Pantallas
“El fin del mundo es un producto”
Por dieg rodríguez
27 de mayo de 2025

Introducción
Caen las bombas y en su onda destructiva retumba una de las preguntas más fantasmagóricas: ¿por qué es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo? Mark Fisher retoma está pregunta de Frederic Jameson, y él a su vez afirma que la escuchó de alguien pero no recuerda quién. Apocalipsis y fantasmas caminan a la par. Partiendo de este lugar, quiero pensar sobre las subjetividades y los imaginarios ritmáticos, en relación con las concepciones del pasado y el futuro. Algunas preguntas que se me aparecen en la bruma radioactiva son: ¿qué dimensiones de la temporalidad y la imaginación del futuro se ponen en debate en la serie Fallout? ¿Cómo se articulan los imaginarios identitarios anclados en el pasado, frente a la falta de sentido del futuro? Y a su vez, ¿cómo nos vinculamos con el fin del mundo, qué estrategias y políticas apocalípticas desplegamos? La ciencia ficción nos da la posibilidad de pensar los imaginarios políticos del y en el fin del mundo, para analizar la configuración actual de nuestro presente.
Para comenzar, dos referencias filosóficas que son el sustrato de este universo. Los refugios de Vault-Tec son una actualización de la alegoría de la caverna de Platón escrita en el libro República (siglo IV a.e.c). Aislados del exterior los refugios construyen su propia noción de verdad y normativas sociales. Y en el mismo gesto de la caverna, Lucy es encandilada por el sol al salir a la superficie. La búsqueda de la verdad será un proceso doloroso de transformación. La otra referencia que resuena en la frase insignia del juego y que es pronunciada al final de la serie: “la guerra, la guerra no cambia nunca”, es el estado de naturaleza hobbesiano de guerra civil total propuesto en el su libro Leviatán (1651). Por lo tanto en el mundo de Fallout, desde la mirada de Lucy, tendremos una búsqueda de la verdad en un contexto de guerra civil total. Salgamos del refugio e intentemos encontrar alguna certeza entre la radiación y los disparos.
“I don’t want to set the world on fire”: Temporalidades, fricciones y tensiones
Podríamos agregar algunas capas a la pregunta de Jameson con Fallout. Si bien en la serie sólo aparecen mencionadas, en los juegos las chapas de Nuka-Cola, en una clara alusión a Coca-Cola, son centrales para la compra y venta de objetos, aunque está habilitado el trueque (y por supuesto el robo a cambio de perder algunos puntos de Karma). La bebida cola refresca gargantas y los mercados en el fin del mundo. Parece ser muy fácil imaginar un fin del mundo que continúe siendo capitalista, que el fin de este sistema productivo. El imaginario del realismo capitalista, conceptualizado por Mark Fisher, sobrevive en el post apocalipsis. La historia de Fallout, serie y videojuegos, se desarrolla en un mundo alternativo al nuestro, donde se combina la estética de la década del 50 de los Estados Unidos con avances hipertecnológicos como los robots encargados de las tareas domésticas y de la medicina. En este mundo nos encontramos en una especie de guerra fría entre EEUU y China que va escalando hasta la Gran Guerra, donde se destruye todo. EEUU anexa a Canadá (idea retomada por Trump en el mundo real) y China invade Alaska, acelerando así el peligro nuclear. Si bien podemos pensar junto a Jameson que la estética de Fallout entra en la lógica del pastiche cultural, que plantea en Ensayos sobre el posmodernismo (1991): “los productos de la cultura no tienen hacia dónde volverse sino al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de todas las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que ya es global”, por mi parte interpreto que Fallout no reivindica está lógica del pastiche, sino más bien que la estética de la serie da cuenta de esa lógica cultural del posmodernismo que convierte todo en un producto.
Lo que resulta interesante es que dentro de este pastiche, les tres personajes principales, Lucy, Cooper y Maximus, nos ofrecerán distintos modos de la temporalidad, particularmente desde la nostalgia y sus relaciones con el pasado. En primer lugar Lucy MacLean, al ser habitante del refugio 33 quiere mantener el pasado o su visión ideal del mismo. Cooper quiere recuperar el pasado que vivió junto a su familia antes de las bombas. Por último Maximus y la Hermandad del Acero, sostienen una veneración del pasado, que no han habitado, pero que les lleva a la misión de recuperar las tecnologías, herramientas y dispositivos de la pre-guerra para su nueva utilización.
