Urbe
Los dueños de la calle online
¿Cómo usar la Internet de Redes Sociales para volver a canalizar la rebeldía progresista en un terreno cada vez más controlado por el capital financiero y el pensamiento de derecha? Esta pregunta guía este ensayo, que busca responderla a partir de conversaciones con Juan Ruocco y La Inca.
Por Elías Fernández Casella
27 de noviembre de 2024
Tras el cambio de paradigma que enterró a la internet 2.0, la Internet de Redes Sociales fue el catalizador de muchos movimientos progresistas y feministas que supieron mover el dial a los grandes actores del poder fáctico.
Pero en la última década estos espacios, combinados con algunos foros de más edad, fueron la trinchera de origen para muchos focos de la nueva derecha. Esa que combina, cual helado caliente, un antielitismo aspiracional con el entusiasmo con el capital financiero.
A través de una metralla de mensajes incendiarios, teorías conspirativas y viralización constante de una catarsis que explota en millones de esquirlas, sedujeron a los algoritmos con una facilidad pasmosa.
Pasiones resilientes
El potencial transformador de la época está puesto en la tecnología, eso es claro. Y no es para menos, puesto que la transición tecnológica, protagonizada por el uso de baterías de litio, promete ayudarnos a abandonar el paradigma del carbón y el petróleo en un complejo entramado que destruye ecosistemas en nombre del ecosistema y beneficia algunas comunidades que luchan por obtener una participación mayor en el negocio a costa de destruir a otras comunidades que además se tienen que desplazar, como bien retrata Ernesto Picco en su libro “Crónicas del Litio”.
En el campo de la Inteligencia Artificial, multitudes de programadores entrenan a las promesas del mañana, mientras el mundo laboral se tensa con los requerimientos que va a pedirnos. Dios bendiga a quien hizo el bot que desgraba audios, aunque no opine lo mismo ese colega que vive de escuchar y tipear furiosamente conferencias en el hotel Faena.
El futuro puede ser brillante, pero mientras tanto es una incógnita. Cada reacción coherente a lo doloroso del día a día, con su costo de vida cada vez más alto y el todo por suscripción, viene teñida por el peso de lo inevitable y la religión del hombre (énfasis en el “hombre”) hiper-productivo, dueño de su destino y su caída. Para eso, el poder tiene una palabra: “Resiliencia”. Uno de los términos preferidos de LinkedIn, probablemente el lugar más insoportable de Internet, donde la fachada laboral de sus mejores usuarios excede la autoparodia.
Diego Fusaro se ocupa de este término en su libro “Odio la resiliencia: contra la mística del aguante”. La palabra se ha transformado (hace menos de 10 años) en esa celebración del humano resignado que se vanagloria en resistir a las adversidades de la vida como una dosis de mierda inevitable, y que ve en todo sufrimiento una lección de vida tras lo que “rebota” para seguir el stream de la vida diaria.
Pero en el mismo lodo, todos manoseados en una realidad de amansalocos, que propone un apocalipsis cada semana. Francois Dubet habla del sentimiento de la época como una de “Pasiones tristes” en la que las desigualdades se viven como diferencias que exceden a las clases sociales, desigualdades “múltiples” que se individualizan hasta que se vuelve muy difícil entender qué es lo que las causa.
Racismos, odios y rencores son disparados hacia los demás como una manera de desahogar el desprecio vivido en carne propia en lugar de activarlo como resorte para la transformación política. Lo íntimo de esta manera de sufrir impide que exista una expresión política canalizada de ellas que proponga una alternativa. Mucho de esto está matizado bajo la misma premisa del realismo capitalista, con soluciones hiper-teorizadas y de corto vuelo, que reaparecen en la historia cada vez que lo humano está en crisis.
La amplitud del universo y de sus posibilidades deja de tener sentido de tan desdoblado que está. Si uno ahonda demasiado en la multiplicidad de sentidos y posibilidades que tiene la realidad, puede terminar en un camino de nihilismo como el que empieza en la serie animada Rick and Morty tras el capítulo “Rick potion No. 9”, en que los protagonistas destruyen el universo en el que viven y lo solucionan, sencillamente, viajando a otro universo en el que sus dobles interdimensionales acaban de morir. La vida sigue, en otro lugar idéntico, llevando encima las identidades heredadas como si no importase.
