Tecnología

No estás scrolleando bien

¿Alguna vez mediste cuánto tiempo pasás en pantalla? La plataforma china TikTok tuvo un enorme crecimiento a partir del año 2020. El scroll vertical y su algoritmo redefinieron la forma en que se consume el entretenimiento. Esta nota es un primer acercamiento a las consecuencias del scrolleo en jóvenes y adultos.

Por Alejo Bernhardt
13 de septiembre de 2025

La acción de scrollear, a simple vista, es el mínimo ejercicio de apoyar el dedo índice sobre la pantalla de un teléfono inteligente, seguido por la acción de deslizar hacia arriba —o hacia abajo, en menor cantidad de oportunidades— con la presión y velocidad a la que el usuario se sienta a gusto. Parece algo tan sencillo que hasta un bebé podría hacerlo, y ese es el problema.

La aceleración tecnológica y la digitalización cambiaron la forma en que vivimos y socializamos. Se volvió difícil imaginar la creación de un vínculo entre dos personas sin la mediación de alguna red social. Parte de conocer a otro es conectarse a través de una plataforma, sea Facebook, Instagram, X o incluso LinkedIn. Se volvieron parte de uno, así como también un medio para expresarse, para mostrar algo de su vida que no está escindido de los códigos sociales propios de cada red. El perfil habla por uno mismo y es un retrato —o intenta serlo— de quienes somos.

Los expertos en la creación de contenido sostienen, como primer mandamiento, que un video debe retener tu atención en menos de tres segundos para funcionar. Esa afirmación se volvió un estándar en cómo se consume el entretenimiento a partir del scrolleo. Cada scroll es la promesa de algo más interesante, gracioso, como una recompensa por estar tanto tiempo frente a la pantalla. Un loop de dopamina que nunca termina y se convierte en un gesto automático, casi inconsciente, que moldea la forma de prestar atención. Los videos largos, de vasta producción y extensos procesos de curado, ya no seducen para el común denominador. Estímulo tras estímulo, la clave está en el contenido efímero, instantáneo y hecho de forma artesanal. El scroll es el nuevo zapping, pero sin control remoto ni horarios: el esfuerzo está ahí, todo el tiempo, esperando a ser ignorado en medio segundo.

Ahora bien, ¿de dónde viene esta acción? Una de las primeras plataformas en implementar el scroll infinito fue Twitter, allá por el 2006. La idea de que no hay páginas, cortes, ni final visible, sino una línea de contenido que baja por siempre. Quien tomó esta idea y decidió pisar el acelerador fue TikTok, que, después del éxito que tuvo en la pandemia, se volvió la meca del entretenimiento, la cultura, el comercio online y de casi todo lo vinculado a lo digital y comercial. 

TikTok es la primera gran aplicación de redes sociales creada lejos de Silicon Valley. Es la sucesora de Douyin, una app creada por la empresa china ByteDance en 2016. La empresa dio un gran salto en 2017 con la compra de Musical.ly, una app muy popular entre adolescentes de Estados Unidos y Europa, que contaba con una comunidad de creadores haciendo lipsyncs, bailes y challenges; algo que hoy se puede ver a mayor escala en TikTok.

Mientras YouTube acaparaba el mercado de videos con formato largo, TikTok tomó otro camino: videos cortos, inmediatos y con un editor propio incorporado. Un estudio de grabación en el bolsillo, con filtros, efectos y música con copyright al alcance de cualquiera. El algoritmo, el ingrediente más importante, es una especie de radar emocional que comprende los gustos del usuario en tiempo real y le devuelve contenido hecho a medida. No hace falta seguir a nadie, ni armar una red, ni siquiera es necesario registrarse. Solo abrir la app y dejarse llevar por la For You Page, un algoritmo diseñado a medida para que, video tras video, la experiencia en la aplicación se vaya moldeando según el humor, intereses e ideología.

Según datos recolectados por Statista, en 2018 la aplicación contaba con 500 millones de usuarios. Solo en el primer semestre de 2020 —pandemia mediante— la aplicación fue descargada 315 millones de veces. Para 2021 alcanzó los mil millones de usuarios, y en 2025 la cifra se encuentra en 1.600 millones. Este crecimiento no solo se explica por la propia popularización de la app, sino también por la democratización a nivel global de la tecnología, sobre todo en Asia y Medio Oriente, donde se concentra una gran porción de la población mundial. El 30% de su audiencia actual se concentra entre jóvenes de 18 a 25 años, y el 34%, de los 25 a los 34. Sin embargo, hay un público menor de edad que no termina de ser contabilizado por las métricas y atraviesa una situación particular.

El tiempo en pantalla

La Generación Z es un conjunto etáreo de personas que nacieron, prácticamente, con un smartphone o tablet bajo el brazo, en particular aquellos nacidos en la recta final de la década de 2000. Un grupo poblacional que no puede ser comprendido ni estudiado separado de las redes sociales como vía de socialización. Lo puntual en este caso es ver qué pasa con aquellas personas de este rango etario que pasan horas y horas bajo la adicción del scrolleo y pierden, de a poco, contacto con la realidad fuera de las pantallas.

¿Cuántos videos se pueden mirar por día y cuántos es uno capaz de recordar? Una persona puede pasar sin darse cuenta quince minutos scrolleando en un abrir y cerrar de ojos, tiempo que puede escalar a la media que dura una película luego de sumergirse en el algoritmo. En Estados Unidos, se estima que el usuario promedio pasa al menos una hora por día en TikTok. Quienes buscan encontrar una definición de por qué el scrolleo es adictivo lo enlazan rápidamente con el mecanismo de las máquinas tragamonedas, o bien con estímulos que generan constantes dosis de dopamina en el cerebro.

