El hogar como territorio de (des)protección
Paloma Dulbecco* Micaela Gentile**
Si les terrícolas no teníamos ya suficientes problemas, donde los privilegios y comodidades recaen sobre un grupo acotado y el hambre, la desigualdad y las injusticias son moneda corriente, ahora, en un 2020 que auguraba ciertos indicios de recuperación económica -no necesariamente de redistribución-, somos espectadores de una pandemia que no registra antecedentes en la historia reciente mundial y que trajo consigo múltiples interrogantes y expectativas a futuro. Para les optimistas, una nueva unidad mundial que priorizará la vida frente al capital. Según pesimistas, la indubitable existencia de ganadores en la devastación, acostumbrados al triunfo. Algo es seguro: ya nada volverá a ser lo mismo.
En paralelo, capitalismo y patriarcado vienen de la mano hace ya varios siglos y la lucha por la reivindicación de los derechos de las mujeres en diversos escenarios políticos tampoco es nueva. Es más, desde hace unos años parecía expandirse una ola verde mundial que andaba a paso lento pero firme. Quizás haya ahora una pausa a la lucha en las calles, pero les feministas tenemos claro que el objetivo no se abandona. A lo sumo, la coyuntura nos da un momento para mirarnos, pensarnos y reflexionar, porque las desigualdades que se grafican en nuestros cuerpos y corazones siguen latentes.
¿Qué pasa, mientras tanto, en la ciudad más grande de Argentina? ¿La cuarentena opera igual para todes? ¿Qué hacemos cuando para algunes el enemigo está tan cerca y no es invisible? ¿Qué hace el Estado, que proclama la protección de la vida como prioridad imprescindible, frente a la epidemia de violencia por razones de género, que es distinta al coronavirus pero que tiene ya bastantes canas? En este artículo, nos proponemos plantear algunos disparadores sobre aislamiento y violencias de género.
En paralelo, capitalismo y patriarcado vienen de la mano hace ya varios siglos y la lucha por la reivindicación de los derechos de las mujeres en diversos escenarios políticos tampoco es nueva. Es más, desde hace unos años parecía expandirse una ola verde mundial que andaba a paso lento pero firme. Quizás haya ahora una pausa a la lucha en las calles, pero les feministas tenemos claro que el objetivo no se abandona. A lo sumo, la coyuntura nos da un momento para mirarnos, pensarnos y reflexionar, porque las desigualdades que se grafican en nuestros cuerpos y corazones siguen latentes.
¿Qué pasa, mientras tanto, en la ciudad más grande de Argentina? ¿La cuarentena opera igual para todes? ¿Qué hacemos cuando para algunes el enemigo está tan cerca y no es invisible? ¿Qué hace el Estado, que proclama la protección de la vida como prioridad imprescindible, frente a la epidemia de violencia por razones de género, que es distinta al coronavirus pero que tiene ya bastantes canas? En este artículo, nos proponemos plantear algunos disparadores sobre aislamiento y violencias de género.
En paralelo, capitalismo y patriarcado vienen de la mano hace ya varios siglos y la lucha por la reivindicación de los derechos de las mujeres en diversos escenarios políticos tampoco es nueva. Es más, desde hace unos años parecía expandirse una ola verde mundial que andaba a paso lento pero firme. Quizás haya ahora una pausa a la lucha en las calles, pero les feministas tenemos claro que el objetivo no se abandona. A lo sumo, la coyuntura nos da un momento para mirarnos, pensarnos y reflexionar, porque las desigualdades que se grafican en nuestros cuerpos y corazones siguen latentes.
¿Qué pasa, mientras tanto, en la ciudad más grande de Argentina? ¿La cuarentena opera igual para todes? ¿Qué hacemos cuando para algunes el enemigo está tan cerca y no es invisible? ¿Qué hace el Estado, que proclama la protección de la vida como prioridad imprescindible, frente a la epidemia de violencia por razones de género, que es distinta al coronavirus pero que tiene ya bastantes canas? En este artículo, nos proponemos plantear algunos disparadores sobre aislamiento y violencias de género.
