Música
Los mejores discos de 2024
Por Dante Sabatto
13 de diciembre de 2024

Quizás el formato “disco” esté muriendo. Es un fenómeno que se explica materialmente: los formatos técnicos en los que escuchamos música (plataformas de streaming, audios de TikTok) ponderan la canción en solitario, e incluso fragmentada. Contra esta tesis, sin embargo, podrían plantearse otras: el resurgimiento de los vinilos, por ejemplo. Este segundo argumento me gusta más: personalmente, amo el formato disco, el viejo LP. Por eso todos los años hago esta lista.
Breve estadística: este ránking está hecho a partir de los 437 discos de 2024 que escuché (para nerds, acá está el listado completo). De estos, elegí 25 preferidos de todos los géneros, nacionalidades, idiomas, extensiones. Pero como ese número no me alcanza, quiero agregar 25 menciones de honor:
- Ten Total – 1010Benja [R&B alternativo]
- Britpop – A. G. Cook [Electrónica glitch]
- There Must Be Something Here – acloudyskye [Indietronica]
- No Gangsta Bars, Vol. 3 – ALEJITO y Tom Costa [Trap]
- What Now – Brittany Howard [Soul psicodélico]
- Entre Sombras – Buenos Vampiros [Goth rock]
- Forever – Charly Bliss [Indie pop]
- Paradise Pop 10 – Christian Lee Hutson [Cantautor]
- I Wanna Run Barefoot Through Your Hair – Christopher Owens [Folk rock]
- Queridão – DJ Anderson do Paraíso [Funk industrial]
- Mahashmashana – Father John Misty [Chamber pop]
- I Am Toward You – How To Dress Well [Glitch]
- Testament of the Times – Jae Skeese & Superior [Drumless]
- The Thief Next To Jesus – Ka [Abstract rap]
- Fearless Movement – Kamasi Washington [Jazz fusion]
- The Collective – Kim Gordon [Post-industrial]
- Samurai – Lupe Fiasco [Jazz rap]
- Sentir que no sabes – Mabe Fratt [Folk experimental]
- The Last Will and Testament – Opeth [Prog metal]
- Sky Hundred – Parannoul [Shoegaze]
- Clouds In The Sky They Will Always Be There For Me – Porridge Radio [Indie rock]
- All Born Screaming – St. Vincent [Art rock]
- Murió la Música – Swaggerboyz [Plugg]
- Dark Times – Vince Staples [West Coast hip hop]
- DESCARTABLE – WOS [Rap alternativo]
Además de todo esto, hay una playlist con 51 canciones: una de cada uno de estos discos y el tema del año, “Not Like Us”. Se puede escuchar acá.
Sin más: estos son los 25 mejores discos del año:

25. Heráldica – Saramalacara
Este año fue difícil. Lo fue para todxs, y particularmente para Sara. Heráldica suena como el 2024: es una breve colección de lamentos bailables, que van del drum and bass al pop industrial. Para sufrir gozando, o al revés.
Canciones recomendadas: Sola, Humo

24. Hōjōya (Carnaval) – Sheena Ringo
Sheena Ringo no se detiene nunca, ni a respirar. Su maximalismo voraz nunca termina de convertirse en puro kitsch, sólo sigue avanzando, multiplicándose exponencialmente, fractalmente.
Canciones recomendadas: 者の行進, 茫然も自失

23. GENERALA SESSIONS – Kamada
Una de las últimas cosechas del año, el dúo Kamada logra destacarse en la cada vez más potente escena del rap nacional gracias a un flow impecable. ¿Quién más podría rimar “un indio más” con “mis mil biomas”?
Canciones recomendadas: ANEXOS DEL OTRO, ELITE

22. Acelero – Crizin da Z.O.
Acelero se encuentra en el centro de un diagrama de Venn que anuda el hip hop, la electrónica industrial y el funk brasileño. El estribillo de “Acelerado”(“às vezes eu vejo tudo acelerado”) es como un virus cyberpunk que te infecta el cerebro.
Canciones recomendadas: Acelerado, Demônio do Río da Prata

