Historia

Roberto Santoro: una aparición inesperada

Un libro encontrado con la firma del poeta revolucionario dispara la memoria y nos inquieta por sus implicancias ante el avance del negacionismo gobernante. ¿Cómo recuperamos a nuestras/os/es desaparecidas/os/es? La respuesta quizás esté en esa dedicatoria de puño y letra que nos devuelve su presencia y triunfa contra el horror que quiso volverlo olvido.

Por Juan Manuel Ciucci
01 de junio de 2025

“Venga entonces tu voz a desterrar mi sombra”

Nacimiento en la tierra

Roberto Santoro

Aparece

Un cúmulo de libros en la calle, arrojados junto a un contenedor de basura, de esos que tanto apestan la ciudad. La inquietud siempre presente de hurgar allí, de buscar entre lo que se desecha aquello que ya no es producido y que quizás sólo allí podamos encontrar: literatura basura, anticuada o desconocida. De aquellos objetos que se van a la calle ante la muerte de un familiar, por una mudanza intempestiva o la voluntad de un orden que achique una voluminosa estantería.

Y esa noche, entre publicaciones olvidables y que encontraban allí casi un justo final a su recorrido, apareció él. Su nombre escrito en la portada, Roberto Santoro, una edición hermosa de un título que no podía más que inquietar esa caminata nocturna: “Nacimiento en la tierra”. Tras el impacto inicial, tomarlo en mis manos y al recorrerlo, la súbita epifanía: una dedicatoria en primera página firmada por Roberto.

A casi 40 años de su desaparición en manos de la última dictadura cívico eclesiástico militar que asoló nuestra Patria, Santoro reaparece vengando al olvido y la persecución que por tantos años persiguió su obra. De tantos libros casi imposibles de conseguir, quemados o perdidos o enterrados. Pero no, él está ahí, en esas letras que recorren la hoja en una tinta azul que resiste el paso del tiempo. ¿De cuántos modos reaparecen nuestras/os/es desaparecidas/os/es? En tiempos de fascismo oficialista y estrimeable, este encuentro no puede más que obligarme al recuerdo, casi a la apología del militante revolucionario, preceptor, pintor de brocha gorda y poeta ardiente que es Roberto Santoro.        

(Re)Nacimiento

Bs As Octubre de 1963

para A. Luis

y que este nacimiento te encuentre cuentista de una vez por todas

y cómo no sé hablar porque los que nacen son así

yo pongo lo que tengo en la palabra para que vos que sos mi amigo me ayudes a sacarlo y repartirlo entre la gente que queremos

vos sabés que un abrazo es poco pero…

Roberto

Lo primero que aparece en este objeto que recupera una vida y una historia es, entonces, la dedicatoria. Tinta azul en el gris del ayer, rastro de una existencia que han desaparecido, huella. ¿Qué valor podemos asignarle entonces? Presencia del borramiento que quisieron imponer, resistencia plena de la vida arrebatada. Registro de que estuvo aquí, entre nosotres, y que no es una incógnita como quería el genocida, recuperando en este trazo su identidad. Ni más ni menos que con su caligrafía, aquello que nos determina quienes somos, prueba judicial incluso cuando queremos demostrar de quién es algún escrito. No deja de impactarme que lo que encuentre de Roberto sea justamente una prueba irrenunciable de su identidad: aquí está Santoro, en estas letras que dedican su obra al amigo “A. Luis”. 

Y esas palabras nos abren a un sinfín de impresiones, reflexiones en torno al autor y su obra. Pero también a su impulso vital, que llevó su creación a plasmaciones revolucionarias. Por empezar, el agite al compañero de ruta: “que este nacimiento te encuentre cuentista de una vez por todas”. Que esta obra propia sirva para impulsar al lector, su amigo. Pero también hoy nos interpela como lectores actuales de su (re)nacimiento. ¿Dónde nos encuentra Santoro en torno a nuestros anhelos, colectivos e individuales? Escritura que transforma, que impulsa. Que da cuenta de una política presente en toda su producción: lo colectivo como parámetro, la grupalidad como forma de politicidad en las artes. 

Luego enmarca ese presente en la obra que dedica, “y cómo no sé hablar porque los que nacen son así”, entramando su ser con aquellos poemas que pueblan el libro. Con la idea de nacer, del comienzo, de lo germinal, con lo que nos falta pero que al mismo tiempo nos impulsa, no desde cualquier lado sino desde la tierra. Porque al mismo tiempo dirá que “yo pongo lo que tengo en la palabra”, casi confrontando con ese “no saber hablar”. La palabra tendrá entonces la posibilidad del todo, será el lugar donde se construya una apuesta, un porvenir. Y al mismo tiempo el riesgo, porque habitará un mundo en donde el decir comprometido con un cambio revolucionario será perseguido y sojuzgado.

