Música

Ruido Criollo #11: Camila Caamaño y Amadeo Gandolfo

Ruido Criollo es una serie de entrevistas que intentan cartografiar el sonido nacional hablando con sus trabajadores. ¿Por quiénes sonamos como sonamos? ¿Tenemos una tradición sonora? Camila Caamaño estudió Publicidad y Gestión del Arte y la Cultura. Escribe crítica musical en su newsletter Triste y Tropical así como en distintos medios. Amadeo Gandolfo es historiador y doctor en Ciencias Sociales. Escribe crítica musical y de cómic. Ambos son autores del libro El ritmo no perdona: Una historia crítica del TRAP, el HIP-HOP y el RKT en su nuevo siglo argentino.

Por Máximo Cantón
11 de septiembre de 2025

¿Cómo empezaron a escribir crítica musical?

Amadeo: Yo comencé con un blog en el año 2003, el primer año de la facultad. En ese momento ya estaba leyendo y me interesaban algunos blogs. Fundamentalmente el blog de uno de los de Pink Moon, Lunes Felices. La Pink Moon era una revista indie de crítica musical despiadada que la hacían dos hermanos muy divertidos, ahora tienen un podcast.

El primer blog que tuve se llamaba Modern Life is Rubbish, porque soy muy fan de Blur. Ahí comencé a escribir y el clima de los blogs rioplatenses, latinoamericanos de los 2000 fue como mi primera escuela de escritura. Venía de leer sobre todo al nuevo periodismo norteamericano, era muy fan de Hunter S. Thompson, de Tom Wolfe, de Lester Bangs, y entonces quería hacer algo como eso. El blog Fuck You Tiger de Tüssi Dematteis, el cantante de La Hermana Menor, y el blog Contra las cuerdas de Carolina Taffoni, una periodista rosarina excelente, fueron como otro modelo de escritura.

Eso es algo que me formó respecto a los caminos del periodismo porque para mí era escribir y publicar, no tenía editor. Siempre quise escribir, no sabía que quería escribir sobre música en realidad.

Camila: Yo estudié publicidad, entre muchas comillas porque me da vergüenza y la publicidad no se estudia, pienso yo, pero tenía dos o tres materias que eran de creatividad, redacción creativa. Ahí tenía vía libre, hablaba con los docentes, escribía un montón y me daba cuenta de que me daba mucho placer pero nunca salía del margen. Siempre fui de leer un montón pero empecé tarde a leer sobre crítica musical.

Cuando aparece el trap en Argentina yo me vuelvo bastante loca y a la vez me genera un poco de impotencia que la prensa no estaba haciendo nada con eso. Había notas de molde, notas que hablaban de la popularidad medida en números de streaming, y nadie iba a buscar la historia, a ver lo que estaba pasando. Que realmente era sin precedentes y que detrás de esos números había también algo para decir. Como yo no era conocida y no tenía recursos para escribir en ningún lado, abrí un newsletter, que es Triste y Tropical, y empecé a tratar de cubrir. Iba a muchísimos shows, a veces hacía medio biografías, a veces medio perfil de artista, a veces era sobre un disco, no tenía un único lineamiento. En paralelo a eso, entro a trabajar en Página 12 como community manager y conozco al que hoy por hoy es mi editor. En ese momento no era posible que empiece a escribir pero un año después renuncié al diario pero me quedé como, no me gusta esta palabra, colaboradora. 

—De Luis Paz estamos hablando como el editor ¿no? Él y Pablo Schanton son dos figuras que sobrevuelan todo el libro. 

Camila: A él le agradecí obviamente más de una vez por fuera y por dentro del libro porque siento que él me dio una re oportunidad. Hubiese seguido escribiendo sin que apareciera él pero conocí un montón de cosas y laburar con otra persona no es lo mismo que tener un newsletter: no te edita nadie, no te corrige nadie, haces lo que querés. A mí me cuesta mucho ser breve y ese recorte del diario, el tope de diez mil carácteres por nota, es una gimnasia de escritura que le agradecí un montón. Incluso, hubo propuestas de él que a mí no se me habrían ocurrido. Una de las primeras notas que escribí fue sobre el beef, que en el libro no lo nombramos mucho porque no es una costumbre tan fuerte acá, y es una nota que me encanta, muy divertida.

—Ustedes hacen de forma salpicada en el libro una especie de diagnóstico sobre el estado de la crítica acá en Argentina ¿Pueden traerlo?

Camila: Si no está muerto, está en estado vegetativo. Hay una multiplicidad de factores. El otro día salió una nota en el New York Times, que obviamente es un recorte gringo, que hablaba de la salud de la crítica musical. Si allá hay precarización laboral en el periodismo acá hay una versión exponencial.

