Artificios
¿Por qué estamos solos en el universo?
Por Dante Sabatto
08 de mayo de 2024
Quizás hayas leído un “poema” inintencional que suele circular por las redes sociales. Un fruto posmoderno, hermano de la blackout poetry o del cadáver exquisito. Suele circular con el nombre de Poema encontrado sobre la soledad. Arriesgo la traducción de un fragmento:
“Tienden a aislarse
Son demasiado alienígenas
Todos escuchan, nadie transmite
La Tierra es deliberadamente no contactada
La Tierra está deliberadamente aislada
Es peligroso comunicarse
Están aquí, sin ser detectados
Están aquí, sin ser advertidos”
El texto está compuesto de una serie de subtítulos del artículo de Wikipedia sobre la Paradoja de Fermi, más precisamente del apartado 5, que enumera explicaciones hipotéticas de este problema. Enrico Fermi fue un físico ítalo-estadounidense, que describió una extraña paradoja: la evidencia sugiere, en términos probabilísticos, que las mismas condiciones que permitieron el surgimiento de la vida en la Tierra deben replicarse en innumerables casos en nuestra galaxia. Sin embargo, los intentos por hallar otras formas de vida distantes no han dado resultado. Como indica el pseudo-título del pseudo-poema, parece que estamos solos. Esto es lo que se conoce como “el Gran Silencio”.
Pero lo interesante no es tanto el problema en sí como las soluciones propuestas. En 1998, el físico y economista Robin Hanson propuso una respuesta sintética, quizás la más amplia en enfoque: en algún punto de la escala que va desde la existencia vacía de un planeta en el espacio hasta la emergencia de una civilización capaz de explorar el espacio, hay una frontera difícil de cruzar. Existe un elemento que impide el surgimiento de civilizaciones estelares. Ese elemento es el Gran Filtro. Y, como explica Hanson, su postulación abre más preguntas de las que cierra:
“De un millón de billones de estrellas en nuestro universo, ninguna ha llegado al nivel de tecnología y crecimiento que estamos próximos a alcanzar. Este dato implica que un Gran Filtro se ubica entre la materia muerta ordinaria y la vida avanzada, duradera, explosiva. Y la gran pregunta es: ¿cuán cerca de este filtro estamos? (…) Y si no podemos hallarlo en nuestro pasado, tendremos que temerlo en nuestro futuro.”
En este texto, quiero pensar el Gran Filtro, que se encuentra en una encrucijada crucial: la de la especulación existencial sobre nuestra existencia. Como concepto, se origina en las ciencias “duras”, pero emerge en ellas en su contacto con el pensamiento de lo social. Su mismo carácter especulativo, además, lo pone llanamente en el camino de la ciencia ficción. Y, finalmente, su importancia existencial para la humanidad imposibilita que quede en el marco de la reflexión: exige que se pase a la estrategia.
1. CIENCIA
Empecemos en el campo donde se desarrollaron estos debates: el de las ciencias. No hay que perder de vista el carácter paradojal de la propuesta de Fermi y de diversos planteos similares sobre el Gran Silencio. Por ejemplo, el del astrofísico Frank Drake es autor de una ecuación que lleva su nombre, que funciona como un razonamiento probabilístico sobre la cantidad de civilizaciones extraterrestres en nuestra galaxia. Así, comienza a ubicar empíricamente los sitios donde podría ubicarse el Filtro, mediante una escala evolutiva de las civilizaciones:
- Sistema estelar capaz de desarrollar vida
- Moléculas reproductivas
- Formas de vida monocelular simples
- Formas de vida monocelular complejas
- Reproducción sexual
- Vida multicelular
- Animales inteligentes y capaces de usar herramientas
- Civilizaciones que avancen hacia la colonización espacial [aquí nos hallamos ahora]
- Explosión tecnológica de colonización espacial
Quizás sea más útil agrupar estos 9 ítems en tres grandes zonas: el punto número 1, el espectro del 2 al 6, y los últimos tres elementos. En el primer caso, estamos hablando de factores astrofísicos; en el segundo, de aspectos biológicos; en el tercero, entramos firmemente en el terreno lábil que va de la teoría de la mente hasta las ciencias sociales. La pregunta es, entonces, ¿cuáles son las consecuencias de que el Gran Filtro se ubique en cada una de estas tres zonas problemáticas?