En estos tres personajes se desarrollan tensiones distintas de la temporalidad. Jameson argumenta que los acercamientos al presente mediante el simulacro artístico o del pastiche de un pasado estereotipado, dotan a la realidad actual y a la historia de ese presente de un hechizo y la distancia de un espejismo. Este poder hipnótico, continúa diciendo Jameson, surge como un síntoma de la mengua de la historicidad y sobre todo nuestra posibilidad de experimentar la historia de manera activa. Este extraño ocultamiento del presente, desde la nostalgia, parece demostrar “la enormidad de una situación en la que parecemos ser cada día más incapaces de crear representaciones de nuestra propia experiencia actual.” Por lo tanto, las tensiones temporales con los distintos pasados añorados demarcan dicha incapacidad para experimentar el momento presente. Para que esto comience a ocurrir, es preciso una transformación de la identidad que se sustenta solamente en el pasado, pero ¿de qué modo es esto posible?

Movilización y disponibilidad para la batalla
En el libro Movilización total (2015) Maurizio Ferraris investiga nuestra relación con los dispositivos tecnológicos, teniendo en cuenta que Internet es parte de la estructura fundamental de la realidad, para repensar nuestro ser-en-el-mundo. Ferraris propone el acrónimo “ARMI” como el nombre genérico de los terminales de movilización, ya que comienza su texto situándonos en la disponibilidad de recibir llamadas, o emails laborales, y que esto nos imponen una acción para ejecutar sea donde sea que estemos y sea la hora que sea. El autor va a definir en un apartado que ARMI significa “Aparato de Registro y Movilización de la Intencionalidad” y que hoy en día predominan como herramientas que poseen conexión a Internet, pero que anteriormente podían ser de distinto tipo: dinero, documentos de identidad, títulos, ordenanzas, algunas de ellas continúan también vigentes pese a no conectarse a la red. Ferraris plantea que “Las ARMI están emparentadas con lo que Foucault y, más tarde, Agamben definieron como «dispositivo», es decir, son la causa tecnológica de la movilización.” Pero que “el dispositivo (al contrario de lo que asevera Foucault) no construye lo real, sino que emerge de ello. Y al contrario de Agamben, no hay que considerar el dispositivo como un modo de alienación, sino como una forma de realización.”
Con esta delimitación podemos entender a nuestros celulares y al Pip-boy como parte de las ARMI que administran nuestra intencionalidad y que nos movilizan, que a su vez se vuelven un objeto de registro. Para que nuestra intencionalidad sea efectiva, en el marco de una obligada competencia neoliberal para sobrevivir, las ARMI, en base a predicciones algorítmicas nos predisponen hacia dónde debemos ir y qué debemos desear para lograr el éxito en ese futuro. Las ARMI se encuentran orientadas hacia el futuro. La disponibilidad a la competencia marca la militarización de la vida civil tal como lo argumenta Ferraris, siendo que implica un radicalización desde lo militar en los tiempos del trabajo, con la exigencia de disponibilidad a cualquier horario, siempre en movimiento, siguiendo órdenes, dispuestos a recibir la llamada y entrar en acción.
Una de las formas de abordar nuestra problemática actual, es comprender que estamos atrapades entre la nostalgia de un pasado, que tal vez nunca sucedió, y un futuro que se rige cada vez más por la predicción algorítmica digital. De este modo se profundiza la incapacidad de experimentar la configuración del presente, para poder elaborar representaciones del mismo y en consecuencia estrategias políticas justas. Nuestro presente, colonizado por el Realismo Capitalista convierte todo lo viviente en un producto, como lo sintetiza el amigo de Cooper diciéndole: “Olvida Hollywood. El futuro son los productos, vos sos un producto, yo soy un producto. El fin del mundo es un producto”. El apocalipsis mismo se ha vuelto un producto que compramos todos los días, la cuestión es ver quién lo está vendiendo. Y en este sentido podemos pensar la estrategia central del Realismo Capitalista en palabras de otro personaje, uno de los gerentes de Vault-Tec, quien le dice a Cooper: “El tiempo es el arma definitiva. El futuro de la humanidad se reduce a una palabra: management”. Entre la nostalgia y la predictibilidad algorítmica, nos encontramos en un presente administrado-gestionado, esta es la política apocalíptica del Realismo Capitalista, acelerar y administrar el presente, para capturar las identificaciones e imaginarios temporales bajo los estandartes del mercado. ¿Cómo podemos imaginar otros ritmos y salir de la trampa administrativa?