Primero, hay un cáncer audiovisual que tiene que ver con los reaccionadores, que me parece un espanto y que Schanton lo bardea muy bien en el prólogo diciendo que por más que veamos, ahí no va a haber nada. Para mí hay un par de cosas interesantes pero son, no sé, uno de cada cien y la verdad no tengo ganas de buscar ahí. Son personas que están sobreactuando, que no tienen nada para decir, que tampoco investigan. Esa nota decía que valía la pena por Anthony Fantano, a mí no me gusta nada lo que hace él, y además es uno de los pocos que lo logró. Puede hacer lo que quiera, tiene dos millones de suscriptores, y no le importa porque le va a rendir.

Amadeo: Un poco lo que me está pasando a raíz de la gira promocional del libro es comenzar a ponerme en contacto con un montón de gente que está escribiendo sobre música en Argentina. Siempre escribí sobre música pero Camila me decía “a vos no te conoce nadie porque en realidad vos hacés la tuya y no estás en contacto con el periodismo musical”.

Camila: Y no vivías en Argentina.

Amadeo: Y no vivía en Argentina. A mí el periodismo en general nunca me interesó demasiado. Me interesó siempre la crítica y el ensayo. El periodismo de ir a buscar la historia, entrevistar gente, hablar con los otros, darle voz a otro, eso no me interesa demasiado. A mí me interesa la perspectiva mía (risas). Y usar, sí, las experiencias de la vida, hablar con otra gente, alimentar esa maquinaria. 

Pero lo que me pasó es que me encontré con que hay un montón de gente que está haciendo crítica musical: mejor, peor, en distintos formatos, en distintos soportes. Lo que pasa es que hay una precarización absoluta, o sea, nadie gana plata siendo periodista musical. Creo que la única manera de hacer más o menos un sueldo escribiendo sobre música es produciendo un montón, con lo cual la calidad de lo que vos producís necesariamente decae. Inclusive, a pesar de eso, hay mucha gente haciéndolo. Me parece que la precarización es una de las marcas de la contemporaneidad y es por qué hay tan poco y por qué hay tan poco sostenimiento, la gente se cansa.

La otra cosa que me parece es que la crítica nunca fue bien vista, siempre fue problemática para los artistas y siempre fue problemática dentro del ecosistema del rock. A los críticos nunca se los vio bien, siempre se les tuvo desconfianza, casi ningún músico está dispuesto a escuchar que lo que hizo no le gustó a alguien.

Camila: Hay una diferencia entre lo que era antes, rechazo, a en Estados Unidos por una reseña del disco de Taylor Swift van y doxxean a la periodista. 

Amadeo: A eso quería llegar justamente. Contra el crítico hay dos acusaciones: estás diciendo que esto es una mierda porque vos no tenés el talento para hacerlo, porque sos envidioso del músico, o porque no podes hacer otra cosa. Como si la crítica no fuese en sí misma un punto de llegada perfectamente válido. 

Yo no sé tocar un instrumento, no sé dibujar cómics, a mí lo único que me interesaba era escribir sobre eso y pienso que la crítica es una forma artística tan válida como tantas otras. Bien hecha, por supuesto. 

Hay un fenómeno de cámaras de eco en donde todos los fanáticos de los músicos están acostumbrados a vivir dentro de sus fandoms, donde todo es genial, todos los músicos son todo lo que está bien, y nunca hay ningún cuestionamiento sobre eso. A mí, a lo largo de mi vida, las cosas que más me han interesado son dos tipos de textos: el texto que habla de algo que a mí no me gusta para nada pero que está tan bien escrito y tiene tantos buenos argumentos que digo “ah, esto es interesante”, o el texto que habla de algo que me gusta mucho pero lo critica negativamente y me hace repensar mis argumentos o repensar si me gusta tanto esa cosa. Entonces, me parece que esa imposibilidad de encontrarse con la otredad es un poco lo que marca la crisis de la crítica hoy por hoy. Esa necesidad de autoafirmación constante, todo el mundo quiere que solamente le digan que es genial y que lo que le gusta es genial. Esa imposibilidad de dividirse entre lo que te gusta y lo que sos. Vos no sos lo que te gusta. A vos te gustan ciertas cosas, forman parte de tu identidad, pero no se va a terminar tu vida si alguien dice que lo que te gusta es una mierda.

Camila: Volviendo a lo de las entrevistas, a mí me encanta hacerlas. Estudio mucho si la persona realmente tiene un cassette. Ese era uno de los motivos por los cuales decidimos no hacer entrevistas, muchas veces pasa que te contestan siempre lo mismo, que hicieron diez entrevistas en el día y van a repetirse. Pero me gusta mucho pensar y es bastante mágico entrevistar a alguien y darte cuenta de que está haciendo un montón de esfuerzo por pensar la pregunta. Hace poco entrevisté a Marttein y me pedía perdón por darme respuestas largas y era como “no amigo ¡al contrario!”. Para la Rolling Stone en su momento, el periodista se juntaba como seis veces con la persona hasta que sea la nota de tapa, por ejemplo. Eso te da un marco re grande porque vos ves a la persona en diferentes contextos, no está re preparado y ya. Y también tiene que ver con eso de que es todo coyuntura o no sirve, “si no sacó un disco ¿para qué lo vas a entrevistar?” El diario tiene una bajada, con la que no estoy de acuerdo para nada, que si se entrevistó al artista en ese mismo año, no se lo puede volver a entrevistar. 

