Opinión

Camino al ballotage

Por Santiago Mitnik
05 de noviembre de 2023

Notablemente, la pésima elección nacional de Patricia Bullrich no derrumbó los resultados de sus aliados en las provincias. A escala nacional, los resultados provinciales fueron una gran victoria de lo que, hasta hace poco, era Juntos por el Cambio. Sumando todos los resultados, triplicaron la cantidad de gobernadores, derrotando a importantes liderazgos peronistas locales. La lenta pero efectiva recuperación del poder territorial de la UCR es un hecho político relevante, incluyendo la tercera provincia en población, Santa Fe. El PRO mantiene la Capital y logra ganar en Entre Ríos.

En un movimiento predecible en su contenido, pero no en sus formas, Patricia Bullrich y Macri dieron un apoyo total a Milei para el ballotage. Pero es un apoyo con una cualidad especial. El objetivo es transformar la campaña de Milei en un nuevo referéndum sobre la continuidad del kirchnerismo.

La realidad es que el antikirchnerismo, como bloque político/electoral, es o la segunda o la primera ideología más fuerte de la Argentina moderna. El antikirchnerismo es mucho más que el macrismo y por eso la jugada de Macri de ponerse en la centralidad de ese movimiento, para “dárselo” a Milei es tan importante. Sumado a la premisa general, aceptada por básicamente el 99% de la población argentina, de que este no fue un buen gobierno, el giro hacia “continuidad o cambio” es una campaña totalmente entendible.

Esa batalla estará espejada en un intento de la campaña de Massa de convencer y movilizar, pero también de romper el voto rival. No tanto como conseguirlo como voto propio, pero cada voto “natural” que el otro no consigue vale muchísimo. Pero esto se da en un mapa electoral muy novedoso.

El primer punto fundamental es que la ausencia del aparato del PJ y del kirchnerismo en muchos territorios propios, una de las grandes críticas en las PASO, se solucionó. La política propia se ordenó efectivamente. Sin embargo, la cantidad de votantes siguió sin ser demasiado alta: en ese núcleo, Massa todavía puede hacer una diferencia.

Las anchas avenidas del medio

Pero fuera de los bloques núcleos propios, hay toda una franja electoral disponible. Ya no una sola “tercera vía” como en la vieja época, sino, al menos tres, muy distintas entre sí.

La primera tercera vía está en todo el electorado que a veces es cercano al peronismo, pero mantiene una postura anti-k oscilante por diversos motivos específicos. Ese voto es cada vez más decisivo. Ahora el fenómeno se extiende en la patagonia, con los resultados de Santa Cruz.

El peronismo cordobés, con su masividad, se presenta como una de las claves de la elección y seguramente ahí van a estar puestos todos los cañones. Razonablemente, lo primero que hizo Schiaretti luego de su muy buena elección, fue tomarse un avión e irse a juntar inversiones en Arabia Saudita, y no dejarse atrapar en la tormenta post-electoral.

El sueño del cordobesismo como nuevo núcleo de la clase política argentina dependía en gran medida del colapso de los polos k y anti k, y eso no pareció darse. El fracaso de Larreta de sumar a Schiaretti a su lista fue la primera gran muestra de ese fenómeno.

Los tirones internos vienen, por un lado, de un peligro de que acercarse a Massa sea leído como “kirchnerizarse” y eso ponga en peligro la base electoral propia, que viene alcanzando, pero justo. Por el otro lado, su base política y estructural en muchos casos pide no solo votar, sino fiscalizar y militar a Massa. Esos 655.000 votos pueden dar vuelta el resultado.

La segunda “tercera vía” es la estructura de JxC que prácticamente rompió con la línea “oficial” de Bullrich y Macri. La rebelión del radicalismo, la Coalición Cívica y el sector “paloma” del PRO, marcan que al menos para la estructura política de ciertos sectores, hay un límite infranqueable con Milei y su gente. Una de las claves de la elección estará, nuevamente, en qué pesa más, si el sector ideológico de origen y la estructura del aparato político, o la lógica antikirchnerista clásica. El retruque de posiciones extremistas en el campo de Milei ayuda a que a ese sector se le haga difícil ser conducido nuevamente a un antikirchnerismo rabioso.

Especialmente el aparato radical, pero también el socialista en Santa Fe, puede tener un rol importante, no solo juntando votos para Massa, sino al menos desmovilizando una parte del núcleo anti-k/anti peronista. Especialmente para la fiscalización y la organización electoral, son aparatos importantes.

La última tercera vía, aunque muchos quieran olvidarse, es el propio voto a Milei. Se escribió demasiado sobre la composición social e ideológica de ese voto, y muchas de esas cosas son hasta contradictorias. En todo caso, por qué no pensar que, al menos un sector de ese voto es posible representarlo mejor con Massa que con Macri.

