Artificios
Hilma Af Kint, ¿Estamos listos para conocerte?
Por Sol Leguizamón
10 de agosto de 2023
Elija una posición cómoda, tome una distancia considerable de la obra a gran escala para poder contemplarla entera, mantenga sus dispositivos móviles apagados y, en lo posible, abstráigase de personas ruidosas. Debe esperar al menos unos veinte minutos para obtener una sombra de lo que el cuadro, su cuerpo y el universo entero estén comunicando entre sí. Al principio va a intentar entrar en ella mediante la razón. Ay, malditos humanos occidentales. Cuando compruebe por sus propios medios que el intelecto no es suficiente, va a usar su cuerpo. Intente vaciarse de sí mismo, olvidar su expresión de sabio que frecuenta museos a solas los viernes por la tarde. Recién entonces, si tiene suerte, la pintura surgirá como un palimpsesto de experiencias humanas y cósmicas que atraviesa toda cultura, sexo, generación y noción espacio-temporal. La belleza de las formas y la paleta pastel lo cautivarán. Sin embargo, la razón por la que se volteará a buscar más es porque siente la energía de una revelación que sobrepasa a su ser físico en este plano terrenal.
Foto: Retablo n°1, Pinturas para el ciclo del tiempo (1915).
Foto: Retablo n°2, Pinturas para el ciclo del tiempo (1915).
Foto: Retablo n°3, Pinturas para el ciclo del tiempo (1915).
Si la historia del arte fuese feminista Hilma af Klint sería considerada la pionera del arte abstracto. En 1906 dio inicio a su camino en esta corriente, muchos años antes que Wassily Kandinsky, Piet Mondrian, Kazimir Malevich o František Kupka. Sin embargo, una década atrás eran pocos los que la conocían. Mientras ella creaba, nuevos descubrimientos surgían para romper con la noción de una realidad meramente visible. Los rayos X nos permitieron ver las estructuras de las cosas detrás de sus superficies y Rudolf Hertz comprobó la existencia de ondas electromagnéticas que podían ser transmitidas de un emisor a un receptor, el fundamento de todo medio de comunicación. Entonces, si la ciencia había
comprobado que el espacio está repleto de ondas y frecuencias que no podían ser percibidas por el ojo humano, ¿cuánto de la realidad sostenida hasta ese momento era verdad?
Af Klint era artista, científica y médium espiritual. Durante diez años se entrenó para poder transmitir mediante figuras geométricas y colores la información que recibía de espíritus que consideraba sus guías. Sus niveles expandidos de conciencia la llevaron a formar parte de séances, sesiones, comunes para la época, donde un médium contacta a los muertos. También, formó el grupo “Las cinco” junto a otras mujeres, con las que revelaba mensajes del más allá mediante dibujos automáticos. De este periodo surgieron nociones clave para su obra, como la importancia de la conciencia colectiva por sobre la individual, denotada en la falta de autoría de los trabajos.
Pinturas para el ciclo del templo fue la primera comisión que recibió de su espíritu guía, que llamaba Amaliel. A partir de esta serie de obras, es imposible no ver sus pinturas como un proceso unitario. Es que así también es como la artista sueca entendía el mundo: cada átomo tiene su propio centro, el cual está conectado al orden central del universo. Su visión holística estuvo influenciada por el movimiento teosófico, que rompió con los límites entre las diferentes religiones al sostener que todo es parte de lo mismo. Esta corriente espiritual intentó hacer una cartografía del cosmos a través del cultivo y control de la propia intuición, intelecto, emociones y voluntad. Las mujeres tomaron un rol importante en la conformación del grupo teosófico porque, por primera vez, tenían un espacio libre de religiones que les negaran acceder a planos superiores de la existencia humana.
Foto: N°4, Los grandes cuadros de figuras (1907).