—Bueno eso, y pensando también en esto de las cámaras de eco, rompe un poco con la posibilidad de que haya un crítico con línea propia para pensar la música. Hablaban de figuras como Fantano pero pensaba que hoy lo que hay son más bien influencers que funcionan como efecto rebote de la propia cámara de eco. Un lugar donde se te va a dar lo que vas a buscar, no hay fricción.

Camila: Los canales de streaming.

—Sí pero, no es por defenderlos, tienen una función, digamos, más tradicional. Son como la tele, la radio.

Amadeo: Es la radio. Los canales de streaming son radio. Nunca fui muy consumidor de medios audiovisuales entonces, esto lo digo y me siento un viejo de mierda, para mí el formato por excelencia de la crítica es la escritura. A mí me gusta sentarme y leer un buen texto. 

También hay un punto donde yo me pregunto ¿cuánto queda? O sea ¿cuánto queda de todo ese contenido que se produce? ¿cuánto queda para la posteridad? ¿En diez años alguien va a ver una entrevista hecha en un canal de streaming?

Camila: Igual el tema es quién le presta atención ahora. Te voy a dar un ejemplo. Creo que porque me quise alejar un poco del libro, hace un montón que no escribo sobre música y estoy escribiendo sobre teatro, una película. Escribí una especie de reseña sobre una obra de teatro que a mí me gusta mucho, que fui a ver un montón de veces. Iba a publicar el texto, que sabía que no lo iba a ver nadie, y hablé con la productora y me dice “no, para. Pasame el texto que yo edito un video y lo subo”. Y, no es por la cantidad de likes, pero si lo hubiera subido como texto habría tenido dos likes y tuvo como trescientos. Me da una bronca terrible. Obvio que suma la imagen, aparte era un video bien editado con imágenes que tenían que ver con lo que estaba diciendo, pero me da bronca porque para mí la palabra vale mucho más que cualquier otra cosa.

Yo sí veo contenido de todo tipo, aunque sea para odiar porque quiero tener argumentos para odiar. También tiene que ver con la crisis (de la crítica) que hay un montón de entrevistas que son la nada misma. Alguien dijo, no me acuerdo quién, que las entrevistas de Julio Leiva son las Bizarrap Session del periodismo y para mí es un gran acierto. Hoy por hoy, Leiva es el host principal del canal de Dale Play. Es como bueno “agarramos un medio, ponemos todos los recursos para hacerlo, van a ir todos los artistas que queramos y les vamos a hacer preguntas que sabemos que no los van a poner incómodos”, ahí no va a haber sorpresa, no va a haber nada.

Vos sobre Bizarrap en el libro decís que “representa a la perfección los modos de producción y de vincularnos con los hechos culturales de una época”. Me parece increíble y me gustaría que profundices.

Camila: Bueno, es que es un poco lo que vengo diciendo. Bizarrap es parte de un ecosistema y creo que sigo esa teoría un poco cuando reseño el último disco de Duki, que hablo de que hay una especie de subgénero que es el trap-stream. Quiero decir un montón de cosas a la vez. Una de las primeras críticas que se le hace al trap argentino es ¿por qué no pueden hablar de otra cosa que no sea de plata, de putas y de drogas? El mundo streamer también lo consumí a la vez, por curiosidad no porque me guste, y vi todo ese linkeo constante y como se retroalimentó siempre. Y es una cuestión de ostentación constante. Digo, ayer se viralizó Coscu porque se compró un Tesla, o no sé qué cosa, y estaba fronteando con eso y son todos pibes que crecen mirando eso. Por otro lado, todavía no lo tocamos, no hay ningún tipo de salida laboral y es muy fácil que sea esa la solución mágica que ellos encuentran. 

Para mí, Bizarrap es un buen manager, es un capo en marketing, no tiene interés en innovar, en tener un sonido propio.

—De hecho, en el libro dicen que no tiene estilo propio.

Camila: Es que no lo tiene. Va por las sesenta y pico sesiones y creo que hay cinco, seis, que son interesantes. Y no son interesantes por él sino por el artista.

Amadeo: ¿Qué es lo que hace Bizarrap? Vende un evento. Vende un evento determinado, con una cuña muy buena de marketing, sin una intención de dejar un rastro artístico que perdure en el tiempo. Y lo hace visualmente, hay toda una presentación de artista donde todo es una escenografía, él con una gorrita, de espaldas, haciendo como que produce pero todos sabemos que no lo está haciendo. En la lucha libre es kayfabe.

Camila: Incluso él no disimula. He visto entrevistas días después de haber sacado una session y él se lamenta porque no está primero en el chart, dice que debería haber esperado porque ahora salió el tema nuevo de Drake. Schanton dice una frase en el perfil que hace, que la citamos en el libro, que las notas sobre Bizarrap podrían parecer tabulaciones de Excel. Y él hace un intento por escribir sobre Bizarrap sin hablar sobre números.

