Música

365 party girl

Ese contrapunto breve que fue el álbum más reciente de Taylor Swift, The Life of a Showgirl, nos sirve de disparador para pensar las tensiones del atolladero del presente y preguntarnos, con Silvia Schwarzböck, Fogwill, Correas, José Esteban Muñoz y Evita, si hay un afuera de nuestra pequeña vida burguesa. ¿Tiene futuro el reviente o es puro exceso autodestructivo?

Por Matías Cruz
29 de noviembre de 2025

Las estrellas pop se piensan a sí mismas

Se le atribuye a Frank Zappa la frase “escribir sobre música es como bailar sobre arquitectura”. A ese viejo estigma de la crítica, se le agrega, en el actual momento de la acumulación del capital (cultural), el hecho de que las mismas artistas pop se piensan a sí mismas mejor de lo que puede hacerlo el crítico promedio. O al menos, se piensan de una manera que ningún crítico jamás podría hacerlo, esto es, desde la perspectiva de la fama como un afuera del mundo del trabajo. 

En el texto publicado en su substack el 20 de noviembre de 2025, “The realities of being a pop star”, Charli XCX nos revela los recovecos de la fantasía paranoica de la fama. En las primeras líneas aclara que no considera lo que hace como un trabajo [a job] ni se ve tanto como una popstar, ni como una profesional de la música, sino en general como una artista. Este lugar desde donde se pone a cantar y que resulta inconcebible para el crítico, es “that life” que nombra repetidas veces en este evento cultural que es brat. 

Cuando en su substack intenta racionalizar su obra, lo hace al modo del cálculo: la fama tiene sus pros y sus contras. Por un lado, está la sociabilidad de la fiesta, los regalos de las marcas y las puertas que se abren sin llamar. Por el otro, la artista sufre un severo alejamiento de la realidad, que desemboca en una paranoia intensificada por el bajón y la resaca. 

Role model: reventada o rescatada

En el Brat Manifesto, escrito en el verano de 2023, la propuesta es clara: “cultivar el deseo, el caos y la destrucción”. En su substack habla de la anarquía de la estrella pop y de cómo le molesta esa idea que asocia la fama con la responsabilidad y que construye al famoso como un modelo a seguir. Por el contrario, lo que busca Charli desde joven, y aquello que encuentra en el Lou Reed de los 70, es hedonismo, peligro y una vía para agitar el establishment. Lo que quiere es escapar de la alienación por medio del arte, y para ello, no importa si el camino implica la mentira y el exceso. 

Ahora bien, la búsqueda rebelde (que alguna vez coincidió con las subjetividades revolucionarias) requiere de una decisión radical acerca del consumo. Cuando la búsqueda ya no es ascender de puesto en tu trabajo, ni estar en el top 50 de Spotify todas las semanas, cuando no alcanza con ningún premio ni con nada de lo establecido, sino que realmente lo que se quiere es patear el tablero, entonces la fiesta ya no puede reducirse al fin de semana de la vida burguesa. Cuando lo que se busca es cambiar el mundo, la fiesta o bien se generaliza o bien se elimina, no hay punto medio, ni siquiera una copa de vino en la cena: o sos un reventado o sos un rescatado. 

Contrapunto: la merca es una mierda

“La coca, el ácido, las pepas y las anfetaminas son una mierda, son drogas inglesas…”

Vivir Afuera, Rodolfo Fogwill, p. 49

La controversia que da luz a Actually romantic de Taylor Swift es, para Charli, un malentendido. Lo que salió como un grito de vulnerabilidad llega a Taylor en forma de ataque, o, como dice en el substack: cuando quiso presentarse como anárquica terminó siendo leída como una reventada más. 

Taylor puede escribir “I heard you call me “Boring Barbie” when the coke´s got you brave” porque no se reconoce en ningún momento de la búsqueda de brat. Se hace cargo de la oposición sugerida en Sympathy is a knife, donde ella sería la artista pop perfecta pero sin revuelta y Charli, la revuelta permanente. 

Llamarla merquera es efectivamente un golpe bajo, y quizás por eso sea más acorde a la realidad, que es una mierda: Charli es reducida a su “injustificado estar ahí material”, diría Carlos Correas. La búsqueda de un arte que escape o remueva el establishment es invalidado por Taylor, a partir de ese momento que nunca puede ser representado como glamouroso. El momento del consumo y la inclinación servil de la espalda, lleva en sí una suciedad que invalida la vociferación grandilocuente.

En su obra Taylor es capaz de procesar y sublimar todos sus sentimientos, introyectar todas sus experiencias y, después del momento de la reflexión, señalar culpables por fuera del sujeto. En los versos de Charli, en cambio, prevalece una falta fundamental de transparencia. Sus letras en brat parecen siempre sobresaltadas, fuera de control, pasan del disfrute de la fiesta y la trampa al sobregire del día después en una repetición sin fin ilustrada por el loop entre el primer track “360” y el último, “365”. Este yo monstruoso, disuelto en las raves, no busca culpas en ningún lado, es un flujo paranoico de pensamientos que parte de sí mismo para volver a sí mismo. 

Las drogas en la obra de Charli, constituyen un momento de desubjetivación. Responden a una sensibilidad que exige el mundo entero para ella, que no le alcanza con la vida tal como está planteada aún en la opulencia del norte global. La merca es una mierda, y Taylor se agarra de eso para -desde su perspectiva solitaria de puchos y cócteles- moralizar a su consumidora. 

Charli XCX empieza su disco pandémico, how i’m feeling now (2020), repitiendo “I wanna go real hard”. Busca en las drogas que aceleran, al menos por un instante, bailar al mismo ritmo que el mundo. En eso consiste la desubjetivación: la merca es una mierda, la misma mierda de la que está hecha el mundo. 