Al tiempo que esa apuesta no es tan sólo personal, ya que pide que eso que tiene y pone en la palabra “me ayudes a sacarlo y repartirlo entre la gente que queremos”. Escapando de la pasividad del lector ensimismado, entiende al objeto libro también como algo que pueda circular, expandirse. Interpela a su amigo, pero hoy desde su reencuentro a todes, para que hagamos nuestra apuesta por sacarlo y repartirlo, por traerlo al hoy. Compromiso que nos obliga a reconsiderar no sólo su obra y el contexto en que la apreciamos, sino también a nuestras pequeñas apuestas actuales, deslucidas ante el espejo del compromiso de la generación setentista. 

Sin querer sobre interpretar a partir de su martirio impuesto por la mano genocida, delito que no prescribe ya que continuamos sin saber dónde está, esta dedicatoria al amigo nos resuena con una fuerza inusitada por su vitalidad interpelativa. Parece hablarnos a todes hoy, Roberto, y sin dudas lo hace. 

Informalmente

El libro editado en 1963 por Cuadernos Australes lleva en tapa una xilografía de Eduardo Audivert. Santoro acompañaría sus poemas con diversos tipos de ilustraciones en los diversos formatos en que publicó sus obras (libros, panfletos, sobres, revistas, etc). Aquí vemos un sol naciente, rojo de ardor, en un fondo de ramas posibles o maderas que parecen poder contagiarse de la amenaza del fuego abrazador. Pero dentro del sol vemos dos rostros, encimados, que exceden el marco que ya no puede contenerles, dispuestos a nacer quizás. En el astro rey, ya no en la tierra, pero ese impulso contagioso quizás sea el que interpela, el que impulsa, el que da vida.    

Abre asimismo con un prólogo del también poeta y escritor Miguel Ángel Viola, “Informalmente” titulado, que presenta un reconocimiento pero también una apuesta por Roberto y por la nueva poesía que se propone romper los moldes de lo establecido. Esos escritores “obstinados, ciegos, continuos como el mar, jóvenes, impares” que “son los que escriben por conciencia y por verticalidad, por drama y por alegría, por condición necesaria: son los albañiles generales de la vida”. En esta prehistoria del militante que devendrá Santoro, son palabras anticipatorias del lugar proletario que para la escritura reclamará, sumando siempre la búsqueda estética y la apuesta colectiva. 

Viola, de quien se publicarán poemas en la revista “Barrilete” (fundada por Santoro y que abrió un nuevo panorama para la poesía argentina) números 4 (Noviembre de 1963) y 6 (Enero de 1964), destacará que “Nacimiento en la tierra” es un libro “sin método exacto, sin archivo, sin espejos en la sala desnuda de la pasión mirada”. Es además “un libro que no carece de ideología, porque es un hombre” aclara inmediatamente quien escribiría en “La Nación” y  “Sur”, y agrega: “ideología que nace de ser y estar”. Santoro “joven, ardiendo, existiendo” tiene “padres terrestres pero es su propio hijo en esa enorme tensión existencial unamunesca”, dirá.

Es que la obra abre con dos citas, una de Miguel de Unamuno: “Yo no escribo para lectores, sino para hombres”. Nada dice ni refiere el prólogo de la otra cita de apertura: “Yo digo lo que puedo y cómo puedo”, de otro olvidado por la historia oficial como es Raúl Scalabrini Ortiz. Interesante cita de uno de los autores que incentivaron la formación del pensamiento nacional desde su militancia política y literaria, en un 1963 que lo encontraba más en el ostracismo que en la gloria. Y que también vislumbra una perspectiva de interés para pensar la nueva izquierda que surge por esos años, con la futura militancia de Santoro en el PRT y la relectura de la historia nacional de ese partido. 

Destacando su tercera publicación, Videla dirá que de esta voz “sacamos estructuras metafóricas, técnicas y agresivas que la distinguen plenamente” al tiempo que indica la necesidad de “confrontarlo con los más” para “ubicarlo entre los pocos”.   “Roberto, en el lado menos conocido de la poesía, saludamos tu voz y la dejamos, ahí, en el papel, para que ella se las arregle y llegue cavando trincheras”. Vitalidad plena en esa voz que sigue cavando, que sigue empujando, que sigue dando batalla al odio fascista que intentó callarla. 