Hay un paralelismo muy peligroso que habla de la música contemporánea, y de la cultura me atrevería a decir, y es que números es igual a talento.

—Esto que decías del presente permanente está dando vueltas muchas veces en el libro. No lo explicitan tanto pero entendí que había una especie de referencia fisheriana, la idea de no poder imaginar un futuro y esa cuestión. Sobre el final lo hablan bastante ¿cómo ve el futuro una juventud que vive un presente permanente? ¿produce eso una imposibilidad de generar futuro?

Camila: ¿Cómo se van a sentir estos pibes cuándo lo coolness tenga cierta distancia?

Amadeo: ¿Qué va a quedar de todo esto? La verdad que no fue intencional pero sí, yo soy un gran lector de Fisher. Lo comencé a leer justamente en su K-Punk.

Camila: Condicionados por la editorial (risas).

Amadeo: Lo leí en 2007, 2008, 2009. Con Darío Zapata lo entrevistamos, por mail, y un extracto de eso salió después por Revista Crisis. Creo que es una de las pocas entrevistas publicadas en vida en castellano a Mark Fisher. Perdón por sacar chapa (risas) pero lo leo hace un montón, me parece super interesante. 

Hay una cuestión de pensar al capitalismo neoliberal en su etapa zombie, en donde ya no puede pensar en nada sino que es una especie de parche continuo a nivel mundial, y cómo se expresa eso en un país como la Argentina. Cuando inicia esta escena musical coincide casi perfectamente con la crisis económica argentina de la última década. Entonces, en una situación en la que no hay futuro en el país y el sistema económico y político cada vez es más limitado y destartalado ¿qué pasa con la música que se produce en ese contexto? Si bien nosotros no buscamos causalidades, sí creemos que hay algo de la desesperación por las métricas, la plata, y la necesidad de estar pegado en Argentina que tiene sabor local. Por esta crisis económica, por tener una moneda que no sabes cuánto va a valer, por no tener salidas laborales y por tener alternativas políticas que van llevándote a un callejón sin salida. Eso sí creo que es un problema sistémico, me parece que nuestros representantes políticos tampoco están pensando en un futuro y eso también es grave.

—Al respecto de esta cuestión de las métricas, ustedes hablan mucho de la idea de “tormenta perfecta” cuando hablan de la industria digital: la relación entre tener que producir más en menos tiempo para menos capacidad de atención. Sumado a eso, los efectos que produce YouTube en la forma de producción. Yo tenía una pregunta para hacerles respecto a eso: ¿ustedes creen que existe una alternativa a ese sistema de producción o creen que es algo, como Fede Lauria es descrito en el libro, que se come todo y no tiene lado de afuera?

Amadeo: Es difícil de responder una pregunta así. Te puedo responder que le hemos entregado nuestra independencia musical a una compañía sueca que ni siquiera nos permite tener los MP3. Es una tragedia y una derrota histórica. En principio de los 2000, aparece NAPSTER, las guerras del MP3, y yo sentía que eso lo habíamos ganado: por más que protesten las discográficas y los artistas, la música era libre, era gratis, la cultura era gratis, punto. No tenías que andar pidiéndole permiso a nadie ni dejando que nadie te guíe sobre qué escuchar. Lamentablemente, el capitalismo es muy avezado y lo que terminó pasando es que la mayoría de la población, inclusive gente que es melómana, le termino entregando su potestad sobre su música.

Camila: Igual siento que también la gente cada vez es menos melómana.

Amadeo: También, eso es otro fenómeno. Le terminaron entregando su potestad a una compañía cuando antes con un cassette, un CD, un vinilo o un MP3 bajado ilegalmente vos podías hacer lo que querías con eso. Ahí hay un problema porque, lamentablemente, si no estás en esas plataformas no existís. El modelo Bandcamp me parece super interesante, super copado. Más plata para los artistas, curaduría hecha por gente y no por artistas. Seguro debe haber escenas locales en distintos lugares del mundo que se mueven con otra lógica, que funcionan con el DIY.

En la escena del cómic argentino, que es un lugar donde no hay plata, la gente sigue haciendo cómics porque lo necesitan, porque quieren, porque aman la forma, porque aman el medio, y me parece que ahí hay una cosa de colaboración, comunidad, ayuda, entusiasmo, que sale un poco de la lógica de las métricas pero ¿por qué? Porque no hay perspectiva de pegarla. En términos musicales me parece que no podría decirte “acá está la posta”.

Camila: Pensando en lo otro que decías, siento que cada vez hay menos gente que escucha música con una intención de descubrir algo diferente. Siento que hay un porcentaje altísimo de gente que escucha las playlists establecidas de las plataformas y ni se dan cuenta que el mismo Spotify pone artistas que son inventados por ellos para quedarse la plata.