21. Where We’ve Been, Where We Go from Here – Friko
Frik, el dúo que hoy es el nombre del futuro en el mundo indie, tiene una estrategia que usa sin parar: el crescendo. Casi todas las canciones de este disco funcionan como ascensos hasta puntos de quiebre. Es una hermosura delicada y siempre conmovedora.
Canciones recomendadas: Where We’ve Been, Get Numb To It

20. I LAY DOWN MY LIFE FOR YOU – JPEGMAFIA
Pese a su defensa del peor Kanye y sus opiniones de millenial meado, Peggy sigue siendo enorme Este disco tiene tanto de Yeezus como de SCARING THE HOES. Cuando creés haber entrado en la lógica metálica y postindustrial se lanza a una búsqueda completamente distinta.
Canciones recomendadas: SIN MIEDO, vulgar display of power

19. Wild God – Nick Cave & the Bad Seeds
Quizás no esté a la altura de esas obras maestras, pero es otra cosa: Nick Cave, a los 67 años, empezando una vez más a reinventarse. En una frase que destacó el mismísimo Bob Dylan en Twitter, Cave afirma que hemos tenido demasiado dolor y “now is the time for joy”. Wild God es un testamento del fracaso de esta frase.
Canciones recomendadas: Conversion, Joy

18. Fine Art – KNEECAP
Cuando el rap se hace cruzando el Atlántico suele sonar sucio y sobrecargado: le suman la electrónica basement del grime y las guitarras pesadas del punk. A este cóctel, alucinógeno y trash, Kneecap suma sonidos tradicionales del folklore irlandés. Y sin embargo, suena como en casa en esta Buenos Aires postapocalíptica, pobre y mugrienta que han construido a nuestro alrededor.
Canciones recomendadas: I bhFiacha Linne, I’m Flushed

17. Todos los hombres son iguales – Ceretti
En sólo 20 minutos, Ceretti resetea el pop argentino: hay algo más allá de Miranda!. El disco es casi un juguete: puro chicle y poesía de (des)amor, gloriosamente queer (“otra pija ya no quiero chupar”, cierra con un moño “Hoy le quiero ver”), sardónico desde el mismo título pero absolutamente genuino, como demuestra “Por el mar”, su mejor canción.
Canciones recomendadas: por el mar, el chico más lindo

16. The Pilgrim, Their God and the King of My Decrepit Mountain – Tapir!
Tapir! es un supergrupo de folk lanzado este mismo año con un proyecto frondoso, vibrante, por momentos contenido y espiritual, por otros casi psicodélico. No por última vez voy a comparar algo con Sufjan Stevens: “Eidolon” suena como un tema de Illinois. Pero es sólo una de las mil influencias que decantaron en esta opera acústica, que va construyendo no tanto una narrativa como un mundo fantástico y trágico, no precisamente épico sino de una poética menor, en el sentido de las pequeñas cosas, el encuentro de lo cercano y lo elevado.
Canciones recomendadas: Eidolon, My God, On A Grassy Knoll (We’ll Bow Together)

15. SMILE! 😀 – Porter Robinson
Porter Robinson sacó en 2021 uno de mis discos favoritos de la década, Nurture, una delicia electrónica construida en base a j-pop, virtuosismo atonal y psicodelia vocal. SMILE es como una versión reducida, menos vanguardista, más pop y más bailable, pero igualmente llena de gemas postirónicas (como la referencia a la reseña de Pitchfork donde usaron el gif de un mono meando) cruzadas con escenas de emoción genuina. Si este es el año de la muerte del hyperpop, convertido ya en una nueva herramienta del canon pop, Porter muestra qué se puede seguir creando con ella.
Canciones recomendadas: Russian Roulette, Easier to Love You, Cheerleader

14. Primer día – Picnic al Costado del Camino
Morón tiene uno de los secretos mejor guardados del rock nacional postpandémico: Picnic al Costado del Camino, una banda que sólo se puede describir como brillante. Las letras son precisas, y las guitarras y los bajos vibran en frecuencias exactas para construir un andamiaje milimétrico qué sostiene cada canción. Y, sobre todo, logran de alguna manera capturar en el estudio la energía del galpón, como en las confesiones enérgicas de “Indie Mamón” o la perfecta “No Aprendiste”.
Canciones recomendadas: No Aprendiste, Indie Mamón, Jalls