La idea de que el Filtro es físico puede pensarse a partir de la “hipótesis de la Tierra especial”, promovida por el geólogo Peter Ward y el paleontólogo Brownlee. Esta teoría, contra Fermi, discute la idea de que nuestro planeta sea típico, y postula que la multiplicidad de factores necesarios para hacer un planeta habitable es en realidad muy elevado:
- el tipo adecuado de galaxia
- la ubicación adecuada en esa galaxia
- el tipo adecuado de estrella
- la distancia orbital adecuada de esa estrella
- la disposición adecuada de planetas
- una órbita estable
- un planeta terrestre del tamaño adecuado
- la tectónica de placas adecuada
- una luna grande
- una atmósfera
Con estos últimos factores, damos paso a la siguiente clase de elementos: los de orden biológico y evolutivo. Si el Gran Filtro es biológico, la pregunta pasa a ser: ¿dónde está, exactamente? El hecho de que no hayamos encontrado formas de vida extraterrestre oscurece aún más el hecho: ¿es raro el surgimiento de la vida en sí? ¿O de sus formas más complejas? ¿Son muy comunes los eventos de extinción? ¿O es simplemente rara la vida inteligente? Esta pregunta final nos lleva a un campo delimitado por la mente (¿qué define la inteligencia?), y por lo social (¿qué define una civilización?). ¿Es dificultoso el surgimiento de vida inteligente, o de agregaciones sociales de cierta envergadura, o se halla el problema en el desarrollo tecnológico?
Si el Gran Filtro es físico o biológico, se encuentra en nuestro pasado. Ya vivimos en la Tierra especial y ya somos una civilización inteligente. Si el Gran Filtro es de orden técnico-social, en cambio, estaría adelante. Y la duda pasa a ser cuánto falta para que lleguemos a él.
Me parece notorio que el recorrido por esta serie de posibilidades es al mismo tiempo un recorrido invertido por la historia de los múltiples corrimientos del antropocentrismo a lo largo del tiempo: el Gran Filtro astrofísico y su hipótesis de la Tierra especial, ¿no es un retorno a lo pre-copernicano, un nuevo geocentrismo? Y el Gran Filtro biológico, ¿no es un retorno a lo pre-darwiniano, un nuevo creacionismo? Y el Gran Filtro de la civilización inteligente, ¿no es un retorno a teorías deterministas de lo social, un nuevo positivismo?
Lo que nos plantea la Paradoja de Fermi es: habiendo aceptado la contingencia absoluta de nuestra existencia, ¿cómo explicamos nuestra soledad?
2. FICCIÓN
La ciencia tiene sus ecuaciones, sus propuestas más o menos empíricas, pero al fin y al cabo son hipótesis. Se acercan al reverso de la ficción científica: la ciencia ficcional. Se ha hablado mucho de los lazos de solidaridad entre estos dos registros, pero el campo de la xeno-especulación es quizás el más fértil para el intercambio virtuoso entre literatura y ciencia. Y, específicamente, el Gran Filtro ha sido objeto de múltiples imaginaciones sci-fi.
En general, por el carácter mismo de la ficción especulativa, el Gran Filtro es ubicado en los elementos sociales. La saga Fundación, de Isaac Asimov, plantea uno de los ejemplos más claros con sus últimas entregas, Los Limites de la Fundación y Fundación y Tierra (sin contar, claro, las dos precuelas que fueron publicadas posteriormente).
En la serie de Asimov no hay alienígenas, pero los humanos se han expandido por el Universo. El problema del Gran Silencio sólo aparece en alusiones, y sin embargo es la pregunta fundamental del cierre de la serie: la humanidad ya ha colonizado decenas de planetas, pero ¿cómo puede asegurar su perduración en el tiempo, y con ella, la posibilidad de encontrar otras especies? Asimov plantea tres alternativas: la Primera Fundación (el dominio físico del universo), la Segunda Fundación (el control por una élite científica), o Gaia, un planeta donde los humanos han desarrollado habilidades telepáticas que les permiten establecer un todo cibernético con la naturaleza, un panpsiquismo que trasciende las fronteras de lo humano. Por supuesto, la última es la opción elegida.
Fundación piensa el problema del Gran Filtro como mental, pero con un giro posthumano. Es un problema de comunicación, en el sentido de la necesidad de extender la capacidad de comunicación a otras entidades. En un planteo bastante radical, Asimov cuestiona los fundamentos mismos del Gran Silencio y propone escuchar de otra manera.