En las obras de af Klint puede verse el cuestionamiento a la polarización del mundo a través del concepto contrario, el de polaridad. El hombre y la mujer, la Tierra y el cielo, lo blanco y lo negro, arriba y abajo, oriente y occidente, son polaridades que la pintora pone en pie de igualdad y que en su esencia forman parte de la Unidad. Los tres últimos retablos de Pinturas para el ciclo del templo (1915) transmiten esta evolución del todo a la multiplicidad de materias que deben volver a unirse luego de la experiencia terrenal para alcanzar el estadio de iluminación. Helena Blavatsky, cofundadora de la Sociedad Teosófica, explica en La doctrina secreta (1888) que cuando alcanzamos la Unidad, comienza el camino hacia un estadio más elevado. Los “Maestros” son los que expandieron su conciencia a tal punto que ya no pertenecen al reino humano, es decir que atravesaron múltiples ciclos humanos hasta resolver su karma y volvieron a la Tierra para ayudar a la humanidad.
Las teorías expuestas pueden verse claramente en la serie Los grandes cuadros de figuras. La número cuatro, de 1907, retrata la polaridad del hombre y de la mujer unidos por el colectivo en forma de cuatro personas. En el imaginario de af Klint el azul alude a lo femenino, y el amarillo a lo masculino. A su vez, asocia la figura de la mujer con las emociones, y al hombre con el pensamiento. Esto último podría explicar que las manos del personaje de la derecha estén sujetando el corazón. Asimismo, dentro del órgano central hay una división simbolizada por dos espirales, una sigue el movimiento de las agujas del reloj, que la autora vincula al varón; mientras que la melliza hace el recorrido opuesto, en relación a la energía femenina. Más importante aún, la espiral es un símbolo fundamental en su obra y representa la evolución espiritual de la humanidad. Además, hace alusión a la espiral de Fibonacci, la estructura básica
que revela la perfección de la naturaleza.
En el grupo ocho, número cuatro de la serie La paloma (1913), la artista también simboliza la polaridad mediante la imagen de la cruz, recurrente en su trabajo. Su obra, a diferencia del cristianismo, no trata del sufrimiento de Cristo en ella. En su lugar, el peso recae en la cruz como posible camino hacia la trascendencia y como vínculo entre lo que está tanto arriba como debajo, las raíces y el cielo, los pies y la cabeza, el mundo mental y el carnal, todo como un ser interconectado. Así, se corre de la concepción de que el camino sagrado es el de la ascensión. También, el dualismo entre lo vertical y horizontal: vertical como la energía que conecta el cielo con la Tierra, y la línea horizontal representa lo secular. De esta forma, se hace presente la idea de que la conciencia existe por la tensión presente en materia-espíritu. Siguiendo la misma idea, en la teosofía el color negro hace alusión a lo no manifiesto, mientras que el blanco sugiere lo opuesto. Finalmente, está presente el Rosacrucianismo, donde la cruz con la rosa a sus costados simboliza la conquista del yo al reconciliar el yo inferior con el superior, y el vencimiento del ego.
Foto: Serie Grupo 8, número cuatro (1913).
Los poemas visuales de Hilma af Klint requieren que nos acerquemos a ellos con la noción budista de la mente de un principiante, que está abierta de par en par y cuestiona. Antes de morir, la artista indicó que recién luego de 20 años de su fallecimiento las obras abstractas podrían exponerse al público. Lo hizo porque tenía conciencia colectiva, creía que ese era el tiempo necesario para que comprendiéramos la obra de una artista, médium, científica y mujer. Hoy, la historia del arte sigue siendo contada en su mayor parte por hombres. Sin irnos muy lejos, en 2011 menos del cinco por ciento de los artistas de la sección de arte moderno en el Metropolitan Museum of Art (Nueva York), eran mujeres, mientras que el 85 por ciento de los denudos eran de cuerpos de mujer (Guerrilla Girls).
Entonces, Hilma, ¿Estamos preparados para conocerte?
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