Historia

“El peronismo llevó en su seno la falta de homogeneidad”
Entrevista inédita a Mario Kestelboim, el decano peronista

Por Federico Mochi
17 de octubre de 2023

Nota: esta entrevista fue realizada en 2018, pero nunca fue publicada. Este 17 de octubre, el primero sin Kestelboim, la recuperamos. Saldamos así una deuda con él, pero también con la memoria peronista, que se nutre de estas historias.

 

El 25 de mayo de 1973 asume la presidencia de la Nación el doctor Héctor Cámpora como resultado del triunfo electoral del 11 de marzo. En junio de ese mismo año, es designado rector interventor de la Universidad de Buenos Aires el profesor Rodolfo Puiggrós quien asume con un programa de renovación pedagógica en un marco de redefinición de la relación entre universidad y sociedad, entendiendo a la primera como una herramienta fundamental para la construcción de una Nación inclusiva y soberana.

Acorde con la renovación pedagógica y política, se implementan proyectos como el “Centro de Producción de Medicamentos de Base” en la Facultad de Farmacia y Bioquímica y el de “Erradicación de villas de emergencia”, iniciado en la Facultad de Arquitectura. En la Facultad de Derecho, este aire de cambio fue encarnado por la designación de Mario Kestelboim como decano.

Cuando decidimos entrevistar a Kestelboim no sabíamos qué nos íbamos a encontrar, porque si bien su nombre resuena en los anales de la historia de nuestra facultad, lo cierto es que su figura fue desdibujándose entre los susurros que buscan que se olvide el rol del peronismo en la Universidad de Buenos Aires. Nos encontramos en un bar que hace de esquina de una de las anchas avenidas del centro porteño, Mario llegó caminando despacito y dificultosamente con sus casi 80 años a cuestas. La primera sorpresa nos la llevamos cuando el hombre comenzó la charla mencionando al pasar algunos acontecimientos que se habían desarrollado en los días previos a la entrevista en el marco de la política universitaria de la facultad. Quedó inmediatamente en evidencia que el ex decano no sólo conserva su lucidez intacta sino que mantiene viva esa chispa que lo hace estar al tanto de lo que ocurre día a día en la facultad que lo formó. Y con esa tranquilidad y esa lucidez nos fue introduciendo en aquella década turbulenta de los 70, por momentos haciéndonos emocionar hasta las lágrimas, sumergido en una profunda reflexión de los aciertos y los errores de una generación política llena de sueños.

—Su ejercicio como decano interventor en la Facultad de Derecho fue de 1973 a 1974, ¿verdad?

Tuve dos cargos, el primero fue de junio del 73 a abril del 74, que fui delegado de la intervención de la Universidad en cabeza de Rodolfo Puigróss, quien me nombró su delegado en la Facultad. Y sancionada la Ley Universitaria, que fue en marzo del 74, el rector organizador designado (que era Vicente Solano Oliva), me designó como Decano organizador para la aplicación de la Ley Universitaria en la Facultad. Cargo que tuve hasta que renuncié el 9 de septiembre del 74, antes de la intervención dispuesta por el Ministro de Educación Oscar Ivanissevich, eso fue aproximadamente a mediados de septiembre del 74. Después de eso lo que hice fue guardarme.

—¿Después pasó a la clandestinidad?

No, me guardé, no pasé a la clandestinidad porque no tenía razón para ser clandestino. Simplemente me salí de los riesgos cotidianos que significaba vivir en aquel tiempo. Septiembre del 74 fue un mes muy violento, fue el mes en el que mataron a Silvio Frondizi, fue el mes de Atilio Lopez y Curutchet. Dentro de lo bravo de ese período, septiembre del 74 fue un mes muy violento.

Estuve hasta diciembre del 74 “clandestino” digamos, primero fuera de Buenos Aires y después en la misma ciudad en la casa de algún amigo o de un familiar, y en enero y febrero del 75 estuve en Córdoba, en la casita que en aquel momento mi compañera tenía en Villa Cura Brochero. Ahí estuve hasta marzo del 75, cuando volví a Buenos Aires y me reintegré a mi actividad como abogado. Volví al estudio que tenía.