¿Es la fama realmente un afuera?

Parte de las “realities” de ser una pop star consiste en que ese elemento fantástico del que habla Charli no está tan determinado por la artista como por la lógica del mercado. Cuando el mundo del consumo se universaliza, es el consumidor soberano el que decide si la estrella pop será recordada como -en palabras de Charli- un símbolo sexual, de anarquía e inteligencia o como una simple drogadicta. 

Brat es un disco preñado de esta tensión, escrito desde el margen de la fama y las fiestas de la élite cultural. Hay, por ejemplo en Rewind, un desinterés por el éxito en los términos impuestos por el mercado y al mismo tiempo, un horror al fracaso y a no pertenecer. 

Que en última instancia el éxito y fracaso, esto es, su entrada y salida a “that life”, esté determinada por otros, revela que, en realidad, la vida de la pop star no está por fuera del mundo del trabajo. Esto lo recupera bien Don Inés Yasuda en su artículo sobre el disco remix, brat but it’s completely different but also still brat, y el énfasis que en este se hace en el trabajo [work] que justifica la fama [that life]. El minimalismo del artwork de brat lo que nos dice es que, a pesar de los millones invertidos en campañas de marketing, el éxito siempre permanece en el terreno de la arbitrariedad. Dado que los esfuerzos no pueden nunca tener resultados garantizados, volvemos a la paranoia.

El consumidor soberano

En 2025, Charli se casa con George Daniel y Taylor se compromete con el jugador de NFL Travis Kelce. Cuando no hay afuera, las diferencias residen en si la boda es tradicional o moderna: el anillo de Taylor vale más de 15 veces lo que el de Charli, una se casa en mini y con gafas de sol negras ante un público reducido, mientras que la otra opta por la opulencia sin vueltas. Ambas se casan con hombres heterosexuales, si pueden ser gay icons es más que nada por la apropiación del público. Circulan con comodidad en el atolladero del capital.

Dentro de este atolladero es quizás Taylor Swift la que se rebeló de manera más contundente con la regrabación de los masters de sus primeros seis discos de estudio, apropiados sin su consentimiento por Scooter Braun en 2019. En ese gesto de la reiteración -volver a grabar sus discos como Pierre Menard reescribió el Quijote sin cambiar una sola coma- se suscita entre sus fans de todo el mundo una toma de conciencia sobre las lógicas que rigen la industria cultural. Se reconocieron a sí mismas como soberanas en cuanto consumidoras: con la capacidad de boicotear y premiar, esto es, de redistribuir la riqueza. Ahora bien, esto sólo es posible una vez que se convirtió al sujeto de derecho en nada más que consumidor. 

Nadie se divierte solo

—¿Por qué tanto lujo?

O me pregunten casi ingenuamente:

—¿No tiene miedo de que al salir de aquí estos «descamisados» se conviertan en «inadaptados sociales»? 

—¿No tiene miedo de que se acostumbren a vivir como ricos?

No, no tengo miedo. Por el contrario; yo deseo que se acostumbren a vivir como ricos… que se sientan dignos de vivir en la mayor riqueza… al fin de cuentas todos tienen derecho a ser ricos en esta tierra argentina… y en cualquier parte del mundo. (Eva Duarte, La razón de mi vida).

Durante el early mileinato, la Capital Federal fue sede de la manifestación pública de estos opuestos. El 12 de noviembre de 2023, Taylor Swift conduce a las masas reunidas en el estadio Mâs Monumental vestida con los colores de la bandera argentina. En 2024, le tocó a las reventadas, que sin la conducción de su jefa, armaron la joda precarizada en los subsuelos sin early bird. En Argentina vivimos el brat summer en invierno, fuera de lugar, desubicadxs: en la plétora de la fiesta se perdieron muchas camperas y capas de ropa que no eran necesarias en la noche parisina o neoyorkina. 

Un público solar y uno subterráneo, movilización con conducción y movilización sin conducción. La politización swiftie ya la conocemos, es el partido. Cabe preguntarnos si la leyenda “365 party girl”, que generaliza el instante de la fiesta y lo vuelve rutina, puede realizarse. 

En Utopía Queer, José Esteban Muñoz se pregunta por la posibilidad de un futuro que incluya a los reventados, y ve, en la sociabilidad específica del cruising -en su rechazo de la espacialidad tal como está codificada en el presente heteronormado- una posibilidad, una iluminación anticipatoria de otro mundo. Dicho esto, la imaginación sola no alcanza. Dice Fanon en Los condenados de la tierra: “para el hombre comprometido es urgente decidir los medios, es decir, la conducta y la organización.” Para que los últimos sean los primeros, hay tensiones que no pueden ignorarse. 

Cantar “no somos putos, no somos faloperos, somos soldados de FAR y Montoneros” y delimitar con ello, sino al pueblo, al menos a la vanguardia revolucionaria, fue posible por esta tensión irresuelta, o por su resolución por medio del rechazo completo de su reverso dialéctico. El resultado: Montoneros straight edge.

El riesgo de proyectar una comunidad desde el lado de lxs reventadxs -la contracara dialéctica de los rescatados- consiste en que, al generalizar la clandestinidad se pierde el elemento de resistencia: se institucionaliza una rebeldía que quizás no tenía más finalidad que el desplazamiento de lo impuesto. El punto medio armónico, la moderación, no es una superación, sino la reproducción de la moral burguesa. La rebeldía vuelta sistema se cancela a sí misma, pero quizás produzca su nueva clandestinidad. 

Gracias a mis lectoras carito, PRI, francisco y luz.