Movilización y disponibilidad para la batalla
En el libro Movilización total (2015) Maurizio Ferraris investiga nuestra relación con los dispositivos tecnológicos, teniendo en cuenta que Internet es parte de la estructura fundamental de la realidad, para repensar nuestro ser-en-el-mundo. Ferraris propone el acrónimo “ARMI” como el nombre genérico de los terminales de movilización, ya que comienza su texto situándonos en la disponibilidad de recibir llamadas, o emails laborales, y que esto nos imponen una acción para ejecutar sea donde sea que estemos y sea la hora que sea. El autor va a definir en un apartado que ARMI significa “Aparato de Registro y Movilización de la Intencionalidad” y que hoy en día predominan como herramientas que poseen conexión a Internet, pero que anteriormente podían ser de distinto tipo: dinero, documentos de identidad, títulos, ordenanzas, algunas de ellas continúan también vigentes pese a no conectarse a la red. Ferraris plantea que “Las ARMI están emparentadas con lo que Foucault y, más tarde, Agamben definieron como «dispositivo», es decir, son la causa tecnológica de la movilización.” Pero que “el dispositivo (al contrario de lo que asevera Foucault) no construye lo real, sino que emerge de ello. Y al contrario de Agamben, no hay que considerar el dispositivo como un modo de alienación, sino como una forma de realización.”
Con esta delimitación podemos entender a nuestros celulares y al Pip-boy como parte de las ARMI que administran nuestra intencionalidad y que nos movilizan, que a su vez se vuelven un objeto de registro. Para que nuestra intencionalidad sea efectiva, en el marco de una obligada competencia neoliberal para sobrevivir¹, las ARMI, en base a predicciones algorítmicas nos predisponen hacia dónde debemos ir y qué debemos desear para lograr el éxito en ese futuro. Las ARMI se encuentran orientadas hacia el futuro. La disponibilidad a la competencia marca la militarización de la vida civil tal como lo argumenta Ferraris, siendo que implica un radicalización desde lo militar en los tiempos del trabajo, con la exigencia de disponibilidad a cualquier horario, siempre en movimiento, siguiendo órdenes, dispuestos a recibir la llamada y entrar en acción.
Una de las formas de abordar nuestra problemática actual, es comprender que estamos atrapades entre la nostalgia de un pasado, que tal vez nunca sucedió, y un futuro que se rige cada vez más por la predicción algorítmica digital. De este modo se profundiza la incapacidad de experimentar la configuración del presente, para poder elaborar representaciones del mismo y en consecuencia estrategias políticas justas. Nuestro presente, colonizado por el Realismo Capitalista convierte todo lo viviente en un producto, como lo sintetiza el amigo de Cooper diciéndole: “Olvida Hollywood. El futuro son los productos, vos sos un producto, yo soy un producto. El fin del mundo es un producto”. El apocalipsis mismo se ha vuelto un producto que compramos todos los días, la cuestión es ver quién lo está vendiendo. Y en este sentido podemos pensar la estrategia central del Realismo Capitalista en palabras de otro personaje, uno de los gerentes de Vault-Tec, quien le dice a Cooper: “El tiempo es el arma definitiva. El futuro de la humanidad se reduce a una palabra: management”. Entre la nostalgia y la predictibilidad algorítmica, nos encontramos en un presente administrado-gestionado, esta es la política apocalíptica del Realismo Capitalista, acelerar y administrar el presente, para capturar las identificaciones e imaginarios temporales bajo los estandartes del mercado. ¿Cómo podemos imaginar otros ritmos y salir de la trampa administrativa?


Políticas apocalípticas. Imaginar lo que el capital busca obstruir.
