Urbe
Gamergate nunca se fue
¿Por qué, a diez años del escándalo Gamergate, reflotan los movimientos de odio en el mundo de los videojuegos y la cultura online? Sole Zeta realiza una cronología bélica de este proceso, desde los ataques a Anita Sarkeesian en 2012 hasta la cancelación de Martín Cirio.
Por Sole Zeta
12 de agosto de 2024
El 23 de julio Ubisoft, el gigante francés de los videojuegos, publicó una carta dirigida a sus fans japoneses con motivo de una controversia: la presencia de Yasuke, un samurai negro, en el próximo título de la saga Assasin’s Creed. Sin llegar al extremo de pedir perdón por su inclusión, la nota le da entidad a un reclamo de autenticidad histórica… que no tiene sentido porque Yasuke es un personaje histórico: llegado al archipiélago con una delegación de misioneros jesuitas, Yasuke fue parte de las fuerzas de Oda Nobunaga, el “gran unificador” de Japón.
Lo realmente grave del asunto es que el reclamo nunca fue originado por japoneses (que nunca tuvieron problema con la presencia de Yasuke en otras sagas como Nioh o Samurai Warriors, ambos desarrollados en Japón) sino por fascistas occidentales protestando lo que ven como un nuevo caso de DEI (Diversidad, Equidad, Inclusión). Y no es el primero de estos incidentes. De hecho, no es ni el primero de este año: hace unos meses hubo una campaña de hostigamiento contra la consultora Sweet Baby, acusada por este mismo público de llevar adelante una campaña para “introducir adoctrinamiento político en los videojuegos”.
¿Por qué, a una década de Gamergate, reflotan estos movimientos de odio? Porque nunca se fueron. Y hasta podríamos decir que empezaron antes. Concretamente, con…
2012: Anita Sarkeesian
Tal vez el “paciente 0” en estas olas de odio digitales sea Anita Sarkeesian. En el año 2012, el kickstarter para su serie web “Tropes vs. Women in Video Games” sacudió el avispero digital. Para toda una generación de nerds derechosos, Anita era el símbolo de todo lo que estaba mal. ¿Qué hizo para ganarse ese odio? Unos videos con análisis feministas tan básicos y aburridos… como necesarios, evidentemente. No se me ocurre nada menos interesante que marcar la cantidad de juegos en los que el objetivo es rescatar una mujer, pero si algo así ofende, entonces necesita ser dicho.
Anita sufrió doxxeo y amenazas de todo tipo. Debió mudarse y cancelar apariciones públicas por el riesgo que implicaban. Y todo en nombre de… ¿Hacer las observaciones más simplonas del mundo?
2013-2017: Sad Puppies/Rabid Puppies
Uno de los premios más importantes para la Ciencia Ficción, el Hugo, tiene un componente de votación popular: los asistentes a la WorldCon (la convención anual de la World Science Fiction Society) votan a los ganadores de entre una selección de nominados elegida por los miembros de la WSFS.
Entre 2013 y 2017 una serie de campañas intentó manipular el proceso de votación. La primera fue impulsada por el escritor Larry Correia para que su último libro no perdiera contra “ficción moralista aburrida”. Si bien no alcanzó la nominación, en años subsiguientes el proceso se sofisticó: en vez de hacer campaña por un solo libro, los Sad Puppies publicaron una selección completa para todas las categorías en votación, siempre en protesta contra “el otorgamiento de premios basados en la corrección política y favoreciendo artistas que no eran varones blancos heterosexuales”. O sea: el plan era excluir a cualquiera que no cumpliera con esas características de las nominaciones. Durante años tuvieron un relativo éxito, logrando imponer sus candidatos en numerosas categorías. Sin embargo, nunca lograron que uno de ellos gane el premio: los votantes de WorldCon en muchos casos recurrieron a dejar desiertas las categorías dominadas por los Puppies.
A partir de 2015 se sumó una segunda campaña con fines similares pero con su propia selección de candidatos, los Rabid Puppies, esta vez liderada por el ultraderechista estadounidense Vox Day. Estas campañas se mantuvieron activas hasta 2017, cuando los organizadores cambiaron las reglas para evitar estos bloques de nominaciones.
