Música

Rap y resistencia

Sara Hebe no hace sólo música: propone una manera de escuchar lo que el territorio reclama. A partir de un análisis de sus primeros discos, este ensayo interroga cómo se teje esa urgencia, qué palabras se eligen y cuáles se omiten.

Por Fiorella Gonzalo
01 de septiembre de 2025

Trelew dilucida, a través de su historia, memorias que pesan. Agosto de 1972 dejó una marca imborrable: la Masacre de Trelew. Decenas de años después, la ciudad sigue siendo territorio de resistencias y luchas que atraviesan generaciones. Entre esos rastros y ecos surge Sara Hebe, una voz femenina que desborda fronteras: del hip hop a la danza, del sur profundo a escenarios nacionales. No es solo música: es un pulso, una pregunta, una manera de escuchar lo que el territorio reclama. Cómo se teje esa urgencia, qué palabras se eligen y cuáles se omiten, es algo que este ensayo se propone explorar.

Desde Trelew al mundo

Trelew es una ciudad marcada por una memoria insoslayable. En agosto de 1972, en plena dictadura de Alejandro Agustín Lanusse, diecinueve militantes fueron fusilados en la Base Almirante Zar tras un intento de fuga de la cárcel de Rawson. La Masacre de Trelew quedó plasmada en la historia argentina como símbolo de represión y resistencia, y configuró un territorio atravesado por una fuerte conciencia política y social. De esa misma ciudad, décadas más tarde, emerge la figura de Sara Hebe: rapera, compositora y referente del rap político argentino.

Sara Hebe nació, como yo, en Trelew, Chubut, al noroeste de la Patagonia argentina. Egresó, como yo, de la Escuela Secundaria N.º 712 ‘’Don Santiago Estrada’’, institución emblemática de la ciudad y semillero de artistas, periodistas y referentes culturales (en sus aulas conviven la diversidad social y las huellas de una historia local marcada por la memoria colectiva más vivida). En 2001, junto a un grupo de amigos, emprendió un viaje de 1.346 kilómetros hacia Buenos Aires con el propósito inicial de estudiar Derecho, aunque pronto encontró su camino en la danza y el teatro. Llegó a la capital en un momento bisagra: la crisis de 2001 atravesaba su punto más álgido, sumiendo al país en una de las mayores convulsiones económicas y sociales de su historia reciente.

Su vínculo con el arte se fortaleció en esos años, donde estudió teatro con Norman Briski y Mirta Bogdasarian. Fue precisamente en ese recorrido donde descubrió el hip hop. A partir de 2007 comenzó a componer de manera autodidacta, creando letras y melodías sobre bases que encontraba en internet. Todo lo que gestó ahí sería luego material semilla para La Hija del Loco, su primer álbum publicado en 2009. LHL es un disco compuesto de 14 canciones con producción de Ramiro Jota, Rancho MC, Mariano Costa, Tomás Argañaráz y El Crazy. En el libro El ritmo no perdona, Camila Camaño y Amadeo Gandolfo señalan la innegable importancia de Hebe como pionera indiscutida del rap argentino, pese a su doble desafío en la escena, siendo mujer y viniendo a la cúspide del arte desde tan lejos. A saber también, es que su debut salió un año después de Estilo Monoblockero, de Fuerte Apache, así que el rap estaba en un momento estrictamente masculino. Tres años más tarde llegaría Puentera, un trabajo en el que, sin abandonar el rap, incorporó reggae, cumbia y dancehall. Un clásico esencial en la bibliografía obligatoria de la escena argentina.

El pulso de estos dos discos es de urgencia absoluta (Camaño y Gandolfo se lo atribuyen sólo al primero, pero yo, creo que ambos hablan ese mismo lenguaje, tiran de esa misma cuerda). Ambos discos se caracterizan por letras que conjugan crítica social, poesía urbana y un fuerte anclaje territorial, con referencias directas a problemáticas como el abuso de poder, la represión policial, el feminismo, el consumo, y el avance extractivista en Chubut. Con respecto a esto último, Camila Camaño y Amadeo Gandolfo dirán en el libro que 16 años más tarde, La hija del loco sigue sonando contemporáneo, no sólo por la visión artística de Hebe, sino también por la permanencia de las problemáticas que denuncia en nuestro país.

