Cultura

LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA CABULERA

Por Bautista Prusso
29 de noviembre de 2022

No hay más nada para hacer. La suerte está echada. Así les dijo a sus colegas milicianos el primer emperador del Imperio Romano -Julio Cesar-, luego de haber cruzado el río Rubicón y quebrado los consensos territoriales trazados en la Roma del año 49 a. C..  Una forma elocuente de aceptar el inexorable destino de batalla y sudor que les esperaría al enfrentar a las tropas de Pompeyo, para aquel entonces enemigos acérrimos dentro de la dividida y balcanizada República Romana.

Quizá sea esa misma suerte a la que se lo condena a Marcelo Mazarrelo en –precisamente- “La suerte está echadauna simple comedia costumbrista dirigida por Borenztein donde se castiga a un actor de teatro a vivir su rutina diaria con mala suerte. Con el correr de la película, se transforma paulatinamente dicha simpleza por algo mucho más complejo: La mufa como ordenadora, como determinante psicológico para encarar la vida misma. En la obra, el destino se juega un pleno y el actor queda condenado a vivir en una suerte de estado inmanente de yeta donde cada paso se vuelve errático y aterrador.

YPF

 -“Soy mufa, no puedo más” rezonga Mazzarelo, con un tono agridulce y pesimista.

He aquí donde me interesa detenerme para presentarles de que hablaremos hoy: la representación del entramado cábala/mufa como prisma espiritual para actuar en el mundo deportivo y, también, por qué no, extra deportivo. Teniendo en cuenta los sucesos mundialistas, la vigencia de las cábalas y ritos supra-terrenales que inundan Twitter, redes, portales de noticias y conversaciones entre transeúntes, es que surgen algunas preguntas disparadoras para identificar el rol de la cábala en los tiempos que corren.

¿Existe la necesidad de construir fetichismos para transitar determinados acontecimientos de nuestra vida? ¿Se trata de presagiar el futuro a partir de algún orden que nos trascienda, o más bien de recurrir a un terror cósmico que condicione a nuestros adversarios?

Podría pasar varias horas de divague, planteando hipótesis que nos consuelen y  nos acerquen a los fundamentos del ritual cabulero en Argentina. Y es que hay mucho por decir y hacer. Cómo no se trata de una tesis, ni pretendo aburrirlos, procederé a introducirles el nudo que pretendo abordar: en un mundo desacralizado, globalizado,  inmerso en el mantra de la hiperproductividad y, en un clima de agnosticismo generalizado, ¿no se construye en la cábala un lugar sagrado para refugiarse en medio de un entorno carente de espiritualidad?

Mi idea es que existe –a pesar nuestro- una animosidad religiosa en una era en la que creer cuesta. Si en una época aturdida por algoritmos, sacudida por la hegemonía de la estadística y los datos como valores supremos ¿por qué aún pervive en la cultura una lógica que toma de la religión elementos para gestionar, organizar, la esperanza colectiva a partir de ritos?

Mientras escribo esta nota, pegados a mí, unos cuarentones con pinta de padres con turno fijo de papi charlan de mover la sede, cambiar los invitados y  alterar  el menú de picada para el partido del sábado. A la selección Argentina le queda una bala en la recámara contra México -a decir del Turco Asís- y  por las calles se respira cosmología, religión y totemismo.

Actualizando Twitter, me entero que al influencer “chapu martinez” lo escrachan y anuncia su vuelta a la Argentina. Una juntada de firmas quiere declarar al ex presidente Macri mufa y se apunta contra el resto de mediáticos como Nati Jota, Coscu, por su aura de paracaidistas y, por lo tanto, portadores de mala suerte.  Una curandera abrega por una convocatoria popular a las brujas argentinas: A messi hay que curarle el mal de ojos.

Gustavo Gravia, en Radio 10, comenta desafiante a la audiencia las pocas posibilidades de que la selección saudita anote en el partido. En simultáneo,  Saleh Al-Shehri sacude con su pierna izquierda dejando sin posibilidades al Dibu Martínez. Un meme, el anticristo y cancelación por “mufa”.

Salt For Chelsea: Alfredo Montes de Oca recibe en un partido de fútbol inglés cenizas de familiares de un hincha del Liverpool para ser arrojadas al campo de juego a modo de ceremonia post mortem. Otra vez, el rito. El periodista de Paren la mano, desconociendo el idioma extranjero, ve allí una manifestación cabalística. Al arrojar los restos humanos al césped vocifera la frase: Sal para el Chelsea. Mufa para los de azul, manifestación para que ganen los rojos.  Cortado por la cultura Bilardista -de quien hablaremos en otra ocasión- el hombre no puede tomar distancia de su cosmovisión ritualista y la superstición domina los sentidos.  