Desde 2016: Acoso a actrices racializadas
En 2016 se estrenó un reboot de Cazafantasmas. Sería exagerado calificarlo de “esperado”, porque nadie le tenía demasiada fe. Pero un grupo de nefastos dentro del fandom tenía un especial encono contra esta versión por un motivo especial: los protagonistas originales habían sido reemplazados por mujeres.
Si bien toda la producción fue duramente castigada, la que pasó la peor parte fue Leslie Jones, que fue repetidamente hostigada por la horda virtual hasta que tomó la decisión de cerrar sus redes. No casualmente, Jones era la única actriz racializada de la producción.
Este patrón se repitió con distintas películas dirigidas al público geek. Tal vez el caso más resonante fuera el de Star Wars Episodio VIII, donde la actriz de origen vietnamita Kelly Marie Tran fue la receptora del odio, y su papel fue sensiblemente recortado en la siguiente entrega de la saga. Años más tarde le pasó lo mismo a la afroamericana Moses Ingram por su rol en la serie Obi Wan Kenobi. También Titans, serie basada en Teen Titans de DC Comics, tuvo su propio episodio de este estilo, por la osadía de proponer a Anna Diop para interpretar a Starfire. Aparentemente una persona negra no tiene el color de piel correcto para interpretar a una alien de piel naranja.
Los trolls siempre encontrarán alguna excusa, pero lo cierto es que ser mujer y no-blanca en una película o serie de género fantástico se volvió una ocupación de riesgo.
2017 – 2018: Comicsgate
En 2017, un grupo de creativas de Marvel Comics salió a tomar milkshakes. El motivo ostensible era homenajear a Flo Steinberg, histórica empleada de la editorial, fallecida un par de días antes. Cuando las artistas publicaron la foto en redes sociales no imaginaron que en las respuestas iban a encontrar insultos, amenazas y comentarios desagradables.
Es que para una minoría intensa de lectores esas mujeres eran las responsables de “politizar” los cómics de la Casa de las Ideas y llenarlos de feminismo, diversidad e inclusión. Comicsgate tomó su nombre e inspiración directamente de Gamergate, y trató de hacer lo mismo en su propio universo.
2018: James Gunn
Durante años Disney fue uno de los blancos predilectos de la derecha digital. Durante el siglo XXI al menos, la empresa del ratón viene sosteniendo un módico progresismo (al menos en cuestiones culturales y sociales que no afecten sus negocios, por supuesto). Por eso es que no perdieron la oportunidad de golpear a una de sus principales cabezas creativas, James Gunn, al reflotarle tuits viejos con humor rancio.
Es que el James Gunn de 2010 no era el hiperexitoso director de Guardianes de la Galaxia, sino que se dedicaba a escribir y dirigir cine de terror/acción independiente con un estilo salido de la factoría Troma (creadora de hitos como la saga del Vengador Tóxico y donde escribió su primer largometraje, Tromeo and Juliet). Y Twitter, si bien nunca dejó de ser una guarida del horror, en esa época lo era aún más, y los chistes de pésimo gusto estaban a la orden del día.
Sin importar que esos mismos tuits ya hubieran sido publicados con anterioridad (incluyendo retractaciones y pedidos de disculpas), Gunn fue despedido por Disney. Sólo el apoyo del elenco de Guardianes (encabezado por Dave Bautista, quien fue el defensor más vocal del director) logró que un tiempo más tarde fuera re-contratado para dirigir la tercera parte.
2020: Martín Cirio
Si, es una disonancia tremenda pasar del actual responsable del universo cinematográfico de DC para Warner Bros a un influencer cuyo punto más alto fuera un video sobre hacerse un enema. Pero quienes recuerden el caso sabrán que la metodología fue calcada: personaje asociado al arco más o menos progresista, viejos tuits rancios reflotados que derivaron en una campaña de acoso y una denuncia de abuso sexual que finalmente sería desestimada.
La “cancelación” de Martín Cirio fue uno de los primeros casos en que vimos esta metodología aplicada por nuestros pagos, y prefiguró lo que vendría después. Es lógico que la víctima haya sido un actor más marginal: fue solo el primer ensayo.
