esa resonancia con lo que escuchaba, pero ni siquiera la nombraba como música electrónica. Lo que sí sentí fue que en lo que nosotros estábamos haciendo había algo que me era propio, que no era algo que yo escuchara en la otra música, era como todas estas música de otra generación, de otra época, de otro mundo, de otra realidad, de otra perspectiva de cómo se hacen las cosas y que era tipo: no hay un frontman, no hay un líder, no hay alguien que te baja que es lo que tenés que hacer. Era muy anárquico, vos hacé lo que quieras, vas a estar bien y vas  encontrar la forma de pilotear eso para hacer música con los demás.

¿Cómo es la escena que se encuentra en post pandemia?

Kil: Lo que estaba piola de la pandemia era que no había una separación tipo “yo soy artista y vos sos público”. Era muy cooperativo todo. Y no había expectativas, nadie pagaba una entrada. Siento que cuando empezás a pagar un ticket, cuando empezás a pagar un ticket caro, empieza a ponerse una expectativa sobre la persona que estás yendo a ver que pone una distancia entre vos y esa persona. 

Rojo: Fue como un proceso de institucionalización de lo que había pasado, que se amolde un poco más y que cope los lugares que volvían a abrir. Eso trajo ciertas tensiones con cómo se estaba gestando toda la cosa.

Kil: ¿Y qué propuesta llevamos a esos lugares? Era como: “che, esto que hacemos, ¿resuena con estos lugares? ¿Lo llevamos más para un lado más technoso, lo llevamos para un lado más housero?”. En su mayoría seguían siendo lugares donde podíamos ir y tocar la música que quisiéramos porque nos invitaban nuestros amigues o gente que conocíamos y que sabían lo que hacíamos. 

Post pandemia, nosotros conocimos el circuito de la música electrónica. Yo venía de escuchar Morbo y Mambo en Niceto, Palta & the Mood en Konex y para mí eso era el circuito. De repente fue como “ah, hay sótanos, ah, hay terrazas, ah, hay antros de mala muerte por todos lados”. Donde mires te vas a encontrar uno y quiero tocar en todos esos. 

¿Encuentran referencias acá para el tipo de proyecto que están haciendo?

Kuri: Algo que nos dijeron muchísimo tiempo, y quizás nos lo siguen diciendo, que es que lo que hacemos es bastante único, medio worldwide. No es por tirarnos un aire de nada, eso viene con lo bueno y con lo malo. ¿Estás preguntando una cosa comparativa, de alguien que encontramos similar, o alguien que sea un role model?

Me interesaba pensar a quién escuchan cuando están queriendo encontrarle la vuelta a algo. Justo con la electrónica quizás sucede que es un género que se lo escucha más por la influencia que tiene en otros géneros que como género en sí mismo. Por eso por ahí me decías, no sé, “de tal me encanta como arma ambientes” aunque no suene como Forello.

Kuri: Las inspiraciones musicales creo que siempre fueron de las últimas inspiraciones del grupo. No hubo una cosa de buscar curtir tal estilo, de perfeccionarnos en tal onda o hacer esto en específico. También es algo que se seguía alimentando del concepto de la jam. Absolutamente todo ha sucedido de una manera muy orgánica. Sin darte cuenta salías a un tipo de lugar y mamabas inconscientemente tal tipo de música a la que intentabas llegar algún día pero a la par caía Rojo con algo nada que ver, proponiendo una cosa distinta y esto te devolvía al no-sé-qué-es-esto.

Creo que fue lo último que vino: tratar de poner lugares comunes o comparaciones, referenciales musicales. Porque era muy difícil ponerle un punto medio. 

Kil: Por ahí sí, cada uno tiene sus refes, cada uno tiene su universo musical que mama de muchos lados. A mí los que me volaron la cabeza fueron Soulwax, que son unos belgas que tocan rock, pero es electroniqueado y remixado en vivo. Eso me llamó mucho y me dio mucha manija. 

Rojo: Creo que nos gusta algo de ocultarnos las referencias que nos gustan. Pero sucede también que ya nos reconocemos, nos hicimos muy amigos en el proceso. Tenemos las personalidades muy cerca.

Kil: Nunca fue consciente pero ahora menos que antes. Sobre referentes a nivel nacional, sé que hay y hubo proyectos que hacen cosas similares, pero siempre nos pasó que las cosas, por más que sean parecidas, no terminan de dar en la tecla de lo que a nosotros nos mueve. Siempre que quisimos buscar algún referente faltaban cinco para el peso y se terminó volviendo un ejercicio de buscar que es lo que queremos realmente y cómo profundizar en ese sentido. ¿Qué herramientas necesitamos para hacer los sonidos que queremos hacer? Bueno, incorporamos un sampler, incorporamos un poly, incorporamos esto y aquello.