13. Romance – Fontaines D.C.
Una hipótesis: estos últimos años estamos viviendo, en paralelo en distintos géneros, el surgimiento de una escena alternativa, abandonando la sensibilidad indie, a la vez con mayor experimentación sonora y más appeal mainstream. El ejemplo pop era Magdalena Bay; para el rock, es Fontaines D. C., que acá dejó un poco atrás su sonido punk para construir algo nuevo, más variado pero igualmente poderoso, y por lejos su proyecto más exitoso. Me quedo con la inhalación forzada de “Starbuster” y con la totalidad de “Favourite”.
Canciones recomendadas: Favourite, Starbuster, In the Modern World

12. Maquillada en la Cama – Juliana Gattas
La voz de Juliana siempre tuvo una cualidad deliberadamente fría, pero íntimamente sensible, que permitió contar esos relatos en el contraste con la cuidada artificialidad de Ale Sergi. Pero acá, sola, la cantante tiene que ser su propio contrapunto. Y todos los premios deben ir a “Emocionalmente Tuya”, un himno pop gigantesco. El pre-estribillo es siniestro (“desde niña siempre quise sabotear mi vida entera”) y da pie a un coro desgarrador. Puede parecer a simple vista un disco sobre y para la joda, pero en realidad es para la previa y el after, para las razones por las que hay que “despejar un mal recuerdo y bailar” (“Borracha en un baño ajeno”).
Canciones recomendadas: Emocionalmente Tuya, Borracha en un Baño Ajeno, Un Taxi al Infierno, Maquillada en la Cama

11. Imaginal Disk – Magdalena Bay
No me interesa demasiado la historia conceptual que quiere contar Imaginal Disk (algo sobre una computadora aprendiendo a ser humana). Creo que a lxs miembrxs de Magdalena Bay, el dúo que está inventando un pop nuevo, tampoco. Saben que es más bien una excusa para que las palabras fluyan y, con ellas, gloriosa, la música: sintetizadores retro, pero desplegados hacia el futuro. Influencias de disco pero conjuradas para la venida de un ritmo jamás bailado. Hay un momento glitch en “Tunnel Vision” que suena como si un millón de serpientes se arrastraran por tus oídos. Y todo “Angel on a Satellite” parece la culminación de años de inventiva electrónica: tiene una de esas melodías que parecen haber existido desde siempre.
Canciones recomendadas: Angel on a Satellite, Image

10. GNX – Kendrick Lamar
…esta lista ya estaba empezada cuando, un viernes de noviembre a la tarde, Kendrick decidió sacar un disco sin avisarle a nadie. A esta altura, el rapero de Compton es la figura más analizada de la historia del hip hop. Por eso, no quiero hablar de él, sino de su música (hasta donde se los pueda separar).
Como DAMN, este es un giro pop después de un trabajo denso, conceptual y confesional. Pero GNX es también una carta de amor a la Costa Oeste, a 2pac específicamente y al hip hop, como género, como culture, en general. No es necesariamente un disco perfecto, pero quizás sea el menos imperfecto de la discografía de Kendrick. Yo siempre disfruté las imperfecciones de sus proyectos: los pequeños momentos ideológicamente confusos, la obsesión de Kendrick consigo mismo. Este disco casi no los tiene, y lo logra sin sacrificar variedad en los estilos, complejidad en las letras ni lo más importante que puede tener un proyecto con Lamar en la tapa: las mil y una metamorfosis de su performance vocal.
En un año en que Kendrick se destacó como guerrero de una batalla por el alma del hip hop y se definió como “the biggest hater”, es una gran alegría que pueda pasar del desprecio de “Euphoria” y la celebración violenta de “Not Like Us” a un modo más calmo, más introspectivo. De la suave y etérea “luther” (gracias por todo, SZA) hasta la guerra bíblica de “man at the garden”, pasando por la espectacular “tv off” (el grito de “MUSTARRRRD” es quizás el mejor momento del año), hay de todo y para todos. Y el disco cierra con “Gloria”, la versión de Lamar del tropo más viejo del mundo: una canción de amor para una mujer que resulta ser una metáfora de la música (más estrictamente, de su propia poética).
Es el más grande, haciendo exactamente lo que quiere: celebrar la cultura a la que defendió exitosamente.
Canciones recomendadas: man at the garden, luther, wacced out murals, squabble up