Si bien los primeros vestigios del rap conciencia en Trelew y las ciudades aledañas remiten a unos pocos como Sudaka (Fernando Yefi), la crew Alkantarilla 28 (conformada por Tobiah, Diálogo, Pipita, DJ El Nono y el productor Artick), La Negra Liyah (Ludmila Lemos), y el Crazy Che, y por otro lado, a Erre-G Valenzuela, B-Flow y Winnie, estos últimos no formando parte de esa primerísima camada, la información a disposición es realmente poca. A pesar de eso, los pibes de la ciudad fueron buscando sus semillas y empezaron a juntarse a freestylear en las plazas y armar competencias comparables a la FMS, pero low cost. Ejemplo de esto es la organización Punta de Rieles, una competencia de freestyle que arrancó a finales de 2020 con chicos rapeando en las plazas, y se mantuvo hasta la actualidad haciendo torneos anuales basados en tablas de puntos. Durante dos años consecutivos (2022 y 2023), los chicos hicieron fechas nacionales que convocaban a competidores de todo el país, después organizaron una fecha ‘formato mundial’ basada en 8 grupos, de los cuales solo salían dos competidores de cada grupo para así hacer una llave de 16 competidores, los cuales competian para ver cual era el mejor de todos. En 2024 la rompieron con una competencia interpatagonica, donde compitieron raperos de Santa Cruz, Chubut, Rio Negro, Neuquen y La Pampa, y en la actualidad, se mantienen haciendo fechas sueltas y con premios monetarios para los mcs, ya que, en palabras de sus organizadores, ‘’es muy difícil siendo competidor de afuera llegar a Chubut, por el largo tramo que hay, entonces la plata mayormente es un buen incentivo para que la gente viaje hasta acá y se mida con competidores de nuestra provincia’’. Todo esto con la única directiva, autoimpuesta, de aportar al fortalecimiento de la cultura chubutense.
Otra organización destacada, con base en Puerto Madryn, es RKK Free, pionera en la provincia con las Jam Recovery: encuentros que reúnen a freestylers, bailarines y beatboxers de distintos puntos del país, con el objetivo de confluir diversas ramas del hip hop en un mismo evento y, al mismo tiempo, darle mayor visibilidad al baile. Sin embargo, más allá de estas iniciativas, el suelo chubutense se percibe cada vez más árido. Hoy predominan las propuestas de corte trapero, centradas en el correo, las cadenas y la chica que les gusta, y poco más. Si antes rapear implicaba una conexión intrínseca con la denuncia de lo que no encajaba, en la actualidad ese espíritu parece haberse refugiado únicamente en las plazas.

Megaminería en Chubut: historia de una resistencia

Las denuncias que narra Sara, no pueden comprenderse sin atender a la lucha constante que prima en Chubut en contra de la megaminería. El primer gran episodio de esta disputa se produjo en Esquel, 2002, cuando la empresa canadiense Meridian Gold anunció su intención de explotar un yacimiento de oro y plata a escasos kilómetros de la ciudad. La propuesta generó un rechazo inmediato entre vecinos y organizaciones, preocupados por el uso masivo de cianuro y el riesgo para las fuentes de agua. La resistencia se organizó a través de la Asamblea de Vecinos Autoconvocados por el No a la Mina, que logró impulsar un plebiscito no vinculante en marzo de 2003. El resultado fue contundente: el 81% de los votantes dijo NO a la explotación minera. Ese hecho marcó un precedente nacional e internacional, y dio origen a una red provincial de asambleas socioambientales.

En 2003, como consecuencia directa de la presión social, se sancionó la Ley 5001, que prohíbe la minería metalífera a cielo abierto y el uso de cianuro en todo el territorio provincial. Sin embargo, desde entonces las empresas mineras y sectores del poder político han intentado modificarla o sortearla mediante distintas estrategias. En la década siguiente, la conflictividad se mantuvo latente. Gobiernos provinciales y nacionales promovieron la minería como motor de desarrollo, argumentando su potencial para generar empleo y recursos fiscales, mientras las asambleas advertían sobre los impactos irreversibles en el ambiente, especialmente en zonas áridas donde el agua es un recurso escaso.
El conflicto volvió a intensificarse en diciembre de 2021, cuando la Legislatura provincial aprobó la Ley de Zonificación Minera, que habilitaba la explotación en la meseta central, una región habitada mayoritariamente por comunidades mapuche-tehuelche. La respuesta social fue inmediata: marchas masivas en ciudades y pueblos, cortes de ruta y una movilización que, en pocos días, fue bautizada como el Chubutazo. La represión policial dejó un saldo de decenas de heridos, pero la presión popular logró un hecho inusual en la política argentina: a tan solo una semana de su aprobación, la ley fue derogada. Este triunfo refuerza una identidad colectiva en Chubut por la defensa del agua y del territorio, dando cuenta de que esta no es una causa sectorial, sino un elemento constitutivo de la vida política y social de la provincia.

Memoria, territorio y futuro

En este contexto, la obra de Sara Hebe adquiere una dimensión particular: no se limita a denunciar sin más, sino que se inscribe en un entramado de luchas concretas. Tanto en La Hija del Loco como en Puentera, las referencias a la tierra, el agua, la represión y el saqueo resuenan como parte del repertorio que las asambleas han incorporado en marchas y actividades públicas. Su estilo combina rap, punk, rock, cumbia, reggaetón y trap, pero su núcleo es siempre el mismo: la palabra como vehículo de resistencia. Su poética urbana, influenciada por Federico García Lorca y otras autoras contemporáneas, articula lo personal y lo colectivo, el deseo y la protesta.

El perdurar en esto la llevaría a ganar un Martín Fierro en 2016, por su composición para la serie “El Marginal”, y en 2019, a ser la primera mujer rapera argentina en copar el Estadio Atenas de La Plata. Sin embargo, este reconocimiento mediático no diluyó el carácter combativo de su obra. En cada concierto, las consignas que canta se encuentran con las que se gritan en las calles.

Volver a Trelew permite cerrar un círculo: una ciudad que carga con la memoria de 1972 y que, medio siglo después, sigue siendo escenario de movilizaciones contra la megaminería. En ese mismo suelo creció una artista que supo convertir el rap en herramienta política y cultural. Sara Hebe no es únicamente una referente del rap argentino: es parte activa de una genealogía de resistencia que incluye a las víctimas de la Masacre de Trelew, a las y los vecinos que dijeron NO en Esquel en 2003, y a quienes marcharon en el Chubutazo de 2021. En su obra, la memoria y la lucha se entrelazan: la música no es sólo arte, sino territorio y trinchera.