—¿Usted integraba la Asociación Gremial de Abogados?

Sí, era secretario general de la Gremial en aquel momento.

—¿Y durante la dictadura?

Ese período que se inició en marzo del 75, que volví al estudio, volví a vivir en mi casa, me cuidaba cambiando los rasgos de mi fisonomía. Cambiando el tipo de anteojos que usaba, por ejemplo, inclusive mi secretaria de la Facultad, que había sido también secretaria mía en el estudio, no me reconocía… puede ser por distraída también.

Cuando se produjo el golpe yo seguía viviendo en casa, hasta que los primeros días de mayo, de ese mismo año 76, me avisaron que habían secuestrado a quien había sido mi secretario académico en la facultad y a quien había sido un socio en el estudio. Ahí tomé otro tipo de medidas, como averiguar si había alguna orden en mi contra, porque como no era integrante de ninguna organización clandestina, mi retorno a la actividad después de ese período de “cuidarme”, no tenía ningún riesgo, porque no tenía actividad orgánica.

Seguía lo que era natural en todo militante político. Mi renuncia a la Facultad se debía a la discrepancia con la violencia que habían desatado los Montoneros, reconociéndose autores de atentados públicos que habían hecho. Con lo cual yo no estaba de acuerdo con la violencia, lo decía inclusive en mi carta de renuncia cuando expresaba las razones.

—¿Su relación con la JUP cómo fue?

La JUP no me tenía ni como candidato a Decano. La candidata de ellos era Estela Maris Biocca. Los que impulsaban mi designación eran los abogados de “la Gremial de Abogados”, y sobre todo los militantes de la Agrupación de Abogados Peronistas, que era un grupo con el que veníamos trabajando desde hacía un año orgánicamente como agrupación.

—¿Pero así y todo usted tuvo una buena relación con la JUP?

Sí, la relación con la JUP se enderezó, si bien yo no era el candidato en definitiva terminaron adhiriendo. Diez días después de mi designación, los responsables de Montoneros me vinieron a ver para decirme que no me pedían la renuncia, sino que me iban a cesar en el cargo.

—¿Quién era el responsable de Montoneros en ese momento?

Ventura era el responsable del sector estudiantil, del área universitaria. Era la voz cantante del sector estudiantil, no solo de derecho sino de todo el ámbito universitario. Como te comentaba, vinieron a verme y lo que me achacaban era la reincorporación de los renunciantes del 66, después de la noche de los bastones largos.

—La militancia en la facultad en esa época ¿era muy distinta, mucho más violenta que ahora?

No sé cómo será ahora. Pero sí, hubo episodios hasta de tiros, no eran cotidianos pero sí había episodios de mucha violencia.

—Con Ortega Peña y con Duhalde, docentes de la facultad en aquél momento, ¿tenía relación usted?

Sí, éramos integrantes en forma conjunta tanto de la gremial, pero fundamentalmente de la agrupación. Sí tuvimos diferencias respecto a la política del frente por un lado y después tuvimos diferencias cuando se nos planteó por parte del gobierno incluir dentro de la política que ordenaba cesar a todos los profesores nombrados a partir del 25 de mayo de 1973, a Ortega y a Duhalde. Resistimos hasta donde podíamos, y cuando no pudimos más no los cesamos sino que no renovamos sus designaciones.

Todas las renovaciones que se hacían de docentes, como era el caso de Ortega y Duhalde, que eran titulares de cátedra por un lado y por otro lado eran directores de instituto, se hacían hasta fin de año, lo que acordamos con el ministro Taiana, fue que llegado fin de año no le renovábamos las designaciones y no teníamos la carga de cesarlos antes de esa fecha.

—¿Por presión del gobierno?