Y tras emparentarlo con Arlt dirá, profético: “en este momento escribís con prepotencia de vida y con la violencia de un cross a la mandíbula”. Cierre ideal para introducir la obra, pero también anticipo de una escritura que partiendo de esta tierra buscaría un impacto sobre su tiempo, incitando a transformar esa realidad lacerante que habitaba. Vida y violencia, hermanadas ante un mundo en revolución. 

En la tierra

En dos partes diagramada, dos intertítulos que agrupan cada cual 5 poemas, la obra indaga, pregunta, pero también afirma. “Situación terrestre” da el inicio, “La memoria y el tiempo” será la grupalidad final. Nuevamente, palabras y conceptos que nos traen al presente del recuerdo, de la recuperación, de la aparición. Un diálogo al futuro que permanece, que se vuelve infinito. 

iniciado en la duda y la esperanza

me voy conmigo a la lucha de mi sangre

recorro los viejos corredores donde el tiempo es rocío

y ya casi no hay memoria

Inicia, abre el juego, primeros versos de la “Situación terrestre” que sin embargo ya le  conectan con la memoria y el tiempo. 

entonces para no vivir postergado sabiéndome presente

extiendo mi pasaje del hueso hasta los labios

es decir doy mi ser con la palabra

mi música viajera por todas las ventanas

la cuerda que me tiene atado a la ternura

Retoma aquí en el poema aquella idea que leímos en la dedicatoria, dar el ser en la palabra, y con eso emprender un viaje que aun nos conecta, nos llega en este libro, en esa tinta azul, en la memoria. 

remontando el pájaro que canta cuando escribo

sumo mi estrella en la lista de otras voces

vengo a decir esto que soy y somos

el nacimiento del poema y de la lucha

la redondez estricta del pomelo

y el rey mago feliz que tiene el hombre

La conciencia aquí de una voz entre otras, de una generación que va construyendo su camino, su destino. Decir lo que somos, poema y lucha como armas del futuro, en un nacimiento que como origen busca un nuevo lenguaje, una nueva práctica, un nuevo porvenir. 

la tierra en la que crezco sin medidas

es mi límite total

por ella voy al suave horizonte que me reclama cada hora

al estío de ojivas y mareas

al vuelo semental

a mi velocidad madura con la edad puesta en el verbo

por ella voy al acto de la vena y el rocío

a mi muerte personal y sola

centro de fuga al mar interminable

a mi única razón de florecer matando el odio

¿Puedo leer de otra manera estos pasajes en este libro? ¿Puedo asociar con otras instancias esta presencia de Roberto mencionando su muerte, una fuga al mar interminable, florecer matando el odio? Quizás debería, pero parece esta vez imposible no pensarlo así tras esta aparición fortuita, en este reencuentro callejero como amigos desconocidos que se vuelven a juntar.

Tiempo y Memoria, segunda parte, dedicada a su compañera, indaga en esas búsquedas que nos brinda el amor, lugares de comunidad entre dos que desdeñan los límites de la existencia. Pero deja un poema, el del final, breve pero encendido, hacia el futuro.

limpio en mis errores

inevitable y mío

quiero tocar al hombre donde empieza

y darme entero al tiempo y su hermosura

Brindarse en un mundo atroz, a pesar del miedo y la persecución, a pesar del odio y la reacción. Entero en la hermosura, que recobra cada vez que leemos sus textos, que adivinamos su ser en fotos que nos lo muestran vibrante, combativo.

“Jugarse la palabra es jugarse la vida”

La ausencia atroz de quien nos ha sido arrebatado, pesa además por el olvido que se acumula sobre su historia. Este libro que vino a mi encuentro me exhortó a recuperar mis lazos con Santoro, de quien tenía la edición de su obra poética completa de Ediciones RyR. Esa recuperación contemporánea me permitió conocerlo más allá de su nombre, de su historia, desde su obra. Un desafío que se impuso ante el horror y el terror del genocidio, que nos privó por muchos años (y lo sigue haciendo) de acceder a la producción de artistas y militantes que han sido desaparecidas/os/es. 

Libro sobreviviente de fuegos y escondites, quizás sufrió el olvido en una estantería perdida, y logró sortear las chances recicladoras que cuando estuvo en la calle le acecharon. Encontró sin proponérselo un lector ideal, conocedor de la obra contenida y de la vida que testimoniaba esa dedicatoria firmada en azul. Hoy el libro busca a su familia, y este texto es también un esfuerzo por encontrarles y devolverles este objeto de identidad, esta muestra palmaria de que Roberto está entre nosotres presente, ahora y siempre.