LA NAVIDAD EN EL CINE (Y VICEVERSA)
¿Qué tiene que tener una película para ser considerada navideña? ¿Toda historia ambientada en esta víspera entra dentro del subgénero? El debate está abierto.
Por Cristian Calavia
23/12/2021

El 2021 llega a su fin y los últimos días de diciembre traen consigo una nueva temporada de festejos, brindis y reuniones. Nochebuena y navidad. Papá Noel, el arbolito, los regalos y el tan ansiado vitel toné. Por qué se deja un plato noble y popular restringido a un período tan particular y breve del año quizás sea uno de los grandes debates pendientes de la sociedad argentina. Sin embargo, una discusión que sí tiene lugar en la sobremesa para hacer tiempo a la llegada de la medianoche suele ser cuáles son las mejores películas para ver en Navidad.
Ahí es cuando empiezan a alzar la voz quienes prefieren las comedias familiares que se han convertido en clásicos a lo largo y ancho de las últimas décadas, como De Mendigo a Millonario (Trading Places, 1983), Los Fantasmas Contraatacan (Scrooged, 1988), Mi Pobre Angelito (Home Alone, 1990), El Extraño Mundo de Jack (The Nightmare Before Christmas, 1993) o El Regalo Prometido (Jingle All the Way, 1996). También quienes disfrutan más del romance y títulos como Realmente Amor (Love Actually, 2003) o El Descanso (The Holiday, 2006) y ni hablar de las personas que van más por la acción de obras como Arma Mortal (Lethal Weapon, 1987), Duro de Matar (Die Hard, 1988) o Matar a Santa (Fatman, 2020), sólo por citar algunos ejemplos.
Por supuesto, tampoco van a faltar los nostálgicos de gemas eternas del séptimo arte como Qué Bello es Vivir (It’s a Wonderful Life, 1946) y Piso de soltero (The Apartment, 1960), así como quienes tengan debilidad por la aventura y la fantasía de Gremlins (Gremlins, 1984) o Batman Regresa (Batman Returns ,1992). La ventaja de las películas navideñas es que pueden utilizar un concepto conocido universalmente para contar una historia en cualquier tipo de tesitura y género. Incluso, el terror, como bien han demostrado Navidad Sangrienta (Black Christmas, 1974) y Krampus: El Terror de Navidad (Krampus, 2015). A lo largo de la historia del cine, las películas navideñas se han convertido en un subgénero dueño de un registro rico y variopinto.
No obstante, ¿qué tiene que tener una película para ser considerada dentro del espectro navideño formalmente? ¿Es suficiente con que esté ambientada en vísperas de nochebuena y su atmósfera destile navidad por todas partes? En principio, habría que hacer el ejercicio de pensar en todos los clichés habidos y por haber que se nos vienen a la cabeza en relación al subgénero que nos convoca. Tienen que estar sin miramientos ni dudas porque por algo los clichés son clichés. Si forman parte del imaginario popular en torno a un concepto determinado es porque son efectivos y cumplen con su cometido. Más allá de esta primera observación, ¿son los clichés suficientes para que una película navideña se destaque dentro del subgénero al que pertenece? Por supuesto que no, es sólo un primer acercamiento.
Toda película navideña que se precie como tal debe tener personajes principales que sientan nostalgia; el deseo por llenar un vacío que se potencia en esta fecha del año. Por lo general, este vacío está relacionado a la familia o algún tipo de vínculo personal. Ahí es cuando entra en escena el motor de la trama: la creencia absoluta de que es el momento ideal para cumplir el deseo. De esta forma, la tensión irá en aumento y en paralelo a la esperanza de que lograr el cometido nunca estuvo ni estará tan cerca. Sin embargo, nada es gratis en la vida real ni en la ficción. O, mejor dicho, todo requiere algún tipo de sacrificio a través del cual nuestros protagonistas obtendrán alguna especie de redención.
Algunas más, algunas menos, lo cierto es que la gran mayoría de las películas nombradas a lo largo de este texto poseen estos puntos en común: clichés, nostalgia, vínculos, esperanza y redención. Las cinco características fundamentales del subgénero navideño. Una suerte de camino del héroe de nochebuena en busca de una nueva oportunidad. Y si es coronada por un generoso plato de vitel toné, mucho mejor.

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