Ahí es cuando cada disonancia cognitiva gana un vuelo corto, muy corto. A tal punto la Internet de Redes Sociales funciona desde la creación de sub-realidades, que la “teoría de la Internet Muerta”, una teoría conspirativa que dice que la web con la que interactuamos está tan llena de bots que casi nadie es real allí, empieza a ser, por lo menos, más difundida: ¿Es Internet un páramo repleto de hologramas? Y sino: ¿cuánto bait, cuanta fake news puede procesar un cerebro bombardeado?
En este multiverso de biomas ideológicos, las estrategias de la derecha son generar ruido y ametrallar con gritos de catarsis. Al estilo del asesor de Donald Trump, Steve Bannon, que hablaba de “inundar todo de mierda”, como sabe cualquiera que tenga que trabajar en comunicación política y seguir la actividad tuitera de Javier Milei.
Ahora: ¿qué ocurre del otro lado? Por ahí sirva pensarlo un poco desde la actualidad argentina.
Los dueños de la calle online
En la Argentina virtual, la discusión política (rancia pero discusión al fin) predomina más que nada en X (que llamaremos en adelante “Twitter”, porque acá creemos en los usos, la defensa del significante y la tierra para quien la trabaja).
Aunque sea casi un microcosmos, la ex Twitter tiene cierta relevancia a nivel global por su capacidad para amplificar debates que luego se trasladan a los medios masivos. Ese espacio ha propuesto presidentes y funcionarios, aquí y en otras partes del mundo. Una nota publicada hace unos días en La Nación esclarece muy bien el panorama para entender el alcance de la red social: “el poder usa Twitter para comunicarse con la gente, pero poca gente está realmente oyéndolos en Twitter (…) Es una parábola deliciosa: si no fuera por la prensa, que nunca fue bien vista por los que prefieren solo hablar por Twitter, casi nadie sabría qué está pasando en Twitter”.
¿Qué tan real es, entonces? Voy con esa pregunta a dos personalidades muy activas (fuera y dentro de) twitter, para ver qué me aportan desde una matriz política, tecnológica y filosófica conectada con la realidad.
Juan Ruocco es periodista y escritor, especializado en tecnología y cultura pop, y tiene una relación estrecha con el mundo virtual. Participa en varios programas de stream, y el año pasado publicó su libro ¿La democracia en peligro?, en el que sistematiza el uso de los memes como herramienta de las nuevas derechas, tema que tuvo mucha relevancia durante la campaña electoral que concluyó con la victoria de Javier Milei:
“Twitter es una red, y toda la cuestión es como una especie de modelo de la realidad”, dice: “los modelos siempre son imposibles, es el clásico problema del mapa y del territorio. Si querés sacar conclusiones sociológicas a partir de Twitter, posiblemente seas medio boludo, pero claramente es un espacio que performa y crea, crea, distorsiona, forma realidad a partir de justamente este combo interactivo que se da entre política, gente común y medios o periodistas”.
En ese debate virtual, algunos creadores de contenido apuestan al videoensayo, un formato bastante exitoso en Europa y EEUU (donde la exponente de izquierda es la youtuber Contrapoints), pero que no agarró demasiado aún en nuestras tierras. Una de ellas es Natalí Incaminato, conocida como “La Inca”. Doctora en letras, streamer y escritora, publicó en 2018 Peronismo para la juventud, uno de sus primeros intentos de hacer llegar a este público una crítica al individualismo y al orden financiero que están hoy más consolidados.
“A mí me gusta el video ensayo porque permite hacer cosas diferentes y con un elemento genuino mientras aprovecho las redes”, explica. Desde su canal “Incatube” busca combinar la simplicidad del medio con la complejidad necesaria para proponer otro tipo de discusiones y planteos, “a la vez que espero a que haya momentos culturales un poco más benignos para perspectivas que no sean las libertarias”, algo que ya había hecho en Peronismo para la juventud, articulando el lenguaje de twitter con la historia del movimiento.
En el resto del mundo los espacios virtuales ideológicos están más consolidados: “hoy por hoy en Estados Unidos y en Europa funciona mucho el video ensayo, es algo muy exitoso y acá todavía no hay muchas señales de que sea algo que se demanda”, dice Incaminato, en contraposición al caso angloparlante donde la izquierda tiene su “Breadtube”, de la que la youtuber Contrapoints es su mayor exponente.