9. Night Palace – Mount Eerie
Mount Eerie siempre fue un proyecto difícil de procesar por su franqueza, su carencia de indirectas, desvíos y a veces explícitamente de metáforas. Pero en Night Palace, un disco de 80 minutos que pasa del rock acústico intimista a escenas de distorsión metálica y al folklore experimental, Phil Evelrum hace algo nuevo. Abandona la ética anti-poética que había asumido en su obra maestra, A Crow Looked At Me y vuelve a mirar hacia afuera.
Night Palace contiene una crítica radical del proyecto colonial que sustentó al imperio nortemericano (“Non-Metaphorical Decolonization”, desde el mismo título sigue luchando con y contra la poesía) y al resurgimiento de una furia reaccionaria contenida. Y propone otra bronca, una dirigida a la injusticia (“Cow-Owner of Trees”). En el camino, se ha transformado la fe en una espiritualidad o mitología; de una forma que recuerda a Sufjan Stevens, la cuestión religiosa aparece cruzada por el sentimiento que más caracteriza este disco: una incertidumbre rayana en la desconfianza. Por eso, poética y políticamente Evelrum se acerca al reino animal, escucha ballenas y habla con peces. Es así que el ruido se cuela entre la música, abriendo paso a una representación plausible del sinsentido, una experiencia que no es de horror ni de fascinación, sino de una admiración y una atención abiertas hacia otra cosa.
Han pasado una hora y veinte minutos de sufrimientos y hasta horror, cruzados de pequeños momentos casi cotidianos de alivio, una turbulencia que implosiona en los doce minutos de “Demolition”. Es allí que Mount Eerie problematiza su propia proyección, su identidad: “I sing my little songs in a burning time of nature”.
Todo eso para terminar con una afirmación. Después de la demolición, en la última canción, “I need you eyes”, encuentra una nueva idea: “that nothing arises in the first place / all this impermanence is just another thing my mind made / I was never here, and nothing goes away”. Y, entonces, “necesito ojos nuevos”. Una esperanza: se puede ver de otra manera.
Canciones recomendadas: I Spoke to a Fish, Non-Metaphorical Decolonization, Co-Owner of Trees, I Need New Eyes

8. Only God Was Above Us – Vampire Weekend
Este disco empieza con la frase “fuck the world”: qué más decir. Vampire Weekend es, quizás, la mejor banda viva; a 11 años de su inicio y 5 de su comeback y último disco, siguen siendo uno de los pocos proyectos que tiene un sonido verdaderamente único.
Only God Was Above Us al mismo tiempo es y no es un retorno al VW clásico: dejamos atrás el pop rock más convencional de Father of the Bride (no habrá colaboraciones de Haim) pero no retornamos a las influencias worldbeat (el exmiembro Rostam Batmanglij tiene una sola colaboración, pero su influencia se nota sobre todos los temas). En lugar de eso, encontramos nuevas texturas más ásperas (“Capricorn”), repeticiones caleidoscópicas (“Hope”) y, en las letras, un giro que abandona el surrealismo anterior en pos de relatos y reflexiones agridulces (“Gen-X Cops”, “Mary Boone”). Y lo que sea que es “Ice Cream Piano”, el opener del año, una canción deliciosa que sabe jugar con velocidades y volúmenes diferenciales para producir picos de presión.
A los coros barrocos se suma el ruido; a las cuerdas clásicas, la programación electrónica: el resultado es un disco que suena tan nostálgico como anticipatorio, tan lleno de recuerdos como de expectativas. El pop progre, en el doble sentido de vanguardista e ilustrado, que en los 2000 los tuvo en la vanguardia, hoy reaparece como referencia, como tradición. Sin embargo, no sé bien cómo, Vampire Weekend suena joven, fresca, despierta. Ya no hay inocencia (no hay retorno al pop cosmopolita del Obamacore), pero no se ha perdido con ella la dulzura. La experiencia no ha borrado la pasión con la que la banda siempre ha lanzado su poética sobre el mundo, para capturar pinceladas impresionistas de una realidad imprecisa.
No hay mejor descripción de Vampire Weekend que “impecable”: una banda que suena mejor que nunca, con una composición y una producción rigurosas hasta el punto de lo obsesivo. No hay una sola nota corrida de lugar, y esa perfección se vuelve conscientemente ominosa. Es la simultaneidad de lo tétrico y lo lúdico lo que hace funcionar tan bien esta caja de música.
Canciones recomendadas: Ice Cream Piano, Capricorn, Prep-School Gangsters, Gen-X Cops