No se puede dejar de olvidar que, tanto en las PASO como en las generales, Milei fue un gran absorbedor del voto bronca contra toda una serie de gobiernos que, francamente, se lo merecen. Si el 37% de Massa se festejó es porque se sobreentiende que en este contexto, cualquier cosa es mucho.

El futuro del movimiento nacional

El Ballotage, como momento de alternativas fijas y de directa orientación al futuro, perfectamente puede ser el momento para recuperar ese electorado al campo nacional. Especialmente porque no hay aún una estructura que ordene y cimente ese electorado.

La provincia de Córdoba concentra la expresión más acabada de estos 3 grupos. Allí ganó Milei, gobierna el peronismo antikirchnerista y el radicalismo tiene un aparato político poderosísimo.

La diferenciación entre Massa y el kirchnerismo es una de las herramientas fundamentales de la campaña, aunque no sea para sumar votantes, sino para no espantarlos. La otra es la “campaña del miedo”, en este caso bastante bien justificada por el salvajismo y la poca profesionalidad de los que están enfrente.

El discurso post electoral, con Massa solo en el escenario, marca una gran diferencia con esa foto de 2019 con toda la dirigencia. Definitivamente no fue un discurso kirchnerista ni albertista. Es que esta elección sucede en un momento de transición histórica, donde la forma tradicional de la política llega con muchos golpes, la mayoría autoimpuestos. Pero nunca hay que dar por muerto a nadie antes de tiempo. La grieta, y el antikirchnerismo, siguen siendo una fuerza vigente, pero del otro lado sigue habiendo vida:

Más allá de las posibles especulaciones o cálculos electorales de cara al 19 de noviembre, ya hay al menos un elemento de la gran incógnita que será la política de los próximos años: el peronismo seguirá gobernando la provincia de Buenos Aires.

Y no sólo eso. La, quizás, sorprendentemente buena elección en la PBA consiguió incluso ampliar la cantidad de intendencias. Se mantuvieron las que estaban en peligro, como Morón y se ganaron algunas estratégicas, y generalmente adversas, como La Plata y Bahía Blanca. Menos hablado, pero también importante, es la gran cantidad de victorias en el interior de la PBA.

Parece difícil encontrar un único patrón en los resultados. Seguramente en algunos municipios la división del voto antikirchnerista o antiperonista ayudó. Pero también hay casos de corte masivo de boletas a favor de los intendentes peronistas, en los casos de malas gestiones o candidatos de las otras fuerzas. El derrumbe de un antiguo bastión macrista-radical-anti k no era para nada uno de los resultados esperados.

En general, viendo el resultado panorámico, lo seguro es que la figura de Kicillof sigue fuerte y en un contexto como el actual, eso es muchísimo. Más allá de otros posibles resultados, de internas presentes y futuras, crisis o maldiciones históricas, el “peronismo kirchnerista” de la provincia, y específicamente la figura de Kicillof, van a tener un alto grado de centralidad política en el futuro próximo. Los sueños de eliminación están derrotados.

En cierta medida, “massismo” y “kicillofismo”, dos ideas que en 2013 podían parecer extremos opuestos, hoy se parecen mucho. La comunicación directa con el electorado, la centralidad del futuro en el discurso, la regulación en los márgenes de confrontación, la imagen de racionalidad y profesionalidad en la gestión y la no-subestimación de la importancia del aparato político clásico y la solidez ideológica; todo esto los diferencia de la tradición más “conservadora” militante kirchnerista pero también de la política de palacio albertista.

Sea quién sea que asuma el próximo mandato, va a tener desafíos colosales. Tanto desde lo económico, como lo político e ideológico. Las tendencias de disgregación social y de violencia política solo pueden ser solucionados desde “arriba”, léase desde la conducción del Estado y desde “adentro”, léase, con las estructuras políticas y económicas existentes, la casta. Admitido esto, sin un fuerte giro de timón, cualquier gestión está destinada al fracaso. Y es especialmente en estos contextos, donde un nuevo fracaso de gestión es extremadamente peligroso. Si hoy Milei asusta, mejor no imaginar quienes vienen después.

El “gobierno de unidad nacional que venga a matar a la grieta” de Massa, o la “nueva música” kicillofista, no pueden ser solo un cambio en el discurso para raspar un par de votos, deben transmitirse a un cambio integral en la forma de gestión y de hacer política, de cara al conjunto de la sociedad, para superar las viejas antinomias. La soberbia, y la ilusión de la victoria, son en este momento los peores enemigos del peronismo.

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Santiago Mitnik

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