Hay un libro que se llama Mood Machine, una investigación de diez años que hace una yanqui, que habla de como Spotify destruyó la forma en la que escuchamos música. Por ejemplo, habla de la etiqueta PC MUSIC y cómo Spotify agarra una escena queer y la lava y la aprovecha para su dimensión empresarial.

Amadeo: Me acuerdo cuando salió Hey QT, una de las primeras canciones, que había mucho backlash, decían “¿qué es esta mierda, esta música de ardillas?” Y es loco porque esa forma de producir terminó siendo el sonido del pop del 2020 para acá.

Parece que es un sistema yendo a tomar aire a los extremos y tomandolo al centro. Y ¿qué piensan de la curaduría? Está un poco de moda la palabra. 

Camila: Desconfianza. Tengo amigos que sé cómo laburan y que si me recomiendan cosas es porque hay algo ahí, no les está pagando nadie ni nada. Pero muchas veces es como “ah está likeando esto porque es prensa de este y es amigo de éste” y medio que no querés escuchar nada.

Amadeo: A mí la idea de curaduría en sí misma no me parece mala. Creo que un poco lo que hacemos nosotros con nuestros newsletters es un poco una curaduría de nuestras experiencias estéticas, de lo que nos gusta y lo que no. Y ahí hay una esperanza de conexión con el otro, de descubrir cosas. En general con eso no estoy en contra, sí me parece que el punto en que la figura del curador se vuelve más importante que lo que recomienda no está bueno. Hay que enmascararse detrás, confundirse un poco. Uno confía en alguien porque tiene un criterio pero tampoco hay que dejar que se lo coma el personaje.

Lamentablemente, volviendo al punto de la crítica, pasa mucho que para ser un crítico exitoso hoy tenés que vender un determinado tipo de personaje, tenés que poner la jeta todo el tiempo y tenes que volverte un poco vos producto. A mí eso me da inquietud, tanto no me gusta. Por más que cada vez que escriba lo haga desde mi punto de vista no me interesa ser yo el producto que se está vendiendo.

En ese sentido también, volviendo a lo que dijiste ¿por qué nos gusta tanto Pablo Schanton? Porque es un tipo que está siempre haciendo una radiografía del momento presente y vos sabés que él tiene un criterio, una manera de ver las cosas, una serie de herramientas teóricas puntuales que vienen de determinados lugares, pero es también una figura medio misteriosa, hermética.

Camila: A mí me parece muy interesante que no tiene veinte años y habla de los Swaggerboyz. Yo quiero ser así. A mi me interesa mucho lo que me gusta y me interesa más lo que no me gusta y quiero saber por qué no me gusta. Muchas veces, cada vez más por la cuestión de edad, te sentís alejado pero no por eso vas a perder la curiosidad.

Había dos cosas que quería puntualizar también sobre esto que hablan de la industria digital. Una es esta idea de cómo dimensionar el impacto. Una incógnita que traen alrededor de si efectivamente se traslada eso que se produce en volumen de escucha. Y la otra, que para mí está un poco de la mano, es la idea del carácter competitivo del consumo ¿cómo funciona?

Camila: Lo que pasa también es que los streams están inflados. Hay trampa ahí entonces es todo bastante relativo. En el libro citamos como ejemplo el anteúltimo disco de Justin Bieber y la acción del fandom de dejarlo sonando toda la noche para que sume streams. A nivel nacional lo veo en los vivos. Que Duki haya hecho un Bernabéu siendo el primer argentino en hacerlo no es un dato menor. 

Amadeo: Creo que lo que dice Cami tiene razón, hay algo en el vivo que no se traslada a otros lados. Y te voy a dar una respuesta más de historiador. Es muy difícil en el momento saber qué cosas van a ser las que van a perdurar y cuáles son las que se van a perder. Hay muchas cosas que parecen importantes en el momento en el que las estás viviendo y después con la perspectiva histórica terminan siendo hojarasca. Es un poco lo que nos pasó con Paulo Londra. En 2017, 2018, parecía destinado a ser una figura súper importante y terminó diluyéndose. Por motivos contractuales pero creo que también por una cuestión de talento y de manejo de su carrera. Habíamos escrito bastante más de él y terminamos cortando porque nos dijeron “¿a quién le importa Paulo Londra hoy por hoy?”. 

Camila: El capítulo de la popización del trap ni nos lo imaginábamos, cuando empezamos a hacer el libro la única que estaba haciendo trap era Cazzu.

Estaban mencionado algo sobre lo que también quería hablar y es como nosotros vivimos, en tiempo real, un doble proceso de exportación del sur al norte: de Argentina al resto de países de habla hispana, y de los países de habla hispana a Estados Unidos. Pero eso también terminó en importar cosas de sus modelos de producción, que se va materializando en varias cosas. Una que me pareció muy buena es sobre cómo nuestro star system pasó de las telenovelas al mundo de la música.