Un enfoque también asociado a la mente, pero desde una perspectiva más bien xeno-biológica, aparece en la saga Noumena, de Lindsay Ellis. Esta serie de libros comenzó en 2020 con Axiom’s End y continuó en 2021 con Truth of the Divine; ese año se espera la publicación de Apostles of Mercy, que concluirá la trilogía.
El “final del axioma” de la primera novela es el problema del Gran Filtro, y así es planteado explícitamente por la especie alienígena que ha llegado a la Tierra. Porque en lugar de ser pensado desde una perspectiva humana, son los extraterrestres en estos libros quiénes se enfrentan al problema de su soledad. Su respuesta a la Paradoja de Fermi era que la vida es común pero la inteligencia no lo es: se trata de una especie altamente xenofóbica, que considera inmediatamente que la Humanidad, al ser descubierta, plantea el fin del axioma de la excepcionalidad de su especie y, por lo tanto, debe ser destruida.
Pero, de ese modo, lo que están haciendo es trasladar el Gran Filtro de una instanciación biológica a una social: el exterminio de una raza inteligente por las demás sería el verdadero impedimento de la comunicación entre civilizaciones. Los alienígenas Ampersand y Enola plantean en la secuela algo similar a la idea de Fundación: las distintas especies que pueden comunicarse son, cosmologicamente, similares entre sí. El problema son las limitaciones ontológicas a la cognición planteadas por el hecho de que nuestra vida está situada en un marco de cuatro dimensiones: existe un Afuera noumenal que resulta inaccesible y aparece como un Filtro insuperable. Así recorremos la escala completa: del Gran Filtro biológico al social, y de este al físico.
Pero volvamos a la idea del exterminio como Gran Filtro. Su mejor ejemplo es, la serie Remembrance of Earth’s Past, del autor chino Liu Cixin, recientemente (mal) adaptada por Netflix bajo el nombre del primer libro de la trilogía, El problema de tres cuerpos.
Es en realidad su secuela, El bosque oscuro, la que introduce una respuesta posible al Gran Silencio; a este problema refiere el título: el “bosque oscuro” es el espacio exterior, donde no hay comunicación entre civilizaciones. Lo que la novela plantea es algo similar al “dilema del prisionero”: alcanza con la existencia potencial de una única civilización violenta para que todas las demás estén en peligro. En consecuencia, las civilizaciones que sean capaces de expandirse y comunicarse deben aprender, rápidamente, a no hacerlo: a guardar silencio. Como el riesgo es existencial, es de orden infinito. Una civilización que se expande es un posible enemigo, y todas las demás deberían unirse para exterminarla.
Por lo tanto, si un planeta emite señales para comunicarse con los demás, está contribuyendo a su propia destrucción: esto es lo que ocurre en El problema de los tres cuerpos, y lo que es eventualmente usado por los terráqueos para vencer al planeta invasor, Trisolaris. Es una respuesta casi schmitteana al problema del Gran Filtro: el acto soberano en el estado de excepción absoluto que implica la conquista del espacio.
Resulta interesante que, tanto Ellis como Liu pasan de un problema de orden sociopolítico a uno ontológico: el libro que cierra la saga china también se ocupa de pensar las múltiples dimensiones, la entropía y la muerte del Universo. Es como si el Gran Filtro, como forma especulativa de plantear la pregunta existencial de la humanidad, trazara puentes entre diversos campos del pensamiento, como si nos forzara a ir más allá. En las respuestas ficcionales al problema de Fermi, encontramos intentos de superar el impasse científico de un retorno pre-copernicano: el descentramiento de la cognición humana (Asimov), el punto de vista alienígena (Ellis) y la radicalización del acto soberano (Liu).
3. ESTRATEGIA
La persistencia del problema del Gran Filtro se nota, en los últimos años, en la proliferación de textos que lo abordan desde un enfoque híbrido, parcialmente indeterminado entre la ciencia física y ambiental, la filosofía política, la especulación teórico-ficcional y demás registros cercanos. Son textos que se ubican precisamente en el cruce del pensamiento y la acción: en el terreno de la estrategia.
Una primera vía, la menos interesante, es la del optimismo de la excepcionalidad. El Gran Filtro se ubica en el pasado: lo hemos dejado atrás. La exploración del espacio está a la vuelta de la esquina. Este optimismo aparece por oleadas: no es extraño que los planteos científicos que analizamos al comienzo datan respectivamente de los 60 y los 90, décadas en las que (re)nacía la esperanza en la conquista del espacio exterior. Hoy en día, vía Musk, parece que nuevamente muchxs confían en que nos acercamos al noveno y último punto en la escala de las civilizaciones.