Las primeras fechas que tocamos cada uno llevaba sus equipitos y tocaba con lo suyo pero nos terminábamos pisando entre máquinas de ritmos o sintes, era un cambalache de que cada uno podía tirar un bombo o lo que sea.  Esta última encarnación que estamos viendo ahora tiene una lógica más de banda, hay un baterista, un tecladista polifónico, un bajista. Pero bueno, esos roles de tecladista polifónico y bajista medio que nos los vamos revoleando en mitad del set. También cambiamos con los ritmos, está eso de que nos aburrimos muy rápido, jugamos con que tenemos déficit de atención (lo tenemos) entonces es por eso que las ideas musicales duran treinta segundos en Forello.

Para nosotros nunca termina ese proceso de: ¿qué incorporamos ahora para quebrar con lo que estamos haciendo, para salir de los patrones? Puede ser un ritual nuestro de juntarnos a las once de la mañana en el estudio para tener un día de fecha, estar todo el día concentrando, traigamos samplers o sintes, o saquemos las cosas grandes, como probamos conectarlo distinto, probemos pararnos distinto en el escenario, probemos subir los pies un puntito para mirar más arriba. 

Todo es experimentación, prueba y error, porque sabemos que cuando sale lo que queremos que salga es éxtasis absoluto para los tres y le volamos la cabeza un par. Cuando no sale, por ahí alguno la pasó bomba y la gente la pasó bien, pero sabemos que se puede llegar a ese punto.

    Están en búsqueda de ese éxtasis inicial. 

    Kuri: Sí. Siempre estamos en búsqueda de eso.

    Nos dimos cuenta con el tiempo que, sobre todo si querés mantener una veta muy lúdica y de juego en lo que haces a la hora de mostrarte, cuanto más pasa el tiempo más necesitas de una base que te dé esa seguridad para poder jugar arriba de eso.

    Hay algo del camino lúdico de una obra artística. Es interesante que la génesis esté basada en un juego super ignorante, super niño y super infantil, recuperando un poco una niñez que te van robando de a poquito a medida que vas creciendo. Fue un poco lo que encontramos nosotros en el encuentro de este Forello. Cuanto más lo vas curtiendo, más tenes que proteger esa energía lúdica. 

    Kil: Jugar sin expectativas empezó a dar siempre los mismos resultados entonces tuvimos que poner reglas que nos hagan romper las reglas inconscientes que estábamos teniendo a la hora de jugar. Cambiemos de roles, quebremos los ritmos, escuchamos música nueva, toquemos reggaeton.

    Kuri: Sí, y la jam libre y todo es hermosa, pero si no te gusta como suena no la vas a pasar bien. Simple. 

    Kil: Cada vez que una fecha no sale bien tenemos un posmórtem. Nos juntamos y es tipo: chicos, ¿qué salió mal hoy? No estuvo bien el monitoreo. ¿Qué salió mal hoy? No hay headroom en el mixer. ¿Qué salió mal hoy? Tus sintes estaban muy bajos. Ahí siempre entra la voz de Rojo en mi cabeza que dice “hay revancha”. Porque en los momentos donde no sabíamos sí había próxima fecha, salir y tocar mal era el peor día de tu vida.

    Rojo: Sí, sí, nos vamos a caer una y otra vez. Y cada vez aceptamos más que parte del proceso, me parece. 

    Kuri: Y eso era interesante porque no es que no es como tener una obra armada y salir a repetirla o a irla modificando lentamente en el tiempo. Hay algo de esta oscilación de energías muy positivas, negativas y de la búsqueda de ese éxtasis constante que es muy thriving y creo que ninguno de los tres en su previa vida artística, musical sintió el mismo éxtasis y la misma potencia que sentimos cuando estamos tocando y estamos los tres en sincro y estamos los tres entrando.

    Kil: La base fundacional de ese juego es la conexión humana entre nosotros y la capacidad de vulnerarnos y de tirarnos al vacío sabiendo que están los otros para atajarnos. 