Camila: Un poco lo que veíamos es que las artistas mujeres, aunque Cazzu me pegaría por decirlo así, es que bajaban bastante la edad del público. Y que había una proyección que tenía que ver con eso: no hay tele así que acá está todo el ideal.

Amadeo: Encima en Argentina tiene todo el sentido porque, también fue un hallazgo y una intuición de Cami, está la conexión Cris Morena. No solamente ha sido una usina de producción de artistas y también de quemar mentes y cuerpos de gente joven, eran telenovelas pero tenían música y tenían una cosa de romper la barrera entre lo ficcional y lo no ficcional. Eran personajes pero después se volvían actrices o cantantes reales que cuando comenzaban a hacer su carrera artística había un juego donde eran y no eran los personajes. Para mí, ahí hay algo super interesante de cómo se alimentan, y esto fue muy importante a lo largo de la escritura del libro, las relaciones parasociales.

La gente que necesita sentir que su artista favorito es su amigo. Lo entiendo, digamos: Grant Morrison, que es mi escritor de cómics favorito, es un poco como mi amigo, un modelo, un padre, un algo, digamos, extrañísimo, que no sé muy bien cómo clasificar. Pero al mismo tiempo, hay que poner un freno a eso. No podés construir una relación en la que le demandas todo el tiempo a los artistas que hagan las cosas que vos querés hacer y que si no lo hacen te enojas. Hay algo ahí que no sé si habla de la realidad o qué pero es muy complejo.

—Bueno, Cris Morena es Disney y este proceso, para mí, es de infantilización.

Camila: Es que el fanatismo es adolescente y ves gente de treinta años que es tipo “che amigo ya no tenés edad para estar reclamando estas cosas”.

—Tiene su ejemplo más paradigmático en esta cosa de “Wosito”.

Amadeo: No es un artista que nos guste mucho, el año pasado tuve la desgracia de verlo en vivo con la banda y es una cosa espantosa.

Camila: Mi apuesta es que ahora salga la película con Ortega y se dedique a la actuación. Lo vi en Las Vegas y actuaba bien.

Amadeo: No entiendo por qué un pibe de veinticinco años toca como si estuviese en Los Redondos. No por tanto por la música sino por los yeites ¿por qué queres parecerte a un viejo haciendo yeites de guitarra? No lo entiendo, pero bueno, supongo que es lo que le gusta.

—Quiero volver sobre eso porque me pareció muy interesante esa relación, la de ustedes, con la música, el rock y la tradición. Pero primero que nada está esto que dicen del “cuestionamiento del rock como el estado natural de la música” ¿pueden explicarlo?

Camila: Te lo mecho con mi experiencia personal. A mí no me gusta el rock o me gustan muy pocas cosas. Hay una frase que está muy de moda, que me parece muy terrible, y es “respeten los rangos”. Para mí, no hay que respetar nada y menos en el arte. Por eso me resultan tan fascinantes los Swaggerboyz. Cuanto menos prejuicios y menos importe todo para poder empezar a hacer algo me parece que mejor es el resultado, más interesante. Entonces, con el rock nunca me sentí interpelada. A mí Spinetta me parece una de las peores desgracias de la música argentina (risas).

Amadeo: Same. Spinetta es un camino sin salida y un error en la música de acá.

Camila: Lo que decimos en el libro es que siempre fue, el rock, el parámetro para medir todo. ¡Cómo si hubiera nacido en Argentina!

Amadeo: A mí al revés, a mí sí me gusta el rock. Tuve un padre que era muy fanático de Spinetta y ese tipo de cosas, no solamente eso, y creo que en gran parte mi pulsión de estar escuchando música nueva viene de mi papá. Mi primera experiencia yendo a un recital de rock fue ir a ver a Spinetta en el Teatro San Martín en Tucumán cuando tenía doce años. Fui re entusiasmado y diciendo “al fin voy a escuchar a este tipo que es tan importante para mi viejo y que es como este gran músico”. Un embole, un embole monumental. Tan embolante que me dormí en el recital.

Más allá de eso, sí fui consumidor del punk. A los 14, 15, 16, la música que más me interesaba era el punk. Y lo que más aprendí de eso fue la iconoclastia. Lo que más me gustaba es que habían ido un montón de pendejos irreverentes, irrespetuosos, a decirle a Pink Floyd, a Yes que eran una mierda y que todo lo que estaban haciendo era una basura. Que era lo que yo pensaba también.

Me interesa el rock desde ese punto de vista: descontracturado, iconoclasta, burlón, chistoso. Uno de mis discos favoritos este año es el disco de los Viagra Boys que es absolutamente absurdista, divertidísimo y es puro rock.

Hay dos cosas en las que nosotros dos coincidimos mucho: el desprecio al virtuosismo por el virtuosismo mismo y la solemnidad en la música. 

Camila: Veo un solo de guitarra en vivo y me quiero morir.

Amadeo: Y la otra cosa que nos gusta es el pop. El pop como juego, como fantasía ¿qué mejor que la música te ofrezca una fantasía? El rock mismo está todo el tiempo vendiendo una fantasía pero haciendo como que no, ese doble discurso nos molesta. 