Sí, claro, fue orden del gobierno, antes de la renuncia de Cámpora. Esto fue en el 73, a mediados del 73 nosotros pudimos resistir hasta el fin del 73. Bueno, eso creó un resentimiento que es lo que hizo que, cuando mataron a Peña, me echaran del velatorio.

—Hay una camada de compañeros que se consideran peronistas, pero que han tenido diferencias con lo que ha sido Montoneros (Envar el Kadri, Mugica, Walsh) ¿Usted se identifica con esos compañeros que si bien eran peronistas no compartían la declaración de guerra y la metodología de tomar las armas, aún durante el gobierno peronista, que llevó adelante Montoneros?

Mira, yo era peronista mucho antes de la existencia de Montoneros, participé en una organización que era una de las que encarnaron la Resistencia. Fui militante de esa organización desde el año 59, es decir, Montoneros aparece en 69, 70.

Tenía un grado de afinidad que no me hizo integrar las FAP pero que tenía ahí mi simpatía depositada. Fui abogado de Cacho el Kadri, de Jorge Ruli, en años anteriores a la existencia de Montoneros, tenía claramente mis simpatías puestas en esa organización pero no era de seguir absolutamente todas sus posiciones.

Sí, no fue el momento de mi renuncia el único momento en el que manifesté mi desacuerdo con Montoneros. Para que te des una idea, mi renuncia, que se hizo efectiva en septiembre del 74, como relaté, había sido hecha con anterioridad… Hubo toda una escalada en la cual me habían llevado a esa determinación.

Cuando se la puse de manifiesto a los compañeros de la gestión me pidieron que la postergara hasta tanto pudieran conversar los términos de mi discrepancia con algún responsable de la organización Montoneros, cosa que se hizo efectiva el feriado del 20 de junio, por eso me acuerdo de esa reunión clandestina que tuve con Quieto, donde Quieto me reconoció que había habido dentro de Montoneros ciertas discrepancias que habían determinado el restablecimiento de las relaciones por parte de ellos con Perón. Lamentablemente no pudieron concretarse por el deceso del General el primero de Junio. Pero, por ejemplo, fue muestra de ese cambio de política (que no llegó a concretarse) la relación que se estableció con la CGE, por un lado, y también con el vicepresidente del Partido Justicialista, con el que se mantuvieron relaciones, y con la organización de un acto que se hizo en la Facultad de Medicina en agosto del 74, donde había sido invitada (aunque no concurrió) Isabel Martínez.

—¿O sea que había un sector de Montoneros que creía en generar algún tipo de relación diplomática con el gobierno y no salir a los tiros? ¿Usted se sentía identificado con ese sector?

Fue eso lo que me pusieron de manifiesto para que repensara la renuncia, y si de lo que se trataba era que tenía discrepancia con la política de enfrentamiento con el gobierno (en definitiva eso era lo que pasaba), que no renuncie. El día del acto, que se hizo en junio, en el que Perón pronunció esas famosas palabras: “yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino”, denunció también las presiones a las que se había sometido y la CGT convocó a respaldo de Perón en Plaza de Mayo. Ahí los Montoneros, el sector universitario por lo menos, convoca a Plaza Houssay. Y en lugar de ir a Plaza de Mayo se quedan en Plaza Houssay y no van al acto. Bueno, yo sí voy, por las mías.

Después hay otro episodio más, en donde unos de los que en ese momento ocupan la Facultad en resguardo de una posible intervención se quedan durante toda la noche, varios días en la facultad. Uno de esos días a la mañana, cuando se están yendo, se le abre la valija a uno de los chicos y se atraviesa la rodilla de un tiro. Y no tienen mejor idea que llevarlo al decanato. No tenía ni guardia sanitaria, nada, yo tuve que llamar a un médico amigo para que lo atienda y después compañeros del personal no docente de la Facultad se tuvieron que encargar de lavar la alfombra por toda la sangre que había. Con lo cual, muestra la total irresponsabilidad que tenían. Bueno, todas esas contingencias… de hecho, ¡se declaran autores de atentados contra el gobierno!