Una segunda vía es la del pesimismo del colapso. Ya sea en su versión ambiental o bélica, especialmente con la imagen de la Guerra Nuclear, el Gran Filtro aparece adelante y como insuperable. Una alternativa especulativa de mayor interés en esta línea es la de Nick Bostro, filósofo estadounidense que se ocupa, principalmente, de la idea del “riesgo existencial”. El objetivo de toda su obra es intentar cuantificar y calificar los posibles Filtros y pensar estrategias para evitarlos. Bostrom no es optimista: nadie que dedique decenas de papers a imaginar el fin del mundo puede serlo. Pero si es un pesimista, es un pesimista esperanzado.
Si las consecuencias ético-políticas del pensamiento de Bostrom son polémicas, en la medida en que requieren una autoridad capaz de operar a nivel global de formas que no parecen a simple vista compatibles con la democracia o el pluralismo, más aún lo son las de nuestro próximo autor. Me refiero a Nick Land, pensador maldito del aceleracionismo y la Neorreacción, que plantea la finitud de lo humano como Gran Filtro, y la fusión transhumana en un capitalismo autonomizado como su superación. Ya no se trata, entonces, de un Gran Filtro físico ni social, como en los escenarios que piensa Bostrom, sino uno del orden de lo corporal y mental en simultáneo.
Formas más moderadas de este pensamiento, y menos anti-humanas, existen también. Ray Brassier, por ejemplo, piensa el Gran Filtro como un problema de orden cognitivo, y mantiene la fe en los desarrollos científico-tecnológicos para superarlo. Federico Re ha planteado, de un modo similar, que el desarrollo de una Teoría del Todo, que unifique los campos aún disgregados de las ciencias físicas, puede ser el paso necesario para superar el Filtro. Alternativamente, Reza Negarestani ofrece una solución asimoviana: un panpsiquismo que, inteligencia artificial mediante, rompa los límites de la cognición humana.
A fin de cuentas, lo relevante del pensamiento estratégico sobre el Gran Filtro es cómo transforma las reflexiones sobre la finitud, ya sea de nuestro planeta o de nuestro cuerpo. Al hacer explícita la angustiosa pregunta por la soledad de la Tierra y evidente la tensión que esto produce con respecto a la idea de una excepcionalidad humana, fuerza al pensamiento a intentar avanzar.
Sea por la vía de la ciencia, de la ficción o de la estrategia, las respuestas especulativas delimitan una serie de caminos posibles:
1. La primera opción es intentar un retorno al pensamiento de la excepcionalidad humana. Sea porque el Gran Filtro ha quedado atrás o porque nuestra confianza en su superación futura es muy elevada, podemos intentar creer que nuestra soledad no requiere más explicaciones. Esto puede ser compatible con un pensamiento religioso, pero también puede ser compatible con un ateísmo radical: quizás nuestra excepción es absolutamente contingente y arbitraria.
2. La segunda vía admite la finitud y la ubica en el centro: o bien las civilizaciones tienden a exterminarse a sí mismas, o a destruir los planetas en los que viven. Este es el pensamiento del riesgo existencial pero también de la Tierra especial: de los límites biofísicos y tecnosociales, pero límites en sí. Y, nuevamente, puede haber puro determinismo o un pensamiento más abierto y contingente.
3. La tercera alternativa también se ocupa de la finitud, pero en términos más complejos. Me refiero a los límites no tanto de la comunicación como de la cognición, y no sólo de la mente sino de la relación entre el pensamiento y la materia. Quizás lo que haya que cuestionar sea la misma “escala de la evolución” de Hanson, la idea de que las formas de vida siguen un camino lineal y repetido , que pueda existir una Teoría del Todo única y no fragmentaria. Si bien en las dos vías anteriores sostuve que formas menos deterministas son posibles, la verdad es que la concepción cerrada, religiosa o fatalista, suele ser más fuerte. Esta opción, en cambio, es en sí misma un pensamiento de la apertura. Postula que el Gran Filtro es la idea de que existe un Filtro unívoco, universal. Quizás nuestra soledad se acabe si somos capaces de esperar que otras existencias sean tan parecidas a la nuestra. De distintas maneras, los ejemplos ficcionales que empleé más arriba intentan abordar estas fronteras, y son por eso nuestra punta de lanza, conexión entre lo científico y lo estratégico sin perder la potencia especulativa de la esperanza.
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