    Kuri: Y lo interesante de nuestro proyecto o mensaje, o lo que nos interesa transmitir o expresar con todo esto, es que la obra es el proceso en sí. Incluso con lo oscilante de ese proceso. Si bien lo que estás buscando es siempre estar arriba, ese famoso éxtasis, las tiradas buenas, las tiradas malas, los aciertos y los fallos son todos super parte de ella. Nos damos cuenta que al mostrarlo con esa soltura es tan honesto, es tan como auténtico, que se recibe muy bien del otro lado. Incluso cuando no sucede esa conexión, cuando no entramos, la gente que nos entiende, y también a veces la que no, nos señalan que eso también gusta, que eso también se aprecia. Salir a vulnerarse con cosas que se pueden transformar en sonido.

    Estamos en cualquiera ¿no? (Risas).

    ¿La música electrónica bailable es música popular en Argentina?

    Kil: Siento que lo supo ser. En el auge de la música electrónica, en los 90 y los 2000, todos mis primos fueron a todas las jodas, a la Creamfields, a la Time Warp, y demás. Pero siento que justo nosotros vivimos como una ventana de tiempo donde todo eso lo arrancaron de raíz, porque fue todo el quilombo de la Time Warp, y vivimos una época medio devoid de toda esa data musical. Entonces, no había tanto espacio para ese tipo de noche y se volvió algo más de nicho. Pero estamos viendo la vuelta de esos espacios, ahora están volviendo los grandes eventos, los festivales masivos de música electrónica.

    Rojo: Que está mal dicho, porque el reggaetón, que para mí sí es popular acá en Argentina, es música electrónica también. Son todos sintes lo que tienen. No tienen un instrumento de los clásicos. Yo estoy volviendo mucho al reggaetón porque tiene unos sintes increíbles que son bien de música electrónica para mí, sólo que con otro ritmo.

    Yo pienso lo mismo pero me pregunto si acá no hay como una operatoria de distinguir entre que existe la jodita de Costa Salguero, y eso es de alguna forma es el universo simbólico de la música electrónica, y separado de eso está el cachengue como el heredero de la bailanta. ¿Ustedes lo viven así? ¿Quién es el público hoy para el que tocan o cuál sienten que es?

    Kil: Yo creo que no es ninguno de esos dos públicos para el que tocamos. Puede venir gente de esos dos públicos y probablemente disfrutar lo que nosotros hacemos e incorporarse. Creo que lo loco de nuestras primeras presentaciones fue la cantidad de gente que venía y decía: “no curto para nada la electrónica, pero lo que ustedes hacen me ceba por algún motivo” Y era un bombo a 165 BPM.

    Y siento que nuestros espacios, donde nos nutrimos y habitamos, es justo la gente que está queriendo desmarcarse de esos dos espacios, como grandes universos simbólicos. Es la búsqueda de una respuesta a esos espacios, de construir otro lugar donde nos sintamos cómodos, les que no pertenecemos.

    Yo no me sentía parte. El punto de por qué terminé haciendo música con ellos y me sentí tan bien fue porque encontré un lugar que estaba afuera de todo lo que conocía, donde sentía que podía ser un hogar, un espacio seguro y siento que ese espacio seguro se expandió a la gente que nos vino a ver y esa gente empezó a seguirnos a lugares. Terminas viniendo a una fecha nuestra y con el público somos todos panas.

    Yo no quiero terminar fetichizado el under, pues siento que peco a veces de eso, pero me gusta mucho el circuito del sótano chiquito para 150 personas. Me gusta más ese circuito simbólico que el de Costa Salguero o el de la jodita de cachengue. Siento que en esas escalas se empieza a perder un poco los valores o las ideas y hay tanta gente que se vuelve demasiado heterogéneo. Y a la vez se vuelve un poco como normalizante. 

    ¿Qué quiere decir?

    Kil: Siento que empieza a haber una bajada de línea de la masa hacia lo individual. De código de conducta, código de vestimenta, código de actitud. Me gusta habitar más espacios que permiten lo distinto, lo raro, lo outsider, lo queer. Inclusive hay espacios queer que cuando se vuelven muy grandes se vuelven normalizantes a su propia manera, te empiezan a bajar su línea de cómo es ser.

    Y siento que en todos esos espacios terminan habiendo violencias hacia la sensibilidad, la vulnerabilidad, la identidad más genuina de las personas. Creo que tenemos una ciudad muy rica en ese otro espacio. Están en esos dos polos pero después están los lugares que estamos yendo a buscar.

    Rojo:  La tercera posición (risas).

    Kil: Esos lugares los estamos yendo a buscar, los estamos yendo a construir constantemente. Es algo que demanda mucha energía y esfuerzo material, sudor, lágrimas, de parte de todos, pero esos son los espacios que para mí representan. 

    ¿Y qué tan federal sienten que es la escena electrónica hoy?