—¿Cómo recuerda usted esos años?

La facultad era una fábrica de tomar exámenes. Es decir, los cursos eran muy pocos, y había toda una especie de “facultad dentro de la facultad”, porque los que tenían la suerte de ingresar por sorteo dentro de un curso, después seguían teniendo la prioridad de hacer los cursos, con lo cual eran muy pocos los estudiantes, y siempre eran los mismos los que salían beneficiados con la asignación de cursos.

Nosotros pudimos organizar “cursos para todos”, con lo cual todos los estudiantes podían hacer tres cursos por cuatrimestre, tenía garantizado hacerlos. La facultad funcionaba con un cartel de no docentes desde las 7 de la mañana hasta la 1 de la mañana. Se sancionaba a aquellos que se anotaban en más de 3 cursos. Eso por un lado, tener la posibilidad de cursar, y por otro lado estaba el contenido de los cursos, armando cursadas alternativas con el derecho de elección de cátedras por los alumnos. Se derogó el Ciclo Básico de Derecho, reemplazandolo por un curso básico de seis materias con contenidos específicos de la carrera. Los contenidos de las materias en muchos casos se modificaron, por ejemplo, se disminuyeron los contenidos de las materias formativas de Derecho Privado, mejorándose la formación en las materias de Derecho Público. Se pensó en una formación de abogados que más allá de ejercer la profesión como abogados privatistas, tenga una inserción en la esfera del derecho público, del derecho social. Un solo curso había de derecho laboral, que se cambió por dos cursos en los cuales no sólo se estudiaba el derecho laboral sino también el procesal laboral, el derecho colectivo. El derecho político se cambió por el derecho público.

En las cátedras de economía política se cambiaron los contenidos, había profesores como Salvador Orías que sostenían que Argentina estaba superpoblada, que tenía una economía sólo para 10 millones y no para 30, cosa que todavía algunos sostienen. Se modificó el plan de estudios en definitiva, a pesar de la oposición de algunos profesores que quedaron, se limpió la facultad de profesores que habían sido designados por ministros de los gobiernos de facto, porque se sostenía que no podían ser quienes formaran estudiantes los que habían participados en gobiernos de fuerza y desconocían la soberanía popular. Todos, desde nuestro punto de vista, aspectos positivos. Se recuperó para la formación de los estudiantes a docentes como Alberto Spota e infinidad que sería largo enumerar. Recuerdo un profesor que no era precisamente progresista, sino que era un hombre ecuánime, sostenía que en el 55 se habían cambiado los profesores de Derecho Privado por discípulos de Eduardo Busso que había sido ministro del interior de Aramburu Rojas.

—¿Se puede decir que hubo, después de mucho tiempo, un viraje ideológico de la UBA? Algo que ni siquiera Perón en sus primeros gobiernos pudo lograr.

Bueno, hay que entender cómo estaba conformado el peronismo en su primera etapa. Era una conjunción de sectores, un frente nacional, donde había desde conservadores como Jerónimo Remolino hasta revolucionarios como John William Cooke y los dos habían sido integrantes en lo universitario en lo político, de ese frente nacional que fue el peronismo de aquella época, y que no pudo restablecerse en el 73, sino que volvió pero ya con una conformación política e ideológica distinta. Aquello que decía Perón, ¿no? “Los hay radicales, conservadores, socialistas, pero todos son peronistas”. Un poco fue así, y llevó en su seno la falta de homogeneidad. Hoy mismo se está demostrando, con las distintas variantes para las elecciones de octubre, en esto que fue el kirchnerismo… que aún continúa siéndolo pero que genera reacciones internas, demuestra esa falta de homogeneidad.

—¿Recuerda alguna anécdota de la Facultad en esos años? Algún acontecimiento, algo que pueda recordar de la Facultad, de cómo era.