Martín Becerra, en una primera investigación sobre los usos de TikTok entre los jóvenes en Argentina, descubrió que su grupo de estudio tenía dificultad para dejar de ver videos en la plataforma; es una de las características comunes que todos manifiestan, sin discriminación de edad ni localidad geográfica. A la adicción y exceso de tiempo en el celular en general —y TikTok en particular— se contrapone la noción de control, tanto desde el intento de ejercer un autocontrol como el control parental en el caso de los menores de edad. Estos jóvenes lograron identificar rápidamente un conflicto al que difícilmente pueden dar respuesta.

Según Anne Marie Albano, una psicóloga estadounidense, el aislamiento digital genera una idea distorsionada de cómo es el mundo real. Un adolescente que se aísla entre Netflix, Instagram y videojuegos puede empezar a pensar que no hay nada allá afuera, que todo es hostil o que no vale la pena intentarlo. Esa narrativa, aunque parezca exagerada, es la base de muchos estados depresivos.

Una investigación de Amnistía Internacional en 2023, junto con el Algorithmic Transparency Institute y AI Forensics, expuso un experimento inmersivo en la plataforma: “Pasados entre 3 y 20 minutos de investigación manual, más de la mitad de los vídeos del feed ‘Para ti’ estaban relacionados con problemas de salud mental, y muchos de los vídeos recomendados en una sola hora idealizaban, normalizaban o animaban al suicidio”.

En ese mismo año, el Cirujano General de Estados Unidos (jefe operativo del Cuerpo Comisionado del Servicio de Salud Pública) advirtió sobre el impacto del diseño adictivo de las redes sociales: “El uso excesivo y problemático de las redes sociales, tal y como el uso compulsivo o incontrolable, se ha relacionado con problemas de sueño, problemas de atención y sentimientos de exclusión entre adolescentes. En estudios menores se ha demostrado que las personas que hacen un uso frecuente y problemático de las redes sociales pueden sufrir cambios en la estructura cerebral similares a los observados en personas adictas al consumo de sustancias o al juego”.

Así como estos informes arrojan una primera idea de los daños cognitivos que producen las plataformas, son apenas el comienzo de una situación que puede agravarse aún más. Resta ver cuáles son las consecuencias a largo plazo, a partir de los déficits de atención, las tendencias suicidas y cualquier trastorno que se genera a partir de la larga exposición al scrolleo. Con un algoritmo específicamente diseñado para generar adicción, ¿deben generar las instituciones una manera de frenar la avanzada del consumo problemático de videos en vertical? ¿Hay una cuestión ética que deba ser urgentemente atendida?

¿Cuál es el límite del scrolleo?

Distintos estados intentaron ponerle un freno a la empresa china. El primero de ellos fue India, en 2020, que, a raíz de un conflicto político y económico con China, decidió prohibir la aplicación en su territorio que es de los más poblados del mundo, y por ende, un gran mercado. Otros países de la región, como Nepal o Bangladesh, también aplicaron restricciones luego del caso de India, pero el más significativo en los últimos años fue el de Estados Unidos. Joe Biden inició, durante su última presidencia y a través de la Corte Suprema, un juicio a TikTok, buscando proteger la base de datos de los usuarios de su país que alcanzan los 170 millones. Si bien la ley de protección de datos frente a empresas extranjeras se sancionó, y con la amenaza persistente del gobierno para la prohibición de TikTok, aún sigue siendo “legal” en el país.

Tanto el conflicto indio como el norteamericano están enmarcados en una disputa política: económica y territorial en el caso de India, y, en el caso de Estados Unidos, en la carrera que el gigante asiático empuja para volverse hegemonía mundial, y comiendo cada vez más mercado con servicios y productos de bajo costo de elaboración. Esto quiere decir que lejos están estos conflictos de tener como bandera la preocupación por la salud mental.

La entidad que sí intentó elaborar un plan para regular su uso ético fue la UNESCO, que en 2023 diseñó un conjunto de directrices que buscan que, de parte de las empresas, surjan iniciativas para proteger los derechos humanos y la integridad de los usuarios, sobre todo de aquellos grupos en situación de vulnerabilidad. Así lo indican: “Las plataformas digitales deben garantizar que las consideraciones relativas a los derechos humanos y al debido proceso se integren en cada etapa del diseño del proceso y en las políticas y prácticas de moderación y curación de contenidos”.

Si bien el aporte de la UNESCO es un paso más acertado hacia un horizonte de regulación que ponga la salud mental y el bienestar de las personas como foco, el formato en video vertical es tan atractivo que la mayoría de las grandes aplicaciones lo adoptaron: Facebook, Instagram, X, YouTube, incluso Mercado Libre. 

El crecimiento desmedido de este formato va de la mano con réditos económicos innegables: en cada minuto de scrolleo caben incontables horas de publicidad, y quienes diseñan estos algoritmos no parecen tener incentivo ni límite moral para poner un freno a una epidemia que ya comenzó. Quedará en manos de las organizaciones internacionales y de los Estados nacionales estudiar si la situación necesita una regulación pertinente o no. Si bien existen algunas iniciativas primarias para lograr disminuir el riesgo cognitivo en las personas, apenas es la punta del iceberg de una nueva época que recién empieza.