Lo que sí crece es el stream local, con formatos que lo posicionan como una mixtura entre la nueva TV y la radio AM. Un ecosistema que produce algunos referentes actuales del debate público mientras rescata a personajes del viejo mundo para que no todo el star- system inmediato se convierta en una estrella fugaz.
En cuanto a los espacios que ocupan los biomas ideológicos, una investigación publicada en junio por “El gato y la caja” da cuenta de la centralidad en Internet que tiene la derecha: El canal BreakPoint, con unas 29 millones de vistas, funcionó como un nodo organizador de la campaña libertaria, mientras que Blender, con sus 14 millones de visualizaciones, es el punto de confluencia para quienes están del otro lado, “aún copiando algunas cuestiones”, dice Incaminato, “como la importancia de la incorrección política y la masculinización en una versión más light de todo eso.
Para Ruocco, “la diferencia entre los dos movimientos es que no hay uno originario de izquierda en Internet, mientras que sí los hay de derecha, como el Trumpismo, o Milei”. Para estas cosas, “¿La democracia en peligro?” es una lectura más que útil: La derecha canalizó su mensaje a través del meme hasta apropiarse del debate público actual gracias al potencial viralizador del formato, que además muta con la velocidad de los acontecimientos, y que además permite decir lo que en televisión no se podría. Este discurso de odio no queda en el plano de lo virtual, como bien se ilustra en el capítulo más estremecedor del libro.
Además, recuerda Juan, en redes sociales la retroalimentación mediática ”es bastante obvia, lo que hace que sea un campo de batalla y un espacio de disputa que sirva para muchas cosas, en parte porque hay políticos y comunicadores en la misma plataforma, y para lograr ese combo antes tenías que tener una estructura mediática que hoy no hace falta”.
Pasó mucho en los últimos años, pero hay algo que se mantiene constante: Internet es a menudo un lugar hostil para mujeres y disidencias. Saltó a la vista con Gamergate, una campaña de cyberacoso contra desarrolladoras de videojuegos orquestada en 2014, y se mantiene vigente en un presente donde más de un caído del catre acusa de “wokizar” los diseños de la remake de Silent Hill 2. En fin, no por nada el género de terror en videojuegos tiene una cantidad particular de fans entre las mujeres y disidencias.
Incaminato se refiere al backlash que vivió el feminismo argentino en 2024 como una situación de mucho acoso, en la que “el progresismo se volvió una mala palabra porque hoy en día lo que domina es el discurso del neoconservadurismo”, aunque “estamos en inicios de un resquebrajamiento de ese chivo expiatorio, porque creo que cuando se extenúa ese recurso ya empieza a sonar como una mentira”.
Pero hubo, sí, una época en la que Internet venía teñida con un optimismo emancipador: Fue el bowl estructural de muchos de los movimientos que (solapados entre sí) sacudieron estructuras en el mundo real durante las últimas tres décadas, desde Occupy Wall Street, la oleada feminista de 2016-2019 y, ahora, el auge de la ultraderecha. Incaminato recuerda que “incluso el feminismo estuvo muy presente en las redes y las utilizó mucho para articularse y aparecer en la discusión pública”.
Pero el mundo de las finanzas y la derecha tienen la ventaja de sus mitos y aspiraciones, y además hoy Internet tiene protagonistas diferentes a los de hace 10 años. Mientras que Microsoft se consolidó como una empresa de servicios para empresas, Google, Meta, Amazon, X, venden información y cultura, y compran atención. Algunos incluso operan en ambos lados de la batalla cultural. Hasta Elon Musk, cuando se cansó de jugar a ser Tony Stark, se compró una red social para ser Citizen Kane.
En ese sentido, dice Ruocco, “el neoliberalismo tiene un proyecto bastante claro y definido. Podés no estar de acuerdo con el mensaje, pero están siempre detrás del mismo universo de ideas. Eso les da una especie de consistencia que del otro lado no hay”.
“El progresismo además siempre tuvo sistemas de validación simbólica”, recuerda Juan, “y formas de crear discursos más o menos hegemónicos a lo largo del tiempo, con sus instituciones, organismos de derechos humanos, gran parte del público universitario, las herramientas del Estado y algunos medios de comunicación. Eso fue disrumpido por las nuevas plataformas, y creo que ahí es donde perdió completamente noción de cómo actuar”.