Comentaba hace un rato que a los diez días de mi designación me habían dicho que me iban a echar de la Facultad. El tema es que como esto no había sido transmitido por medio del responsable universitario –no de Universidad pero sí del gobierno de la Universidad- que no era Puiggrós por supuesto, el responsable político de Montoneros en la Facultad

—¿Y no era Ventura?

No, era un funcionario del gobierno. Era un funcionario importante de la Universidad que había sido designado por Puiggrós pero era el responsable universitario. Mario Hernández que tenía una mayor vinculación con la organización Montoneros (y que era mi Secretario Académico) se le ocurrió que tengamos una reunión con alguien de la conducción Nacional de Montoneros.

Efectivamente, fuimos compartimentados en un lugar desconocido en el GBA donde comentamos y pudimos poner de manifiesto esta discrepancia que teníamos con este sector universitario. Tuvimos la reunión, y cuando volvíamos nos encontramos por Figueroa Alcorta una manifestación que iba en dirección al Hotel Plaza donde se estaba festejando el aniversario de la CGE. En esa reunión se estaba felicitando al nuevo Decano (estaba por ser designado Emilio Pasini, que había sido uno de los profesores cesados de la Facultad en el año 65 y era docente de Derecho Procesal).

¿Y qué es lo que había pasado? Enterados de esta situación que se estaba dando, se había celebrado una asamblea en la Facultad, y en esa asamblea la JUP tuvo que rechazar la pretensión de desplazarme por la presión que ejerció en la asamblea el MAS (una agrupación llamada Movimiento Al Socialismo), que en definitiva fue la que promovió esa marcha al Ministerio. El asunto es que la resolución esa de cambio de en el decanato no salió y quedé en el cargo de Delegado de la intervención.

—¿Y ahí mejoró su relación con la JUP, comenzó a enderezarse un poco?

Sí, comenzó a haber más diálogo, por un lado. Y por el otro, la dinámica misma del día a día y el ser peronistas nos llevó a tener una afinidad en términos políticos.

—¿Y con las Fuerzas Armadas Peronistas -con las FAP- usted tuvo un poco más de relación que con Montoneros, o igual?

No. Montoneros tenía un aparato político. En cambio las FAP no tenían un aparato político, tenían una agrupación que era el Peronismo de Base. Que como tal, aparece después del 11 de marzo y ya no con carácter de clandestinidad, sino con carácter político. Mi función ya, en ese contexto fue la de seguir perteneciendo a los organismos de la resistencia con el cual tuve algún tipo de intervención desde el año 59’ en adelante que era el Comando Nacional Peronista. Que era en definitiva un organismo que se había constituido desde el 55’ a partir de la intervención del Partido Peronista en la figura de Cooke.

—¿Usted lo conoció a Cooke?

Si, teníamos un grado de amistad, teníamos una relación no solamente política sino casi de amistad personal con él, Raúl Lagomarsino, César Marcos, es decir con lo que era esto que venía del 55. Bueno, César Marcos había sido su asesor cuando Cooke había sido el diputado más joven en el 46.

—¿Y ustedes militaron juntos durante lo que fue la resistencia?

Yo me integré al Comando Nacional cuando fueron las jornadas de enero del 59’, cuando fue el tema del Frigorífico Nacional y Lisandro Latorre. Después del levantamiento del barrio de Mataderos.

Esto empieza con el tema de la educación laica y libre. Que la enfocábamos como la estatización de la enseñanza. Ahí por vinculación y relación en ese conflicto que tuve participación entablé vinculación y relación con compañeros del área de Farmacia que eran integrantes del Comando Nacional. Lo que me llevó a tener participación en el Comando. Había un grupo que simultáneamente a este proceso mío de peronización, venían del socialismo -algunos de ellos también estudiantes del Derecho- nos incorporamos al Comando.

—¿Este comando jamás tomó la decisión en época de resistencia tomar las armas, siempre fue una disputa política pacífica de resistencia?

