Artificios
Crucifijo, caramelo y branding
Dalí pensó a la crucifixión de Cristo como una epifanía sin dolor y a un chupetín como un centro de fe portátil. Aquí, el arte y el branding se tocan: ¿es la liturgia un packaging?, ¿es el logo un altar? Un recorrido entre imágenes que confunden adoración, marketing y teología visual.
Por Carolina Loy
16 de octubre de 2025

I
Por lo general, las representaciones realistas de crucifixiones ponen énfasis en el dolor físico de Jesús. La intención de Dalí en esta obra era captar la belleza mística de Cristo. El artista sitúa el crucifijo en Port Lligat, sobre el paisaje que se ve desde la puerta de la casa del artista, con el bote amarillo de Gala amarrado en la playa en primer plano. Es una crucifixión tranquila: no hay clavos en la cruz, y el cuerpo de Cristo no derrama ni una gota de sangre. En la Biblia, Jesús grita: «Dios mío, ¿por qué me abandonaste?». Sin embargo, el Cristo de Dalí no está solo. La presencia del Padre queda implícita en la extraordinaria y vertiginosa perspectiva: la figura de Cristo aparece representada en las alturas, dejando entender que el Padre está observando a su hijo desde el cielo. Dalí pone en primer plano la belleza de Cristo. Al bajar de la cruz, Cristo bien podría confundirse con un saltador profesional. Lo espiritual casi roza lo kitsch.
¿Qué queda del cristianismo si el sacrificio se vuelve acrobacia? ¿Qué queda de la fe cuando el sacrificio se vuelve pura imagen? ¿Es un descenso o una elevación? ¿Un Cristo o un potencial bañista? ¿Somos nosotros Dios? ¿O simplemente una cámara que se anticipó al plano cenital? ¿Es legítimo conmoverse por algo que no duele? ¿Cómo se reza frente a alguien que no mira? ¿Cómo se implora a un cuerpo sin rostro? ¿Qué tipo de vínculo se construye con una imagen que nos pone en el lugar de Dios? ¿Miramos con reverencia o con control? ¿Se puede estar crucificado y bronceado al mismo tiempo? ¿Dalí creyó en Dios o solo le interesaba su fotogenia? ¿Hasta dónde se puede contener el cuerpo antes de romperse? ¿Dónde se aloja el sacrificio cuando ya no hay sangre? ¿Es posible mirar sin admirar, admirar sin adorar? ¿Qué es peor: flotar sin tocar fondo o caer sin posibilidad de volver a subir?
II
Veinte años después, el mismo artista diseñó otra imagen central, esta vez para una golosina. En 1969, Salvador Dalí diseñó el logo de Chupa Chups. Lo hizo en una servilleta de bar. El diseño consiste en una forma circular rodeada por pétalos amarillos, que remiten a una flor o a un sol. En el centro, aparece el nombre de la marca, escrito con una tipografía cursiva y redondeada. Dalí indicó que el logo debía colocarse siempre en la parte superior del envoltorio del caramelo, nunca en los costados ni en posiciones inclinadas. La intención era que el logotipo fuera visible de inmediato, como un elemento central del producto. Esta elección respondía tanto a criterios de diseño como a estrategias de impacto visual. El resultado es un envoltorio simétrico, fácilmente reconocible, que organiza su presentación en torno a un eje claro y jerárquico.
¿Puede un logotipo aspirar al estatuto de ícono? ¿Dónde empieza el diseño y dónde la devoción visual? ¿Qué se pierde cuando todo apunta a ser mirado? ¿Es el orden gráfico una forma de control simbólico? ¿Se puede elevar una golosina a la categoría de emblema? ¿Puede el azúcar tener un centro sagrado? ¿Es la simetría una forma de obediencia? ¿Hasta dónde se puede estilizar el deseo sin volverlo objeto? ¿Puede un envoltorio funcionar como un altar portátil? ¿Y si el marketing también tuviera su liturgia? ¿Es la mirada un acto de fe o de consumo?

III
¿Puede un cuerpo sin rostro reclamar adoración, como un logo sin cuerpo? ¿Y si la devoción se construyera con tipografías? ¿Qué queda del cristianismo si el sacrificio se vuelve diseño? ¿Y del deseo si se convierte en superficie simétrica? ¿Es un Cristo o un ícono flotante? ¿Un atleta místico o un producto reproducido hasta el cansancio? ¿Puede el martirio compartirse en serie? ¿Puede la fe adaptarse al envase? ¿Dónde se aloja el sacrificio cuando ya no hay sangre, sino centro visual? ¿Es la simetría una forma de obediencia? ¿O una liturgia de consumo? ¿Puede un envoltorio funcionar como altar portátil? ¿Qué tipo de vínculo se construye con una imagen que nos pone en el lugar de Dios? ¿O del diseñador gráfico? ¿Somos testigos de una epifanía o espectadores de una puesta en escena? ¿Hasta dónde puede estilizarse el sufrimiento antes de volverse decorado? ¿Y hasta dónde se puede depurar el deseo antes de volverlo packaging? ¿Dónde empieza el emblema religioso y dónde el branding eficaz? ¿Puede el azúcar tener un centro sagrado? ¿Y si el marketing también tuviera su liturgia? ¿Dónde se aloja el sacrificio cuando ya no hay sangre ni error, solo superficie brillante? ¿Es la mirada un acto de fe o de mercado? ¿Hasta dónde se puede contener el cuerpo antes de romperse, o de venderse? ¿Es posible mirar sin admirar, admirar sin adorar, adorar sin comprar? ¿Qué es peor: flotar sin tocar fondo o chupar sin llegar al centro?
IV
¿Y si lo sagrado no fuera otra cosa que un residuo de consumo? ¿Y si el milagro fuera solo una estrategia de diseño? ¿Y si el centro de la fe no fuera más que una zona premium de atención visual? ¿Y si el deseo de redención no fuera otra cosa que el deseo de marca? ¿Y si la cruz fuera solo un buen logo? ¿Y si Dios no mirara desde el cielo, sino desde el packaging? ¿Es posible sostener la fe en un mundo saturado de signos? ¿Cómo distinguir lo divino cuando todo brilla igual? ¿Dónde se esconde la gracia si ya no hay misterio? ¿La belleza puede redimir o solo distraer? ¿Y si el rostro de Dios se hubiera vuelto ilegible, como una imagen sobreimpresa hasta borrarse? ¿Qué queda de la oración cuando la palabra ya no conmueve? ¿Es posible adorar sin comprender?
Tal vez, en el principio, fue el logo.
¿Dios necesita ser mirado para existir?

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