La basura, ¿cómo transformar el problema en una oportunidad?
Por Federico Waltos*“Se producen cientos de millones de toneladas de residuos por año, muchos de ellos no biodegradables: residuos domiciliarios y comerciales, residuos de demolición, residuos clínicos, electrónicos e industriales, residuos altamente tóxicos y radioactivos. La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería”. Laudato Sí, Papa Francisco,2015.
Las urbes concentran más de la mitad de la población en el mundo y se prevé que para el 2050 alrededor del 70 por ciento de las personas serán urbanas. Sin soslayar los beneficios y ahorros propios de este escenario –como pueden ser la disponibilidad de trabajadores, las facilidades de la inversión, el derrame en las aglomeraciones, la diversidad de oferta y la infraestructura de servicios, entre otros- hay otra cara de la moneda, que se ha hecho más evidente a través de la experiencia de la pandemia y su consecuente cuarentena.
Una característica común a las ciudades es la gran generación de basura. Domicilios particulares, grandes centros comerciales, oficinas e industrias configuran un universo complejo de actores que día tras día producen miles de toneladas de basura, que en el mejor de los casos tiene algún tipo de tratamiento y/o se manda a la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE). La población urbana reporta una cobertura de recolección de residuos sólidos urbanos (RSU) del 99,8 por ciento, y una tasa de generación de 1,15 kilogramo por habitante por día (BID-AIDIS-OPS). Se estima que existen alrededor de 1.868.411 personas en áreas urbanas que no están cubiertas, 30 por ciento de ellas se encuentran en el Gran Buenos Aires (GBA) (Censo 2010). ¿Qué hacemos entonces con la basura?
Para todas las ciudades, el servicio de recolección e higiene urbana representa el contrato más importante en su presupuesto. La gestión de los residuos para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ronda el 7 por ciento del presupuesto, porcentaje que para el 2019 se tradujo en más de 24 mil millones de pesos. Para otros municipios, con menor disponibilidad de recursos, la capacidad de abordaje no es la misma y el costo de gestión se vuelve aún más representativo en el total de recursos disponibles. A continuación, se pueden observar ejemplos de municipios y el volumen de recursos que destinan a los servicios de higiene urbana:
¿Problema u oportunidad?
El estado de situación actual refleja años de descoordinación de políticas y significativas cantidades de recursos que no logran torcer la dinámica cotidiana. Cientos de recuperadores viven su día a día en el medio de la basura, sentados entre moscas, ratas y todos los desechos que se puedan imaginar, con la misma naturalidad que cualquier oficinista se sienta en su escritorio. De mínima, estas familias están expuestas a infecciones, problemas respiratorios y vectores de contagio. Esta realidad se repite de municipio en municipio, a lo largo y a lo ancho de nuestro país. A tan solo 70 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires se encuentra el basural de Luján, con más de 10 hectáreas de extensión, teniendo el no grato reconocimiento de ser el mas grande de la Provincia de Buenos Aires.
Según la Evaluación Regional de gestión de Residuos Sólidos Municipales en América Latina y el Caribe , realizada por el BID en el año 2010, Argentina cuenta con un total de 20,5 trabajadores de reciclado por cada 10.000 habitantes. A su vez, una publicación del Banco Mundial del año 2016 , estima que en los para los principales aglomerados urbanos la cantidad de recuperadores asciende a 23,2 cada 10.000 habitantes. Cabe señalar que estas proyecciones no tienen en cuenta el deterioro económico de los últimos años. En este sentido desde la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (FACCyR) estiman que el número de recuperadores podría estar por encima de los 200.000 para el total de la Argentina y cerca de los 60.000 para el área metropolitana de Buenos Aires.
La gestión de los residuos en la Argentina presenta hoy un universo complejo que incluye retos ambientales, sociales y económicos derivados de la falta de un abordaje integral del sistema de gestión de residuos que comprenda el ciclo completo —desde la generación hasta la disposición final—, pero también, y fundamentalmente, la reinserción en el mercado de los materiales recuperados.
El fin del problema empieza cuando se ven experiencias como las de Tafi Viejo, en Tucumán; Gualeguaychú, en Entre Ríos, y Escobar y Almirante Brown, en Provincia de Buenos Aires, que comenzaron a transitar un nuevo paradigma en la gestión de residuos. El fin del problema empieza cuando se incorporan las nociones de la economía circular y se comprende que donde habia un desecho, existe recurso generador de empleo.
Se estima que el 50 por ciento de la basura es de componente orgánico, un 30 por ciento de los materiales es reciclable y el 20 por ciento restante es irrecuperable. De estos indicadores se desprende que aproximadamente puede generarse una intervención en el 80 por ciento de los residuos. Es decir, volver a insertarlo de alguna manera en el sistema económico. Básicamente esto es la economía circular, continuar el ciclo de la producción donde el desecho que anteriormente terminaba en la disposición final ahora se transforma en insumo.
Desafíos
En la actualidad no existen estadísticas oficiales actualizadas, por lo que el primer desafío es generar un sistema de información que permita dotar de las herramientas de diagnóstico y análisis para generar políticas públicas más eficientes. Distintos especialistas estiman que menos del 20 por ciento de los residuos tienen tratamiento: hay mucho por hacer.
Tanto las grandes ciudades como el resto de los municipios deben comenzar un camino de readecuación de los servicios de higiene urbana que prestan, entendiendo que allí residen importantes potenciales (fuentes de empleo, generación de nuevos mercados y sobre todo la disminución de los costos de la gestión e impacto ambiental que genera el estado de situación actual).
Para poder enfrentar este desafío es necesario un cambio cultural en el seno de la sociedad. En primer lugar, asumir nuestro compromiso individual de separar los residuos para resguardar el estado de los materiales y al mismo tiempo facilitar el trabajo de los recuperadores. En segundo término, estas acciones deben ser incluidas en el marco de una política de estado que promocione por medio del reciclado la inclusión socioambiental, la generación de empleo verde y la reducción de pasivos ambientales. La postpandemia nos brinda la oportunidad de replantear nuestras practicas y comenzar una transición justa hacia modelos de desarrollo sostenible que prioricen la inclusión social y la protección del ambiente frente a la mirada cortoplacista de un sistema que solo mira la ganancia dejando a millones de Argentines al margen y desastres ambientales por doquier.
El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar. Papa Francisco, Laudato sí!
* Economista (UBA)