Desafíos educativos en contextos urbanos para una socialización post-pandémica

Por Roxana Perazza [1]

La historia educativa de nuestro país nos ha enseñado que no existen fórmulas eficaces y rápidas para abordar la complejidad presente en los sistemas escolares. Dichos discursos resultan atractivos para ciertos grupos, pero son falaces a la hora de pensar seriamente la educación pública. Distintos sectores han sostenido el papel principal del estado en la definición e implementación de las políticas educativas. En función de garantizar el derecho a la educación, debe asegurar todos los medios necesarios en el mediano y en el largo plazo y reservar para sí un lugar relevante de intervención en aquellas decisiones que orientan la direccionalidad y los sentidos de las políticas.

En el actual contexto de pandemia, el lugar del Estado no puede reducirse a uno de proveedor de los aspectos materiales y logísticos necesarios para garantizar la continuidad pedagógica. Una vez decretado el aislamiento social preventivo y obligatorio, a la excepcionalidad e incertidumbre que presentaba la situación sanitaria se le sumaba la educativa.

La suspensión de la presencialidad llevó al gobierno nacional al desarrollo de una serie de propuestas en pos de apoyar los diversos espacios de enseñanza. También, algunas provincias desarrollaron plataformas y materiales propios. Al mismo tiempo que, en las escuelas, los docentes debían garantizar la distribución semanal de bolsones de alimentos para aquellas familias que los necesitaban. En el presente artículo, centraremos la mirada sobre algunas de las políticas implementadas en la Ciudad de Buenos Aires teniendo como marco general lo mencionado en los anteriores párrafos y subrayar algunas cuestiones que la situación por la cual atravesamos no invita a reflexionar.

Como en la mayoría de las provincias en el distrito más rico del país y el más beneficiado entre el 2015 y el 2019, la pandemia mostró la brecha digital entre estudiantes y también, entre docentes. La misma se agudizó al tener en cuenta la localización, de las instituciones y el tipo de gestión. La interrupción de la distribución sistemática de dispositivos, en el ámbito local el Plan Sarmiento (2017) y en el nacional Conectar Igualdad (2015), el descenso paulatino del presupuesto destinado a infraestructura escolar, obstaculizaron, entre otras cuestiones, que las chicas y los chicos porteños pudieran comunicarse con sus maestros en función de garantizar los aprendizajes.

Una vez más, para analizar el cumplimiento del derecho a la educación es pertinente hacerlo según sector social. En este caso concreto, la accesibilidad a un dispositivo y a conexión a internet establecieron las coordenadas básicas para sostener el trabajo educativo. Un dato ilustrativo se presenta al comparar las diferencias entre aquellas y aquellos alumnos que concurren a las escuelas de gestión estatal y los que lo hacen a las de gestión privada, un informe del INDEC señala que “entre los hogares con niños y niñas en el nivel primario del sector público, el 46,6% contaba con al menos un equipo informático (PC de escritorio, notebook, netbook o tablet); y el 74,6% tenía conexión a internet. Por su parte, en los hogares con niños y niñas en el nivel primario del sector privado, estos porcentajes ascendían al 85,9% y 96,9%, respectivamente. (INDEC, 2021, p. 26).[2] El equipamiento y la conectividad en el hogar, así como la cantidad de niñas y niños que comparten un dispositivo son condiciones materiales que pueden facilitar o no tanto la realización de actividades virtuales como la cantidad de días que se pueden acceder a clases con los docentes.

Sin embargo, a pesar de las diferencias, los obstáculos y algunas de las medidas llevadas a cabo, otros movimientos y posibilidades se han ido construyendo más allá de la intencionalidad, en este caso, del gobierno porteño. En primer lugar, existe cierta revalorización del espacio escolar: la escuela no solo se reduce a la transmisión de contenidos sino es un ámbito que fomenta la construcción de lazos sociales. En segundo lugar, un número significativo de padres y madres miraron con otros ojos a los docentes y a sus prácticas al comprender que es preciso disponer de saberes y conocimientos específicos a la hora de enseñar. Es decir, el hecho de haber transitado por la escuela no brinda herramientas para enseñar. Por último, estos tiempos han sido y siguen siendo buenas razones para reforzar y enriquecer los vínculos entre las escuelas y las familias ya que ambas se encontraron en espacios compartidos de cuidado.

En los inicios de la pandemia, algunos pensadores, desde distintos posicionamientos (Byung-Chul Hang, Yuval Harari, Zizek, entre otros) señalaron que en la post pandemia nada iba a ser como antes, y que ese momento podría constituirse en una oportunidad para cuestionar los vínculos en las desiguales sociedades capitalistas modernas. En esa misma sintonía, algunos sectores sostienen que es hora de discutir y poner bajo la lupa el formato escolar único, y explorar experiencias acumuladas en otros espacios educativos durante la pandemia. No sabemos si esto será posible, pero creemos que la escuela que conocemos probablemente no será la misma. Un número significativo de situaciones de desigualdad educativa, que no se reducen a la brecha digital, son motivos suficientes para apostar a la creatividad asegurando que la diversidad de modalidades educativas no vaya de la mano de menor calidad. Es decir, que estos caminos no profundicen la fragmentación del sistema. Estas situaciones aparecen a la vista de todas y todos los tomadores de decisiones: la pandemia sólo los ha puesto de relieve.

Una de las lecciones aprendidas es que en estas sociedades complejas la educación sola no puede. No solo necesita de políticas sociales y económicas sino también, de la articulación de redes, del establecimiento de acuerdos y de cooperación para garantizar los derechos educativos de todos los niños y al mismo tiempo que se pueda recoger y potenciar la palabra de docentes y alumnado. En la línea con lo descrito en los primeros párrafos se sostiene que tanto el estado nacional como los distintos estados provinciales cobran un lugar relevante a la hora de anticipar, planificar y propiciar estos debates. Es importante destacar que, en el corto plazo, las deudas para con las y los chicos requieren medidas concretas para favorecer escenarios educativos más justos.


1. Mgter, especialista en educación.
2. Instituto Nacional de Estadística y Censos – I.N.D.E.C. (2021) Estudio sobre el impacto de la COVID-19 en los hogares del Gran Buenos Aires: segundo informe de resultados / 1a ed. – Ciudad Autónoma de Buenos Aires.