    Kil: Está emergiendo eso para mí. Es parte de nuestro proyecto a gran escala llevar más a eso, ayudar a nutrir eso como se pueda. Sabiendo que somos niñes de Capital y que hay que salir de ser unos porteños y si nosotros tenemos los beneficios materiales vamos a ser nosotros los que movemos el orto. Llamar por teléfono, organizar, encontrar la forma de ir a otro lugar, llevar data, chequear, conocer gente y después ver si se puede traer esa gente para acá. Empezar a vislumbrar un circuito. La oportunidad que tuvimos en el Techno Camp el año pasado de conectar con gente de todo el país fue muy voladora de cabeza y muy abridora.

    ¿Qué es el Techno Camp?

    Rojo: Es una residencia de formación en la montaña en Mendoza, alrededor de la música electrónica. Hicieron varias ediciones y en esta que fuimos era de formato live con estas máquinas de las que hablamos toda la entrevista. Y ahí había gente de Chaco, de Buenos Aires, de Entre Ríos y de Mendoza.

    También fuimos una vez previa a Rosario y pudimos ver no sólo la fecha si no una fiesta después que era increíble, fue re emocionante. Hay muchas cosas que desconocemos y queremos conectar con ellas. Pero fuimos primero a Europa que a alguna provincia argentina.

    ¿Y en Europa qué se encontraron? ¿Quién va a bailar allá?

    Kuri: Turistas, gente de todos lados. 

    Kil: También depende de dónde vayas. Es muy heterogéneo ¿Quién va a bailar en Buenos Aires? Y, la persona que va a Costa Salguero te va a decir una respuesta y la persona que va al sótano de mala muerte te va a dar otra respuesta.

    Kuri: Sí, bien estuvimos en algún que otro lugar under, estuvimos bastante en lugares de cierta visibilidad o nombre. Allá ya está esta cosa universalmente popular y hay ciertos lugares en Europa que son muy mecas de música electrónica y está establecido que la vas a poder curtir. 

    Kil: Y no me encontré con tanto estímulo como me hubiera gustado. Nunca que voy a Europa me encuentro con la cantidad de estímulo que espero de allá. Es como que hay un hype de “vas a caer acá y te van a volar la cabeza con una data que no podes comprender”. La verdad es que encuentro eso yendo a un centro cultural de acá más que en un festival en Europa. Vas a ver DJs haciendo las cosas que ya sabes que hacen porque viste todos sus sets en YouTube y vas a ver live sets que hacen cosas que ya sabes cómo se hacen porque viste sus sets en YouTube. 

    Pero acá vas a un centro cultural y ahí viene una usando dos aparatitos, con dos mangos, un pedal y un cable conectado medio raro y decís “ah, ahí está la frescura.” En cómo resolver sin la infraestructura. O por lo menos a mí ahí está lo que me inspira: sin toda la infraestructura europea y sin dos mil años de dominio colonial, producir arte que sea realmente contemporáneo o que hable de la época.

    Kuri: Creo que sobre todo allá tienen mucha lógica de consumo porque la pueden explotar.

    ¿Y cómo afecta eso a la música?

    Kuri: No es el tipo de entorno en el que nosotros tres crecimos y nos encanta fomentar. Que es esto de la música en vivo, una activación general de muchas personas que se encontraron en un lugar a expresarse: si vos querés estar haciendo soniditos acá, mandale, si vos querés estar saltando en una pata allá, mandale si vos querés estar tirado en el piso haciendo yoga, haciendo dibujitos, mandale. Eso va muy bien de la mano con cómo nosotros funcionamos, no tenemos roles. 

    En lógicas y en sistemas consumistas hay roles: hay un productor y hay un consumidor. En un venue musical estás de un lado o del otro, en el escenario o en la pista. 

    Kil: Algo que militamos mucho desde el principio es que, mientras se pueda, queremos tocar abajo. El escenario no nos gusta, es una verga. Integrarse a la pista te deja bailar con la gente, mirarle la cara, sonreír. El escenario es alienante.

    Kuri: Creo que eso es lo que más la gente encuentra en el mundo de la música electrónica y lo que hoy en día se está popularizando. Pero que aún así, como todo, quien puede, quien lo tiene y quien quiere darle de comer a eso le encuentra una lógica de consumo. Pero algo muy interesante de la cultura electrónica es eso, es que saca un poco el consumo de la ecuación. Si bien sí, hay alguien que está guiando lo sonoro y haciendo la música, cualquiera puede estar en cualquier lado haciendo lo que quiera. Hasta que pones un escenario, hasta que pones una entrada cara, hasta que pones una entrada más cara para estar más arriba y en un sillón más cómodo. 