Es el género, estúpido
El hogar es territorio de protección virósica pero también, en algunos casos, puede resultar más letal que la enfermedad. Como sostiene Marisa Herrera en una nota reciente: “la situación de aislamiento, de por sí, agrava cualquier situación normal, con más razón los vínculos o relaciones de poder, sumisión y opresión como las que encierra la violencia de género. O sea, a la asfixia, soledad y miedo que genera la violencia en sí, se le suma el contexto excepcional de aislamiento, ello constituye un combo sumamente complejo que debe ser tenido en cuenta por quienes tienen la responsabilidad de intervenir en estos casos”.
El territorio seguro, la tierra firme para muches, se convierte en el peor escenario para quienes sufren violencia y justamente allí es donde debe estar el Estado. Si bien desde el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación que conduce Elizabeth Gómez Alcorta se convocó a su par de la provincia de Buenos Aires, Estela Díaz, y a María Migliore, ministra de Desarrollo Humano y Hábitat de CABA, para conformar un comité de seguimiento de mujeres y personas LGBT en situación de violencia mientras permanezcan vigentes las medidas de aislamiento, en CABA la situación dista de ser una deseable.
Datos, no opiniones
Una primera razón corresponde a la carente jerarquización institucional de esta agenda en el gobierno local, lo que repercute no sólo en menor presupuesto centralizado para estas políticas, sino también en la falta de una planificación estratégica que sostenga y dé sentido integral a los programas focalizados que se vienen desarrollando: hogares y refugios para víctimas de violencia doméstica o sexual, asistencia al maltrato infantil, noviazgos sin violencia para adolescentes, atención a víctimas de delitos contra la integridad sexual y acoso callejero, asistencia a varones que han ejercido violencia y a madres que sufren violencia de parte de sus hijos.
En segundo lugar, por los datos más recientes. Según un informe de la Dirección General de Estadísticas y Censos de noviembre de 2019, el 59% de las encuestadas sufrió violencia por parte de una pareja actual o pasada. Si bien 83,9% conocía las líneas telefónicas de acompañamiento, sólo buscaron ayuda 3 de cada 10 que vivieron violencia y, de ese grupo, apenas 3,4% concurrió a un Centro Integral de la Mujer (CIM). El informe recomienda reforzar la difusión de este recurso por su localización en cada comuna; antes bien, debería garantizarse un marco de trabajo común para los CIM, comenzando por sus horarios (en las comunas 8 y 15 atienden hasta las 15.30 horas) y alcanzar también sus abordajes.
Por último, porque desde que comenzó la cuarentena aumentó en un 40% la demanda en la Línea 144 para contención, información y asesoramiento del ministerio nacional. En los términos más básicos de supervivencia, esto nos enciende una alarma más que atendible si tenemos en cuenta que en CABA, entre 2015 y 2018, 58% de los homicidios dolosos de mujeres, mujeres trans y travestis fueron femicidios, y que 75% ocurrieron en vivienda compartida o vinculada, según datos de la UFEM. Y eso que actualmente contamos con la ventaja de que el Poder Judicial en el distrito intervino para prorrogar automáticamente, sin gestión ni trámite de ningún tipo, las medidas de protección de las denuncias judiciales ya en marcha.
¿Qué hacer?
En la ciudad todavía falta desarrollar muchísimo la articulación intersectorial e interinstitucional de iniciativas para garantizar abordajes integrales, y principalmente las políticas públicas que permitan autonomía no sólo simbólica sino material, de quienes buscan alternativas pero condiciones estructurales de vulnerabilidad social se lo impiden. Visto que en CABA, según la UFEM, hubo antecedentes de violencia en el 53% de los femicidios cometidos por la pareja o ex pareja, debemos extremar nuestra imaginación y repensar las estrategias de prevención, asistencia y acompañamiento disponibles, porque evidentemente no resultan para nada suficientes.
Es imprescindible que las violencias en contexto de encierro sean un tema central de los comités de crisis nacional y de la Ciudad para evitar el engrosamiento de las cifras de femicidios. Si el final de la pandemia prevé un cambio en comportamientos y conductas, qué mejor momento para buscar consensos básicos sobre la necesidad de terminar, de una vez por todas, con las desigualdades inherentes a la identidad de género de las personas. Justicia social real sólo puede existir con más feminismo.
*Paloma Dulbecco es politóloga, docente y becaria del Conicet. **Micaela Gentile es politóloga y docente.
Fotografía: Irina Drambraukas
30 de abril de 2020. Descargar Dossier