Artificios

Apuesta amistad

¿De qué se trata la amistad hoy? Este ensayo investiga obras, experiencias y correspondencias para intentar descifrar de qué se tratan los códigos que creamos para participar de la amistad. 

Por Julieta Frontero
08 de noviembre de 2025

La confianza se entrena. 

Rosario Blefari 

El soldado desobedece la orden y va por su amigo. Regresa con él en sus brazos: muerto. Te lo dije, era inútil que fueras. No, mi capitán, no fue inútil. Cuando llegué aún estaba con vida. Y solamente dijo: sabía que ibas a venir. Así finaliza el monólogo célebre y sensible de un ilusionista argentino. Conmovedor relato de una amistosa lealtad. Suena de fondo Friends de Omar Apollo. Trato de recordar quién me sugirió este tema; probablemente alguna lista de amigos. En el buscador dice sobre el significado de su letra: una amistad con sentimientos no correspondidos y la dificultad que esto lleva. No llego a reconocer de qué tipo de vínculo habla, pero reitera algo así como “poder seguir sintiéndose jóvenes entre distintos pensamientos y emociones”. Que rara se interpreta la música cuando es traducida por un buscador web. Que rara sería, también, una amistad no correspondida.

 

En mi red social aparece una noticia sobre el tema: “cuando las mujeres se desahogan entre ellas, literalmente ayudan a reducir sus niveles de cortisol, revela una investigación”. No hace falta ingresar a la noticia a corroborar ningún dato científico que allí se dibuje. Es una verdad de facto, ¿quién no se ha sentido mejor después de tomar un mate o un vino con un amigo, mientras las horas pasan entre pausas y conversaciones? Una tradición que no debe extinguirse. Una balsa de salvataje entre tanta individualista podredumbre. 

Inversiones: ¿cómo se produce la amistad? Entre conversaciones. Sosteniendo la intención y comunicación –inclusive la no verbal de gestos y miradas cómplices– la amistad se entrena, el diálogo se fortalece, la confianza se construye en toda esa apuesta. Nunca no estamos produciendo, ni aun cuando más lo rechacemos. Tal vez esta producción se trate de otra cosa: Dos personas que se sientan en una reposera y están pasando tiempo juntas ahí, dice una amiga, mientras me pide que suelte una opinión sobre algo de todo lo que me compartió por redes y plataformas. Sus palabras siempre traen algo fotográfico también mientras la escucho en una nota de voz. Más tarde… cuando haya tiempo, le respondo, ahora estoy enganchada con unos libros de correspondencias. Gabriela Mistral y Victoria Ocampo se “cartean”; utilizo el término al que ellas se entregan, en un intercambio intenso entre 1920/50 sobre nuestra América. Es la última de ellas quien alienta a corresponderle, es decir, a “comunicarse por carta… atenderse y amarse recíprocamente, en una definición que da la RAE”. Es así como Victoria deja una definición tajante: “el doble sentido de la palabra corresponder: cartearse es eso o no es nada”. Algo distinto al tema de O.A. del comienzo: no hay dificultades en los sentimientos recíprocos de esta amistad. 

Responde Gabriela en sus vehementes intercambios, antecedidos por reflexiones políticas sobre el fascismo en España: Guarde su alma preciosa para su escritura y para el deleite de los que somos suyos. Defiéndase con fuerza brava. Resalta su estado anímico en un ida y vuelta profundo, algo que podría resultar agobiante al transformar este intercambio en diario íntimo y que, sin embargo, la poeta y pedagoga despliega con naturalidad: Voy yéndome, no sé si subiendo o bajando, hacia mi lote irremediable, de la fe ardiendo… una fe obsesional que me cubre y me rebosa los días. ¿Será posible encontrar un tono gris tibieza dentro de este asunto de la amistad? Hasta aquí se figura: correspondencia o nada. 

De qué se trata la amistad sino de aquel intento, fallido o no, de insistir… De la maravillosa posibilidad de participar de la vida de otro y que ese otro tenga forma de estar en la vida de uno. En otra de las correspondencias, me asombra encontrar una nueva insistencia de la FE: Así se siente la crisis, como un globo aéreo que se va desinflando de a poco y nosotros ahí, sujetando los techos… En medio de ese caos generalizado, sobrevivo, me compro todavíael café que me gusta, y tengo una fe que me desconozco. Quien dialoga esta vez es Camila Fabbri, emprendiendo un intercambio por mails con una amiga que se encuentra mayormente de viaje. “Tuve ganas de escribir y pensé en escribirte”, explica dulcemente a su Jazmina, en un modo de construir esa intimidad necesaria cuando no se logra escapar de lugares incómodos; cuando insistimos en seguir presentes en cuerpo en una fiesta pero nuestra cabeza está dialogando lejos con otros: construyendo su propio refugio. Así, ellas también van construyendo una temporalidad paralela.

Mientras sigo en ese mismo vaivén, entrando y saliendo de conversaciones virtuales, llega otro mensaje, esta vez de una compañera de trabajo. Me interpela al responderme: “Me siento mejor, amiga. Gracias por cuidarme. Me sorprende que me llame su amiga. Después pienso si acaso no es eso lo que hace un amigo: cuidar, de uno y de otro, de ese ‘entre’ que se arma y desarma, que se sostiene una y cada vez, inclusive a la distancia. 