    Ahí es cuando la cosa se pone un poco rara. A nosotros lo que más nos interesa, sobre todo ahora que estamos ganando más recursos y capacidad, es ayudar a un estrato que no sea el under en un sótano de mala muerte o en la casa de una amiga con 20 amigos que nos conocemos todos. Que sea un poquito mayor y que sepas que podes hacer lo que quieras.

    En la entrevista anterior, Julián Peralta hablaba de cómo en los 90 muchos músicos entraron en la lógica del tango y del folklore con una idea de dejar de estar mirando eternamente a Europa, debiéndole plata a Miles Davis. A veces me pregunto si nuestra escena electrónica tiene un lenguaje realmente propio o si hay una cosa de estar siempre mirando que hace un ciclo en Berlín, una fiesta en Chicago.

    Kil: Para mí cada vez nos estamos hinchando más las pelotas de eso.

    Rojo: Lento igual, ¿eh? Para mí es mucho más lento de lo que me gustaría. 

    Kuri: Sí porque también como Europa empezó a poner el ojo acá, está habiendo cada vez más infraestructura para darle de comer a ese criterio. Hay una cierta gentrificación que opone resistencia a esta otra alternativa que estamos queriendo proponer. Digo, sumando esto que dice Rojo de “sí, pero lento”. Si bien hay agentes que tratamos un poco de romper con eso, hay otros agentes que le están dando el comer del otro lado. 

    Kil: Pero creo que más y más la pregunta deja de ser ¿Cómo replico el modelo de allá acá? y se vuelve más la pregunta realmente difícil que es ¿Qué modelo inventamos acá que responda a nuestras lógicas?  A nuestra forma de existir, a nuestro deseo, a nuestra forma de bailar y a nuestra forma de tocar música. La respuesta de esa pregunta es muy jodida porque no la respondió nadie antes que nosotros y a la vez la respondieron muchas personas. Por eso Miles Davis es importante, por eso Jeff Mills es importante: porque podemos ver a todos esos puntos de referencia y decir, “Bueno, la gente estuvo en un lugar de mierda cuando estaban todos fundidos, cuando no había industria, cuando no había plata, ¿y qué hicieron?”.

    Leyendo sobre historia de la música me sentí muy conectado y representado por esas personas y por eso se volvieron referentes en su momento, pero después se volvió muy claro el hecho de que vivían en otro lado y venían de otra cultura y tenían otra historia. Esas cosas no terminan de responder a lo nuestro y ahora nos toca a nosotros hacernos cargo a ver cuál es esa respuesta. 

    ¿Por quiénes sonamos como sonamos acá en Argentina?

    Kil: El cambalache cultural que somos. Viene data de todo el mundo por esta ciudad, somos full cosmopolitas. Hay olas inmigratorias, más la gente que se la pasa mirando Europa y mirando Estados Unidos, más la gente que mira otros lugares y viaja a esos lugares y trae esa información. Todo eso nos genera una crisis de identidad zarpada porque no sabemos de dónde mierda venimos ni quiénes somos ni a dónde vamos y encima no tenemos plata para responder nada de todo eso fácil. Y creo que en ese cruce de condiciones muy particulares y muy variadas que hacen muy difíciles las respuestas a todas las preguntas surge esto: tres personas muy distintas que igual se juntan y suenan a algo. Venimos todos de lugares distintos, uno entró por la ventana, el otro salió del sótano, el otro bajó en el helicóptero, y pasó algo.

    Kuri: Creo que es la combinación todo eso sumado a una inconsistencia sistémica. Estamos en un país, sociedad, espacio, cambiando a cada segundo. No solamente el mundo cambia cada vez más rápido, nosotros como país no nos podemos quedar en la misma por más de una semana y a la vez tenemos pocos recursos.

    Entonces, en algo que te cambia constantemente y que no tenés el recurso para darle una cierta consistencia, te ves todos los días teniendo que inventar algo nuevo. Y eso teniendo un italiano, un francés, uno de zona sur y uno de zona norte al lado. Hoy, ya, ahora en este momento ¿En qué nos entendemos? ¿Qué podemos hacer? Creo que algo mucho del sonido argentino de “no tenemos idea qué está pasando, no tenemos nada, pero nos tenemos a nosotros”. Creo que hay algo de esa premisa que se fue repitiendo mucho. 

    (A Rojo): ¿Vos queres sumar algo?

     No, yo estoy bien. (risas).