A mí personalmente lo que más me gusta de la música es que me conmueva, me haga bailar y que me ponga feliz. No quiero sentarme a escuchar música para admirar el tecnicismo de ese bajista, me parece un embole.

Camila: También lo que me aburre es quedarme en el mismo lugar. Yo nunca le di mucha bola a mis viejos a nivel cultural pero creo que heredé de mi hermana el estar todo investigando y buscando cosas.

—Hay una pregunta que les formula Pablo Schanton en el prólogo y la quería traer ¿por qué el trap no fue el punk que reventó al rock desde afuera y trajo la música popular a la era digital?

Amadeo: Hay un punto donde nosotros proyectamos mucho de lo que queríamos en esa música. El pop es fantasía y nosotros creíamos que nos estaban vendiendo la fantasía de los jóvenes que venían a tirar abajo el templo. Después me parece que ni siquiera ellos tenían tanto esa posición, creo que fue más “a nosotros nos gusta esto, queremos ir por acá, esto es lo que consumimos”. Creo que con el tiempo ellos se fueron amigando y reconciliando con la historia de la música nacional y con sus propios intereses dentro la música nacional e intentando hacerles homenajes.

Camila: Y se vuelve cada vez más explícito. Duki en el último disco samplea “Barro Tal Vez”. La presentación arranca con unas visuales con una foto de Spinetta.

Amadeo: No están volviendo solo al rock sino al tango y al folclore. El último tema de Little Boogie tiene un sampleo de “Por Una Cabeza” que está bueno, es raro cómo lo usan. Es una especie de significante sonoro mínimo. Obviamente, vos no podés divorciarte de Por Una Cabeza pero al mismo tiempo lo usa como una cosa aural donde ya no es tan directa la referencia. O Alkoy, que es un músico de Salta, que su disco es básicamente de folclore.

Camila: Sí y hay experimentos, aunque me parece un poco rara la palabra, que son orgánicos. No hacerlo porque “me quiero montar a”, que lo hablamos cuando hablamos de la vampirización del género. Hay una diferencia entre querer chupar algo y experimentar con algo. Hay una diferencia entre Ysy A haciendo algo con Bajofondo y todo ese arrodillarse frente a Santaolalla, y algo como Spinettaje Intenso (SP.I) de Mir Nicolás. Más allá de que no me guste el disco, lo que hace ahí tiene una intención.

Amadeo: Es orgánico. También hay una cosa que pasa, que Cami la acaba de referir indirectamente: uno se hace famoso, comienza a conocer a toda esta gente, te tiran buena onda y se te hace más difícil decir “ustedes son una basura”. Creo que eso es un poco lo interesante que tenía Luca, le chupaba un huevo eso.

—Entonces existe una posibilidad de esa tradición como herramienta de experimentación y por otro lado como recurso de explotación. Pensaba también sobre esto que dicen y la pregunta de “¿por qué no los rompieron viniendo de afuera?” que quizás, en un mercado chico, no hay tanto lado de afuera.

Amadeo: Y está tan concentrada en Buenos Aires la industria. La comenzas a pegar, a moverte por cierto ambiente y a conocer a ciertas personas. También hubo un aflojamiento desde esa frase de “hay que prohibir el autotune” hasta que le fueron dando la venia el Indio, Calamaro. El único que sigue siendo un viejo meado es Fito Páez.

Camila: Fito graba con Catriel y con Lali igual.

—Lo de Fito parece más una aventura con el progresismo que una cuestión musical de él ¿no? Hay algo alrededor de todo esto que venimos hablando que está en el libro y que creo que lo traen de Luis Paz. La idea es que después de Cromañón, el desarmado del circuito under, y la aparición de las redes, pasó a haber una especie de alternativa entre un espacio nulo y el mainstream. Como que no existe nada que no sea el centro de la escena ¿Creen que eso anula la experimentación?

Camila: Lo dice Lauria, que nosotros lo citamos, es que pasa tan rápido todo que tenes un chabón subido a un escenario gigante que no tiene ni idea de cómo moverse.

Amadeo: Completando lo que dice Cami, me parece que sí hay un under y que está re interesante.

Camila: Hay un under pero cambiaron las escalas.

Amadeo: Y los tiempos. El proceso de comenzar a tocar en un lugar chico para tus amigos y terminar tocando en Niceto puede pasar en tres meses. Ahí tenes que ser muy fuerte artística y subjetivamente para decir “esto es lo que quiero hacer y no me voy a ir con las modas”.

Camila: Una de las pruebas de esto que dice Amadeo es que yo a veces, que soy una persona que trata de estar al día y seguir la mayoría de las cosas que puedo, veo un cartel por la calle de alguien que va a tocar en Obras y no sé quién es. No puede ser, Obras es enorme, yo debería saber quien es. 

Algo que dejó el trap, si es que ya podemos hablar en pasado, es que esta escala no sé si hubiera sido posible con una banda como Conociendo Rusia, que ahora hizo dos Movistar Arena.