La vorágine y novedad con la que se producen contenidos es otra cuestión, y en ese sentido, al menos en Argentina, la respuesta de los sectores progresistas viene siendo lenta: “se puede ir de a poco incorporando algunas herramientas que ya son muy utilizadas desde hace mucho tiempo en otros sectores”, dice Ruocco, “como el relevo de redes, o empezar a utilizar herramientas para medir el humor social y ver cuáles son las narrativas que están predominando en ese espacio para intentar generar una contraestrategia”.
Fernando Cerimedo, fundador de La Derecha Diario, fue también el promotor de las campañas en twitter de Jair Bolsonaro, al punto en que terminó cuasi expulsado del país por incitación a un golpe de Estado tras el fallo judicial del Juez Alexander De Moraes que dictaminó por unos meses el bloqueo de la red social en el territorio brasilero. En un juego de espejos (que no implica equivalencias), podemos recordar que durante las últimas elecciones en Argentina, el equipo de campaña de Sergio Massa incorporó a una equipo de de especialistas brasileros coordinados por Edinho Silva para disputar el segmento joven que había capturado Milei y replicar el éxito que llevó a Lula La Silva a su retorno cuasi triunfal. Estuvo muy cerca.
Incaminato recuerda, de todas formas, que la cuestión de qué color ideológico tiñe las redes sociales no tiene que ver con lo esencial del dispositivo tecnológico, sino con cuáles son los agentes que ocupan esos espacios porque les ponen más dinero y presencia: “hoy en día es muy difícil no pensar Twitter como un lugar muy de derecha básicamente porque el dueño lo compró y le cambió el nombre para desperdigar fake news, bancar a Trump y convertir la red en un espacio mucho más permisivo de los discursos de odio, con lo cual ahí la cuestión es quién paga todo esto”, y cierra: “para que exista un ecosistema anti-libertario masivo, tendría que darse un contexto afín. Esto depende del estado ideológico de las audiencias”.
Lo que es seguro es que las redes, por mucho que se las tome como un espacio minoritario son un campo de batalla que monetiza nuestros misilazos. Donde TikTok opera como brazo de la China de mercado y X como cultora del capitalismo salvaje. Pequeño recordatorio, porque ya pasaron como 10 años: El escándalo de Cambridge Analytics, que empujó al ocaso a la ex Facebook, tuvo que ver principalmente con la venta y manipulación de publicaciones que buscaban influir en el resultado de elecciones altamente polarizantes a lo ancho del mundo (uno de esos contratistas fue, ya que estamos, Mauricio Macri).
El gobierno libertario argentino le da mucha importancia a las métricas de las redes sociales. Desde la contraposición de los números en youtube frente al apagón televisivo que vivió el presidente Milei en su última cadena nacional, pasando por la obsesión pre-electoral por las interacciones en una publicación del entonces candidato mientras algunos de nosotros veíamos “a la señorita por Internet” hasta la defensa del vocero presidencial Manuel Adorni (otro de los funcionarios que surgieron de su militancia en twitter) en su conferencia de prensa del 27/09 a que “no se censure a nadie en las redes sociales”.
Al fin y al cabo, Ruocco recuerda que lo que falló en el gobierno de Alberto Fernández fue, sobre todo, un programa económico. Quizá la derecha esté viendo la creación de un cambio de paradigma donde sólo hay una fascinación inevitable en medio de un clima de época. Quizá, ellos sí, estén confundiendo el mapa con el territorio.
Contar el cuento que queremos contar
Por ahora, todo este esquema que monetiza nuestras vidas y atención es muy afín al proyecto de la derecha neoliberal, con sus retóricas espartanas de cotillón y su “liberación” del ciudadano a través de las fuerzas del mercado, que indexando todo futuro al cálculo de la inflación y busca la forma de hacer dinero con el dinero de los demás.
¿Y la respuesta a todo este embrollo? Perdón, te la debo. Pero fijate que el escritor Paco Taibo II, que como toda gente de bien no tiene pruritos en declararse amante de Emilio Salgari y el manga, es un tipo muy activo en Tik-Tok a pesar (o quizá gracias a que) sabe escribir libros bellísimos que abordan lo más complejo de personajes multidimensionales.
Por ahí sea cuestión de tiempo, y de, durante ese tiempo, generar contenido no particularmente masticado pero que invite a buscar algo más. Memear mucho, al mismo tiempo que hacemos un gesto con la cabeza hacia la realidad tangible que tratamos de disputar.
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