LOS VILLANOS QUE AMAMOS

El otro día me puse mi remera de Darth Vader, fui al espejo a ver si estaba fachero, y se me cruzó un pensamiento: “tengo puesta una remera de Hitler”. Pero El Malo de Star Wars, es incluso peor, es un dictador de la galaxia. Ese día salí a la calle, me crucé con uno que tenía la del Guasón, otro la de Pablo Escobar y en un local vendían la de Cruella por el estreno de la nueva peli.
Tanto en la radio, como en instagram, siempre que se habla de asesinos seriales o villanos, explotan los teléfonos y las respuestas como nunca. ¿Por qué en una época donde toda maldad se cancela, las mismas personas que buscan justicia en twitter llevan puesta la remera de alguien que asesina perritos dalmatas para hacerse un abrigo? Cuando Rosalía apareció con pieles en Instagram casi le liquidan la carrera. Pero ahora, con el estreno de Cruella, se creó un nuevo icono popular. ¿Acaso la ficción, el hecho de que algo no sea real, lo vuelve un permitido para saciar nuestro lado oscuro? ¿Por qué es más común que en estos días la industria saque una película del Joker que una de Batman? ¿Por qué nos divierte muchísimo más Thanos que el Capitán América?
En nuestros primeros años de vida, comenzamos a entender que estamos en una sociedad con reglas donde no podemos hacer lo que se nos plazca. Empezamos a crear lo que Freud llamaría el “superyó”, que en palabras simples, representa los pensamientos morales y éticos recibidos de la cultura. Si no fuera por este filtro psicológico, querríamos golpear a un jefe, putear a un transeúnte, o matar a Videla. Pero todas estas cosas están mal en la sociedad que creamos. Hay reglas que nos permiten vivir en comunidad, y hay que respetarlas. Videla murió de viejo en la cárcel. En lo que a mi respecta, la máxima muestra de la victoria del lado bueno. Nadie se rebajó a su lado oscuro, al pensamiento inmediato animal que nos surge del lado más profundo y maligno de la mente. Le ganamos respetando las reglas del juego. En buena ley.
Vivimos en una constante lucha contra lo que nos prohíbe el accionar inmediato. Cuando vemos que alguien acciona sin negociar con el superyó, nos causa mucho interés y a veces admiración. Pensemos en el caso de Darin y su interpretación de Bombita en Relatos Salvajes de Szifrón. El tipo hace explotar una playa de remolque, donde podría dar como resultado muertes o heridos. En la película pasa lo que probablemente hubiera sucedido en la realidad: se convierte en un héroe de las redes. Un justiciero en contra de quienes son injustos con el pueblo. Cuando vemos en la pantalla grande, a Bombita causando la explosión, nos causa una satisfacción muy oscura, pero real en fin. Gracias a Szifrón, todos los que tuvimos que pagar una multa injusta, o a todos los que una grúa nos rayó el auto por levantarlo mal, tuvimos venganza. En ese momento, viéndolo a través de la pantalla grande, todos pudimos saciar nuestras ganas de explotar una playa de acarreo.
Lo mismo pasa con el nuevo Joker de Joaquin Phoenix. [ Hagamos más interactiva la lectura: ponete en spotify “Bathroom Dance” de la compositora Hildur Gudnadóttir (soundtrack del joker) ]. La peli rompió todo en taquillas. En 2019 se convirtió en la peli más rentable basada en un comic de la historia. Somos fanáticos del Guasón, sea Jack Nicholson, Heath Ledger o Joaquin Phoenix (del de Jared Leto ni hablemos). Un mafioso, asesino, loco y sádico. Ahora bien, haber conocido sus orígenes, sus razones y motivaciones por las cuales empleó el mal, nos hizo estar de su lado. Cuando mata a los chetos que le hacen bullying, festejamos. Capaz toda la bronca que alguna vez nos causó un rugbier haciéndole un tackle a una persona en situación de calle, la saciamos a través del Guasón disparando en el subte. ¿Está bien hacer eso? Claro que no. Pero conectamos con nuestro Joker interior, reprimido desde la niñez.
Hay un libro, que analiza el arte y al artista, “Los Tres Usos Del Cuchillo” de David Mamet, en donde describe lo que para él es “el buen arte”. Hay algo muy acertado en su pensamiento y es que la obra debe representar al artista. Si la obra no refleja un pensamiento oscuro, no termina de completarse, porque no hay artista (no hay humano) sin pensamientos oscuros. Si les da paja leer todo el libro, también lo dice C Tangana en la nueva Caja Negra: “A mi me gustaría que el arte pudiera meterse en la parte oscura del mundo. Yo leí a bukowsky, escuché a Nirvana y consumí una cultura que no era decirle a la gente lo que tenía que hacer en lo absoluto.”
Si el arte fuera, en términos de moral, escrito por el superyó, si todo fuera como dice y hace el Capitán América, el espectador entraría en pánico, porque estamos lejos de esa super-bondad impoluta. Ver a un personaje con un lado oscuro, nos deja respirar por sobre el nuestro.
Ni hablar de la fascinación por lo desconocido. Si no fuera por Hans Landa (a quienes muchos llaman “el mejor personaje de Tarantino”) nunca hubieramos tenido a un nazi tan cerca. Esa maldad no causa admiración, pero si intriga. Cuando Thanos justifica su accionar a la hora de aniquilar al 50% de la población mundial, entendemos sus razones. No son motivaciones sádicas o locas. Tienen una razón que muchos entienden y hasta apoyan. Lo hace de forma aleatoria, no elige quién vive y quién muere. Y lo hace, aunque parezca contradictorio, para salvar al planeta. Años más tarde de que Thanos chasque los dedos para terminar con millones de vidas, el planeta es un lugar mejor. Deja atrás los problemas ambientales, abundan animales y nuevas faunas, y los recursos alcanzan para toda una población que ya no pasa hambre. Así es como surgieron muchos militantes de Thanos, cuando la verdad es que se trata de un dictador más que, cegado por sus ideales, pasa por encima de otros.
El rostro de V, protagonista del cómic y película “V De Vendetta” se ha convertido en un ícono popular. Vemos su máscara en manifestaciones cuando el pueblo está enojado con el Estado. Si existiera en la vida real, sería un terrorista que explotó una institución, y no se cuantos se animarían a decir que están de acuerdo con él.
Los Villanos representan la libertad absoluta. En una sociedad donde todos odian las normas, y donde todos nos sentimos manejados por un ente superior, el villano representa a alguien sin ataduras. Que sean ficción, nos facilita la admiración. Porque si fuera real, la verdad es que está mal lo que hacen. Es ilegal, egoísta, dictatorial, etc. Aunque nos posicionamos moralmente en contra de ellos (así debería ser) hay una admiración innegable en sus formas de ser. Y esto se ve reflejado en que la gente los ama. La industria saca: Mi Villano Favorito, Megamente, la serie The Boys, Joker, Cruella, Loki, etc, etc, etc.
Queremos ver eso. Queremos saber cómo se siente esquivar al superyó, queremos saber cómo se siente la venganza que no podemos emplear, y queremos saber cómo se siente liberarse de todo tipo de ataduras socioculturales. A veces necesitamos entrar en contacto con nuestro lado oscuro, nuestro facho interior. Mientras sea dentro de la sala de cine o en nuestras plataformas digitales preferidas, estará bien. Fuera de casa, hay que seguir siendo como el Capitán América para vivir en armonía.

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