7. La Casa – Rey Bichito
Siempre es útil clasificar la música bajo géneros, pero Rey Bichito prefiere los literarios a los musicales: los he leído describir sus letras como new weird, y creo que recién entonces terminé de hacer click y entenderlos. Es que el Bichito es un proyecto raro, rarísimo: un rock funky mutante y experimental, un ensamblaje de ritmos y velocidades infinitamente diversas que se explica por la combinación igualmente estrambótica de personas que forman la banda. Son nueve miembros, lo que incluye tres vocalistas (!), saxo, sintetizadores y más. Si los ves juntxs, en el escenario, podrías pensar que vienen de nueve grupos distintos, pero cuando empiezan a tocar entendés que no podrían estar en otro lado.
La Casa, su tercer disco, pasa de tonalidades groove imbatibles (“Buscá tus Llaves”, “Uzi (She’s Got A Groovy Heart”) a lentos delirios oníricos (“Lengua Mía”, “Caracol”) a temas tan potentes que merecen un estadio (“Siempre Parecen Extraños”); van del rock al hip hop, del pop al punk al R&B sin dejarse encasillar, y permanecen siempre hipnóticos.
De lo que se trata es de la energía: hay momentos donde resulta inconcebible que un grupo pueda sostener tanta potencia a la vez, en descargas que nunca se detienen (como los gritos que anteceden el estribillo de “Siempre Parecen Extraños”, mi momento favorito del disco). Pero el secreto está en los pequeñísimos descansos, incluso dentro de los momentos de agite, que el Bichito usa para recargarse. Esas distintas velocidades son las que hacen crecer las canciones como hongos y mohos, mutaciones que se contagian y se propagan unas sobre otras.
Incluso cuando hay sonidos retro, están acompañados de gritos deformes o alteraciones al ritmo, porque Rey Bichito pertenece, a fin de cuentas, al terreno de la ciencia ficción. No necesariamente porque hable del futuro sino porque, al escucharlo, te acelera hacia él. O hacia ellos: una casa con mil habitaciones, el disco es un intento de capturar la multiplicidad de futuros virtuales. Para eso hacen uso de un ritual peligroso, que ha tomado toda la residencia: la fiesta. Esa palabra lo define todo.
Canciones recomendadas: Siempre Parecen Extraños, Caracol, Buscá tus Llaves, Lengua Mía

6. Critterland – Willi Carlisle
Critterland es un libro de cuentos. De fábulas, incluso. Willi Carlisle es un maestro en el uso de los tropos de su género, el country, y logra subvertirlos, hacerlos chocar, readaptarlos para nuevos fines. Sus temas son los grandes temas: citando a Quiroga, el amor, la locura y la muerte. Son las únicas cosas sobre las que se puede hablar de nuevo y decir algo nuevo: ese es el juego de la tradición. Critterland pinta un mundo donde las penas se arrastran sobre la tierra, porque la tristeza no es algo que pueda ser impugnado, curado, abandonado. “I Want No Children” es una confesión desgarradora que se traiciona desde el mismo título. “Higher Lonesome” es una oda a la soledad como algo que puede sanar. “The Arrangements” relata las preparaciones para el funeral de alguien que ya considerábamos muerto. Pero si estas canciones son miniaturas, pequeñas escenas, el disco las compensa con dos épicas que lo abren y lo cierran. “Critterland” es una epopeya sobre una batalla final entre los que tienen algo y los que no tienen nada (“I think love is a burden if it ain’t brave”, canta como una sentencia). “The Money Grows on Trees” es un poema de siete minutos que, cada tanto, se deshace en una canción sobre lo que acá llamaríamos bandidos rurales. Autodefinido “a queer and a communist”, Willi Carlisle es el último hombre capaz de hacer flamear alto la bandera de la libertad y cantando sus tragedias. En un año donde las más grandes estrellas del pop (Beyoncé, Post Malone) viraron a un country cruzado con hip-hop como tratando de hacer Old Time Road pero sin meme, Critterland suena a la vez más auténtico y más innovador.
Canciones recomendadas: Critterland, I Want No Children, Two-Headed Lamb, The Money Grows on Trees