Amadeo: Hubo un efecto derrame. Creo que pasa mucho, sobre todo viéndolo en las bandas nuevas de post punk como Winona Riders, Dum Chica, Buenos Vampiros. Que esa escena haya surgido tan rápidamente y que se haya vuelto popular tan rápidamente habla de cómo los tiempos tiempos y las escalas del negocio musical en general ya afectan a todos, no solo a los que hacen trap.

Camila: Además muchas de esas bandas se gestaron en la pandemia. Como es el caso de Tiago PZK, un artista que se hizo masivo durante la pandemia y con las consecuencias psicológicas que todo eso puede llegar a tener, muchas de esas bandas se gestaron durante la cuarentena y de pronto ya tenían un público. 

—Creo que Dillom habló de eso hace poco. Dijo que tenía mucho cuidado en no quemar etapas, hablando sobre hacer un Vélez.

Amadeo: Por eso Dillom es un artista tan interesante y creemos que la RIP Gang es tan interesante. Volviendo a la escena nueva, algunas bandas las escuché y me parece que tienen temas que están buenos: Dum Chica, las Tusi, Sakatumba tiene temas lindos aunque después salieron con ese cartel de “el trap no es música”. Es una banda muy interesante, son super ricoteros.

Camila: Es loco también porque hay una falsa idea, para mí, de que “la música murió y es todo lo mismo”. Está lleno de nichos que cada vez tienen más público y hay para el gusto que quieras.

—A priori hubiese dicho que no iban a estar muy a favor de una nueva escena que era una especie de refrito del rock.

Camila: A mí no me gusta, banco que estén.

Amadeo: A mí me parece bien que exista, después si los escucho o no los escucho… Winona Riders no los escuché mucho y en principio no tengo mucho interés en escucharlos porque si quiero escuchar Brian Jonestown Massacre voy a escuchar Brian Jonestown Massacre. Me parece bien que existan, es parte de la dinámica de la cultura. La cultura es en sí misma futbolera, necesita un ying y un yang, un enfrentamiento que haga que la rueda de la cultura es una mierda, decir “esto es una mierda, voy a hacer mi cosa propia” ¿cuántos movimientos artísticos son producto de enojarse con el que vino antes?. El otro día leí a Gérard Genette para dar unas clases y decía “una cultura en donde no aparece nada nuevo es una cultura muerta” y por más que lo nuevo sea un refrito o lo que sea, tampoco se puede volver a bañarse dos veces en el mismo río. Hay algo nuevo siempre, por más que sea muy parecido a algo que haya venido antes.

—¿Por quiénes sonamos como sonamos?

Amadeo: Voy a intentar ensayar una respuesta. Acabo de terminar de leer un libro de Greg Grandin, un historiador norteamericano, que se llama “América, América”. Básicamente es una historia que comienza con la conquista y termina con la guerra fría, de América como una totalidad: Estados Unidos y Latinoamérica y la dinámica que se produce entre ellos. Grandin dice una cosa muy interesante y es que Latinoamérica es como el Otro de Estados Unidos, usa la metáfora de la urraca: le dice todo el tiempo lo que no quiere escuchar, está todo el tiempo picando, picando, picando. Me parece que hay algo con la música en Argentina y en Latinoamérica con esa cuestión medio descentrada, con la hibridación que se produce. Argentina particularmente es un país abierto al mundo, en el mejor sentido, y en eso pasan cosas super interesantes: absorbemos un montón de sonidos de distintos lugares y juegos los retorcemos, los volvemos para nuestro lado y los devolvemos.

Soy bastante nacionalista, no me averguenzo de decirlo, y con el paso del tiempo me voy encontrando con una identidad más latinoamericana que otra cosa. Particularmente después de haber vivido en Europa varios años y darme cuenta de que Europa ha muerto y Estados Unidos es un horror ¿con qué me identifico? Soy latinoamericano.

Entonces, me parece que la cultura latinoamericana produce figuras de talla mundial interesantes, intelectualmente vibrantes, y es ese destino de hibridación. Poder tomar todo el collage, mezclar cosas, producir algo que suena reconocible pero siempre un poco torcido, un poco corrido, no es exactamente lo que esperamos.

En términos de nombres es una pregunta muy grande a la cual no me siento del todo habilitado para responder porque tendría que meterme con el tango, con el folclore, que son sonidos de los que tengo conocimientos muy superficiales. 

Creo que hay algo de lo que dice Sarlo en Borges, un escritor en las orillas de esa cuestión de no tener tradición y poder agarrar la tradición de todo el mundo, que te sirva, poder combinarla y poder generar tu tradición.

Camila: Retomando la hibridez que mencionás, me parece que tenemos un sonido como argentinos y latinoamericanos, de crisis, de desarraigo, de migración, que es bastante angustiante y que logramos darle un giro y generar placer a través del sonido. Logramos hacer cosas para nosotros y hacia el mundo.