Propongo entender las políticas apocalípticas como estrategias de temporalidades desplegadas en el presente. El Realismo Capitalista buscará gestionar la realidad desde los sentidos del mercado, con su mandato de competencia individual, consumiendo los recursos del planeta y destruyendo cualquier modo de vida con tal de acumular ganancias. En la serie Fallout es la propia empresa Vault-Tec la que lanza las primeras bombas nucleares para poder seguir vendiendo refugios, con esto busca ganarles a las otras empresas y consolidarse como un monopolio. Esta decisión se fundamenta comprendiendo al tiempo como el arma más efectiva, y quienes ocupan los cargos jerárquicos en Vault-Tec se someten a la criogenización para vivir en el futuro y repoblar la tierra luego del apocalipsis, de hecho, al final de la serie descubrimos que el padre de Lucy era uno de los gerentes.
Para pensar algunas estrategias que nos sitúen en nuestra experiencia presente, deberíamos relacionarnos con el territorio de manera sensible, así habilitar la afectación con lo que efectivamente está sucediendo. Para pensar este vínculo, y finalizar este texto, me gustaría hablar de una facción que no aparece en la serie, pero que en los juegos tiene un rol central, y considero que está relacionada con algunos de los planteos de Mark Fisher. La facción de Los seguidores del Apocalipsis tiene una impronta humanista, se dedica a la educación y a la salud, difundiendo el conocimiento médico y agrícola, con el objetivo de reconstruir la sociedad y asegurarse de que no se vuelvan a repetir los errores que llevaron a la Gran Guerra. Es por esto que creo “los seguidores” se encuentran situados en el presente del apocalipsis, sin estar atados a la nostalgia, tal como sucede con les tres personajes principales de la serie. Al mismo tiempo buscan desarticular la lógica de la guerra y la competencia, por medio de la re-educación y la salud.
Esto resuena con lo que planteó Mark Fisher en su libro inconcluso comunismo ácido (2021), donde analiza el fracaso de las políticas de izquierda en su intento de derribar y superar al capitalismo. Fisher afirma que en vez de buscar una superación del capitalismo, tenemos que enfocarnos en lo que el capital debe obstruir, y esto es la capacidad colectiva de producir, cuidarnos y disfrutar. A su vez, también plantea que debemos comprender que el capital no crea riqueza sino que bloquea la producción de una riqueza común. Producir, cuidarnos, educarnos y disfrutar son acciones que necesariamente llevan tiempo. Y muchas veces un tiempo, y un ritmo, que no coincide con los tiempos que nos mandata el sistema actual de aceleración y automatización.
Muchas veces los tiempos del cuidado y la educación son lentos, pausados, implican una desaceleración de la productividad. Reponernos de una enfermedad o aprender algo nuevo son procesos que no pueden acelerarse, por más que el Realismo Capitalista quiera administrarnos psicofármacos que nos hagan rendir más en el trabajo, y olvidarnos un rato del agotamiento generalizado al cual estamos subyugades. La guerra bajo la cual estamos viviendo es una guerra temporal, una guerra rítmica. Nuestro tiempo se despedaza entre multitasking y ARMIs que nos movilizan individualmente hacia la hiperproducción del capitalismo. El pasado se cristaliza en modos de nostalgia que saturan nuestras identidades. El ritmo del capital financiero se encuentra en aceleración constante por los algoritmos digitales que toman decisiones más rápido que la humanidad. Estamos viviendo los signos de la gubernamentalidad algorítmica, delegando nuestras decisiones y futuro a las automatizaciones únicamente bajo los criterios del mercado.
Para desarticular la política del Realismo Capitalista tenemos que recuperar las temporalidades plurales, aquellas que el capital quiere obturar y capturar, la capacidad de producir colectivamente, de disfrutar y de cuidarnos. Tenemos que empezar a imaginar aquello que no está a la vista para ser comprado o vendido. Tenemos que recuperar nuestra capacidad de afectación sensible, con les otres y con los territorios que habitamos. Si como afirma Cooper, citando la frase central de la saga Fallout, “la guerra, la guerra no cambia nunca”, lo que nos queda será desertar del ritmo destructor del Realismo Capitalista.
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