Situación educativa en tiempos de pandemia
Por Miguel Duhalde [1]

Durante el contexto de la pandemia muchas de las problemáticas preexistentes en nuestras sociedades se hicieron aún más explícitas. Si bien dichas problemáticas eran conocidas, no todas se habían dimensionado en su complejidad completa. La pandemia mostró crudamente sus graves consecuencias e impactos, especialmente sobre los sectores sociales más desfavorecidos y oprimidos en los tiempos de capitalismo salvaje que se despliega a escala global. Entre estas diversas problemáticas, están las desigualdades educativas, que se exacerbaron durante la pandemia, dejando en evidencia de que ninguno de los sistemas educativos estaba preparado (ni pensado) para pasar de manera intempestiva y masivamente del formato “escolar” presencial a las prácticas educativas con modalidad “a distancia”.
Las distintas medidas de políticas educativas que se fueron implementando en todo este contexto estuvieron condicionadas fundamentalmente por el estado de situación previa en cada y/o jurisdicción. En lo que refiere a educación, ha tenido y tiene que ver centralmente con las condiciones socioeconómicas de las familias, las condiciones de trabajo de la docencia, las posibilidades de acceso y conectividad de la comunidad educativa, la disponibilidad de recursos y soportes digitales, las experiencias en el uso de las tecnologías educativas, la disponibilidad de plataformas y entornos virtuales, entre otras cuestiones.
En el caso de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires -única jurisdicción del país en la que la educación privada es mayor respecto de la pública (52% de matrícula en escuelas privadas)- las profundas brechas entre los distintos sectores de la población que la habitan se profundizaron en pandemia, por tratarse de una jurisdicción con un proyecto educativo que sistemáticamente fue desmantelando la educación pública. Esto se evidencia en los recurrentes recortes sobre los presupuestos destinados a educación, la supresión de vacantes en las escuelas públicas, la subejecución de obras de infraestructura y la interrupción de la entrega de computadoras a las y los estudiantes de los sectores más empobrecidos.
Paralelamente, en este mismo contexto se ha observado una mayor participación del sector empresarial privado ofreciendo sus servicios en el campo educativo. Este sector, representado mayoritariamente por empresas dedicadas al negocio con la educación, ONGs, fundaciones y universidades privadas, se presenta frente a los Estados como la “posibilidad/oportunidad” para dar soluciones digitales y tecnológicas en una rápida respuesta a la situación problemática. El sector privado avanza en diversas líneas de acción, entre las que se observan: programas de continuidad pedagógica y formación docente, liberación de licencias para el uso de plataformas ligadas al acceso de los datos personales, ofrecimiento de recursos y materiales didácticos “enlatados”, y provisión de equipos y/o dispositivos tecnológicos.
“El giro hacia la formación en línea y la enseñanza a distancia de emergencia han convertido las tecnologías de la educación en un componente fundamental de la educación en todo el mundo, otorgando al sector privado y a las organizaciones comerciales un papel central en los servicios educativos esenciales (…). La industria mundial de la educación, compuesta por organizaciones privadas y comerciales, ha trabajado a escala local, nacional e internacional para introducir las tecnologías de la educación en las prácticas y sistemas de formación. A menudo ha marcado la agenda, ha ofertado las soluciones técnicas a las que han recurrido los estamentos educativos gubernamentales y sigue abogando activamente por reformas a largo plazo que supondría la integración de empresas tecnológicas privadas en los sistemas educativos públicos tanto durante la recuperación de la crisis de la COVID-19 como a posteriori, mediante nuevos modelos híbridos de enseñanza y aprendizaje”. [2]
Esta participación privada, a su vez, se vio favorecida por el aval y patrocinio que les brindan tanto los Fondos financieros y Bancos Internacionales (BID, BM, etc.), como así también las Organizaciones transnacionales que pugnan por la articulación público-privada (UNESCO, UNICEF, OCDE, etc.). Los desarrollos tecnológicos -concerniendo agendas emergentes como big data e inteligencia artificial- dan cuenta del poder que otorgan “los datos” a quienes disponen de ellos en esta nueva etapa del capitalismo. Actualmente, los datos que se acumulan a gran escala están siendo procesados por las empresas privadas y utilizados como organizadores sociales, gracias a la posibilidad que brindan para anticipar, predecir y controlar el comportamiento de millones de personas, como así también clasificar estadísticamente a la población, segmentar la sociedad y estimular determinadas acciones desde la perspectiva mercantil del consumo según el tipo de usuario.
“El capitalismo de la vigilancia reclama unilateralmente para sí la experiencia humana, entendiéndose como una materia prima gratuita que se puede traducir en datos de comportamiento. Aunque algunos de dichos datos se utilizan para mejorar productos o servicios, el resto es considerado como un excedente conductual privativo (́propiedad ́) de las propias empresas capitalistas de la vigilancia y se usan como insumo de procesos alcanzados de producción conocidos como inteligencia de máquinas, con los que se fabrican productos predictivos que prevén lo que cualquiera de ustedes hará ahora, en breve y más adelante. Por último, estos productos predictivos son comprados y vendidos en un nuevo tipo de mercado de predicciones de comportamientos que yo denomino mercados de futuros conductuales. Los capitalistas de la vigilancia se han enriquecido incesantemente con esas operaciones comerciales, pues son muchas las empresas ansiosas por apostar sobre nuestro comportamiento futuro” (Zuboff, 2020).
Las empresas que operan con el desarrollo de las herramientas digitales en el campo educativo obviamente funcionan con las mismas lógicas, recolectando, almacenando y procesando los datos personales, cada vez, de manera más automatizada y novedosa. De este modo, la “experiencia educativa”, también se incluye en la dinámica empresarial que la concibe como de “materia prima para la industria digital”; mientras que, asimismo, las ONGs, fundaciones y empresas privadas que usan estas grandes plataformas, (habilitadas por los gobiernos), pasan a tener cada vez más posibilidades para la determinación de las políticas educativas y la dominación social. [3]
Hoy nos enfrentamos al desafío de dar respuesta a la tensión/disputa entre adoptar modelos educativos de corte tecnocrático, basados en las “rápidas respuestas” con soluciones informáticas y tecnologías que se ofrecen desde el sector privado, o bien avanzar con políticas públicas desde el Estado con desarrollos tecnológicos propios, que permitan en el mediano y largo plazo contar con herramientas digitales acordes a las realidades educativas nacionales y regionales. Estas deben ser diseñadas con la participación activa de los/as docentes, con posibilidad de descarga libre y código abierto, y evitando el rastreo de información privada con usos comerciales. Se trata de diseñar modelos educativos que incluyan soluciones digitales pensadas desde propuestas pedagógicas complementarias a la presencialidad, y cuando ésta no signifique poner en riesgo la salud y la vida de la población, desde ya.
1. Profesor en Ciencias Económicas y en Ciencias de la Educación. Magíster en Metodología de la Investigación Científica. Secretario de Educación de CTERA.
2. Williamson B., Hogan A. (2020), La comercialización y la privatización en y de la educación en el contexto de la COVID-19, Internacional de la Educación Ed., Reino Unido.
3. Bibliografía de consulta sobre el tema: Nick Srnicek (2018) Capitalismo de plataformas, Caja negra, Buenos Aires; Shoshana Zuboff (2020) La era del capitalismo de vigilancia, Ediciones Paidós y Kuehn Larry (2020) El capitalismo de plataforma virtual coloniza la educación.