2021: “La Reacción Conservadora”
Un año después de los sucesos que involucraron a Cirio, un grupo de periodistas feministas (que incluía a Ingrid Beck, Florencia Alcaraz y Soledad Vallejos) publicó una investigación sobre las redes de acoso digital comandadas por la derecha, incluyendo un mapa interactivo. Pocas horas después de publicarse el sitio fue hackeado y dejó de estar accesible. El equipo periodístico recibió amenazas tanto en redes como en sus teléfonos personales y la investigación fue denunciada como “persecución ideológica”.
Lo poco que queda disponible de la investigación original está acá. Notoriamente, entre los nexos centrales de la nube de influencers reaccionarios hay muchos militantes, propagandistas y funcionarios del actual gobierno… empezando por el Presidente de la Nación.
Hoy
Podríamos seguir enumerando casos. La periodista y escritora Luciana Peker se exilió del país en respuesta a las repetidas amenazas de muerte que recibió por su trabajo. Figuras críticas del gobierno reciben hostigamiento permanente. Hay por lo menos una investigación periodística sobre el financiamiento de canales de streaming amigos del gobierno que desapareció sin dejar rastros. Y mientras escribo esto, no dejo de ver casos de doxxeos, persecuciones, e intimidaciones… ahora con el fantasma de los 100.000 millones de pesos de gastos reservados de la nueva SIDE rondando por ahí.
Hay una línea directa y un patrón que se repite en estos distintos eventos. Obviamente no es lo mismo un tuit enojado que un hecho de violencia real, pero justamente estamos ante un mecanismo de disciplinamiento distribuído, con una lógica peer-to-peer. Un ideólogo marca el blanco, pero nunca da instrucciones concretas. Algunos de sus seguidores procederán a insultar digitalmente pero nada impide que otros crucen otras líneas: la filtración de información privada, el acoso en persona, las amenazas y finalmente la violencia física.
¿Y cómo llegamos a esta reacción en cadena autosostenible? Fácil: porque dedicarse a la indignación es un gran negocio.
Como vimos, estos movimientos se originan y propagan en redes. Pero no son estrictamente horizontales: las hordas de acosadores responden de forma informal a instigadores. No, no hay un organigrama ni nadie da una orden de atacar, pero el efecto es el mismo. Nunca mejor usado el término influencer, porque son precisamente eso. Y viven de lo mismo.
Las redes privilegian el contenido que genera interacciones. De todos los sentimientos, el que más interacciones genera es la indignación. Ergo, los algoritmos favorecen todo contenido que, según sus métricas, provoque la indignación de su público. Más retuits / compartidos / comentarios = más vistas de página = más ingresos publicitarios.
Y estos influencers del odio participan de esos ingresos. Hay toda una industria dedicada a cultivar indignaciones, porque son un buen negocio. Es contenido sencillo para producir y muy redituable. Y el público que van construyendo es el ideal. De la misma manera que los phishers usan “errores” ortográficos deliberados para encontrar las víctimas más vulnerables, un Youtuber que cultiva la clase de público que consume indignación puede confiar en que sus espectadores serán fieles. Como dijo Ian Danskin en uno de sus videos, las afirmaciones de odio no son argumentos, son mantras: un buen argumento sólo necesita ser hecho una vez, mientras que un mal punto debe ser repetido hasta el cansancio. Y cada una de esas repeticiones está monetizada.
Y podemos ver el impacto de esto cuando contrastamos con lo que pasaba hace no tantos años. En 2008 nadie hizo escándalo porque Mirror’s Edge tuviera como protagonista a una mujer racializada no-sexualizada cuyo objetivo no es una relación romántica con un hombre. Hoy un título así de un estudio grande sería castigado por una horda de inadaptados con carencias afectivas severas. Sin ir más lejos, eso mismo generó el primer trailer de GTA VI, que confirmó que por primera vez en 30 años y algo así como una docena de juegos podríamos jugar como una mujer (latina).
Y no importa si es un videojuego con protagonista del género incorrecto, o si un alien verde es interpretado por una persona negra, o el absurdo de ver una ficción en la que una guerrera mata un dragón con una espada y pensar que lo “poco realista” de todo eso es la guerrera y no el dragón. Siempre habrá alguien buscando un motivo para despertar indignación, porque su trabajo es precisamente eso.
Por eso es que hoy seguimos hablando de samurais negros como si fuera un tema relevante: porque ahí se está entrenando la próxima camada de acosadores digitales.
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