No, siempre de resistencia. No tenía aparato militar, tenían un periódico El guerrillero, Tenían vinculación y relación con Perón.

En el 59 se hace el 5° Congreso Nacional de Estudiantes, que se hace en La Plata. Y sabes por primera vez el peronismo participa de ese congreso, de la FUA y se elije un triunvirato que está constituido por: Estévez Boero por el socialismo de Santa Fe, otro dirigente también del socialismo de La Plata), y un compañero nuestro.

Este triunvirato funcionó hasta septiembre (esto era en junio o julio) que se hace el Congreso en septiembre que es la continuidad del de La Plata, y en ese Congreso ya se elige una conducción definitiva con Estévez Boero como Secretario General, y un integrante de esa conducción que era de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, y que era compañero nuestro del Comando.

—Bueno, muchas gracias Mario. Muchas gracias de verdad.

YPF

El peronismo y el clima político de 1973

¿La tensión había comenzado con el asesinato de Rucci? De ninguna manera. Las diferencias ideológicas entre las organizaciones armadas y la llamada burocracia sindical ya estaban planteadas y eran públicas. Recordemos: se trataba de un contexto en el que los desacuerdos muchas veces se dirimían violentamente. Para entonces, ya habían sido asesinados varios dirigentes sindicales: Augusto “El Lobo” Vandor (secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica) el 30 de junio de 1969, José Alonso (secretario general de la CGT, líder del Sindicato del Vestido) el 27 de agosto de 1970, Julián Moreno (secretario adjunto de la UOM Avellaneda) el 22 de enero de 1973, y Dirk Kloosterman (secretario general del Sindicato de Trabajadores Mecánicos) el 22 de mayo de 1973, tres días antes de la asunción de Héctor Cámpora como presidente de la Nación. También el 27 agosto de aquel año asesinarían a Marcelino Mansilla, secretario general de la Unión Obrera de la Construcción (Mar del
Plata).

Asimismo, desde los sectores más combativos del movimiento obrero se habían planteado profundas críticas al participacionismo, al macartismo y a las prácticas gangsteriles de algunos sindicalistas, pero no todas esas impugnaciones suponían necesariamente una aprobación de la vía armada como método de resolución. De hecho el sindicalismo, aún en sus versiones más combativas, no sentía como propia la táctica de la lucha armada, y lo mismo ocurría con gran parte de las organizaciones encuadradas dentro del peronismo. De ahí que en el contexto de 1973 se haya debatido bastante sobre este punto: la legitimidad de la lucha armada nuevo en el contexto democrático. El propio Che Guevara en 1960 (en su libro la “La Guerra de Guerrillas”) había sentado posición al respecto: la lucha armada sólo es válida contra dictaduras o tiranías. Sin embargo no todas las organizaciones estaban de acuerdo.

Por otro lado, lo que en un principio parecía un rumor subterráneo hacia el interior del peronismo, empezaría a adquirir una consistencia cada vez más perceptible: los cada vez más frecuentes planteos de Montoneros en pos de “compartir la conducción” del proceso con el propio Perón empezaban a preocupar, y generó tensiones que fueron in crescendo. Tal como lo relata Juan Manuel Abal Medina (padre) en “Conocer a Perón” (2022), gran parte de dichas manifestaciones habían tenido lugar durante la campaña presidencial de Cámpora³, en la cual el protagonismo de la juventud fue sin dudas notable, en consonancia con proceso de marcado crecimiento (sobre todo desde sus organizaciones de superficie) de la militancia de Montoneros que se había abierto a partir de la ejecución de Pedro Eugenio Aramburu, el 1 de junio de 1970. Tales planteos preocupaban al propio General y, por supuesto, a la rama sindical liderada por Rucci. El haber hecho pública la intención de “compartir la conducción” con Perón constituía, en palabras del propio Abal Medina, “una consigna peligrosa (…) porque excluía a los otros y pretendía ponerse en pie de igualdad con Perón” (Abal Medina, 2022, p. 244).

Federico Mochi

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