5. CHROMAKOPIA – Tyler, the Creator
Hemos vivido para ver a Tyler convertirse en una estrella. Aleluya. Nadie podría haber previsto esto, ni en sus inicios de homofobia horrorcore, ni con su súbito y brillante giro queer y alternativo. Tyler, the creator siempre fue un alt. Un raro en su escena, un artista que no parecía constreñido por los límites de lo alto y lo bajo, del buen o el mal gusto. Sin duda los fanáticos seguirán eligiendo FLOWER BOY; los expertos, IGOR; los nostálgicos, Goblin. Para mí, CHROMAKOPIA juega en otra categoría, porque es un disco que sencillamente hace todo. El principal corte de difusión, “Noid”, es un tema rarísimo que casi no tiene estructura, pasa de samples de guitarras zamrock a un rap violento y psicótico. “Sticky” es una pesadilla erótica sin inicio ni fin. “Darling I” es el tema más bello del disco, y también un relato de cómo Tyler no puede parar de coger con gente distinta. “Like Him” es devastadora: el cantante describe cómo se encuentra parecido a su padre ausente. “Hey Jane” cuenta la historia de un aborto. “St. Chroma” es una canción que directamente desafía toda descripción. Nada de todo esto debería funcionar, pero es un cóctel perfecto. ¿La clave? El ritmo. En este disco, ese es el protagonista, muy por encima del flow, de los samples, de las referencias, de los beats, de las barras, incluso de la narración, que siempre ha sido la mejor habilidad de Tyler, the creator. Este es un disco que te mueve, te sacude, te hace vibrar. Trasciende lo sonoro: es inmediatamente corporal. Bienvenida la nueva psicodelia: bienvenida la CHROMAKOPIA.
Canciones recomendadas: St. Chroma, Darling I, Sticky, Noid, Tomorrow

4. Bright Future – Adrianne Lenker
¿Por qué cantar y no escribir poesía? ¿En qué sentido un canción es algo más que un poema al que se le ha agregado una melodía, una armonía, una instrumentación? ¿Por qué hay música y no más bien lírica? Las preguntas son válidas, sobre todo cuando se advierte (como es el caso de Adrianne Lenker), un cuidado riguroso en el uso de las palabras que la acerca claramente a la creación poética. Sobre todo en un género que ella, en su carrera solista y en su banda Big Thief, ha hecho casi resurgir: el folk.
Creo que una respuesta posible tendría que dar cuenta de cómo el cantar es tan determinante como lo cantado, del modo en que el sentido se juega tanto en la semántica de las palabras como en su entonación. Esa intuición es la que guía Bright Future, y es incluso tematizada en la canción “Evol”, que está construida sobre juegos con pronunciaciones invertidas (“Love spells evol backwards, people / Words back, words backwards are lethal”). Pero ese es sólo un momento explícito: en realidad, todo este disco es un trabajo sobre esa potencia, la de forzar morfológicamente y fonéticamente las palabras a partir de una sensibilidad peculiar.
Ocurre en la apertura, “Real House”, un relato nostálgico sobre mudanzas que es tan vaporoso que casi desaparece. También en el estribillo cálido y juguetón de “Vampire Empire”, cargado de aliteraciones; en el modo en que se precipitan las palabras en la terrible “Sadness as a Gift”. Y sobre todo en “Ruined”, quizás la canción más desoladora de este año: en el estribillo, Adrianne canta “you come around, I’m ruined” una y otra vez. El sentido es casi intraducible (¿cómo dar a entender la causalidad expresada por esa coma, la acusación escondida en esa voz pasiva?), pero la emoción está cargada en el modo en que la voz acentúa la última sílaba de “ruined”, como un suspiro.
Parece milagroso que Bright Future pueda reunir tan bien dos sensibilidades distintas, lo lúdico y lo trágico. Eso es precisamente lo que permite la unión de la poesía y el canto: poder jugar con las palabras, incluso con las más tristes.
Canciones recomendadas: Ruined, Sadness as a Gift, Vampire Empire, Free Treasure, Evol