Emile Durkheim tenía razones para suponer que en la religión se manifiestan expresiones y lógicas tanto colectivas como individuales propias del hecho mismo de la vida en sociedad. De esta forma, el sociólogo francés en 1912 esboza en su ensayo Las formas elementales de vida religiosa de qué manera la religión actúa como fenómeno social abordando -desde un enfoque sociológico- la seguridad emocional y espiritual que se alcanza en el hecho religioso.

Llevaba cada día el mismo suéter que me puse el primer día. Sudaba a mares y tenía un humor de perros porque no podía quitármelo. Me obsesioné con las supersticiones. Por ejemplo, antes del partido contra la República Checa hice el equipaje para volver a casa” y no dejó de hacerlo antes de cada partido hasta que terminó el torneo. (Genaro Gattuso, Italiano, Mundial de fútbol Alemania 2006)

Al abordar la temática cábalas, ritos, embrujos, supersticiones, mufas -y demás berretines- se abren un sinfín de senderos para llegar a beber alguna que otra verdad de lo que sucede cuando buscamos tensionar al destino. Podríamos hablar, por ejemplo, del  siglo XVII -periodo de las grandes “cazas de brujas” en Europa- y la literatura que desde allí se despliega para nombrar a los ritos de hechicería y brujería. El pacto con el diablo, el aquelarre y demás elementos construyen la representación de una conexión mágica para controlar o dominar la naturaleza.

Y es que hay una tradición, una herencia folclórica que atraviesa nuestro vínculo con lo sagrado desde que tomamos conciencia de que algo nos trasciende. Es mi espíritu que va, llévame. Es mi mente que al silbar me encanta. Si con los tótems que llevamos imantados desde pequeños, una cadenita, una pulsera contra la envidia, un peluche para poder conciliar el sueño, generamos un contrato afectivo sin fecha de caducidad, ¿no podrá hacerse lo mismo con nuestro devenir? O más específicamente, ¿se puede hacer algo con el futuro de nuestra selección en tiempos  mundialistas?

que el rito es observado porque viene de los antepasados, es reconocer que su autoridad se confunde con la autoridad de la tradición, cosa social en primer lugar. Se lo celebra para permanecer fiel al pasado, para conservar la fisonomía moral de la colectividad (…)”, (Durkheim, 1912)

No es tanto el vínculo con nuestra historia como pueblo y antepasados sino la inalterabilidad de las cosas lo que motiva la conservación del rito, de la cábala.  Mientras la dinámica deportiva sea impensada –parafraseando a Dante Panzeri – habrá un pueblo ávido de setear el destino a partir de signos, frases y objetos que lo sostengan anímicamente.

Negar la existencia de la cábala sería un desatino para quienes habitan dentro de un tejido social mediado por ritos y puestas en escenas varias.  Sin embargo, existen quienes le huyen, como el caso de Osvaldo Pugliese, que imploraba con respeto que dejen de invocarlo como amuleto. 

Cuando se refiere al sujeto creyente, Durkheim, considera que este no visualiza a la religión desde una funcionalidad reflexiva, enriquecedora, ni desde un lugar de saber, sino que, por el contrario, simplemente le ayuda a actuar a vivir.

El fiel creyente es un hombre que puede más. Siente en sí más fuerza para soportar las dificultades de la existencia o para vencerlas. Está como elevado por encima de las miserias humanas porque se ha elevado por encima de su condición de hombre; se cree salvado del mal, cualquiera que sea la forma, por otra parte, en que conciba el mal. El primer artículo de toda fe es la creencia en la salvación por la fe.(Durkheim, 1912)

De esto el negro Fontanarrosa sabía bien y cuenta en “19 de diciembre de 1971” que un grupo de hinchas fanáticos -y cabuleros,- de Rosario Central secuestran al viejo Casale, padre de un pibe cercano a la ranchada canalla. Dada su reputación de fortuna para enfrentar en la semifinal del campeonato al clásico rival Newells Old Boys (contra quien jamás vió la derrota) se organiza una teatralización propia de los simuladores y -engaño mediante- se rapta al viejo-amuleto para el partido.

(…) nos había impresionado porque ese tipo era un privilegiado del destino (…) hay tipos mufas que te hacen perder partidos a donde vayan, hay otros que si vos los llevás, es número puesto, tu equipo gana. (Fontanarrosa)

En la serie Coronados de Gloria De Paul y el Papu Gómez tiran cartas. El azar y el destino se ponen a jugar en la habitación de un grupo de futbolistas momentos previos a hacer historia. Las cartas aparecen y el futuro se presenta prometedor.

-‘Ganamos la Copa, vamos, es ésta, la energía, es el aura´, comenta el Papu Gómez con una mueca de picardía en su rostro.

Aquí un elemento central a destacar en la mecánica del hecho cabulistico: el rito tiene como condición sine qua non la necesidad de acción. Sin pasaje del pensamiento a la materialidad no habría operatoria posible dada su esencia colectiva y social.  

