Cultura.

Fotografía: Sebastián Miquel.

Por Federico Escribal

Desde Urbe pensamos que la cultura es mucho más que una de las dimensiones del desarrollo humano: es aquello que le da sentido. Queremos una ciudad que busque la calidad de vida de sus habitantes y transeúntes, y también su felicidad; y creemos firmemente que ésta se da cuando se le da forma a los proyectos y sueños, tanto colectivos como individuales. Estos anhelos son primariamente culturales.

Hace tiempo que nuestra Ciudad perdió el rol que se supo ganar a lo largo del siglo XX como Capital Cultural Iberoamericana. Si bien mantenemos niveles de actividad teatral y densidad de librerías que destacan a Buenos Aires inclusive por sobre Nueva York o París, la preponderancia porteña en el mundo de las ideas viene en declive, y los derechos culturales de nuestros vecinos desatendidos.

El centralismo intrínseco a nuestra institucionalidad ha alcanzado niveles alarmantes. Hoy directamente podemos identificar barrios con servicios culturales y artísticos (San Nicolás, Balvanera, Almagro, Palermo, Recoleta, Villa Crespo, principalmente) y otros privados de actividad recreativa y cultural, más allá de iniciativas públicas esporádicas.

Sumado a esto, una buena parte de las iniciativas de cultura comunitaria han quedado fuera de actividad o se encuentran profundamente amenazadas ante “la nueva Argentina” que ha construido el macrismo en su experiencia nacional. A la tradición persecutoria de sus primeros dos mandatos en la Ciudad, ahora se le suma un esquema tarifario que -si no discrimina pobreza y vulnerabilidad- mucho menos identifica en la cultura una actividad estratégica en los intereses nacionales que merezca ser subsidiada.

En lo que a Buenos Aires refiere, tenemos una de las inversiones per cápita en cultura más altas del país, pero más de la mitad se asigna a un Teatro Colón que nos enorgullece, pero que no hemos sabido como ciudad hacerlo realmente para todos y todas.

Nuestros hacedores culturales solo encuentran sustentabilidad económica volcándose a las Escuelas para dar formación artística, tengan o no vocación docente. Vivir de la producción artística en la Ciudad que supo ser faro para el mundo hispanoparlante sigue siendo una utopía. Podemos estar perdiendo nuestro próximo Borges, Xul Solar o Salgán, por que para llegar a fin de mes requiere dedicarse al comercio, cuando no la changa.

Creemos que una mirada estratégica que piense las políticas culturales en una clave superadora del eje economías creativas, con los sujetos y el territorio en su centro de atención, puede devolver a Buenos Aires al lugar que le corresponde en el concierto de las ciudades. La creatividad no es un chispazo en el vacío, sino la tradición desatada: solo sobre una profunda difusión de nuestros mejores creadores y sus producciones vamos a recuperar esa fibra y orgullo de ser porteños.

Sumate a construirlo con nosotros.