3. The New Sound – Geordie Greep
Hay que negarse a explicar la música. De hecho, hay que rechazar siempre la pregunta por “qué quiere decir” algo. Hay que abrazar la experiencia. Hay que greepear. Miren, déjenme intentarlo: The New Sound es un proyecto de experimentación virtuosa que mezcla jazz fusión con ritmos brasileros en canciones estructuradas como narrativas sobre conquistadores eurasiáticos que destruyen imperios, sexópatas maniáticos y otros personajes similares. Puede sonar raro, hasta divertido, pero no transmite ni un poco de la violencia candente que es el primer disco solista del excantante de Black Midi.
Lo supe cuando escuché “Holy Holy”, el single, en el momento en que salió: acá hay algo especial. Admito que temí que el resto del disco fuera sólo una repetición de ese volumen metálico y esos gritos insanos, y que nada pudiera emular el instante en que Geordie canta “I bet your pussy is holy too”. En efecto, ese sonido es el que define al disco, pero lo hace transformándose una y otra vez, adquiriendo tonalidades más bailables, más apocalípticas, más tanáticas. Y esa fuerza que lo caracteriza no se pierde nunca, incluso se potencia.
Por ejemplo, “Blues” abre el disco aullando en segunda persona, y ya marca un tono, una forma en que cada verso afirma una verdad psicótica (“Soon your organs will grow little mouths / and speak for themselves”). En “Motorbike”, Greep ni siquiera canta: la voz es del rockero prog Seth Evans. Durante los 12 minutos de “The Magician”, The New Sound llega a su cima: las distintas estrategias (enumeraciones incesantes, instrumentos que se superponen a la voz para distorsionarla, modulaciones infernales del canto) se despliegan todas juntas en un espiral paranoico que arremete en mil estocadas incansable. Lo definiría como escénico, teatral, y radicalmente analógico (es tan raro encontrar hoy en día una experimentación no-electrónica).
¿Es el sonido realmente nuevo? Estrictamente hace uso de elementos conocidos: el jazz improvisado, la música popular brasilera, percusiones latinas; hay algo que podría ser incluso retro (yo escucho ahí también al último Bowie, a Talking Heads y si me apuran a Serú Girán). Pero no lo es, nada de la fiebre desmesurada de Black Midi se ha calmado: justamente, reterritorializarla en un marco formal definido permite hacerla aún más extraña.
The New Sound no es un disco difícil de describir; todo lo contrario, es difícil dejar de describirlo una vez que empezás, porque es extremadamente sensorial: es furioso y destila olores infectos, arde al rojo vivo y también burbujea. Tiene infinitas formas: es un poema épico, un manual esotérico prohibido, una pesadilla, una máquina alienígena. Es Greep sin destilar.
Canciones recomendadas: Holy Holy, Walk Up, Terra, Motorbike, The Magician

2. BRAT – Charli xcx
Ya no queda nada nuevo por decir sobre BRAT, que es objetivamente el disco del año y sólo por obstinación lo ubico en el segundo puesto. Es un fenómeno inédito, que reutilizó ideas de la producción hyperpop y la electrónica experimental para producir hits imparables; influyó en las elecciones de Estados Unidos (pero desde el bando perdedor) y tuvo un disco de remixes que merece un segundo lugar en esta lista. Para no seguir explicando, reseñaré cada canción en una frase.
“360” es un diamante pulido, una melodía inmejorable con el mejor “ah-ah-ah” jamás vocalizado. “Club classics” da inicio a la fiesta, invocando los fantasmas del pop pasado pero también posicionándose como el clásico de un futuro. “Sympathy is a knife” introduce un tema central del disco, la compleja relación de Charli con otras mujeres y con su propia fama. “I might say something stupid” captura como ninguna otra canción la sensación de estar en el baño de una joda. “Talk talk” es enamorarse; no “como” enamorarse, simplemente lo es.
De “Von dutch” quiero destacar dos puntos brillantes: la voz en “cult classic but I still pop” y el sonido agudo y plástico que asciende subrepticiamente en el estribillo. “Everything is romantic” despliega una enumeración poética de claroscuros, seductora, fatal (“Jesus Christ on a plastic sign / fall in love again and again”); el remix con Caroline Polachek es aún mejor. “Rewind” me hace reconciliarme con la nostalgia. “So I”, una elegía en memoria de SOPHIE es un lamento brutalmente honesto, y cuando Charli canta “when I’m on stage, sometimes I lie / say that I love singing these songs you left behind” las lágrimas brotan. Sobre “Girl so confusing”: la versión con Lorde no tiene parangón en la historia del pop.
Que “Apple” no es un hit es casi incomprensible: tiene todo y nada sobra. “B2b” puede ser la canción más pegadiza del año. “Mean girls” está bien y no digamos más. En la hermosísima “I think about it all the time” Charli se pregunta si debería tener un hijo antes de que sea demasiado tarde, y en la canción siguiente, “365”, cierra el disco cantando sobre estar falopeada sin parar.
XCX, señorxs: es lo más grande que hay.
Canciones recomendadas: So I, Everything Is Romantic, Von Dutch, 360, Girl so confusing featuring Lorde