El ya recurrido sociólogo francés, sostiene que por más rica que sea en virtudes afectivas la religión, la misma no le agrega vitalidad, no crea ni  aumenta las fuerzas emotivas, sino que las libera. Ya están en nosotros. Del hecho de que nos representemos un objeto digno de ser amado y buscado, no sigue que nos sintamos, necesariamente , más fuertes. Es menester, dice Durkheim -y acá con signos de exclamación- que contemos con algún medio para hacerlas penetrar en nosotros y que se mezclen con nuestra vida interior. Entonces, no basta con pensar y manifestar. Es indispensable que nos coloquemos en una esfera de acción, que vayamos hacia el lugar místico que nos permita sentir más cerca su influencia y repitamos los actos que creamos necesarios, siempre que sea útil para renovar sus efectos.

Se ve cómo, desde ese punto de vista, este conjunto de actos regularmente repetidos que constituye el culto cobra toda su importancia” (…) (Durkheim,, 1912)

La repetición como mantra para encarar los eventos que nos desafían. Un examen, un encuentro, un partido, una elección, una cita. Para cada escenario existe un anecdotario que podría extenderse hasta hacer de esta nota un tratado internacional. Y es que ahí radica la potencia mitológica, en el seno de la cultura popular, en las aguafuertes porteñas de Arlt, en Fontanarrosa y, por qué, no en El hombre que está solo y espera de Scalabrini Ortiz, por nombrar algunos.

Precisamente es en la obra de uno de los fundadores de FORJA donde pueden rastrearse elementos místicos que conviven con el clima de época en donde los sentidos y representaciones del pueblo y, específicamente, del hombre porteño de Corrientes y esmeralda, quedan plasmados en un ensayo político-literario. Es en esta búsqueda idiosincrática donde se vislumbra, en la obra del autor, una pretensión descolonizante de la cultura nacional-latinoamericana y, a pesar de estar teñido de un aura de nostalgia, se sostiene la conexión espiritual del hombre con su tierra.

Para completar la ruta cabulera del ser nacional hay que rastrear en el sentir que describe Raúl una conciencia nacional que se diferencie de la intelligentzia foránea y cosmopolita con la que se pelea. El historiador entiende que estos intelectuales de su época son personas inseguras de sí mismas. Cree que se han extirpado en ellos todos los sentimientos que podían alimentar una creencia e incluso, habla de infidelidad a los miramientos y emociones de la infancia y la juventud. 

Por lo tanto, siguiendo la cosmovisión de Scalabrini Ortiz, en la fé, en lo religioso, en el rito, se pone en juego una identidad que compartimos en el sur global y se manifiesta en aquellos conectados con su suelo. Pienso en Napoli, en las velas prendidas, el gauchito gil, los hinchas Argentinos en Bangladesh, el papa Francisco, la difunta correa y siempre pero siempre, en Diego.

Fotografia instalación de altar. Marcos Lopez (2022).

Estas no son horas de perfeccionar cosmogonías ajenas, sino de crear las propias (Scalabrini Ortiz, 1991: 81)

En guerra contra las corrientes racionalistas que ponen el principio del cálculo por sobre lo demás, el autor destaca un mecanismo en el actuar popular que sincretiza gran parte de la Argentinidad: el pálpito. Revaloriza el sentir y el lugar de las pasiones. Nuestra idiosincrasia está en aquel que improvisa, que no planifica. El hombre que está solo y espera, dice el autor, es un sentimental que no quiere serlo y razona su sentimiento en el que la inteligencia no es capaz de remediar . En cambio, el pálpito es la mejor brújula, el único conductor en el caos de la vida misma.  Con esta idea intuitiva y un poco irracional la cábala encuentra un fundamento de ser: lo sentí, tuve el pálpito. 

Gabigol, delantero del Flamengo, toca la copa antes de jugar la final de la Libertadores, un desatino para los creyentes en la mufa. Faltando 10 minutos para finalizar, el 9 mete dos goles y su equipo sale campeón.

La cultura del rito ha moldeado a la argentinidad en un alto porcentaje. Si tuviese que arriesgar un pronóstico diría que son una minoría aquellos que le son ajenos a manifestar resultados, eventos, resoluciones, acontecimientos de algún  tipo. Como podrán advertir, no resulta objeto de esta nota caer en partidismos o  antagonismos devaluados acerca de estar a favor o en contra de depositar esperanza en una cábala o de creer en la existencia de la mufa. Se trata más de identificar,  de escudriñar al interior de ciertas prácticas (¿tal vez ancestrales?) que se pone en juego cuando nos ponemos la misma ropa interior para ir a rendir, gritamos Quiricocho en un córner o insultamos a quien se anticipa a gritar un gol.

Será que será suficiente con que uno elija

Porque si no la buena fortuna pasa de largo

(Andres Calamaro)

Bautista Prusso

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