Quizás no se trate de pensar el dónde. Sino más bien, con quién. Me hace bien sentirme cerca de la gente que quiero. Y cuando estoy mal acá, pienso… Bueno, al menos todavía tengo eso: el saber que hay alguien a algunos kilómetros que está, continúa mi amiga más distante (en geografía y no en emoción) por nota de voz. Es una costumbre nuestra dialogar de cosas de todos los días intercaladas con pensamientos introspectivos. Así se tejió nuestra amistad, en la actividad de hilvanar permanentemente hilos e hilos de diversos temas, debates, argumentos, culpas y un largo etcétera. Desde que nos conocimos trabajando en una misma causa, intentamos sostener este oficio casi a diario, a modo ilusorio de seguir trabajando juntas (¿paradojas de la distancia en poder generar mayor permanencia sostenida en diálogos virtuales y de ahí… la ilusa cercanía?). 

Donde hay cosas que, entre miradas cómplices, no hace falta explicar. Así también se siente por momentos la amistad. Y así más fuerte poder cantar, rezaba el cantautor en los años 70. El recorte, en tiempo y espacio, no borra el resto de asuntos que también ocupan la dinámica de cualquier tipo de vínculo –incluyendo el amistoso– ya sea en el conflicto, en la diferencia, en el hartazgo que forma parte de vincularse con cualquier tipo de otredad, incluso de las menos otras y más nuestras; y que así y todo, insisten en seguir componiendo juntas. Eso es una amistad. Sobre ella… ¿Se tratará de sostener vínculos como las eternas parejas, para toda la vida, cueste lo que cueste? O será más bien el acto de construir contratos afectivos que se renueven una y cada vez, apelando al deseo de la permanencia en ese espacio que se arma entre-dos (o más). 

Decía el Indio Solari, en una entrevista en Uruguay de 1990, en diálogos profundos y desordenados, que un amigo es quien participa del plan de tu vida. Es quien decide invertir su tiempo en formar vínculos con longitud y extensión. Es quien, mediante distintos contratos afectivos, participa de las obsesiones… y, a la inversa, ofrece las suyas para ir justificando un sentido de la vida. Mientras, me llega una foto de mi mamá con sus amigas. Se fueron de viaje otra vez y se las ve muy divertidas inmersas en una pileta de natación. “Bueno, te lo quería compartir. Después de 50 años juntas. Amigas desde la escuela, toda una vida”, y muchos emojis que simulan amor y ternura. Esta planificación compartida de la que el Indio habla, ¿será algo de lo que puede verse en esta foto? En intención: vínculos con longitud y extensión. 

De tanto diálogo interno y palabras zigzagueantes, donde se van entretejiendo charlas con mis amigos y referencias, olvidé señalar otra correspondencia: Entre amigas. Hannah Arendt y Mary Mac Carthy. No podría haber llegado a ese libro sin la ayuda de otra amistad devenida en contexto, una gran librera… quien no sabe mi nombre, a pesar de visitarla desde hace más de dos años, pero reconoce mis intereses e interpreta mis búsquedas mejor que mucha gente que se atribuyó el derecho de conocerme más que yo misma. Ella tiene una gran parsimonia y un apellido singular: el nombre del jugador de fútbol más leal que, amigos y no amigos, en justa pasión han sabido identificar. En sus gestos éticos y políticos, dentro y fuera de la cancha, continúan rondando mis obsesiones también hoy. 

Vuelvo a la librera: interpreta y me decodifica cada vez que arremeto con alguna investigación. Casi siempre está sentada fumando y rodeada de ejemplares usados, entre polvo y tesoro de estrellas; un paraíso para todos los lectores empedernidos como yo. Con alguna consulta me muevo a verla; ella rodeada entre tanto humo de cigarrillo y pilas de libros que le arman como una muralla en el mostrador, mientras, detrás suyo sigue tecleando suavemente en su computadora. Asoma la cabeza con su media sonrisa y, después de algunas palabras mágicas, me lleva al encuentro de esos libros amigos que también me esperan entre estantes abarrotados. 

Entre amigas… es otro gran intercambio profundo entre mujeres que se acompañan y admiran mutuamente. “Ojalá pudiera hablar de esto contigo”, “Yo le doy las gracias a la autora que eres”, “¡Qué dicha recibir tu carta larga! Dios sabrá por qué no te he escrito antes”. Me detengo en este punto de retorno: el modo de detenerse y extenderse, de disponerse a intercambiar, en una planificación compartida y alguna intimidad obstinada: De qué se trata la amistad sino de aquel intento, fallido o no, de insistir… 

¿De qué se trata la amistad hoy? De muchas cosas, sobre todo una que ya mencionaba Yupanqui: De la gente que se para en la tierra, como una piedra o como un faro. En ello se nos va

también la vida. En el entusiasmo compartido. Entre conversaciones, entre correspondencias. A cada cual su planificación compartida; llena de obsesiones y sentidos; llena de pausas, silencios, cortes y diferencias; repletas de ternuras y alguna que otra emoción correspondida… Porque la amistad sucede allí, en cada lugar donde a uno aún lo esperan.