1. Por cesárea – Dillom
En su canción “Nebraska”, Bruce Springsteen advierte que “there’s just a meanness in this world”. Que este mundo contiene una mezquindad, una vileza subyacente; no la afirmación de que el universo sea intrínsecamente malo, sino la intuición de que contiene alguna maldad. Algo a lo que también hay que rendirle tributo, reconocer, hacerse cargo.
Creo que eso hace Dillom en su segundo disco, la continuación invertida de su debut POST MORTEM. No abandona el horrorcore, los relatos macabro, pero los hace crecer y girar hacia otros fines. Es, puntualmente, una ucronía donde el trapero imagina otras vidas posibles, peores que esta. Es un ejercicio masoquista: imaginar la victoria de lo malo sobre lo bueno, de las decisiones erradas y las oportunidades perdidas.
Se lo ha descrito como un giro indie en su carrera, o una vuelta al rock. Esas influencias, en realidad, siempre estuvieron presentes. Más bien, es un Dillom más adulto, que sabe llevar todo el potencial que había demostrado hacia un fin absolutamente personal. Es un disco que se atreve a mirar el abismo.
No faltan los relatos de terror: “Últimamente” abre el disco (en una irónica inversión de “La primera”) escenificando un encuentro con alguien (¿una madre?) qué intenta suicidarse; “Muñecas” relata un femicidio en primera persona. En menos de un minuto, “Coyote” es una explosión punk donde el cantante grita sin parar “vengan a buscarme”. Mención aparte para “Cirugía”, que entra en el universo compartido entre los cuentos de Quiroga y las películas de Cronenberg. Y el soundtrack del inicio del Mileismo: “Buenos Tiempos” y su coro, “podés encontrarme por ahí, perdido sin Waze / jalando popper con los gays / el día que muera moriré en mi ley / llevándome alguno conmigo también”.
Más allá de las letras, es el ambiente que crea Por césarea, con su impecable producción, lo que más permanece. Es difícil explicar el modo en que los bajos, las cuerdas y las guitarras eléctricas van pintando negro sobre negro, abriendo el terreno para una oscuridad densa que se asienta al escucharlo. Hasta el último tema: “Ciudad de la Paz”, la mejor canción de Dillom, disipa ese clima y salta críticamente a un después (“es el final de un año para el olvido”: amén).
Los recitales en los que se presentó el disco, sin embargo, cerraron de otra manera. Lo hicieron con la anteúltima canción del disco, “Reiki y Yoga”, un estallido de angustia lacerante, autolesivo. Al cantar los últimos versos, Dillom se esfuma en una nube de vapor y nos dejaba solxs.
Contra el optimismo cruel del capitalismo tardío, contra las sonrisas obligatorias y los libros de autoayuda, contra una cultura banal y estúpida: contra todo eso, la valentía de mirar el abismo. Gracias.
Canciones recomendadas: Cirugía, Buenos Tiempos, Ciudad de la Paz, Coyote, Reiki y Yoga

Cómo sufrir y por qué
Por Dante Sabatto
¿Por qué ya nadie coge?
Por Martina Pawlak
EL CLOWN TRAVESTI LITERARIO DEL UNDER PORTEÑO
Por Catalina Signoretta
